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En apenas 20 días, que coinciden casi con el mismo tiempo que Colombia permanece en paro nacional, el gabinete de Iván Duque ha sufrido un remezón inédito. Son al menos cuatro plazas, entre ellas el Ministerio de Hacienda y la Cancillería, donde se ha cumplido –eso sí, a medias– aquella cláusula política que reza que, en tiempos de crisis, los ministros son fusibles que se cambian, según la necesidad, para evitar un corto circuito. De fondo no solo está la ebullición social que se siente con furia en las calles, sino el hecho de que resta poco más de un año para que la Casa de Nariño cambie de inquilino. Justamente, no se puede pasar por alto que el próximo sábado el país estará exactamente a un año de la primera vuelta presidencial.
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Los cambios en el Gobierno no son menores y, como una medida para tratar de atajar las manifestaciones, comenzaron con la salida del ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla. En lugar de apostar por una nueva cara, el presidente Duque resolvió hacer un enroque y puso allí a su ministro de Comercio, José Manuel Restrepo. Una situación similar se repitió esta semana cuando, tras la renuncia de la canciller Claudia Blum, también con las protestas de fondo y con los cuestionamientos internacionales subiendo de tono, optó por designar en ese cargo a la actual vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, lo que de paso le cerró la posibilidad de ser la candidata presidencial de la centroderecha en la carrera por la jefatura del Estado.
“Nombrar como nuevos ministros a gente que ya estaba ocupando otros ministerios, en este momento de crisis y en esta coyuntura, es una oportunidad perdida de renovación. Hubiera sido un momento adecuado para refrescar el gabinete, pero sobre todo para incluir a otros partidos políticos y, con ello, darle mayor cabida a los acuerdos y posibilidades de diálogo con el Congreso”, advierte la politóloga Laura Wills, profesora asociada del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes.
Sin embargo, en medio del remezón hubo cabida para la llegada de nuevas caras. Es el caso del Ministerio de Comercio que, ante el paso de Restrepo a Hacienda, quedó ahora en manos de María Ximena Lombana, abogada con maestrías en derecho de negocios internacionales y derecho comercial. Si bien la nueva ministra es hermana de Jaime Lombana –uno de los abogados del expresidente y jefe del Centro Democrático Álvaro Uribe–, es vista como cercana a Cambio Radical. “El objetivo aquí es atraer más a Vargas Lleras y darle juego a Cambio Radical en el Gobierno. Qué habilidad la del exvicepresidente”, opina a su turno Andrés Dávila, politólogo de la Universidad Javeriana.
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Al nombramiento de Lombana se sumó el de Angélica Mayolo como nueva ministra de Cultura, en reemplazo de Felipe Buitrago, con lo que, de paso, Duque recompuso su promesa de campaña de tener un gabinete paritario. Aunque la nueva ministra no es vista con ascendencia política ni padrinos, lo cierto es que llega para tratar de atender la crisis desatada por el paro. Con 31 años, tras su paso por la Cámara de Comercio de Buenaventura y la Secretaría de Desarrollo Económico de Cali en tiempos del exalcalde Maurice Armitage, Mayolo aterriza en el gabinete con la tarea de concertar y construir proyectos sociales y económicos para los jóvenes, un pedido explícito del presidente para atender las manifestaciones, encabezadas principalmente por jóvenes.
“La designación de Mayolo parece la primera apuesta real de Duque por traer a una persona externa al equipo con el que ha venido gobernado. Con la ministra se destaca su origen pacífico y en el Valle, justo cuando la región enfrenta complicaciones en el paro. También llega con la consigna de concertación y apoyo a los jóvenes. Son declaraciones un poco extrañas para alguien que va a trabajar en el Ministerio de Cultura”, explica Juan Carlos Guerrero, director del Observatorio de Redes y Acción Colectiva (ORAC) de la Universidad del Rosario.
Sumado a los enroques y a los nuevos, hay un tercer frente que se abre en el gabinete Duque: los que están en la cuerda floja y podrían estar próximos a salir. En este grupo se cuenta el ministro del Deporte, Ernesto Lucena, cuya gestión quedó en veremos luego de que la Conmebol decidió no hacer la Copa América en el país, principalmente por los problemas de orden público. Adicionalmente figura el ministro de Defensa, Diego Molano, señalado por los excesos de la Fuerza Pública en medio del paro y que tendrá que afrontar, entre mañana y el martes, dos mociones de censura por esos hechos, tanto en Cámara como en Senado.
Asimismo, en los mentideros políticos se habla de la salida de la ministra de Ciencia y Tecnología, Mábel Torres, cuya gestión no ha estado exenta de críticas, entre otras, por las dudas sobre su trabajo científico y la controversia por la creación de una dudosa bebida con la promesa de curar el cáncer. Por último, en este grupo aparece el propio ministro de Salud, Fernando Ruiz, agobiado por las dificultades en materia de vacunación y atención del coronavirus, y a quien el Congreso esta semana le hundió la reforma a la salud, justamente otro de los pedidos que se hacía en las calles. El asunto escaló a que el propio Germán Vargas Lleras, jefe de Cambio Radical, partido del que es ficha el funcionario, sugirió y recomendó su salida ante el poco apoyo a dicha reforma.
En este contexto cobran fuerza las declaraciones que hace menos de una semana dio el expresidente y director del Partido Liberal, César Gaviria, quien no solo criticó la gestión del ministro de Defensa frente al paro, sino que le recordó a Duque que, en los sistemas presidenciales el gabinete es un “fusible cuando la acción gubernamental encuentra tantas dificultades”. En su comunicación, le pidió al presidente “considerar” la salida del gobierno de quien no cumpla sus decisiones.
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“El presidente Duque debe rodearse de ministros en tres o cuatro carteras que sean capaces de hablar en nombre del Gobierno y que usen un lenguaje que rechace la violencia y propicie el diálogo, para poner al Gobierno en una mejor situación política. Que se sienta que el presidente ejerce autoridad y tiene una posición de diálogo y reconciliación y no de incitar a más violencia”, resaltó Gaviria.
Desde la oposición también está servida la polémica. Así lo evidenciaron una serie de trinos del senador Armando Benedetti, un viejo zorro de la política ahora cercano al petrismo, que dijo que el gran beneficiado con el reacomodo es Vargas Lleras e incluso, se preguntó si será el candidato de Duque en 2022: “¿Extorsión o acuerdo en Palacio? ¿Vargas Lleras extorsionó a Duque? Hoy le dieron el Ministerio de Comercio, le darán Mindeporte con Guillermo Herrera y súmele que ya tiene el Ministerio de Salud y TIC. Quería el Ministerio de Vivienda, pero Jonathan Malagón aguantó la embestida (…) El rey del paro es Germán Vargas Lleras. Queda con cuatro ministerios y aún falta”.
Para el analista Andrés Dávila, el remezón deja más dudas que respuestas frente al alcance de lo que se viene y no deja de ser incierto si van en el camino correcto con miras al último año de mandato. “Hay una mezcla de muchas cosas, siempre en la tónica de este Gobierno: que todo es a medias y nada es fuerte ni suficiente. El remezón implicó salir de algunas figuras que estaban generando dificultades, como la canciller o la ministra de Ciencia y Tecnología, que estaban muy quemadas. Uno esperaba un remezón tipo el del expresidente Mariano Ospina Pérez en el 48, cuando armó un gabinete bipartidista. Este es un remezón al estilo Duque, y como Hárold Rivera, técnico de Santa Fe ante River, está tratando de hacer un golecito, en medio de la pandemia y el paro, para no hacer un oso tan grande”, agregó Andrés Dávila.
Si bien los cambios y enroques se hacen desde una lectura en clave electoral, la politóloga Laura Wills advierte que “aún falta mucho trecho por correr”. En ello coincide Juan Carlos Guerrero, quien sostiene que las recomposiciones, más que por elecciones, corresponden a un remezón forzado producto de la acentuación de la crisis de gobernabilidad de Duque, “que empezó a generarse a partir del momento en el que no pudo pasar la reforma tributaria y estallaron las movilizaciones sociales. “Hay gobernabilidad cuando hay un equilibrio de poderes como resultado de la capacidad para encarar y tramitar demandas sociales, y la ingobernabilidad precisamente surge cuando los gobiernos son incapaces de atenderlas. Aquí la lógica electoral pasa a un segundo plano, ni siquiera se ve que Duque tenga intención de recomponer las relaciones con los partidos”, apuntó Guerrero.