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Hasta el Colegio San Pedro Claver, del barrio La Chinita, en Apartadó, llegaron el jefe negociador de la Farc, Iván Márquez y el comandante guerrillero Pastor Alape. Con la vergüenza en los ojos se trasladaron hasta este rincón del uraba antioqueño para ofrecer perdón. Para pedirle a los dolientes de aquel fatídico 23 de enero, en que las Farc asesinaron 35 personas que se encontraban en una fiesta para recoger fondos y pagar los útiles escolares de sus hijos. Acompañó el acto de reconocimiento de responsabilidad el alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo y las autoridades civiles, eclesiásticas y militares del pueblo. (Ver el especial "A construir la paz")
“Compenetrados con el más profundo sentimiento de humanidad y de respeto, hemos venido a la Chinita, 22 años después de aquel triste 23 de enero, con el corazón compungido, a pedirles perdón con humildad por todo el dolor que hayamos podido ocasionar durante el transcurso de la guerra”, arrancó diciendo Márquez, ante cientos de pobladores del barrio obrero, que un día vieron llegar a los guerrilleros con fuego en los ojos y acusándolos de ser colaboradores del EPL.
“Jamás; jamás debió ocurrir lo sucedido en esa noche de alegría y de verbena popular. Nunca el mando de las Farc ordenó tal atrocidad. Nos duele en el alma recordar a tanta gente buena que partió sin poder materializar sus sueños. Los muertos de la Chinita son también nuestros muertos; porque así lo sentimos. Lo afirmamos de corazón. Por eso agradecemos la posibilidad que nos ha brindado la bondad de la gente de este barrio de poder expresar este sentimiento que laceraba nuestra conciencia”, agregó el jefe negociador de las Farc, quien intervino luego de que se realizaran sentidos actos culturales para conmemorar el trágico suceso.
Márquez sostuvo que viajaron hasta Apartadó para reconocer su error, para pedir que los perdones, y para restablecer las relaciones con los pobladores de la Chinita. “Aspiramos a que este testimonio y reconocimiento de responsabilidades sirva para llenar de valor a ciertos espíritus endebles y titubeantes, que habiendo participado en el conflicto de una u otra forma, con uniforme o sin uniforme, con armas o sin ellas, y que azuzando a la guerra y al odio, hoy se agazapan para pasar de agache. “Quien esté sin pecado, que tire la primera piedra”, nos dice Jesús el nazareno”, señaló el jefe guerrillero.
Y agregó: “Todos en la vida hemos cometido errores, algunos con consecuencias más graves que otros. Nada perdemos con reconocerlo. Hablar con la verdad pura y limpia, sana las heridas del alma por muy profundas que estas sean. Y mucho más: genera el medio ambiente de sosiego espiritual que favorece la reconciliación de la familia colombiana y la construcción de la paz para las generaciones del futuro. Cuando se cierran las puertas del perdón, el odio se recicla. No hay medicina ni analgésicos para contrarrestar el odio. La medicina está en el corazón. La paz está en el corazón. Si abrimos las puertas a la solidaridad, al sentimiento de humanidad que hoy toca afanosamente la conciencia, podremos construir futuro, podremos hacer renacer la esperanza”.
Y concluyó su intervención Márquez: “Creemos que de esta hora de recogimiento no cabe un acto diferente al de la profunda contrición que debe nacer desde nuestros corazones y La Chinita tiene que ser al altar para el homenaje perenne a los mártires de una absurda confrontación que acabó con sus sueños y con sus vidas. Por ello, desde este rincón de la Colombia olvidada, con la fecha del 23 de enero de 1994 marcando en el calendario sagrado de la reconciliación un día de luto y arrepentimiento, les reiteramos nuestro absoluto compromiso con la Verdad, la Justicia, la reparación y la No Repetición, elevando las banderas de paz y nuestras plegarias al Dios de los pobres y desamparados para que llegue hasta las heridas del alma el alivio de la hermanación y la convivencia, sin más demoras”.