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Si un periodista se lo pregunta en cámara dirá que no está en campaña, pero el nombre del expresidente colombiano Juan Manuel Santos es protagonista de un intenso lobby diplomático de cara a la elección del sucesor de António Guterres como secretario general de las Naciones Unidas, a partir de 2026. Guterres dejará el cargo el 31 de diciembre de 2026, tras dos periodos al frente del organismo multilateral y, de lograrse un consenso regional, sería sucedido por una figura política proveniente de América Latina, en donde hay dos nombres que suenan con mucha fuerza por estos días: Juan Manuel Santos y Michelle Bachelet.
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La campaña está en plena ebullición. La semana pasada, mientras Colombia andaba pendiente de las marchas del Gobierno y la oposición o de la final del fútbol entre Millonarios y Nacional, hubo algunas movidas bien interesantes en ese juego de filigrana que es la diplomacia internacional.
Una de las aspirantes que sonaba con más fuerza era la mexicana Alicia Bárcena Ibarra, quien fue Jefa de Gabinete del secretario general de las Naciones Unidas, durante el mandato de Kofi Annan. Bárcena parece haber salido de la carrera por la ONU, pues hace apenas tres días, el viernes 23 de junio, asumió como canciller de su país en remplazo de Marcelo Ebrad, quien salió del gobierno de Andrés Manuel López Obrador para presentarse como candidato presidencial, de cara a las elecciones del próximo año.
Otro nombre colombiano que ha sonado recientemente es el del expresidente Iván Duque. El exmandatario mexicano Felipe Calderón lo puso a sonar en el último foro Concordia, pero de ahí a que tenga chance o su campaña se consolide hay mucho trecho.
¿La hora de las mujeres en la ONU?
Hay un asunto que podría dar al traste con la candidatura de Santos – o la de Duque- y tiene que ver con el momento político en temas de género. Nunca como ahora había habido tanto interés por la designación de una mujer al frente de la ONU y una de las vertientes del lobby internacional busca que así sea, por primera vez desde la existencia de las Naciones Unidas.
En la baraja aparecen otras tres aspirantes. La primera es Susana Malcorra, canciller de Argentina durante el gobierno de Mauricio Macri. Sabe perfectamente cómo se mueven las aguas en la alta diplomacia internacional y conoce muy bien el sistema de Naciones Unidas, como quiera que fue jefa de gabinete de la secretaría general de la ONU durante el mandato de Ban Ki-moon. La segunda es la presidenta de Barbados, Sandra Mason, quien presidió el Comité de Derechos del Niño en la ONU.
Y la tercera es Michelle Bachelet, dos veces presidenta de Chile, expresidenta de Unasur y primera encargada de la Agencia de la ONU para la Igualdad de Género, ONU Mujeres. Además, fue alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y es presidenta honorífica de la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido y el Niño, de la Organización Mundial de la Salud. Es, sin lugar a dudas, una candidatura muy fuerte.
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Además de su hoja de vida, Bachelet tiene varias ventajas. Una de ellas es que coincide con el momento político en el que las mujeres reclaman mayor espacio en los más altos cargos de la ONU. Otra, que su candidatura es vista con simpatía por países como Brasil. El Espectador conoció que, de hecho, altos funcionarios del gobierno de ese país ya le hicieron saber a los promotores de la candidatura de Santos que lo apoyarían a él si Bachelet no se lanza.
Pero Bachelet también tiene puntos en contra. Su experiencia en la ONU no solo le granjeó un enorme reconocimiento y respeto mundial, sino que la llevó a discrepancias con algunos gobiernos, entre ellos dos pesos pesados del Consejo de seguridad: Estados Unidos y China. El asunto con Washington fue por la abierta solicitud de Bachelet (en la que coinciden la mayoría de presidentes de A. Latina y la prensa internacional) para que cesara la persecución contra Julian Assange, el fundador de Wikileaks, quien reveló al mundo los claves secretos de la diplomacia estadounidense en la que es considerada como la mayor filtración de documentos de la historia. Assange, preso en Londres, está a la espera de la respuesta a una apelación que sus abogados interpusieron el 13 de junio de 2023 para evitar que sea extraditado a Estados Unidos, en donde podría ser condenado a prisión perpetua.
En el caso de China, el asunto no es menos sensible. Bachelet culminó sus labores como alta comisionada para los derechos humanos de la ONU el 31 de agosto de 2022 con la divulgación de un sonado informe sobre la represión del régimen de Beijing contra la etnia iugur, en la provincia de Xinjiang. El informe, cuidadosamente elaborado, fue objeto de críticas por parte de China, país que niega la represión contra la comunidad musulmana en Xinjiang, en donde habitan más de 12 millones de personas de la etnia iugur. Lo curioso es que otras voces cuestionaron a Bachelet no por hacer el informe, sino por la tardanza en los resultados de sus investigaciones.
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Las movidas de Santos en la ONU
Santos ha visitado por estos días al Consejo de Seguridad de la ONU, que es el organismo que recomienda a la Asamblea General de Naciones Unidas el nombre de la persona que estará al mando en la Secretaría General. El Consejo de Seguridad recomendó en 2016 a António Guterres (para el periodo 2017-2021) y luego pidió su reelección para el mandato actual.
Varios periodistas lo vieron en Nueva York, y lo abordaron para preguntarle sobre el asunto, pero él volvió a negarlo, como ha hecho incluso con algunos de quienes fueron sus colaboradores en las épocas de presidente de Colombia: “yo no estoy en ninguna búsqueda para la secretaria general de la ONU”, le dijo al canal RCN.
Santos ha demostrado ser hábil y prudente para esas movidas, como lo testifican sus pasos para hacerse a la presidencia de Colombia (2010 a 2014 y 2014 a 2018) y la campaña que lo llevó al premio Nobel de paz en octubre de 2016, apenas días después del fracaso en su plebiscito para la refrendación de los acuerdos de paz con la ahora desmovilizada guerrilla de las Farc. Por eso, aunque lo niegue en público, la campaña avanza.
¿Cómo se escoge al secretario general de la ONU?
El Consejo de Seguridad de la ONU es el organismo que tiene la Facultad de recomendar a la persona que estará a cargo de Secretaría General. Lo integran cinco miembros permanentes (China, Estados Unidos, Francia, Rusia y Gran Bretaña) y 10 no permanentes: Albania, Emiratos Árabes, Gabón, Ghana, Japón, Malta, Mozambique, Suiza, Ecuador y Brasil.
Este último país resulta de gran importancia de cara a la elección del nuevo secretario general no solo por su actual rol en el Consejo de Seguridad, del cual saldrá en 2023, sino por su liderazgo regional en una América Latina a la que solo una vez le ha correspondido el codiciado cargo.
De los nueve secretarios generales que ha tenido la ONU desde su fundación, solo el peruano Javier Pérez de Cuéllar (1982-1991) ha sido de la región latinoamericana. Le antecedieron el noruego Trygve Lie (1946 - 1952), el sueco Dag Hammarskjold (1953 - 1961), el birmano U Thant (1961-1971) y el austricao Kurt Waldheim (1972-1981). Y le sucedieron el egipcio Butros Butros-Ghali (1992 – 1996), el ghanés Kofi Annan (1997 – 2006) el surcoreano Ban Ki-moon (2007 – 2016) y el portugués Guterres (2017 – 2026).
En esta oportunidad el camino está dado para que América Latina vuelva a estar al frente, pero se requiere consenso en torno a una candidatura. De no lograrse, podría aparecer una candidatura de otra región, por ejemplo, Asia.
El mecanismo de elección está regulado de manera más bien escueta por el artículo 97 de la Carta de Naciones, de 1945. La elección propiamente dicha se hace en la Asamblea General de la ONU, la cual recibe el nombre de la persona recomendada para el cargo por el Consejo de Seguridad. La Asamblea decide mediante una resolución adoptada por consenso y previas consultas con los estados miembros de la ONU acerca de la hoja de vida de esa persona recomendada.
Las votaciones solo se hacen si algún Estado las solicita, caso en el cual pueden ser hasta secretas y requerir de una mayoría simple de los 193 estados miembros. Por eso es clave el consenso.
Y para mantener el consenso también resultan claves las relaciones entre Santos y el Gobierno de Gustavo Petro en Colombia. Al fin y al cabo, en estos escenarios multilaterales siempre se espera que los gobiernos de los estados sean los primeros en respaldar a sus nacionales cuando se lanzan a cargos en instituciones multilaterales.
Las relaciones entre Petro y Santos han sido agridulces. Santos apoyó la propuesta de paz total de Petro, pero marcó distancia frente a otros temas y en los últimos días ha dicho que el presidente debe corregir el rumbo de su Gobierno.
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En marzo se tenía prevista una cumbre por la paz en las que presidente y expresidente hablarían en Cartagena, pero Petro no llegó. Prefirió enviar el avión presidencial a atender las necesidades ciudadanas ante la emergencia aérea en San Andrés. Y quedarse a trabajar en la atención a los problemas de seguridad, ante un ataque del ELN que dejó nueve militares muertos. ¿Alguna otra razón para no reunirse con su antecesor? Por esos días se hablaba de que el santismo tendría un muy alto cargo en el manejo de los temas de paz, con miras a agilizar la implementación de los acuerdos de paz con las Farc, cosa que no ocurrió.
La campaña empezó, pero no solo en Colombia.
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