Publicidad

Horacio Serpa: adiós al último caudillo liberal

Horacio Serpa fue el candidato liberal más votado en la historia, lo que da una idea de su dimensión. No accedió a la Presidencia, pero deja una huella imborrable.

Luis Carvajal Basto / Especial para El Espectador
05 de noviembre de 2020 - 08:48 p. m.
Horacio Serpa falleció el pasado 31 de octubre, a los 77 años de edad.
Horacio Serpa falleció el pasado 31 de octubre, a los 77 años de edad.

La memoria de Horacio Serpa Uribe se encuentra en el mismo olimpo habitado por líderes históricos del liberalismo colombiano, como Rafael Uribe Uribe y Jorge Eliecer Gaitán, sacrificados por sus ideas y convicciones, las mismas de Serpa. Fue, entre otras cosas, el candidato liberal más votado en la historia, lo que da una idea de su dimensión. Como ellos, no accedió a la Presidencia, pero deja una huella imborrable.

Creo que su momento cumbre lo encontró en la Constituyente del 91, su más importante legado, de la que fue presidente y principal promotor. Siendo plural, multicultural y pluripartidista se trata, en esencia, de una constituyente liberal que “aterriza” los fundamentos históricos del liberalismo colombiano, muy diferente al liberalismo económico de Adam Smith. A diferencia de este, que privilegia la asignación de recursos de la sociedad por parte del mercado, el liberalismo histórico representado en Serpa pone por encima a los seres humanos y el papel del Estado en la perspectiva de orientar y coordinar, en beneficio de la gente, los recursos de la sociedad.

Serpa ha sido, ante todo, un liberal y un inmenso luchador. Creía en el ejercicio de la buena política, con transacciones pero sin marrullas. Por encima de la mesa. Fue leal, más que a nuestro jefe y compañero de gobierno, el expresidente Ernesto Samper, a su mismo sentido de lealtad, a sus ideas y principios de vida. Eso, ahora lo sabemos más que nunca, le costó la Presidencia en 1998, cuando fiel a su propuesta -según la cual el de Colombia debía ser el camino de la paz- prefirió perder las elecciones para no renunciar a su consigna. Puedo dar testimonio de ello en el episodio que paso a contar.

Me había encomendado entonces la gerencia de la campaña en Bogotá en cuyas funciones, al estudiar el comportamiento electoral y las encuestas, encontré entre la primera vuelta, que habíamos ganado, y la segunda, un evidente ascenso del candidato Pastrana, quien recibió un inmenso aire luego de publicar su fotografía con el líder de las Farc, Manuel Marulanda, “Tirofijo”. Se lo comenté en repetidas llamadas, por lo que me convocó a una reunión de la que fue testigo de excepción el ahora exministro Aurelio Iragorri.

Lea también: Horacio Serpa, un auténtico liberal

Le advertí sobre la necesidad de cambiar el discurso a lo que me respondió: “Luis, lo de la paz es un asunto de principios que no es posible negociar”. Y le respondí: “Entonces vamos a perder las elecciones. Delo por hecho anticipadamente”. Me dijo: “Pues si ese es el costo de la paz, prefiero perder. Jamás me he puesto un vestido cruzado y no voy a comenzar a hacerlo ahora. No voy a cambiar mis convicciones y principios para obtener la Presidencia. Dejemos así. Hablemos de otra cosa o no cabemos juntos en el mismo sofá”. Se refería al mueble en que nos encontrábamos, los dos, sentados. Sin más, la reunión se terminó. Perdimos la segunda vuelta por muy pocos votos.

La inmensa paradoja es que ahora sabemos que las mismas Farc, cuyo derecho a la paz como el de todos los colombianos defendió a un inmenso costo, fueron quienes asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado, poniendo un enorme peso sobre Serpa; deteriorando su imagen y la del liberalismo hasta el fin de sus días. Una acción que por décadas promovieron con su silencio sobre el crimen.

En ese periodo, conviene recordar, el país endureció su postura e incluso antiguos copartidarios liberales, como el expresidente Álvaro Uribe, asumieron las banderas de una opinión “derechizada” que ganó repetidamente las elecciones luego del fracaso del Caguán. Las Farc cambiaron entonces el “futuro” de Colombia, siendo Serpa, el liberalismo y su profunda convicción sobre la paz, los primeros damnificados.

Contrario a lo que afirman algunos de sus naturales detractores, quienes no tuvieron seguramente la oportunidad de conocerle, Horacio Serpa deja un ejemplo de decencia, respeto a los valores democráticos y humanos, carácter y firmeza que, al estar tan cerca su partida, es difícil de resumir. Su vida representa el talante histórico del liberalismo colombiano, una herencia de las reformas sociales del siglo XX y la construcción de nuestra nacionalidad, pero estuvo presto a asumir los desafíos de la Colombia de hoy en la que la convivencia pacífica, inclusión; equidad e igualdad siguen siendo desafíos por resolver.

Quiero cerrar esta breve evocación con dos de sus frases que describen en buena medida su temperamento: "¿Qué defraude y sea desleal con mis amigos? ¡¡¡Mamola!!! y al referirse a los tibios de espíritu: “Y eso dijo el armadillo trepado en un palo de coco: ni me subo, ni me bajo, ni me quedo aquí tampoco”. Horacio Serpa siempre fue responsable con los lugares que le correspondió ocupar. Su memoria estará con nosotros, y en nosotros, hasta siempre.

Por Luis Carvajal Basto / Especial para El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar