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El investigador del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de París, Daniel Pécaut, es uno de los analistas que más conoce sobre la historia política colombiana y ha seguido las transformaciones del conflicto armado desde hace más de 50 años. Por eso considera que en la actualidad existen varios elementos que le han dado un giro, no sólo al debate electoral sino también a las conversaciones de paz en La Habana.
En entrevista con El Espectador, habla del papel de los medios de comunicación en el conflicto armado, las motivaciones que mueven al grupo al margen de la ley a negociar y los retos que tiene la sociedad colombiana para el posconflicto.
Usted llegó hace cincuenta años a Colombia. ¿Cómo ha cambiado el conflicto armado desde entonces?
Cuando llegue al país en 1964, realmente no se podía hablar de un conflicto armado. Había rezagos de la violencia, grupos de autodefensa campesina (las zonas que Álvaro Gómez Hurtado llamó “Repúblicas Independientes”), es decir los grupos armados que se habían construido en el periodo final de la violencia, eran guerrillas, pero no todas comunistas. Era la última década del bandolerismo en algunas regiones como la zona cafetera. A mi llegada, el tema de la guerrilla no era tan importante como el fenómeno que estaba en auge; el movimiento estudiantil.
¿Y cómo vivió ese momento?
Era la época en que en la Universidad Nacional hacían presencia todas las corrientes de la izquierda, la maoísta, los elenos, los troskystas, algunas de ellas ya hablando de lucha armada. Lo que no era el caso del Partido Comunista que las otras corrientes de la izquierda tildaban de “mamerto”. A pesar de los llamados a la lucha armada, todavía no se podía hablar de un conflicto armado. Incluso las múltiples guerrillas que se crearon a mediados de la década del sesenta no prosperaron, ni alcanzaron durante años a representar una amenaza significativa para el régimen. Estábamos aún en una mezcla de periodo “post-violencia” y de utopías guevaristas.
¿Qué cree que produce dicha transformación?
A mi parecer, el corte se produce en los años ochenta, cuando hacen su aparición en el campo político y social los narcotraficantes. Siempre lo he dicho, quienes empezaron a alimentar una profunda crisis institucional no fueron las guerrillas, sino el narcotráfico y los narcotraficantes. Mejor dicho el impacto del narcotráfico antecede el del conflicto armado, abre un espacio de crisis institucional que este último va a aprovechar a nombre de la búsqueda de la paz, muchos estudios pasan muy rápido sobre el papel del narcotráfico como si se pudiera dejar en un segundo plano el terrorismo de los años ochenta, de una intensidad casi sin igual en el mundo.
Usted ha tocado un punto clave, afirma que a su llegada no se hablaba de “conflicto armado”, ¿usted cree que reconocer la existencia de este conflicto como lo hizo el presidente-candidato Juan Manuel Santos es clave para conseguir la paz?
Creo que reconocer que existe un conflicto armado, es un requisito para conseguir una salida política, dada la degradación del mismo, no podía haber negociación sin el previo reconocimiento del carácter político de la actuación guerrillera. Esto es lo que sucede en la mayoría de los casos cuando se trata de poner fin a un conflicto interno. La tarea del negociador gubernamental difiere al respecto del trabajo académico. Mientras este último tiene que analizar la complejidad de lo que aconteció, al negociador le toca privilegiar la dimensión propiamente política del pasado, sin por esto olvidarse de las víctimas y de los crímenes de los varios protagonistas.
¿Cuál es el significado del reconocimiento de las víctimas por parte de las Farc?
Ese acuerdo de La Habana sobre participación de las víctimas en la mesa de negociación es de una gran importancia tanto simbólica como concreta. Si bien el Estado ya les había reconocido su estatuto de víctima, el acuerdo implica que las Farc reconocen su responsabilidad en lo acontecido en lugar de presentarse ellas mismas meramente como víctimas. Es un paso adelante muy importante para establecer las bases de cualquier esclarecimiento histórico y de cualquier proceso de justicia transicional. En definitiva es un acuerdo fundamental desde el punto de vista político. No sobra subrayar que las víctimas no constituyen un conjunto homogéneo, dada la variedad de actores armados responsables de su situación. Por primera vez, las victimas podrán tomar la palabra frente a uno de estos actores.
¿Negocian las Farc porque están derrotadas?
Un grupo armado casi nunca hace las cosas por buena voluntad. Lo hacen teniendo en cuenta la situación, el contexto, y la coyuntura. Es claro que las guerrillas salieron debilitadas de los años 2004-2010. Perdieron el poder territorial que tenían antes en años anteriores, no tienen la capacidad operativa con que contaban antes. Al nivel político su imagen se deterioró aún más debido a su ausencia de propuestas cuando tuvo lugar la negociación del Caguán y a su manejo de los secuestros. El deterioro de su imagen ha sido tal que muchos sectores de opinión toleraron en silencio los crímenes de los paramilitares con la convicción de que así se debilitaría el poder militar de las Farc. Ahora bien, después de tantos años, las Farc tienen que reflexionar si seguir en la pelea les puede o no traer ventajas políticas nuevas o si corren más bien el riesgo de debilitarse más.
¿Cuál cree que es el principal efecto de la lucha armada?
La prolongación de la lucha armada es lo que ha asegurado la estabilidad tanto económica como política del “sistema”. Gracias a la lucha armada se mantuvo una estabilidad política, sumada a la económica que siempre tuvo Colombia a diferencia de los países del cono sur. Mientras se mantuviera esta línea (conflicto armado/ combinación de todas las formas de lucha) se podía mantener una forma de status social, ya que no había espacio para reivindicaciones sociales ni fuertes protestas sociales.
¿Eso qué significó para Colombia?
El último gran paro que sacudió las estructuras del sistema tuvo lugar el 14 de septiembre 1977, después no quedó espacio para movimientos sociales autónomos. Por un lado las élites políticas consideraban que debían reprimir cualquier brote de protesta social por estar infiltrado por las guerrillas, por otro lado aquellas últimas si, instrumentalizaban los movimientos. De tal manera que la persistencia de la lucha armada se transformó en muy benéfica para los defensores del ‘statu quo’ no sólo debido a la neutralización de la protesta social sino a la debilidad de la representación política de las corrientes de oposición. El conflicto armado sencillamente aseguraba que esta desigualdad se mantuviera o bien creciera. Si bien las guerrillas no hicieron nada para reducirla, los paramilitares y sus varios aliados, ilegales o legales, hicieron lo necesario para su agudización.
¿Entonces afirma que el conflicto armado es la causal de que la izquierda no hubiera podido llegar al poder?
Ha sido un factor determinante para que la izquierda legal no pudiera superar nunca un 4% de la votación nacional. En sentido opuesto ha sido un factor clave para que la parapolítica invadiera parte del país y de las instituciones y que la opinión no se indignara del hecho.
¿Qué va a suceder con los desmovilizados?
Este es uno de los desafíos de la Habana. Ya son muchos los miembros de las Farc que se han integrado a las filas de otros grupos armados como las Bacrim. Para los dirigentes de las Farc uno puede imaginar que una preocupación muy grande fue la de mantener cierta cohesión de sus integrantes, una vez el proceso de desmovilización se ponga en marcha. La experiencia del Salvador y de Guatemala es que múltiples formas de violencia pueden explotar después de un acuerdo político. Colombia tiene que estar preparada para enfrentar la eventualidad.
¿Quiénes son los enemigos del acuerdo de paz?
Está bien claro que existe una oposición política muy resuelta a la negociación actual; las últimas elecciones lo comprobaron. Ahora bien parece que son muchos los sectores no sólo de las clases altas a quienes no les interesa la paz. Saben muy bien que un acuerdo iría a la par con una explosión de reivindicaciones sociales sin que por el momento existan líderes capaces de encauzarlas. A pesar de lo que dicen ciertos comentaristas es probable que un postconflicto implicaría gastos muy superiores al 5 o 6% del gasto militar actual.
Hace algunos meses que Fabián Ramírez viajó a la Habana. ¿Usted cree que las Farc en pleno están cohesionadas de cara al proceso de paz?
Es muy buena señal. Así se van tejiendo dentro de la misma guerrilla consensos internos que se volverán tan necesarios si se firma el acuerdo. Además una guerrilla cuyos comandantes están afuera y discuten de política, difícilmente regresara a combates sin perspectivas.
¿Usted cree que si dan muerte de Timochenko se acabarían los diálogos de paz con las Farc?
No se puede ser tan tajante. Sin embargo sería el riesgo de dilatar todavía más las negociaciones. Un simple cálculo “costo-beneficio” lleva a pensar que serían mayores los inconvenientes de semejante operación que las ventajas. En el momento presente la suerte del conflicto no se juega en el plano militar sino en el plano político.
¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en el posconflicto?
Ya no pueden satisfacerse de reproducir los comunicados oficiales. Tienen que investigar lo que pasa en el terreno. Con demasiada frecuencia amplifican la distancia entre el país urbano central y las periferias desconocidas. El informe ¡Basta ya! del Grupo de Memoria Histórica y los más de veinte tomos que lo acompañan, constituyen un ejemplo de la manera de investigar casos concretos. No es casualidad si gracias a este informe muchos colombianos empezaron a descubrir la dimensión de lo acontecido. Es normal que lo medios dediquen mucha atención a las elecciones, pero tienen también que seguir con el mismo cuidado los procesos de restitución de tierras o la situación en Tumaco.
Muchos también critican que no se den a conocer en pleno como se negocia y lo que se negocia en la Habana. ¿Usted qué opina?
No se puede hacer todo en público. Difícilmente se hubiera llegado a lo ya acordado si todo se hubiera divulgado. Basta pensar en lo que hubiera sido la actitud de muchos terratenientes en caso de acuerdo sobre modificación de la tributación tratándose de la ganadería extensiva.
¿Y frente la ayuda internacional?
Llegó la hora de la ayuda internacional. Estados Unidos en lugar de seguir financiando las fumigaciones debería contribuir a la financiación de las medidas agrarias o de la modernización institucional. Europa también tendrá un papel que desempeñar. Sin olvidar la necesidad de observadores extranjeros para seguir el desarme de los grupos ilegales.