Kimberly Quiñonez, la niña de 7 años que murió por la guerra en Buenaventura
El presidente Petro lideró consejo de seguridad en la zona y, en vez de la militarización que pedía la Gobernación del Valle, anunció cupos de educación superior para jóvenes. Kimberly murió el pasado 5 de julio, después de haber sido herida por una bala perdida que la impactó en la cabeza, producto de la guerra entre bandas criminales.
Valentina Parada Lugo
Cuando a Ingrid Quiñonez la llamaron a decirle que su hija Kimberly había sido herida por una bala perdida, no pudo hacer otra cosa que pensar en que se estaba repitiendo la historia. Dos años atrás, en mayo, ella había sido víctima también de una bala perdida cuando vivía en el barrio Bellavista, en Buenaventura. Entró por el techo de zinc a su vivienda y la hirió en una pierna. Dice que corrió con una suerte con la que no contó su hija el pasado 1 de julio, cuando recibió un impacto de bala en la cabeza mientras estaba en el andén de su casa jugando, como haría cualquier niña de siete años un sábado en la tarde.
Kimberly murió en la Clínica Imbanaco de Cali después de luchar por su vida durante cuatro días. Antes había sido internada en la clínica Santa Sofía de Buenaventura, pero como es apenas un hospital de segundo nivel, no tuvieron la capacidad para atenderla. Su velación fue el pasado 6 de julio en la funeraria Los Olivos, en el Distrito. La sala la llenaron de flores blancas y rosas naranjas, con las que decoraron el pequeño ataúd. La familia puso globos blancos sobre las paredes justo antes de que llegara el ministro de Defensa, Iván Velásquez, junto al comandante de la Policía, William René Salamanca y otros oficiales de la cúpula militar, a acompañar la familia. Eran las 10 de la noche. Ingrid, aunque dice que estaba nublada ese día, recuerda que el ministro le dijo que garantizarían que casos como el que vivió su hija no se repitan.
“En 2021 me fui de Bellavista huyendo de la violencia de la Comuna 7 y por la bala perdida que casi me mata. Y ahora que llego al barrio R9 me quitan a mi hija, con la mala suerte de que no sobrevivió”, cuenta por teléfono mientras se alista para ir a la misa en la funeraria el 7 de julio, el mismo día que el presidente Gustavo Petro y los ministros del Interior, Vivienda, Agricultura, Educación y Salud llegaron hasta el Distrito para liderar un consejo de seguridad extraordinario y un Diálogo Social con los bonaverenses en el Coliseo Roberto Lozano Batalla, en el centro.
“En 2021 me fui de Bellavista huyendo de la violencia de la Comuna 7 y por la bala perdida que casi me mata. Y ahora que llego al barrio R9 me quitan a mi hija, con la mala suerte de que no sobrevivió”
Ingrid Quiñonez, madre de Kimberly
Lea también: “Este Gobierno los quiere estudiando”: Petro a los jóvenes de Buenaventura
Ingrid tiene la voz ronca y bajita. Es cortante y sólo tiene una certeza: “Yo sé que a mi hija me la mató esta guerra de bandas a la que nos tienen sometidos”. Ahora le quedan dos hijas más, una de 13 años y otra de uno. Por esos días, cuando la tragedia se repitió en su familia, desde Buenaventura se empezaron a difundir videos por redes sociales de la banda Los Roberts, en las que amenazaban con exterminar a Los Jalisco, un nuevo grupo criminal que, según ellos, quiere disputarse territorio en la Comuna 12, la más grande del Distrito. Ni ella ni su familia saben qué son Los Roberts ni Los Jalisco. O quizás sí, pero no se atreven a hablar del tema.
Ese viernes 7 de julio, mientras la familia Quiñonez se preparaba para enterrar el cuerpo de Kimberly, el presidente Gustavo Petro aterrizó en Buenaventura sobre el mediodía. Llegó después de casi dos horas de recorrido desde Bogotá; en el aeropuerto de Catam salió en su avión presidencial hasta Cali. Allí voló hasta el Puerto en un avión de la Fuerza Aérea y después abordó un helicóptero hasta la Brigada de Infantería de Marina de la Armada Nacional.
Cuando Petro y los ministros aterrizaron en la Brigada los recibió la cúpula militar formada en calle de honor en primera línea. Pero detrás de ellos, quizá a unos 50 metros, sobre la puerta de la Brigada, esperaban siete enfermeras del Hospital Luis Ablanque de la Plata, el más importante de Buenaventura. Un funcionario de presidencia se les acercó para darles indicaciones sobre el protocolo en caso de alguna emergencia de salud. Una de las enfermeras contó que en las últimas dos semanas se han duplicado los pacientes que ingresan por heridas de gravedad, producto de la guerra entre bandas criminales.
Entre ellas hablaron del caso de Kimberly y recordaron que por la gravedad de sus heridas tuvieron que trasladarla de urgencia de Buenaventura a Cali. “Fueron más de tres horas de trayecto”, explicó una de las enfermeras. Y en esas tres horas se jugaba la vida. “Que el Puerto más importante de Colombia sólo tenga un hospital de segundo nivel, es una causal de violencia también”, dijo mientras salía del Batallón hacia el Hospital.
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La llegada del presidente Petro al Distrito no fue únicamente para anunciar medidas de seguridad y en materia de orden público. De hecho, la gobernadora del Valle, Clara Luz Roldán, había pedido a través de redes sociales al Gobierno Nacional que militarizaran Buenaventura; pero el ministro de Defensa, desde que llegó al territorio el miércoles 5 de julio, descartó esa posibilidad, a pesar de que anunció que sí reforzarían la presencia de Fuerza Pública sobre todo en la Comuna 12.
Ese es el “pedazo” más grande de Buenaventura, compuesta por casi 25 barrios y unas tres invasiones. Dennis Huffington, investigador de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) en el Pacífico, mencionó que durante tregua entre Los Shottas y Los Espartanos (los dos grupos armados más grandes de la zona urbana), se aumentó la violencia silenciosa en la Comuna 12. “Esa tregua bajó los índices de violencia más bélica, pero otros grupos armados aprovecharon para aumentar su presencia territorial justo en esa Comuna, en zonas donde no tenían control”, explicó.
La disputa en la Comuna 12, según Huffington, tiene sus raíces en que esa siempre ha sido la trinchera de Los Shottas, pero de hace un año para acá, los Espartanos quisieron empezar a tomar control territorial por las ventajas que tiene estar casi a borde de carretera saliendo para el Bajo Calima. Leonard Rentería, líder juvenil y ahora precandidato a la alcaldía de Buenaventura, cuenta que esa zona del municipio tiene poca presencia de Policía, que suele concentrarse en la guerra en la Comuna 7, en el barrio Juan XXIII, donde constantemente se escucha el fuego cruzado. “A veces disparan aquí para distraer a la Fuerza Pública y que se vengan para acá, pero cometer crímenes en otro lado, como en la 12″, dijo.
“Que el Puerto más importante de Colombia sólo tenga un hospital de segundo nivel, es una causal de violencia también”
Enfermera del Hospital Luis Ablanque de la Plata
Desde que en Buenaventura se empezó a hablar de Paz Total, el comisionado de Paz, Danilo Rueda, incluyó, inicialmente, a Los Shottas y los Espartanos. Fue hasta mayo de 2022, que monseñor Rubén Darío Jaramillo aseguró que también estaban en acercamientos con Los Roberts, una tercera banda criminal que hasta meses atrás era un brazo armado de los mismos Shottas, pero por disputas internas se dividieron y se volvieron rivales.
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Ahora hay un actor más que suena en el Distrito, Los Jalisco. Los habitantes de Buenaventura dicen estar seguros de que nada tienen que ver con carteles mexicanos que llevan el mismo nombre, aunque las autoridades militares no lo descartan. Es un secreto a voces que una de las cabezas detrás del conflicto es Diego Fernando Bustamante, conocido como “Diego Optra”, el jefe de la antigua banda La Local, quien había sido capturado en 2019 en Antioquia y quedó libre en septiembre del año pasado por vencimiento de términos. Desde que cayó preso se fragmentó La Local y se convirtieron en Los Shottas y Los Espartanos. Pero con su regreso hay más incertidumbres que certezas.
Esos temas estuvieron en la agenda del consejo de seguridad que lideró el presidente junto a gobernantes locales y departamentales. Después de ese encuentro, que duró poco más de dos horas el pasado 7 de julio, que el presidente llegó al Coliseo Roberto Lozano Batalla para atender las necesidades de las comunidades. Ese día, entre el público había más jóvenes y niños que adultos. Las escuelas públicas del Distrito suspendieron las clases en la tarde y movilizaron sus estudiantes a escuchar a Petro y a Francia Márquez.
A la salida del presidente, se escuchó con fuerza la ovación del público. El himno nacional lo entonaron niños del coro Cimarrón, entre los 6 y 15 años. No es fortuito que casi todos los actos ceremoniales y simbólicos con los que los bonaverenses recibieron a Petro estuvieron liderados por niñas y niños. En ese escenario interpretaron la canción emblema de José Luis Perales. “Que canten los niños que viven en paz, y aquellos que sufren dolor; que canten por esos que no cantarán, porque han apagado su voz”.
Quizá la voz que se apagó y a la que se refieren sea a la Kimberly, la niña de la que todo mundo habla en las calles, aun sin conocerla. Su historia apagó el espíritu de muchas familias que temen que a sus hijos les pase lo mismo. José Luis Rojas, el consejero departamental de Paz, por ejemplo, asegura que el miedo con el que se acuestan en las noches es igual para todos, pero sobre todo para los más pequeños. Y no lo dice como funcionario público, sino como un padre que decidió sacar a sus dos hijos pequeños del Distrito para protegerlos de la guerra urbana. “Nuestro desplazamiento ya no es masivo por ser familiar, sino por la cantidad de niños que estamos mandando a Cali o a otros municipios del Valle para salvarles de una bala perdida”.
👉 Lea más sobre el Congreso, el gobierno Petro y otras noticias del mundo político.
Cuando a Ingrid Quiñonez la llamaron a decirle que su hija Kimberly había sido herida por una bala perdida, no pudo hacer otra cosa que pensar en que se estaba repitiendo la historia. Dos años atrás, en mayo, ella había sido víctima también de una bala perdida cuando vivía en el barrio Bellavista, en Buenaventura. Entró por el techo de zinc a su vivienda y la hirió en una pierna. Dice que corrió con una suerte con la que no contó su hija el pasado 1 de julio, cuando recibió un impacto de bala en la cabeza mientras estaba en el andén de su casa jugando, como haría cualquier niña de siete años un sábado en la tarde.
Kimberly murió en la Clínica Imbanaco de Cali después de luchar por su vida durante cuatro días. Antes había sido internada en la clínica Santa Sofía de Buenaventura, pero como es apenas un hospital de segundo nivel, no tuvieron la capacidad para atenderla. Su velación fue el pasado 6 de julio en la funeraria Los Olivos, en el Distrito. La sala la llenaron de flores blancas y rosas naranjas, con las que decoraron el pequeño ataúd. La familia puso globos blancos sobre las paredes justo antes de que llegara el ministro de Defensa, Iván Velásquez, junto al comandante de la Policía, William René Salamanca y otros oficiales de la cúpula militar, a acompañar la familia. Eran las 10 de la noche. Ingrid, aunque dice que estaba nublada ese día, recuerda que el ministro le dijo que garantizarían que casos como el que vivió su hija no se repitan.
“En 2021 me fui de Bellavista huyendo de la violencia de la Comuna 7 y por la bala perdida que casi me mata. Y ahora que llego al barrio R9 me quitan a mi hija, con la mala suerte de que no sobrevivió”, cuenta por teléfono mientras se alista para ir a la misa en la funeraria el 7 de julio, el mismo día que el presidente Gustavo Petro y los ministros del Interior, Vivienda, Agricultura, Educación y Salud llegaron hasta el Distrito para liderar un consejo de seguridad extraordinario y un Diálogo Social con los bonaverenses en el Coliseo Roberto Lozano Batalla, en el centro.
“En 2021 me fui de Bellavista huyendo de la violencia de la Comuna 7 y por la bala perdida que casi me mata. Y ahora que llego al barrio R9 me quitan a mi hija, con la mala suerte de que no sobrevivió”
Ingrid Quiñonez, madre de Kimberly
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Ingrid tiene la voz ronca y bajita. Es cortante y sólo tiene una certeza: “Yo sé que a mi hija me la mató esta guerra de bandas a la que nos tienen sometidos”. Ahora le quedan dos hijas más, una de 13 años y otra de uno. Por esos días, cuando la tragedia se repitió en su familia, desde Buenaventura se empezaron a difundir videos por redes sociales de la banda Los Roberts, en las que amenazaban con exterminar a Los Jalisco, un nuevo grupo criminal que, según ellos, quiere disputarse territorio en la Comuna 12, la más grande del Distrito. Ni ella ni su familia saben qué son Los Roberts ni Los Jalisco. O quizás sí, pero no se atreven a hablar del tema.
Ese viernes 7 de julio, mientras la familia Quiñonez se preparaba para enterrar el cuerpo de Kimberly, el presidente Gustavo Petro aterrizó en Buenaventura sobre el mediodía. Llegó después de casi dos horas de recorrido desde Bogotá; en el aeropuerto de Catam salió en su avión presidencial hasta Cali. Allí voló hasta el Puerto en un avión de la Fuerza Aérea y después abordó un helicóptero hasta la Brigada de Infantería de Marina de la Armada Nacional.
Cuando Petro y los ministros aterrizaron en la Brigada los recibió la cúpula militar formada en calle de honor en primera línea. Pero detrás de ellos, quizá a unos 50 metros, sobre la puerta de la Brigada, esperaban siete enfermeras del Hospital Luis Ablanque de la Plata, el más importante de Buenaventura. Un funcionario de presidencia se les acercó para darles indicaciones sobre el protocolo en caso de alguna emergencia de salud. Una de las enfermeras contó que en las últimas dos semanas se han duplicado los pacientes que ingresan por heridas de gravedad, producto de la guerra entre bandas criminales.
Entre ellas hablaron del caso de Kimberly y recordaron que por la gravedad de sus heridas tuvieron que trasladarla de urgencia de Buenaventura a Cali. “Fueron más de tres horas de trayecto”, explicó una de las enfermeras. Y en esas tres horas se jugaba la vida. “Que el Puerto más importante de Colombia sólo tenga un hospital de segundo nivel, es una causal de violencia también”, dijo mientras salía del Batallón hacia el Hospital.
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La llegada del presidente Petro al Distrito no fue únicamente para anunciar medidas de seguridad y en materia de orden público. De hecho, la gobernadora del Valle, Clara Luz Roldán, había pedido a través de redes sociales al Gobierno Nacional que militarizaran Buenaventura; pero el ministro de Defensa, desde que llegó al territorio el miércoles 5 de julio, descartó esa posibilidad, a pesar de que anunció que sí reforzarían la presencia de Fuerza Pública sobre todo en la Comuna 12.
Ese es el “pedazo” más grande de Buenaventura, compuesta por casi 25 barrios y unas tres invasiones. Dennis Huffington, investigador de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares) en el Pacífico, mencionó que durante tregua entre Los Shottas y Los Espartanos (los dos grupos armados más grandes de la zona urbana), se aumentó la violencia silenciosa en la Comuna 12. “Esa tregua bajó los índices de violencia más bélica, pero otros grupos armados aprovecharon para aumentar su presencia territorial justo en esa Comuna, en zonas donde no tenían control”, explicó.
La disputa en la Comuna 12, según Huffington, tiene sus raíces en que esa siempre ha sido la trinchera de Los Shottas, pero de hace un año para acá, los Espartanos quisieron empezar a tomar control territorial por las ventajas que tiene estar casi a borde de carretera saliendo para el Bajo Calima. Leonard Rentería, líder juvenil y ahora precandidato a la alcaldía de Buenaventura, cuenta que esa zona del municipio tiene poca presencia de Policía, que suele concentrarse en la guerra en la Comuna 7, en el barrio Juan XXIII, donde constantemente se escucha el fuego cruzado. “A veces disparan aquí para distraer a la Fuerza Pública y que se vengan para acá, pero cometer crímenes en otro lado, como en la 12″, dijo.
“Que el Puerto más importante de Colombia sólo tenga un hospital de segundo nivel, es una causal de violencia también”
Enfermera del Hospital Luis Ablanque de la Plata
Desde que en Buenaventura se empezó a hablar de Paz Total, el comisionado de Paz, Danilo Rueda, incluyó, inicialmente, a Los Shottas y los Espartanos. Fue hasta mayo de 2022, que monseñor Rubén Darío Jaramillo aseguró que también estaban en acercamientos con Los Roberts, una tercera banda criminal que hasta meses atrás era un brazo armado de los mismos Shottas, pero por disputas internas se dividieron y se volvieron rivales.
No se pierda: El secuestro de la sargento Ramírez y sus hijos “nunca debió haberse dado”: Petro
Ahora hay un actor más que suena en el Distrito, Los Jalisco. Los habitantes de Buenaventura dicen estar seguros de que nada tienen que ver con carteles mexicanos que llevan el mismo nombre, aunque las autoridades militares no lo descartan. Es un secreto a voces que una de las cabezas detrás del conflicto es Diego Fernando Bustamante, conocido como “Diego Optra”, el jefe de la antigua banda La Local, quien había sido capturado en 2019 en Antioquia y quedó libre en septiembre del año pasado por vencimiento de términos. Desde que cayó preso se fragmentó La Local y se convirtieron en Los Shottas y Los Espartanos. Pero con su regreso hay más incertidumbres que certezas.
Esos temas estuvieron en la agenda del consejo de seguridad que lideró el presidente junto a gobernantes locales y departamentales. Después de ese encuentro, que duró poco más de dos horas el pasado 7 de julio, que el presidente llegó al Coliseo Roberto Lozano Batalla para atender las necesidades de las comunidades. Ese día, entre el público había más jóvenes y niños que adultos. Las escuelas públicas del Distrito suspendieron las clases en la tarde y movilizaron sus estudiantes a escuchar a Petro y a Francia Márquez.
A la salida del presidente, se escuchó con fuerza la ovación del público. El himno nacional lo entonaron niños del coro Cimarrón, entre los 6 y 15 años. No es fortuito que casi todos los actos ceremoniales y simbólicos con los que los bonaverenses recibieron a Petro estuvieron liderados por niñas y niños. En ese escenario interpretaron la canción emblema de José Luis Perales. “Que canten los niños que viven en paz, y aquellos que sufren dolor; que canten por esos que no cantarán, porque han apagado su voz”.
Quizá la voz que se apagó y a la que se refieren sea a la Kimberly, la niña de la que todo mundo habla en las calles, aun sin conocerla. Su historia apagó el espíritu de muchas familias que temen que a sus hijos les pase lo mismo. José Luis Rojas, el consejero departamental de Paz, por ejemplo, asegura que el miedo con el que se acuestan en las noches es igual para todos, pero sobre todo para los más pequeños. Y no lo dice como funcionario público, sino como un padre que decidió sacar a sus dos hijos pequeños del Distrito para protegerlos de la guerra urbana. “Nuestro desplazamiento ya no es masivo por ser familiar, sino por la cantidad de niños que estamos mandando a Cali o a otros municipios del Valle para salvarles de una bala perdida”.
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