Humberto de la Calle: “Veo riesgos de que venga una nueva escalada violenta”

El exjefe del equipo negociador para el Acuerdo de Paz que hoy pasa por uno de sus momentos más críticos por el desgano del gobierno Duque frente al mismo y por la fuga de “Jesús Santrich” días antes de que tuviera que comparecer ante la Corte Suprema, analiza las consecuencias de estos hechos, responde sobre la posibilidad de que, junto con los también desaparecidos “Márquez” y el “Paisa”, resurjan grupos violentos de neoguerrilla y contesta a quienes se burlan de él con agresividad.

Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador
07 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
“El asesinato de líderes está en ascenso y en el marco de un manejo casi despectivo por parte del ministro de Defensa”, opina Humberto de la Calle Lombana. / Cristian Garavito - El Espectador
“El asesinato de líderes está en ascenso y en el marco de un manejo casi despectivo por parte del ministro de Defensa”, opina Humberto de la Calle Lombana. / Cristian Garavito - El Espectador
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¿Lo sorprendió la “desaparición” de “Jesús Santrich”? En todas las declaraciones, él afirmaba que había que persistir en el fortalecimiento del Acuerdo de Paz e incluso aseguró que iba a recorrer los espacios territoriales en donde se concentran los hombres de las antiguas Farc, para darles confianza en el proceso...

Claro que me sorprendió. No solo eso. Salvo una circunstancia de verdadera fuerza mayor que no ha explicado, este hecho, de por sí, es un incumplimiento de las obligaciones que se derivan del Acuerdo, como lo señaló la ONU. Y si, como se afirma, tampoco hará presencia para la indagatoria en la Corte Suprema, entonces la conclusión es que se retiró del todo del proceso.

¿“Santrich” traicionó el Acuerdo?

Sí. Si no da la cara es una traición, no solo al Acuerdo, sino a la sociedad y a su propio partido. Con su actitud, Santrich hace mucho daño.

¿Un daño de la magnitud del que sufre el Acuerdo por la ausencia de “Iván Márquez”?

Iván Márquez tiene mayor importancia en las filas de las antiguas Farc. Pero el caso Santrich, en cuanto tiene procesos judiciales pendientes, induce a mayores ataques que afectan el Acuerdo.

Y a la JEP, ¿cuánto daño le hace la desaparición de “Santrich”?

Enorme. Con lo que hizo, él es hoy el principal proveedor de argumentos contra lo acordado, incluyendo la justicia transicional. Pero no hay que equivocarse: el caso Santrich muestra que el Acuerdo estuvo bien negociado: nadie podía seguir delinquiendo después de la firma. El desvío de esa línea corresponde a una acción individual. No podemos caer en el error de poner a orbitar todo el proceso en torno a una figura circunstancial. Colombia no gira alrededor de Santrich.

Pero la oposición al Acuerdo, precisamente, ha apostado a su fracaso haciéndolo girar en torno a “Santrich”. Su fuga, aunque impulsada por la hostilidad con lo pactado, les daría a los opositores del pacto el triunfo que buscaban.

En efecto, la conducta de Santrich les ha servido a los opositores para arreciar los ataques al proceso. No obstante, y como ya dije, los colombianos no podemos reducir el análisis total de lo que acontece a una situación circunstancial. Si se demuestra su culpabilidad o su abandono del Acuerdo, no hay que tener contemplaciones con Santrich. Pero la paz es mucho más importante que la deserción de unos excombatientes.

Personas cercanas a “Santrich” han dicho que su escape del espacio territorial en que se encontraba es producto de que tuvo noticia sobre un supuesto atentado contra él, que se ejecutaría en Barranquilla. Si eso se pudiera demostrar, cosa que parece improbable, ¿no era legítimo que intentara salvar su vida escapándoseles incluso a sus escoltas?

Santrich debió haber hecho pública la denuncia para exigir mayor protección. Los dirigentes del partido FARC que continúan firmes, comenzando por Rodrigo Londoño, vienen haciendo presencia con firmeza. Claro que hay riesgos. Todos lo sabíamos. Pero lo correcto es neutralizarlos. Santrich ni siquiera ha dado explicaciones.

Según usted, “Santrich” no puede alegar falta de garantías judiciales, pero, del otro lado, el Estado ha desconocido lo que se pactó con las Farc. ¿Esa situación ambivalente, por decir lo menos, no justifica o al menos explica la ausencia reciente de “Santrich” y las anteriores de “Márquez” y el “Paisa”, sumada a su probable regreso a la clandestinidad?

No hay ninguna justificación, pero, tal como usted lo dice, sí hay una explicación y unas responsabilidades del Gobierno, en cuanto a la insistencia en modificar unilateralmente el Acuerdo, lo cual genera una situación de inseguridad en los excombatientes, lo que, sin duda, puede promover el aumento de las disidencias de la Farc.

¿Teme que estos tres excombatientes se reorganicen militarmente para enfrentar al Estado en una nueva etapa de guerra?

Ese es un riesgo grande. En este marco de pugnacidad, casi cualquier cosa que uno diga la leen mal quienes quieren leerla mal. No justifico la ausencia de los mencionados. Pero, insisto, la actitud del Gobierno en contra del Acuerdo, y su promesa de modificarlo unilateralmente, ha creado un marco de inseguridad para la guerrilla. Ojalá este no sea el nacimiento de una nueva cadena de violencia. Lo que hay que hacer es doblar la página de discusiones pasadas y hacer un esfuerzo general para mirar hacia adelante en la implementación de lo pactado. Mirar no solo el texto sino entender que hay una agenda de trabajo transformadora que es una oportunidad para construir una paz firme.

Resuma, por favor, en cuáles temas del Acuerdo que el gobierno Duque no ha apoyado financiera y políticamente hay responsabilidad oficial...

No veo ambiente para la reforma rural. Llevamos casi dos siglos tratando de estabilizar el campo y todos los esfuerzos han abortado por cuenta de un sector poderoso de la clase dirigente. Hasta la reforma agraria de un liberal como Carlos Lleras Restrepo, en 1968, fue saboteada poco después. Es un acto de ceguera no darse cuenta de que el campo alimenta la violencia urbana, de que por fin un acuerdo permitía resolver el problema y abrirle la puerta a una economía agraria moderna. La reforma política aún está en veremos, la sustitución de cultivos se encuentra asediada por la idea de fumigar con glifosato desde el aire, y la JEP ha estado sometida al desprestigio en medio del deseo evidente de desguazarla para esconder responsabilidades distintas a las de las Farc.

La evidencia histórica muestra que las élites terratenientes que han detentado el poder político y económico mucho antes del gobierno Lleras Restrepo nunca han estado dispuestas, y tampoco en el siglo XXI, a ceder un centímetro de sus privilegios en el control y la posesión de la tierra...

Estoy de acuerdo, pero hay que hacer la salvedad de que hoy existen sectores modernos en la clase dirigente que piensan y actúan de otra manera. No obstante, continúan primando los intereses de quienes no quieren ver en el Acuerdo la hoja de ruta para una Colombia más equitativa.

¿Cómo resumiría la situación actual del Acuerdo de Paz y el desarrollo del posconflicto? ¿Estamos en crisis total y a punto de fracasar como Estado, en este intento de convivencia nacional?

He leído con cuidado el último informe del Componente Internacional de Verificación. Algunos temas están caminando, otros van a paso lento, en mayor medida en el terreno de la reincorporación. La filosofía explícita del Gobierno es la de atener las bases guerrilleras, pero otros temas de gran calado están en nada. Y por si algo faltara —aunque no es responsabilidad única de esta administración—, el asesinato de líderes está en ascenso y en el marco de un manejo casi despectivo por parte del ministro de Defensa. Negar la existencia de un conflicto es una bomba en el corazón del Acuerdo y sus primeros afectados serán los militares. Es más aguda la diatriba permanente de los halcones del Centro Democrático y muchas veces hay inconsistencia entre el lenguaje del Gobierno y sus actos. Sin ser catastrofista, puede ser que un núcleo central del partido FARC siga firme, pero sí veo riesgos de que venga una nueva escalada violenta.

¿Escalada violenta de quién o quiénes? Para ponerle nombre concreto: ¿de la neoguerrilla o de los sectores opuestos al Acuerdo?

Ante todo me refiero a la posibilidad de que se conjuguen y crezcan los esfuerzos de las disidencias para generar un nuevo eslabón de violencia. Pero también hay fuerzas oscuras —sin ninguna duda— que están atacando a los líderes sociales en forma sistemática.

Supongo que no es un tema que lo trasnoche, pero me da curiosidad saber cuál fue su reacción y cuáles los sentimientos que le produjo un trino del presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie, en el que se burlaba de usted con una carga inocultable de agresividad, poniendo una foto de su cara con las gafas y la bufanda árabe que usa “Santrich” y la frase “Ahiii (sic) qué pena... Me equivoque (sic). El que se voló fue Santrich”... Le recuerdo que ante las decenas de críticas que Lafaurie recibió, él simplemente se ratificó... ¿Lo ofende?

He tenido la fortuna de estar presente en acontecimientos cruciales de la historia colombiana, como la Constituyente de 1991 y el Proceso de Paz en este siglo. En ese tránsito ha habido momentos muy difíciles que podrían haber inducido al odio. Pero me guío por una enseñanza de Borges: “Soy, tácitos amigos, el que sabe que no hay otra venganza que el olvido ni otro perdón. Un dios ha concedido al odio humano esa curiosa llave”. Frente a esos detractores, me divierto oyendo las Nanas de la Cebolla de Serrat, sobre el poema de Hernández. No tiene que ver, pero allí se habla de esas “diminutas ferocidades”. Eso es. Lo que verdaderamente me molestó es que me volvieran a poner gafas ahora que disfruto de una vista excelente.

Tomo nota de su ironía, pero, frente a lo que dice, Lafaurie parece representar, precisamente, la “diminuta ferocidad” del uribismo. Resulta sorprendente por tratarse de todo un gremio establecido, pero este personaje también es el vocero de los ganaderos, en su mayoría contrarios a los pactos de paz que propongan ceder privilegios. Con esas fuerzas presentes y dominantes en Colombia, ¿no fue una quijotada intentar un pacto pacífico de reconciliación?

No fue una quijotada, entre otras cosas porque era una necesidad. Resultó falsa la afirmación de que la guerrilla estaba derrotada. La reingeniería a sus estructuras que aplicaron las Farc después de la ejecución de los programas de Seguridad Democrática les dio aliento para continuar generando perturbaciones serias, por lo menos durante una década. También resultó muy desafortunado que se conjugaran diversos intereses para impedir que se conozca la verdad y para continuar generando situaciones que ponen en riesgo el Acuerdo. Espero que los colombianos no caigan —caigamos— en esa trampa.

Pasando a otros temas, tuvo usted una semana ambivalente: después de la cadena de burlas en las redes sociales contra usted y el Acuerdo de Paz, llegó una buena noticia del Consejo de Estado, ante el cual había presentado una tutela a nombre de Antanas Mockus. Allí triunfaron ustedes porque una Sala tumbó una decisión anterior y le devolvieron a Mockus su curul de senador. ¿Cuáles fueron sus argumentos?

Los menciono solo con carácter explicativo, pues, en varias décadas de ejercicio profesional, nunca litigué por los medios, aun teniendo acceso a ellos. Se trata de dos procesos. Yo solo tengo que ver con el de la tutela. Lo que se definió allí es que mal podía la Sección Quinta anular la credencial de Antanas cuando en primera instancia, en el mismo Consejo, había habido una decisión favorable a Mockus por los mismos hechos. La tutela se falló, además, cuando ya se sabía que en Sala Plena, que es la autoridad máxima de esa corporación, se examinaba el caso en segunda instancia. Lo que se logró fue evitar que el fallo de una sección fuera talanquera para la Sala Plena.

¿Por qué y en qué consiste el proceso aún abierto contra la investidura del profesor Mockus y cuál peligro corre?

Se trata del proceso de pérdida de investidura. Está claro que Mockus, desde el 2006, no gestionó, ni administró, ni suscribió contratos con el Estado, aunque aparecía en el registro mercantil como representante. Hay documentación que muestra que él delegó todo lo relacionado con la contratación. En este sentido es un caso nuevo. Pero también es una oportunidad para valorizar la investidura popular. En un análisis sociológico, como se partía de la base de que todo congresista era malo, cada demanda basada en un examen formal terminaba en sentencia condenatoria en medio de aplausos. Ahora hay la oportunidad de examinar qué debe hacerse frente a los formalismos cuando un hombre impecable está siendo objeto de escrutinio. ¿Basta el formalismo? Yo no creo que la amplia votación de Mockus se deba a ningún contrato de Corpovisionarios. En cambio, estoy seguro de que el Congreso es mejor con Mockus que sin él.

“Lo grave es el llamado al desconocimiento unilateral de lo pactado”

Eduardo Matyas, abogado de Santrich, dice que desconoce su paradero pero, al mismo tiempo, asegura que él no cuenta con garantías de imparcialidad en los procesos que se le adelantan, por la presión política en su contra, del presidente Duque, la vicepresidenta, el ministro de Defensa y el partido de gobierno ¿Está de acuerdo con la afirmación de Matyas?

Se trata de dos temas diferentes: todas las cortes involucradas han brindado garantías en una actitud de independencia de la justicia verdaderamente ejemplar. La Constitucional, con su defensa del Acuerdo y de la Ley Estatutaria de la JEP. Este alto tribunal cuando, en primera instancia, negó la extradición por falta de pruebas. El Consejo de Estado, cuando no lo privó de la investidura. Y la Corte Suprema que le respetó el debido proceso, incluso dejándolo libre mientras era citado a una audiencia de indagatoria. Cosa distinta es que, aunque el discurso del Consejero  para la Estabilización, Emilio Archila, sea de apoyo a la reincorporación, el incumplimiento del Estado en temas mayores también sea un hecho, como lo es, de manera constante, la hostilidad del gobierno y de su partido en contra de lo acordado. Sin embargo, más que la hostilidad, lo grave es el llamado al desconocimiento unilateral de lo pactado.

“Los nubarrones muestran embrujo autoritario”

¿A qué se dedica usted ahora, y en qué ocupa su tiempo? ¿Sigue siendo socio de un bufete de abogados? Me gustaría saber cómo se siente después de tantos años de esfuerzos cuando ve que todo lo que construyó, junto con un grupo de profesionales dedicados a esa tarea de tiempo completo, puede venirse a pique y que, en lugar de agradecerle, muchos colombianos lo insulten...

Hace años no soy socio de bufete alguno ni ejerzo la profesión. Me dedico a defender el proceso de paz. Asisto con gusto a innumerables foros, algunas veces en el exterior. Escribo quizá menos de lo que quisiera, pero estoy preparando un nuevo libro sobre la evolución de la sociedad desde 1991 hasta hoy. A partir de la Constituyente, vino el clímax del relato liberal. El pluralismo era la piedra de toque del quehacer público. Ahora veo una tormenta: los nubarrones muestran el auge de la democracia iliberal, del embrujo autoritario. Voceros furibundos que se ponen la mano en el corazón para configurar una sociedad en que primen las barras bravas y no el reconocimiento de las diferencias.

¿Hay una involución política en Colombia? ¿Cuánto puede hacernos devolver: años o décadas?

¡Ojalá no nos lleve antes de 1886!

Por Cecilia Orozco Tascón / Especial para El Espectador

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