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Iván Duque, expresidente

Aunque Iván Duque todavía tiene 14 meses de su periodo como primer mandatario de Colombia, todos los indicadores sugieren que su pospresidencial influencia se verá disminuida significativamente en comparación con la de otros exmandatario. Las acciones tomadas durante su gestión, incluidas su tímida implementación del Acuerdo de Paz, la escalada de violencia en las zonas rurales y la violenta represión policial de las protestas recientes, ya han comenzado a empañar las evaluaciones de su presidencia. ¿Todavía hay tiempo para que recupere su legado? Opinión.

Sergio Guzmán* - Especial para El Espectador
17 de junio de 2021 - 02:00 p. m.
Álvaro Uribe ha sido el gran mentor de Iván Duque y no parece probable que el hoy presidente le dé la espalda.
Álvaro Uribe ha sido el gran mentor de Iván Duque y no parece probable que el hoy presidente le dé la espalda.
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El 7 de agosto de 2022, cuando entregue la Presidencia a su electo sucesor, Iván Duque se incorporará al exclusivo club de expresidentes colombianos. Con solo 46 años, todavía estará en condiciones de jugar un papel clave en el futuro político del país durante tres o cuatro décadas más. A juzgar por los precedentes establecidos por otros exmandatarios, se puede esperar que mantenga un papel semipermanente en los asuntos de su partido político, el Congreso y, en menor medida, el Estado.

Sin embargo, el papel de Duque como exjefe de Estado será único, en el sentido de que no es el líder visible de su propio partido, el Centro Democrático, que aún gira en torno al también expresidente Álvaro Uribe. Duque será el único expresidente con jefe. Otros que dirigen su propio tribunal político son César Gaviria, reelegido director del Partido Liberal; Andrés Pastrana, osificado al mando del Partido Conservador; y Ernesto Samper, exdirector de la colectividad roja, quien aún ejerce influencia en los asuntos internacionales de Colombia a través de sus conexiones con UNASUR y otras organizaciones de izquierda.

Si bien puede ser prematuro hablar de la expresidencia de Duque cuando todavía le quedan 14 meses en el cargo, los círculos políticos ya parecen listos para pasar página en la 41 Presidencia y centrar su atención en la incipiente carrera para reemplazarlo. (En teoría, el ciclo electoral comienza a principios de 2022, pero la campaña arrancó extraoficialmente hace meses). Uribe, el mentor político de Duque, ya está considerando posibles sucesores de derecha, incluidos exalcaldes, exgobernadores e incluso su hijo mayor, Tomás.

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A su vez, los rivales de Uribe en la izquierda están atacando al Gobierno en funciones en múltiples frentes, incluida su respuesta a la pandemia del COVID-19, la implementación del Acuerdo de Paz y la respuesta violenta del Estado a los recientes brotes de malestar social. Mientras tanto, el centro del espectro político está a la deriva y carece de un liderazgo político evidente.

¿Y dónde está Duque en todo esto? Parece estar suspendido en el espacio liminal entre la Presidencia de Juan Manuel Santos, quien recibió el Premio Nobel de la Paz por negociar el fin del conflicto de décadas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y el renacimiento político de Uribe, que buscará perpetuar su control sobre el poder político durante el mayor tiempo posible.

Aunque Duque asumió el cargo con la aspiración de ser un innovador en conceptos como el de la Economía Naranja y tratando de posicionarse como un puente generacional entre el pasado y el futuro, sus ambiciones han sido truncadas por una temprana falta de una mayoría legislativa, un entorno de intensa polarización política, el creciente malestar social y la crisis del COVID-19. Como figura pública, Duque no ha sido un líder unificador, ni siquiera en medio de la crisis económica y social más grave que ha afectado a Colombia en décadas.

Ahora, Duque podrá disfrutar de una fructífera carrera pública posterior a la Presidencia, con nombramientos en organismos multilaterales o juntas directivas de empresas multinacionales, lucrativos acuerdos de redacción, oportunidades para dirigir un programa de opinión en radio o televisión, o incluso un puesto en la academia. Sin embargo, está claro que, como operario político, su lugar está detrás de Uribe. Duque no tendrá autoridad para decidir sobre las candidaturas de su partido, ni para dar continuidad a su visión nacional sin el aval de su mentor.

A pesar de tener un currículum estelar, algunas de las acciones serán difíciles de pasar por alto por sus futuros empleadores. En organizaciones como las Naciones Unidas, donde podría aspirar a servir como jefe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, su historial sobre el Acuerdo de Paz o el malestar social puede volverse problemático. El alcance de su alienación de los activistas de derechos humanos y otros activistas sociales también podría frustrar su empleo en el sector privado, ya que algunas corporaciones pueden no desear a Duque lo suficiente como para justificar la eventual reacción que seguiría a su contratación.

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Es claro, sin embargo, que durante el tiempo que le queda en el cargo, Iván Duque puede demostrar un verdadero compromiso con el futuro de Colombia al tratar de conducir al país hacia la unidad. El hoy presidente puede poseer la clave para superar las disputas entre Uribe y sus enemigos, impulsando acuerdos sobre lo que queda, como por ejemplo, la lucha contra la corrupción; la reactivación económica pospandémica basada en inversiones en infraestructura, la protección ambiental y el crecimiento económico verde; y la aplicación continua del Acuerdo de Paz.

A poco más de un año del final de su Presidencia, Duque se encuentra en una encrucijada: sabe que asumió el cargo gracias a su lealtad a Uribe, pero ahora reconoce que sigue residiendo en la enorme sombra de este. Para que juegue un papel influyente en la historia de Colombia, será necesario que demuestre que el propósito de su mandato no era solo ser el ejecutivo delegado de Uribe, sino servir de puente hacia la Colombia del futuro.

No es demasiado tarde para que Iván Duque declare su independencia del uribismo al congregar a los colombianos en torno a la causa de la unidad nacional y un propósito común, redefiniendo su legado presidencial en las próximas décadas. De lo contrario, corre el riesgo de pasar a la historia ensombrecido por los expresidentes que determinaron el rumbo del país, incluso mientras ocupaba la primera magistratura del Estado.

* Director de Colombia Risk Analysis, consultora de riesgo político. @ColombiaRisk y @SergioGuzmanE.

Este artículo fue publicado inicialmente en Global Americans. @GlobalAmericans. Este es el link original:

https://theglobalamericans.org/2021/06/ivan-duque-the-ex-president/

Por Sergio Guzmán* - Especial para El Espectador

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Gonzalo(25772)08 de julio de 2021 - 08:11 p. m.
El títere es como esas mocitas fieles hasta el final, hasta que la mujer mande al marido pala mierda. jajajjajajajajajajjajajaj
Marco(t2vy2)19 de junio de 2021 - 12:52 p. m.
Un puente hacia un pasado de dictadura que asesinó a los jóvenes en la protesta. Un puente hacia el escalamiento de la violencia. Un puente hacia el incumplimiento de los acuerdos y la puesta en duda de la legitimidad de los organismos internacionales. Un puente hacia la infamia, en suma. Eso es lo que le queda bien a este señor Duque. Y ya ni su ineptitud podrá excusarlo.
Eduardo(ldvpa)18 de junio de 2021 - 11:49 p. m.
Lánguido final para un personaje tristemente célebre. Que, al igual que su mentor, será abucheado en las calles del mundo donde haya un colombiano. Le gritarán ¡asesino!, ¡criminal!, en fin, no habrá lugar en el que se meta donde no vaya a ser asediado con implacable encono por su tenebrosa gestión de gobierno. No habrá lugar adonde acuda con sus hijos donde no lo reciba un coro de repudio total.
UJUD(9371)18 de junio de 2021 - 11:12 p. m.
En Semala van a necesitar otro barrendero.
Tocayo50(5582)18 de junio de 2021 - 08:42 p. m.
Bah! ¿Duque? Y ese,¿quién es? Ah, si, ya me acuerdo, un pelipintado que dizque es el presidente de este país pero lo que emana de el se simplifica en una sola frase: es un títere. Todos sabemos que los títeres no tienen voz, ni andan por si solos; su voz es prestada y sus movimientos son dirigidos por los hilos que maneja el titiritero. ¡Chao Duque!
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