Humberto de la Calle: “Hay grandes tensiones, pero primero está Colombia”
El candidato al Senado por la Coalición Centro Esperanza, reivindica el papel político de su grupo a partir de este año electoral, que consistirá – según su interpretación -, en “impedir que el país se descarrile” cuando otros movimientos intenten conducirlo hacia extremismos de derecha o de izquierda.
Creo que usted es el único candidato, en su caso al Senado, que ha iniciado campaña consultando si, en caso de ser elegido, podría ser sancionado por doble militancia. ¿Por qué dudaba y cuál fue la respuesta de Consejo Nacional Electoral?
Se presentó una situación inédita: nuestra lista fue inscrita por varios partidos en una alianza a la que concurrió el Partido Verde Oxígeno. Ante el retiro de Íngrid Betancourt surgió un problema: la ley impide a un candidato apoyar a candidatos de otras fuerzas o partidos. ¿Cómo aplica esa norma a un caso tan extraño cuando el cambio de escenario no obedece a mis decisiones ni depende de mí? Unos juristas opinan que este asunto tiene que analizarse en el marco del principio de confianza legítima. El Consejo Electoral, por su parte, se abstuvo de hacer un dictamen. Mi deber es seguir adelante. Es lo responsable: la Coalición Centro Esperanza es una fuerza alejada de los extremos y ese papel es vital en este momento del país.
Parece lógico que no se configure la doble militancia, entre otras razones, porque el origen de su candidatura es la propia Coalición en la que usted continúa, pero el problema jurídico no está resuelto de fondo. ¿Por qué se arriesga a ser sancionado cuando su carrera está en un punto culminante?
Porque tengo la convicción de que la tesis jurídica sobre el principio de confianza legítima es sólida. Y agrego otra: la doctora Betancourt no compite en la consulta del 13 de marzo. En consecuencia, no habría cómo argumentar doble militancia.
Una vez resueltas sus dudas, sigue su campaña pero se enfrenta a “tiburones” de las elecciones con mucho dinero y gente tras ellos. ¿Cuáles son sus recursos, el origen del dinero que invertirá y con cuál organización cuenta? Le digo con respeto, pero con franqueza: a usted lo conoce buena parte del país, pero no creo que pueda competir y llegar al Senado con votos de opinión de una parte de Bogotá.
Es verdad que tengo un desafío enorme y que carezco de maquinarias tradicionales, pero tampoco seamos tan sombríos. Estoy viendo entusiasmo y apoyo en todo el país. En estos momentos de incertidumbre, mi estrategia es ofrecer una candidatura de garantía y se basa, más, en un llamado a la ciudadanía. Mi campaña es austera y ceñida, rigurosamente, a los topes. Y mi compromiso, en cualquier escenario, es evitar que el país se descarrile.
¿Cree que el país se descarrila si lo llevan hacia la extrema derecha o si lo conducen hacia la extrema izquierda?
Se descarrila en ambos sentidos. Tan malo es un extremismo como el otro.
Entonces usted está entre quienes califican a Petro como un líder de la extrema izquierda, contrario a la imagen que los estrategas de él quisieran imponer.
Petro tiene unas propuestas interesantes y otras descabelladas. El problema es que él no infunde confianza, porque su discurso ha estado traspasado por la pugnacidad.
Para más dificultades, a escasas semanas de las elecciones legislativas, la Coalición Centro Esperanza ha perdido la cohesión que promocionó junto con la unión de varias figuras políticas que resultaban atractivas. ¿Esos ataques internos entre unos y otros se explican por vanidad personal o por falta de profundidad de los precandidatos?
Hace dos años fundamos la Coalición como una alternativa al extremismo. Tenemos una plataforma programática común que trabajamos durante seis meses con varios expertos y también compartimos principios éticos. Del mismo modo, y como con una especie de mensaje pedagógico, aceptamos que hay diferencias entre nosotros que podemos tramitar de manera racional y respetuosa. También es inédito, porque no se había hecho antes, hacer una coalición para presentar listas al Congreso. Desde luego, reconozco que hubo algunas turbulencias; sin embargo, ahora veo gran compañerismo entre los candidatos. La gira por la costa, por ejemplo, fue estupenda. Y mire: Gaviria y Robledo discutieron sobre economía y eso no los llevó a plantear una ruptura.
Esa sí es novedad: así como hay gente que admira el trabajo de Robledo, hay otra que lo critica por sectario. Y me atrevería a decir que Alejandro Gaviria es un neoliberal para Robledo y que este es un estatista para Gaviria.
En efecto, tienen visiones distintas sobre temas económicos, pero los discutieron de manera civilizada. Los colombianos tenemos que aprender a debatir sin fanatismos. Y el árbitro supremo será el votante.
Todavía está en la retina de todos cómo Íngrid le lanzó un feroz ataque a su compañero de coalición Alejandro Gaviria en un escenario público, cuando ambos acaban de llegar. El grupo inicial De la Calle, Robledo, Cristo, Galán y Amaya iba lento, pero haciendo alguna tarea. ¿Se equivocaron por querer abarcar mucho?
No fue una equivocación. Desde hace dos años venimos diciendo que se trata de una coalición abierta a condición de compartir una filosofía común mínima. Íngrid aportó la presencia femenina que nos faltaba y Alejandro es un sólido economista y hombre público. Lo que ocurrió, después, fue un accidente, pero creo que está superado.
Disculpe lo contradigo: no creo que haya sido un accidente ni que se haya superado. Ella se retiró dando un portazo y algunos piensan que exageró para poder declararse candidata sin competir con los demás; y los votantes de a pie tenemos la impresión de que Gaviria está recibiendo a todo el que se le acerque, incluyendo unas personas sin tacha y otras con muchas. Ambos perdieron votos, ¿no cree?
Es posible. Y digo que es un incidente superado en el sentido de que cada uno tomó su camino. En cuanto a los precandidatos que permanecen en la Coalición, ellos han logrado encontrar el escenario ideal en que controvierten sin fanatismo.
¿Y el asunto entre Betancourt y Gaviria se zanjó o las heridas están abiertas?
Lo que he visto en medios es que hubo un acercamiento humano y social, aunque las diferencias de óptica parecen subsistir.
Betancourt fue quien reventó el grupo, por la forma ruda y pública en que enfrentó a Gaviria, aunque, en el fondo, era razonable lo que reclamaba. ¿Está de acuerdo conmigo?
La tesis de ella sobre cuáles adhesiones políticas habría que rechazar tiene validez, aunque la generalización es injusta. Se pueden examinar casos concretos. En varios partidos hay gente nueva y limpia, pero esas diferencias se hubieran podido superar con diálogo. De hecho, al otro día de la discusión, la Coalición reafirmó las condiciones para recibir adhesiones. Eso debió haber cancelado el incidente.
Por el contrario, ella consideró que la Coalición no se definió y, de hecho, las adhesiones y objeciones a estas se han convertido en un eje de su campaña. ¿Cree que la candidatura de Íngrid tiene futuro?
No tengo capacidad de leer el futuro, pero reivindico su derecho a presentarse y aspirar a la Presidencia. Lamento, eso sí, su retiro que, desafortunadamente, produjo las dificultades conocidas.
¿Si ella hubiera sido clara en cuanto a que quería ser, como los demás, precandidata en la Coalición, la habrían aceptado ustedes, sin más ni más?
Claro que sí. La cuestión no fue ni es su candidatura. El punto de quiebre fue su retiro.
También hay que decir que Gaviria fue brusco con ella. Y que, sorprendentemente, después también resultó atacando a su compañero Sergio Fajardo, de quien había dicho que era una persona respetable. La Coalición Centro Esperanza parece tener problemas de egos y, en el caso de Gaviria, por su vanidosa y explosiva personalidad.
No, no creo y no veo vanidad en sus reacciones. Él cree que la trasformación se puede hacer tomando apoyos de fuerzas externas. Otros en la Coalición piensan que es el momento de una ruptura más nítida entre la política tradicional y la nueva forma de hacer política. Es una discusión que incluso va más allá de la Coalición. Es una seria disyuntiva para Colombia.
¿No le parece que Gaviria se pasó de ofensivo asimilando la conducta de Sergio Fajardo a la de un “tibio”, precisamente el adjetivo con que los peores enemigos de Fajardo tratan de desprestigiarlo? Si así son los aliados, cómo serán los contrarios...
No les daría tanta importancia a esos incidentes: el escenario de la política se parece más al juego de rugby que al tenis de mesa.
Juan Manuel Galán tampoco se ve fácil de manejar: salió con una lista separada de la Coalición al Congreso en lugar de la ya acordada de unión, y después quiso reventar también las aspiraciones de los precandidatos, buscando renuncias de unos en beneficio de otros y de él mismo. Con estos antecedentes, ¿quienes sean elegidos al Congreso por Centro Esperanza podrán actuar como una sola bancada?
El 20 de julio todos nos reencontraremos, no me queda duda. La bancada será fuerte y definitoria. Y creo que mi papel puede ser útil tanto en el escenario de que seamos coalición de gobierno como parte de la oposición. Mi mensaje es de madurez, experiencia y diálogo. Ante el fallo de la Corte sobre la vigencia del Nuevo Liberalismo, Galán creyó que su prioridad era la organización de su partido. No estuve de acuerdo, pero lograremos conjugar metas comunes.
El panorama tampoco es bueno en las otras coaliciones. En su opinión, ¿qué efecto electoral y social tendrán las graves revelaciones de corrupción de Aida Merlano en contra de Alejandro Char, y la reacción de este y su coalición Equipo por Colombia, cuyos precandidatos pretenden restarle importancia a semejante escándalo?
No se trata solo de un caso individual. Más allá de la defensa de Char, lo que ha dicho Aida Merlano es enormemente grave y, además, ocurre en todo el país. La macrocorrupción sistémica crece en el hábitat de la “mermelada” y en la compra al menudeo de congresistas. El Equipo por Colombia debe hablar y no puede refugiarse en el “debido proceso”. Si no acabamos con el estado de corrupción, el tablado puede desfondarse. La reforma política, el sistema electoral y la financiación son temas que deben llevar a dar un primer paso para superar esta crítica situación.
El mundo político habla de lucha contra la corrupción; pero, a la hora de la acción, todos miran para otro lado porque tienen que enfrentar no solo a los corruptos, sino los poderes que se entrelazan con ellos.
Estoy de acuerdo. Hace veinte años el problema eran las coimas y los sobornos aislados. Hoy, la corrupción es un problema que pone en riesgo la propia democracia. El caso Char demuestra que el entramado de poder sirve de sustento al predominio de ciertos grupos en la economía y la vida de las personas. Y por eso no bastan unas medidas, aunque sean bien intencionadas. El verdadero primer paso contra la corrupción es una reforma profunda del quehacer político.
Es un hecho que el senador Petro es quien más repunta en las mediciones como posible ganador de las elecciones, pero también lo es que su nombre produce miedo en los sectores económicos del país y en una parte de los sectores políticos. En cuanto a lo que a usted le consta, puesto que se mueve en esos medios, ¿esta situación puede generar riesgos para las elecciones y la democracia?
Podría contestarle con la retórica habitual: nosotros vamos a ganar y punto; pero no me gusta esa grandilocuencia. Es cierto que hay tensiones grandes. Yo creo que tanto el uribismo como el petrismo son caminos riesgosos. Ambos infunden desconfianza. Pero aun así, primero está Colombia. Digo algo que parece obvio pero es serio: hay que respetar el resultado electoral. Hay que establecer unas reglas mínimas de funcionamiento. En mi caso, sin entrar al Gobierno en caso de no obtener la Presidencia para uno de los nuestros, creo que hay que trabajar en unas reglas de respeto institucional que compartan la oposición y quienes ganen las elecciones: respeto al poder Judicial, respeto al período de los elegidos, respeto a la libertad económica, salvaguarda de las libertades, entre ellas, la libertad de expresión, y manejo profesional de las Fuerzas Armadas. En fin, hay que cumplir con la guía que brinda la Carta Democrática Interamericana, en cuya construcción tuve en honor de participar en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Si llega al Senado, ¿qué haría para no desilusionar a quienes voten por usted, como suele ocurrir con el 95 o 96 % de los votantes de congresistas?
Tres tareas: representación; esto es, en asuntos que no necesariamente son legislativos. Por ejemplo, el cumplimiento del Acuerdo de Paz con la mente puesta en las regiones martirizadas de Colombia; control político para empujar al Gobierno de turno, recordando las metas esenciales para el país. Y la presentación de un plan de reforma política y una reforma, a fondo, de la justicia despolitizándola. En el 91, cuando escribimos la nueva Constitución, nos equivocamos: el procedimiento de listas para escoger a los miembros de las cortes permitió la influencia nociva de los políticos. El cartel de la toga es una asociación de políticos y magistrados corruptos. Propongo volver a la cooptación; esto es, que las cortes llenen sus vacantes. Se le puede agregar una postulación de colegios de abogados y universidades, pero es prioritario que los altos tribunales recuperen su independencia. Además, me propongo trabajar en una nueva ley de seguridad basada en el concepto de seguridad humana. Y estoy trabajando, con mujeres destacadas, en un proyecto sobre economía del cuidado.
Si no lograra ser elegido, ¿continuará en actividades políticas o se retirará y con cuáles planes?
Sin retórica, creo que voy a lograr la elección con un buen apoyo.
“Un fardo histórico muy pesado (carga el expresidente Uribe)”
Califique el gobierno Duque y explique, por favor, la sorprendente baja popularidad y rechazo que están afectando a quien parecía tener un teflón “eterno”, Álvaro Uribe Vélez.
El presidente Duque ha fallado en varios campos. En particular y en cuanto a la paz, equivocó el camino: en vez de aprovechar el alivio del Acuerdo, llegó con la consigna de volverlo trizas. Su lema era el de la seguridad democrática. Hoy, Colombia sufre un enorme deterioro con algunas de sus zonas fuera de control y con unas cifras de violencia alarmantes: 92 masacres en 2021, más de 300 excombatientes asesinados y 70 mil personas desplazadas. Significa que hubo menoscabó de la paz y que no se obtuvo la seguridad prometida aunque reconozco que el Gobierno ha cumplido en el campo de la reincorporación. La vacunación ahí va, pero se raja en muchos campos. En cuanto al doctor Uribe y pese a que su primera administración tuvo aspectos positivos, su legado es un fardo histórico muy pesado para él. Estuvo en la plenitud del poder y pudo ser un líder respetado por todo el país pero resolvió teñirse de pugnacidad.
Los trinos definen a de la Calle
Las mediciones de los candidatos a elección popular pasan, hoy, además de las tradicionales encuestas, por las redes sociales. Las cuentas asociadas a los aspirantes a cargos políticos, reflejan, más que una intención de voto y una buena o mala imagen, su personalidad y definen sus gustos y su ideología. Humberto de la Calle, a quien le critican su edad y – curioso - su vasta experiencia, es muy activo en Twitter en donde, sorprendentemente, tiene casi 600 mil seguidores. Tres de sus trinos más recientes, revelan quién es y en qué cree. Uno de esos trinos es un claro “vainazo” a Óscar Iván Zuluaga: “Yo no me voy a poner a hacer bailecitos, a mover el rabito, ni a ponerme tenis rojos para responder a los que me dicen que no soy símbolo de renovación. La verdadera renovación viene de las ideas, no solo es cuestión de cédula”. En otro, se muestra irónico: “Dice The Economist que Colombia tiene una ‘democracia defectuosa’. Y eso que la medición es anterior a la cantata de Aida Merlano”. Y en un tercero, defiende un tema espinoso: “Respeto las posturas de quienes dicen no al aborto. Comprendo la delicadeza del tema. Pero creo q penalizarlo es duplicar la tragedia de muchas mujeres. Sugiero leer hoy en EE a Ana Cristina Restrepo. Una agonía invisible”
Creo que usted es el único candidato, en su caso al Senado, que ha iniciado campaña consultando si, en caso de ser elegido, podría ser sancionado por doble militancia. ¿Por qué dudaba y cuál fue la respuesta de Consejo Nacional Electoral?
Se presentó una situación inédita: nuestra lista fue inscrita por varios partidos en una alianza a la que concurrió el Partido Verde Oxígeno. Ante el retiro de Íngrid Betancourt surgió un problema: la ley impide a un candidato apoyar a candidatos de otras fuerzas o partidos. ¿Cómo aplica esa norma a un caso tan extraño cuando el cambio de escenario no obedece a mis decisiones ni depende de mí? Unos juristas opinan que este asunto tiene que analizarse en el marco del principio de confianza legítima. El Consejo Electoral, por su parte, se abstuvo de hacer un dictamen. Mi deber es seguir adelante. Es lo responsable: la Coalición Centro Esperanza es una fuerza alejada de los extremos y ese papel es vital en este momento del país.
Parece lógico que no se configure la doble militancia, entre otras razones, porque el origen de su candidatura es la propia Coalición en la que usted continúa, pero el problema jurídico no está resuelto de fondo. ¿Por qué se arriesga a ser sancionado cuando su carrera está en un punto culminante?
Porque tengo la convicción de que la tesis jurídica sobre el principio de confianza legítima es sólida. Y agrego otra: la doctora Betancourt no compite en la consulta del 13 de marzo. En consecuencia, no habría cómo argumentar doble militancia.
Una vez resueltas sus dudas, sigue su campaña pero se enfrenta a “tiburones” de las elecciones con mucho dinero y gente tras ellos. ¿Cuáles son sus recursos, el origen del dinero que invertirá y con cuál organización cuenta? Le digo con respeto, pero con franqueza: a usted lo conoce buena parte del país, pero no creo que pueda competir y llegar al Senado con votos de opinión de una parte de Bogotá.
Es verdad que tengo un desafío enorme y que carezco de maquinarias tradicionales, pero tampoco seamos tan sombríos. Estoy viendo entusiasmo y apoyo en todo el país. En estos momentos de incertidumbre, mi estrategia es ofrecer una candidatura de garantía y se basa, más, en un llamado a la ciudadanía. Mi campaña es austera y ceñida, rigurosamente, a los topes. Y mi compromiso, en cualquier escenario, es evitar que el país se descarrile.
¿Cree que el país se descarrila si lo llevan hacia la extrema derecha o si lo conducen hacia la extrema izquierda?
Se descarrila en ambos sentidos. Tan malo es un extremismo como el otro.
Entonces usted está entre quienes califican a Petro como un líder de la extrema izquierda, contrario a la imagen que los estrategas de él quisieran imponer.
Petro tiene unas propuestas interesantes y otras descabelladas. El problema es que él no infunde confianza, porque su discurso ha estado traspasado por la pugnacidad.
Para más dificultades, a escasas semanas de las elecciones legislativas, la Coalición Centro Esperanza ha perdido la cohesión que promocionó junto con la unión de varias figuras políticas que resultaban atractivas. ¿Esos ataques internos entre unos y otros se explican por vanidad personal o por falta de profundidad de los precandidatos?
Hace dos años fundamos la Coalición como una alternativa al extremismo. Tenemos una plataforma programática común que trabajamos durante seis meses con varios expertos y también compartimos principios éticos. Del mismo modo, y como con una especie de mensaje pedagógico, aceptamos que hay diferencias entre nosotros que podemos tramitar de manera racional y respetuosa. También es inédito, porque no se había hecho antes, hacer una coalición para presentar listas al Congreso. Desde luego, reconozco que hubo algunas turbulencias; sin embargo, ahora veo gran compañerismo entre los candidatos. La gira por la costa, por ejemplo, fue estupenda. Y mire: Gaviria y Robledo discutieron sobre economía y eso no los llevó a plantear una ruptura.
Esa sí es novedad: así como hay gente que admira el trabajo de Robledo, hay otra que lo critica por sectario. Y me atrevería a decir que Alejandro Gaviria es un neoliberal para Robledo y que este es un estatista para Gaviria.
En efecto, tienen visiones distintas sobre temas económicos, pero los discutieron de manera civilizada. Los colombianos tenemos que aprender a debatir sin fanatismos. Y el árbitro supremo será el votante.
Todavía está en la retina de todos cómo Íngrid le lanzó un feroz ataque a su compañero de coalición Alejandro Gaviria en un escenario público, cuando ambos acaban de llegar. El grupo inicial De la Calle, Robledo, Cristo, Galán y Amaya iba lento, pero haciendo alguna tarea. ¿Se equivocaron por querer abarcar mucho?
No fue una equivocación. Desde hace dos años venimos diciendo que se trata de una coalición abierta a condición de compartir una filosofía común mínima. Íngrid aportó la presencia femenina que nos faltaba y Alejandro es un sólido economista y hombre público. Lo que ocurrió, después, fue un accidente, pero creo que está superado.
Disculpe lo contradigo: no creo que haya sido un accidente ni que se haya superado. Ella se retiró dando un portazo y algunos piensan que exageró para poder declararse candidata sin competir con los demás; y los votantes de a pie tenemos la impresión de que Gaviria está recibiendo a todo el que se le acerque, incluyendo unas personas sin tacha y otras con muchas. Ambos perdieron votos, ¿no cree?
Es posible. Y digo que es un incidente superado en el sentido de que cada uno tomó su camino. En cuanto a los precandidatos que permanecen en la Coalición, ellos han logrado encontrar el escenario ideal en que controvierten sin fanatismo.
¿Y el asunto entre Betancourt y Gaviria se zanjó o las heridas están abiertas?
Lo que he visto en medios es que hubo un acercamiento humano y social, aunque las diferencias de óptica parecen subsistir.
Betancourt fue quien reventó el grupo, por la forma ruda y pública en que enfrentó a Gaviria, aunque, en el fondo, era razonable lo que reclamaba. ¿Está de acuerdo conmigo?
La tesis de ella sobre cuáles adhesiones políticas habría que rechazar tiene validez, aunque la generalización es injusta. Se pueden examinar casos concretos. En varios partidos hay gente nueva y limpia, pero esas diferencias se hubieran podido superar con diálogo. De hecho, al otro día de la discusión, la Coalición reafirmó las condiciones para recibir adhesiones. Eso debió haber cancelado el incidente.
Por el contrario, ella consideró que la Coalición no se definió y, de hecho, las adhesiones y objeciones a estas se han convertido en un eje de su campaña. ¿Cree que la candidatura de Íngrid tiene futuro?
No tengo capacidad de leer el futuro, pero reivindico su derecho a presentarse y aspirar a la Presidencia. Lamento, eso sí, su retiro que, desafortunadamente, produjo las dificultades conocidas.
¿Si ella hubiera sido clara en cuanto a que quería ser, como los demás, precandidata en la Coalición, la habrían aceptado ustedes, sin más ni más?
Claro que sí. La cuestión no fue ni es su candidatura. El punto de quiebre fue su retiro.
También hay que decir que Gaviria fue brusco con ella. Y que, sorprendentemente, después también resultó atacando a su compañero Sergio Fajardo, de quien había dicho que era una persona respetable. La Coalición Centro Esperanza parece tener problemas de egos y, en el caso de Gaviria, por su vanidosa y explosiva personalidad.
No, no creo y no veo vanidad en sus reacciones. Él cree que la trasformación se puede hacer tomando apoyos de fuerzas externas. Otros en la Coalición piensan que es el momento de una ruptura más nítida entre la política tradicional y la nueva forma de hacer política. Es una discusión que incluso va más allá de la Coalición. Es una seria disyuntiva para Colombia.
¿No le parece que Gaviria se pasó de ofensivo asimilando la conducta de Sergio Fajardo a la de un “tibio”, precisamente el adjetivo con que los peores enemigos de Fajardo tratan de desprestigiarlo? Si así son los aliados, cómo serán los contrarios...
No les daría tanta importancia a esos incidentes: el escenario de la política se parece más al juego de rugby que al tenis de mesa.
Juan Manuel Galán tampoco se ve fácil de manejar: salió con una lista separada de la Coalición al Congreso en lugar de la ya acordada de unión, y después quiso reventar también las aspiraciones de los precandidatos, buscando renuncias de unos en beneficio de otros y de él mismo. Con estos antecedentes, ¿quienes sean elegidos al Congreso por Centro Esperanza podrán actuar como una sola bancada?
El 20 de julio todos nos reencontraremos, no me queda duda. La bancada será fuerte y definitoria. Y creo que mi papel puede ser útil tanto en el escenario de que seamos coalición de gobierno como parte de la oposición. Mi mensaje es de madurez, experiencia y diálogo. Ante el fallo de la Corte sobre la vigencia del Nuevo Liberalismo, Galán creyó que su prioridad era la organización de su partido. No estuve de acuerdo, pero lograremos conjugar metas comunes.
El panorama tampoco es bueno en las otras coaliciones. En su opinión, ¿qué efecto electoral y social tendrán las graves revelaciones de corrupción de Aida Merlano en contra de Alejandro Char, y la reacción de este y su coalición Equipo por Colombia, cuyos precandidatos pretenden restarle importancia a semejante escándalo?
No se trata solo de un caso individual. Más allá de la defensa de Char, lo que ha dicho Aida Merlano es enormemente grave y, además, ocurre en todo el país. La macrocorrupción sistémica crece en el hábitat de la “mermelada” y en la compra al menudeo de congresistas. El Equipo por Colombia debe hablar y no puede refugiarse en el “debido proceso”. Si no acabamos con el estado de corrupción, el tablado puede desfondarse. La reforma política, el sistema electoral y la financiación son temas que deben llevar a dar un primer paso para superar esta crítica situación.
El mundo político habla de lucha contra la corrupción; pero, a la hora de la acción, todos miran para otro lado porque tienen que enfrentar no solo a los corruptos, sino los poderes que se entrelazan con ellos.
Estoy de acuerdo. Hace veinte años el problema eran las coimas y los sobornos aislados. Hoy, la corrupción es un problema que pone en riesgo la propia democracia. El caso Char demuestra que el entramado de poder sirve de sustento al predominio de ciertos grupos en la economía y la vida de las personas. Y por eso no bastan unas medidas, aunque sean bien intencionadas. El verdadero primer paso contra la corrupción es una reforma profunda del quehacer político.
Es un hecho que el senador Petro es quien más repunta en las mediciones como posible ganador de las elecciones, pero también lo es que su nombre produce miedo en los sectores económicos del país y en una parte de los sectores políticos. En cuanto a lo que a usted le consta, puesto que se mueve en esos medios, ¿esta situación puede generar riesgos para las elecciones y la democracia?
Podría contestarle con la retórica habitual: nosotros vamos a ganar y punto; pero no me gusta esa grandilocuencia. Es cierto que hay tensiones grandes. Yo creo que tanto el uribismo como el petrismo son caminos riesgosos. Ambos infunden desconfianza. Pero aun así, primero está Colombia. Digo algo que parece obvio pero es serio: hay que respetar el resultado electoral. Hay que establecer unas reglas mínimas de funcionamiento. En mi caso, sin entrar al Gobierno en caso de no obtener la Presidencia para uno de los nuestros, creo que hay que trabajar en unas reglas de respeto institucional que compartan la oposición y quienes ganen las elecciones: respeto al poder Judicial, respeto al período de los elegidos, respeto a la libertad económica, salvaguarda de las libertades, entre ellas, la libertad de expresión, y manejo profesional de las Fuerzas Armadas. En fin, hay que cumplir con la guía que brinda la Carta Democrática Interamericana, en cuya construcción tuve en honor de participar en la Organización de Estados Americanos (OEA).
Si llega al Senado, ¿qué haría para no desilusionar a quienes voten por usted, como suele ocurrir con el 95 o 96 % de los votantes de congresistas?
Tres tareas: representación; esto es, en asuntos que no necesariamente son legislativos. Por ejemplo, el cumplimiento del Acuerdo de Paz con la mente puesta en las regiones martirizadas de Colombia; control político para empujar al Gobierno de turno, recordando las metas esenciales para el país. Y la presentación de un plan de reforma política y una reforma, a fondo, de la justicia despolitizándola. En el 91, cuando escribimos la nueva Constitución, nos equivocamos: el procedimiento de listas para escoger a los miembros de las cortes permitió la influencia nociva de los políticos. El cartel de la toga es una asociación de políticos y magistrados corruptos. Propongo volver a la cooptación; esto es, que las cortes llenen sus vacantes. Se le puede agregar una postulación de colegios de abogados y universidades, pero es prioritario que los altos tribunales recuperen su independencia. Además, me propongo trabajar en una nueva ley de seguridad basada en el concepto de seguridad humana. Y estoy trabajando, con mujeres destacadas, en un proyecto sobre economía del cuidado.
Si no lograra ser elegido, ¿continuará en actividades políticas o se retirará y con cuáles planes?
Sin retórica, creo que voy a lograr la elección con un buen apoyo.
“Un fardo histórico muy pesado (carga el expresidente Uribe)”
Califique el gobierno Duque y explique, por favor, la sorprendente baja popularidad y rechazo que están afectando a quien parecía tener un teflón “eterno”, Álvaro Uribe Vélez.
El presidente Duque ha fallado en varios campos. En particular y en cuanto a la paz, equivocó el camino: en vez de aprovechar el alivio del Acuerdo, llegó con la consigna de volverlo trizas. Su lema era el de la seguridad democrática. Hoy, Colombia sufre un enorme deterioro con algunas de sus zonas fuera de control y con unas cifras de violencia alarmantes: 92 masacres en 2021, más de 300 excombatientes asesinados y 70 mil personas desplazadas. Significa que hubo menoscabó de la paz y que no se obtuvo la seguridad prometida aunque reconozco que el Gobierno ha cumplido en el campo de la reincorporación. La vacunación ahí va, pero se raja en muchos campos. En cuanto al doctor Uribe y pese a que su primera administración tuvo aspectos positivos, su legado es un fardo histórico muy pesado para él. Estuvo en la plenitud del poder y pudo ser un líder respetado por todo el país pero resolvió teñirse de pugnacidad.
Los trinos definen a de la Calle
Las mediciones de los candidatos a elección popular pasan, hoy, además de las tradicionales encuestas, por las redes sociales. Las cuentas asociadas a los aspirantes a cargos políticos, reflejan, más que una intención de voto y una buena o mala imagen, su personalidad y definen sus gustos y su ideología. Humberto de la Calle, a quien le critican su edad y – curioso - su vasta experiencia, es muy activo en Twitter en donde, sorprendentemente, tiene casi 600 mil seguidores. Tres de sus trinos más recientes, revelan quién es y en qué cree. Uno de esos trinos es un claro “vainazo” a Óscar Iván Zuluaga: “Yo no me voy a poner a hacer bailecitos, a mover el rabito, ni a ponerme tenis rojos para responder a los que me dicen que no soy símbolo de renovación. La verdadera renovación viene de las ideas, no solo es cuestión de cédula”. En otro, se muestra irónico: “Dice The Economist que Colombia tiene una ‘democracia defectuosa’. Y eso que la medición es anterior a la cantata de Aida Merlano”. Y en un tercero, defiende un tema espinoso: “Respeto las posturas de quienes dicen no al aborto. Comprendo la delicadeza del tema. Pero creo q penalizarlo es duplicar la tragedia de muchas mujeres. Sugiero leer hoy en EE a Ana Cristina Restrepo. Una agonía invisible”