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Gabriel Santos, el precio del disenso en el Centro Democrático

El representante ha librado una batalla en solitario por combatir la siempre férrea y casi inamovible doctrina uribista. Su voz disidente rivaliza con radicales y recalcitrantes por igual.

Javier González Penagos
05 de diciembre de 2021 - 02:00 a. m.
Cuando Santos notó que la obediencia y guardar silencio implicaban, ahora sí, una traición a sí mismo, emprendió una batalla que lo tiene contra las cuerdas.  /Gustavo Torrijos
Cuando Santos notó que la obediencia y guardar silencio implicaban, ahora sí, una traición a sí mismo, emprendió una batalla que lo tiene contra las cuerdas. /Gustavo Torrijos
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga
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Todo depende del dedo que lo señale. Para unos, no es más que el hijo de Pachito. Para otros, es el familiar de Juan Manuel Santos. Y cómo dejar de lado a quienes solo lo ven como el yerno del general (r) Óscar Naranjo. En política –lo aprendió a la brava– le han achacado todo tipo de calificativos dependiendo de quién sea el fanático: “niño rebelde y pataletoso”, “traidor”, “sátrapa” o “gomelito bogotano”. Esa mezcla entre delfín, joven y uribista contracorriente no deja de costarle a Gabriel Santos.

No se acostumbra del todo a que lo encasillen, menos a que lo insulten y a que las orillas lo cojan de esparrin. Obviamente le molesta, pero ciertamente la arena política le ha ayudado con eso que en elecciones llaman cuero duro. Sabe que, dependiendo del ojo radical que lo juzgue, puede ser una u otra cosa. “Son los insultos más fáciles, el típico cliché”, dice entre la resignación y la gracia con la que intenta tomarse los embates. Sin embargo, a lo que no se acostumbra, lo que no tolera ni admite, es que se cuestione su independencia y que lo quieran hacer ver como un idiota útil al servicio de terceros, sean de derecha o de izquierda.

“No sufro de esa vergüenza. No sufro de esa vanidad de no poder preguntarle al que no piensa como yo, sobre todo cuando tiene un nivel de experiencia como mi suegro o mi papá. Pero siento que casi que me han infantilizado por esa relación, como que soy incapaz de tener una posición independiente, que siempre le obedezco a los demás, que todo lo que digo tiene que ser mandado por mi suegro o mi papá. Queda uno como el altavoz del enemigo que alguna persona escoja”, reclama.

Y es que ser congresista del Centro Democrático, apellidarse Santos y haberse enamorado de María Claudia Naranjo –hija del general (r) Naranjo, vicepresidente de Santos y uno de los negociadores de su Acuerdo de Paz– parecen cargas por las que, de cuando en cuando, le toca responder al segundo de los cuatro hijos del exembajador y también exvicepresidente Francisco Santos. Y si bien algunas de esas “cargas” ni siquiera son por voluntad o elección, hay otras que sí asumió de forma decidida y por convicción, aunque no dejen de causarle enemistades.

Santos, a diferencia de casi todos sus copartidarios, es un defensor de causas como la eutanasia, el aborto o la legalización de la marihuana. No obstante, admite que la primera vez que fue sometido a votación el tema del cannabis se opuso por miedo: “La verdad, no tenía los pantalones para hacer algo distinto, ni tenía el conocimiento”, reconoce, dejando entrever que ese temor no era más que una verdadera traición –ahora sí– a sus principios. Ese empeño y la vehemencia a la hora de batallar por las libertades sigue siendo visto con recelo, desconfianza y hasta asombro en las toldas del Centro Democrático, un partido usualmente uniforme y cohesionado, en el que, si bien hay debate, la disidencia o la inconformidad suelen ser tachadas como el pecado de la indisciplina y la insubordinación, trasgresiones imperdonables en la derecha clásica.

¿De dónde viene su vehemencia? El congresista lo atribuye a los almuerzos en su casa y a las discusiones que propiciaban sus propios padres, admitiendo que, aunque Pacho Santos “se agodó en el uribismo”, era un liberal decidido. “Nosotros somos 4 hermanos y Pedro, el menor, es un mamerto irredento. Mi hermana Carmen es una médica cerebral súper liberal. Y mi hermano mayor, Benjamín, es un matemático estructurista más de centro-derecha. Entonces nuestros almuerzos eran a muerte. Mi mamá es más conservadora que mi papá, por ejemplo. El caso es que nuestros almuerzos eran a los gritos y eran mis papás los que propiciaban esa vaina. Nos llevaban a darnos duro, pero a ser muy disciplinados con lo que decíamos, a no inventarnos cuentos y a dar el debate”.

Precisamente, cuando Santos decidió darse la pela y apoyar la legalización de la marihuana de frente –dejando de lado el miedo electoral y los señalamientos de los suyos– lo primero que hizo fue consultarlo con su papá, muchísimo más curtido en política, muchísimo más diestro en el uribismo: “Me pregunto que si estaba seguro, si estaba convencido, si entendía lo que iba a hacer. Al final me dijo que de una, pero me advirtió que me iban a atacar por esto y por aquello”.

Desde entonces, a Gabriel Santos le ha tocado capotear con unos y otros. Con aquellos que lo tildan de traidor y con los que dudan de su liberalismo y no dejan de recordarle que es un uribista. La defensa de la eutanasia o el aborto intensificó los reproches, pero la verdadera confrontación, el escarnio y la bronca le cayeron con su proyecto de reducir el receso legislativo, para que los congresistas comiencen a sesionar desde febrero y no desde marzo, pese a que tuvo que ceder, pues proponía que fuera desde enero.

“La primera vez que lo presenté quise que estuviera firmado única y exclusivamente por gente del partido, porque quería que fuera una victoria nuestra, con un tema que interesa desde el punto de vista electoral. Pero luego otras personas retiraron la firma y todo el mundo resultó dándome palo. También cometí el error, en un debate, de decir que este era un proyecto para reducir las vacaciones del Congreso. Eso me lo cobraron a muerte y lo que antes fue un debate muy fácil, se volvió en algo súper pugnaz, donde alguien incluso mencionó a mi hija de manera muy agresiva. Me dijeron también que era un niñito bogotano que no conocía la política de las regiones y que desconocía el trabajo que hacían esos congresistas durante el receso”.

Fueron todos estos temas los que terminaron acercándolo con colectividades y congresistas de oposición que, a primera vista, parecían antagónicos, como la Alianza Verde, una facción del Partido Liberal o el Polo Democrático. “Uno cree que allá todo mundo es malísimo, que nadie hace nada y mi primera sorpresa fue llegar y ver gente muy buena haciendo cosas”. Sin embargo, reclama que, así como hay gente de ese talante, hay otra que sigue viendo la política de forma anticuada, a blanco o negro. “Hay personas con las que no hay capacidad de discusión. Cualquier cosa que implique cambiar algo dentro del Congreso se ve como una derrota a la institución. Es muy difícil”.

De allí la presión que emprendió, con sus colegas y a través de los medios, para que su proyecto fuera agendado y no terminara engavetado. Esa decisión lo llevó a rivalizar públicamente con su copartidaria, la también representante Jennifer Arias, hoy presidenta de la corporación, y a la que más de una vez increpó para que diera respuesta sobre los debates. Esa controversia (que escaló al más alto nivel del uribismo y que le valió una amonestación), sumado a que fue el único uribista que no hizo una defensa irrestricta de la exministra Karen Abudinen por el escándalo de Centros Poblados, hoy lo tienen contra las cuerdas.

Por un lado, se recrudecieron los reparos públicos y privados en su contra, al punto que recientemente un reconocido portal uribista lo graduó de santista y de “muchachito traidor, utilitarista, falso e hipócrita”, pidiendo además su cabeza para dejarlo en libertad de hacer política “donde haya afinidad con sus ideas, como puede ser el partido Verde, el Polo Democrático o, quizás, las FARC”. Santos responde afligido: “He venido diseccionándolo. Es como esos dulces que uno va chupando y tienen capas. Entonces primero es el mundo externo y uno va cogiendo cancha. Luego las redes sociales, donde hay un ambiente más tóxico y le llega a uno más cerca. Posteriormente, los compañeros de bancada. Es dolorosísimo, eso se vuelve un solo mundo donde lo vuelven mierda a uno. Son discusiones muy agresivas y groseras”.

Los señalamientos escalaron y, una vez más, le dijeron que sus posturas no eran por convicción, sino una retaliación por la salida de su papá de la Embajada en Estados Unidos. “Supe que a mi papá lo llamaron varias veces a apretarlo por mis posturas. Me dio mucha vergüenza con él, le dije que no quería meterlo en un lío, que sabía que era su carrera (aún era embajador). ¿Sabe qué me respondió? ‘Ni por el putas. Haz las vainas por convicción que yo miro cómo me defiendo’”.

Por otro lado, la virulencia de los ataques lo pusieron a pensar si continuar o no en el Congreso, justo cuando ha sumado a otras voces y ha abierto nuevos espacios en el Centro Democrático. Según Santos, “hay unas conversaciones” que primero tiene que dar; no obstante, se jacta de decir que el propio Álvaro Uribe –con quien tiene una “conversación mucho más fraterna y sincera” que con Iván Duque– lo invitó a conformar la lista ya no de Cámara, sino de Senado. “No creo que tenga para ser senador. Eso sí, tengo decidido que no aspiro si cierran la lista a la Cámara por Bogotá. Parte del proceso de tener una votación medianamente independiente pasa por eso. Hay mucha gente que no cree en el partido, pero cree en mí, y en una lista cerrada eso desaparece”.

Otra de sus consideraciones –quizá la más importante, aunque no la mencione–, es evaluar el ambiente y definir si está o no en el lugar equivocado en el Centro Democrático. “Cuando oigo compañeros míos hablando con otras personas sobre echarme del partido me siento en el lugar equivocado. Cuando me llega el chisme de que están moviendo una carta para pedir mi expulsión me siento en el lugar equivocado. Cuando el partido me amonesta por exigir que una presidenta de la Cámara, de nuestro partido, agende mi proyecto me siento en el lugar equivocado. Con todo esto empiezo a plantearme descansar un rato”.

Advierte también que sus diferencias con Duque le siguen costando, reconociendo que no es de los aprecios en Palacio y que las puertas están cerradas, algo que pueden cobrarle desde adentro en elecciones. “Una porción del partido se dejó llevar por el gobiernismo de la manera más irreflexiva. Votamos por aumentar todas las plantas que nos pusieron. Duque le ha hecho mucho daño al Centro Democrático. Este es un gobierno que llegó sin experiencia para gobernar y luego les entregó el Estado a todos los clanes del país sin tener gobernabilidad del Congreso. Eso vamos a pagarlo en elecciones”.

No todo en el Centro Democrático está mal para Santos. Valora y reconoce el modelo de centro-derecha. Destaca que es un partido abierto a la renovación y a la llegada de gente nueva: “Todavía no se ven clanes anclados en el partido”. Considera que hay tesis que pueden tener cabida en la colectividad, pero que apenas está descubriendo y que demandan tolerancia con la disidencia y con quienes no piensan igual. “Me siento en el lugar correcto cuando en el Congreso personas que no piensan como yo lo ven a uno como el representante de algo nuevo desde la centro-derecha”.

Son esas consignas las que lo mantienen hoy en el partido. Son los votantes nuevos que comulgan con la derecha y que han encontrado en él una voz fresca y renovadora la que lo mantienen en el partido. Es su esperanza de libertad plena y no intromisión del Estado la que lo mantiene. Sin embargo, a días de que concluya el periodo de inscripción de candidatos, no deja de ser incierto para Gabriel Santos el precio que deberá pagar por su disenso en las huestes uribistas.

JAVIER GONZÁLEZ PENAGOS

TWITTER: @Currinche

jgonzalez@elespectador.com

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Tomas(10675)09 de diciembre de 2021 - 03:09 p. m.
Este man es la nueva versión de ROY BARRERAS, ya verán sus hazañas de reptil. Llegará al premio Nobel?
Luis(41091)06 de diciembre de 2021 - 09:26 a. m.
Gabriel Santos, no hay clanes anclados en el CD por la sencilla razón que su dueño no permite competencias de nadie porque él es el poder omnímodo ya que se considera el mesías y como tal si los utiliza para su beneficio ya que no da puntada sin dedal.
Usuario(59423)06 de diciembre de 2021 - 12:22 a. m.
petro lo espera. Alla cualquier cosa es buena. Lo que sucede es que una cosas es no estar de acuerdo con algo y otra que te den pataletas de niño malcriado y utilizar el veloz dedo del twiter. Calmate.
Efraín(2q48s)05 de diciembre de 2021 - 05:20 p. m.
No he podido entender cómo ciudadanos y ciudadanas de estratos medios bajos comulguen con esa secta autodenominada C.D , cuya filosofía es la defensa de privilegios solo para las élites.
Juancho(17942)05 de diciembre de 2021 - 03:28 p. m.
En grupos como el CD no hay disidencias, hay desobediencias.
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