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El momento es turbulento en el continente. Basta observar los movimientos políticos que se han producido en las últimas semanas para concluir que la coyuntura actual es una de las más complejas en décadas. Y que para Colombia —igual que para todos los demás países— hay desafíos novedosos y difíciles que requieren un entendimiento adecuado de las nuevas realidades. Porque no parece que la región siga el rumbo tradicional.
El hecho es que recobra vigencia este título que utilizó Wolf Grabendorff en los años 80 del siglo pasado: “¿A dónde Latinoamérica?”. Es una época de cambios y movimientos, agudizados por hechos y noticias que sacuden en forma permanente el tablero continental. La semana pasada, sin ir más allá, el encuentro entre los presidentes Gustavo Petro y Nicolás Maduro volteó el rumbo de las relaciones bilaterales. Falta ver las decisiones y medidas que los dos gobiernos adoptarán en la agenda bilateral, ahora con embajadas activas y embajadores —Armando Benedetti de Colombia y Félix Plascencia de Venezuela— en pleno uso de sus facultades.
Y la gran pregunta: ¿será que otros países seguirán la misma línea política¡; es decir, ¿volverán a reconocer a Maduro? De hecho, los miembros de la Unión Europea, desde comienzos del presente año, ya habían dado ese paso: le quitaron el reconocimiento a Juan Guaidó y se lo dieron a Nicolás Maduro, como acaba de hacer Colombia.
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El regreso de Luis Inácio Lula da Silva a la Presidencia de Brasil, la nación más grande del continente, también marca un giro con profundas modificaciones en el comportamiento externo del gigante suramericano. Habrá que esperar las primeras acciones de la nueva administración, pero el mapa político brasileño está tan polarizado, que cabe prever un giro en las grandes decisiones. Eso sí, se sentirán en la diplomacia y en la política exterior, sin duda alguna.
Hay, pues, cambios coincidentes en casi todo el hemisferio. En Estados Unidos se nota el surgimiento de nuevas realidades, y habrá que ver cómo reaccionan los votantes en las elecciones de “mitaca” o de “medio término”, este martes 8 de noviembre, y cómo una nueva configuración del Congreso influirá (y en qué sentido) en la política interna y en el comportamiento externo.
Los analistas prevén que se mantendrá la tradición, según la cual en las elecciones de mitad de período suele salir favorecido el partido de oposición. Y, por supuesto, habrá una gran expectativa sobre la manera como reaccionará Joe Biden. Y si se postulará para un nuevo cuatrienio en las presidenciales de 2024.
Lo cierto es que en ese país la polarización también ha llegado a situaciones de difícil manejo, al punto que el presidente Biden, evidenciando su preocupación, dijo con franqueza: “La democracia está en peligro”. Es posible que nunca antes unos comicios de “mitaca” en Estados Unidos hayan generado tanta atención del resto del mundo.
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El panorama, en fin, es especialmente complejo. El momento que vive el continente se caracteriza por la falta de objetivos comunes y el debilitamiento de consensos; por el contrario, la división es la más profunda en varios años. Un panorama muy distinto al que reinaba en la Primera Cumbre de las Américas, en Miami, convocada por Bill Clinton, con la fe generalizada en la democracia y la única ausencia de Cuba, en 1994.
En la más reciente reunión de esa instancia, en junio del presente año, tres gobiernos no fueron invitados —Venezuela, Cuba y Nicaragua— por no tener sistemas políticos democráticos, y otros países, encabezados por México, se ausentaron para cuestionar la ausencia de esas tres naciones. ¡Han cambiado los tiempos!
Lo cierto es que el continente está dividido y la construcción de consensos, en consecuencia, es más difícil que nunca. ¿Se comprenden los cambios que ha tenido la agenda pública? ¿Por qué y hasta dónde la vigencia y calidad de la democracia han perdido peso en la agenda multilateral?
No sería exagerado decir que América Latina es distinta a la de la Guerra Fría e incluso a la que siguió después —en la época del cambio de siglo—, con un gran optimismo sobre las perspectivas de cooperación y las posibilidades de acciones unitarias para luchar contra los males comunes y fomentar la cooperación. Por eso, a pesar del paso del tiempo y los cambios en la agenda, vuelve a ser válida la pregunta de Grabendorff: “¿A dónde Latinoamérica?”.