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                                                                                                                                Gustavo Petro y su historia en la guerrilla del M-19

                                                                                                                                El senador y candidato presidencial Gustavo Petro decidió narrar uno de los temas más controvertidos de su vida: su paso por la guerrilla del M-19, desmovilizada en 1990. Por qué ingresó a ese grupo, qué hacía y cómo llegaron a un acuerdo de paz. El relato hace parte de “Petro una vida, muchas vidas” (Editorial Planeta) y El Espectador presenta a continuación uno de sus apartes.

                                                                                                                                Gustavo Petro Urrego

                                                                                                                                Gustavo Petro, Una vida, muchas vidas
                                                                                                                                Foto: Cortesía
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Pío Quinto Jaimes me entregó los documentos donde se resumía la Conferencia del M-19, que no era otra cosa que el equivalente a un congreso de un partido político. En esta deliberación, relativamente democrática de los integrantes del grupo, estaban plasmadas las conductas políticas, las líneas teóricas y de acción del movimiento, hasta que se reuniera la próxima conferencia. Se trataba de la Quinta Conferencia. Lo primero que me sorprendió fue que estaba muy bien editada, y había un cuidado formal en la publicación, eso quería decir que en la sección de comunicaciones del M-19 había gente muy capaz. El documento me encantó: el M-19 articulaba los planteamientos socialistas de la izquierda tradicional de la época, pero iba mucho más allá para proponer algo que sigue pareciendo obvio pero que no lo es tanto: una democracia real para Colombia. Esa discusión entre socialismo y democracia recorrió todo el siglo XX, pues con la aparición del mundo soviético se socavó la idea democrática, incluso desoyendo a quienes habían creado esas teorías. La eliminación de la libertad individual marcó el fin del concepto democrático, que era un bien muy querido por las luchas obreras del mundo. Y en esta discusión, un tanto alejada de los centros del mundo, en un país llamado Colombia, el M-19 apostaba por la democracia. Porque ese fue siempre el objetivo: era un proyecto democrático, y así comenzó a denominarse la búsqueda de una alternativa para Colombia.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En 1978 el M-19 era un movimiento realmente urbano, y su forma de organización clandestina consistía en comandos, y algo que se llamaba “la compartimentación”: ningún comando sabía algo distinto de las demás personas de otros comandos; solo se ligaba con la organización a través del jefe del comando que integraba uno de mayor jerarquía, y así se construía una red de comandos jerarquizada. La información era mínima desde el punto de vista organizativo para quienes ingresábamos pre- viendo que, ante un golpe desde el Estado, nadie pudiera rastrear la cadena. Eso se lo habían aprendido a los Tupamaros uruguayos. A Germán Ávila y a mí, entonces, nos invitaron a integrar el primer comando de Zipaquirá.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Le puede interesar: Corte Constitucional le da vida al partido Colombia Humana de Gustavo Petro

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                                                                                                                                En el M-19, no podía identificarme como me llamaba en la vida legal, entonces me pidieron que me pusiera un nombre, y el que encontré fue Aureliano, que me recordaba el Caribe, un poco algo de mí mismo y, por supuesto, a Cien años de soledad. Un Aureliano en Zipaquirá. Uno de los capítulos de su novela,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                que es el de Fernanda del Carpio, pienso que refleja el mundo zipaquireño. En su estancia en el municipio, en los años cuarenta, García Márquez se había enamorado de una niña muy linda, de apellido Laverde; yo conocí su foto después. Ella moriría luego de una manera terrible; la asesinaron en una hacienda cerca de Bogotá. Si la menciono es porque, a mi modo de ver, ella fue la inspiración para Fernanda del Carpio.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Le puede interesar: ¿Alejandro Gaviria o Gustavo Petro? Veamos

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                                                                                                                                * Fragmento de “Una vida, muchas vidas”, de Gustavo Petro, publicado por Editorial Planeta.

                                                                                                                                Gustavo Petro, Una vida, muchas vidas
                                                                                                                                Foto: Cortesía
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Pío Quinto Jaimes me entregó los documentos donde se resumía la Conferencia del M-19, que no era otra cosa que el equivalente a un congreso de un partido político. En esta deliberación, relativamente democrática de los integrantes del grupo, estaban plasmadas las conductas políticas, las líneas teóricas y de acción del movimiento, hasta que se reuniera la próxima conferencia. Se trataba de la Quinta Conferencia. Lo primero que me sorprendió fue que estaba muy bien editada, y había un cuidado formal en la publicación, eso quería decir que en la sección de comunicaciones del M-19 había gente muy capaz. El documento me encantó: el M-19 articulaba los planteamientos socialistas de la izquierda tradicional de la época, pero iba mucho más allá para proponer algo que sigue pareciendo obvio pero que no lo es tanto: una democracia real para Colombia. Esa discusión entre socialismo y democracia recorrió todo el siglo XX, pues con la aparición del mundo soviético se socavó la idea democrática, incluso desoyendo a quienes habían creado esas teorías. La eliminación de la libertad individual marcó el fin del concepto democrático, que era un bien muy querido por las luchas obreras del mundo. Y en esta discusión, un tanto alejada de los centros del mundo, en un país llamado Colombia, el M-19 apostaba por la democracia. Porque ese fue siempre el objetivo: era un proyecto democrático, y así comenzó a denominarse la búsqueda de una alternativa para Colombia.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En 1978 el M-19 era un movimiento realmente urbano, y su forma de organización clandestina consistía en comandos, y algo que se llamaba “la compartimentación”: ningún comando sabía algo distinto de las demás personas de otros comandos; solo se ligaba con la organización a través del jefe del comando que integraba uno de mayor jerarquía, y así se construía una red de comandos jerarquizada. La información era mínima desde el punto de vista organizativo para quienes ingresábamos pre- viendo que, ante un golpe desde el Estado, nadie pudiera rastrear la cadena. Eso se lo habían aprendido a los Tupamaros uruguayos. A Germán Ávila y a mí, entonces, nos invitaron a integrar el primer comando de Zipaquirá.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Le puede interesar: Corte Constitucional le da vida al partido Colombia Humana de Gustavo Petro

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                                                                                                                                En el M-19, no podía identificarme como me llamaba en la vida legal, entonces me pidieron que me pusiera un nombre, y el que encontré fue Aureliano, que me recordaba el Caribe, un poco algo de mí mismo y, por supuesto, a Cien años de soledad. Un Aureliano en Zipaquirá. Uno de los capítulos de su novela,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                que es el de Fernanda del Carpio, pienso que refleja el mundo zipaquireño. En su estancia en el municipio, en los años cuarenta, García Márquez se había enamorado de una niña muy linda, de apellido Laverde; yo conocí su foto después. Ella moriría luego de una manera terrible; la asesinaron en una hacienda cerca de Bogotá. Si la menciono es porque, a mi modo de ver, ella fue la inspiración para Fernanda del Carpio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                En fin, además de que García Márquez había estudiado en Zipaquirá, y de que mi familia, también caribe, hubiera llegado allí, existía otra conexión que tenía que ver con la sal. La concesión Salinas era una empresa pública que en ese entonces industrializaba tanto la sal marina como la sal continental subterránea: Manaure, Cartagena y Zipaquirá estaban unidos simbólica- mente por la industrialización, y por la planta colombiana de soda, que después se llamó Alcalis. “Con la sal de Zipaquirá se ha bautizado la República” es uno de los lemas de la ciudad, pues allí llegaron los comuneros provenientes de Boyacá, Santander y Cundinamarca. Fue en ese territorio donde esperaron las Capitulaciones, en el puente del Común, muy cerca de Chía. Es, entonces, un pueblo libertador: el pueblo donde llegó el general Melo, el ejército libertador y sus artesanos democráticos a dar una batalla para defender a Bogotá de los ejércitos de los esclavistas y los importadores; aquel que vivió una gran insurrección por el asesinato de Gaitán; un pueblo anapista como mi madre, un pueblo que, poco a poco, comenzó a ofrecer sus casas para resguardar a los comandos del M-19.

                                                                                                                                Le puede interesar: ¿Alejandro Gaviria o Gustavo Petro? Veamos

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                                                                                                                                La tradición educativa de Zipaquirá, además, era plausible. De su colegio público, se habían graduado el nobel de Literatura, el presidente Santiago Pérez, la familia Hinestrosa, clave en el Externado, los Castro Caycedo, el maestro Guillermo Quevedo y Everth Bustamante, un hombre que, para finales de los años setenta, había alcanzado cierta altura política dentro del M-19.

                                                                                                                                * Fragmento de “Una vida, muchas vidas”, de Gustavo Petro, publicado por Editorial Planeta.

                                                                                                                                Por Gustavo Petro Urrego

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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