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                                                                                                                                La cacerola, personaje de este año en Colombia

                                                                                                                                El director de El Espectador y su percepción de un 2019 marcado al final por las movilizaciones ciudadanas, en una demostración histórica de protesta legítima y civismo contra la violencia.

                                                                                                                                Fidel Cano Correa

                                                                                                                                “Con ese acto simple pero potente de agarrar a golpes aquel utensilio se rompieron muchas lógicas perversas en Colombia”. / Mauricio Alvarado - El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En ese instante, el desenlace estaba cantado; el mismo de siempre: el vandalismo y los encapuchados tomarían el protagonismo, la respuesta oficial tendría toda la justificación para acudir a la violencia y defender lo que es de todos, la protesta se estigmatizaría, las exigencias perderían peso, la presión bajaría… Todos a sus casas, que la función ha terminado. Y ya.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ya no importaron tanto las peticiones particulares y particularistas del Comité del Paro que convocó ese 21N y que apenas fue el detonante de algo mucho mayor: de un estado de malestar ciudadano. De malestar, precisamente, con que la historia se repita y se repita, y nada pase.

                                                                                                                                Sí, claro, hay explicaciones profundas para el fenómeno. La desigualdad quizá sea el problema central que explique el estallido, pero el cansancio es más porque esa desigualdad y tantas frustraciones acumuladas parezcan algo casi que natural, inexorable, apenas un asunto reparable con caridad o subsidios, con las sobras.

                                                                                                                                De esas cosas profundas, del “sistema”, habrá que hablar por supuesto y muy en serio. Pero la cacerola es el personaje de este año en Colombia, no solamente por la novedad de esta representación del malestar en el país —aun cuando no responda a su uso histórico original, como lo explicó Héctor Abad en una columna en este diario—, sino también porque con ese acto simple pero potente de agarrar a golpes aquel utensilio se rompieron muchas lógicas perversas en Colombia.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Un miedo que se volvió a sentir de manera más cruda con el ataque incomprensible e indefendible contra Dilan Cruz y sus horas de agonía hasta la muerte. El ambiente de rabia, entendible, crecía con las horas y la tensión entre esa ciudadanía que se veía agredida por su propio Estado y los representantes de ese Estado que intentaban minimizar lo sucedido era una invitación directa a que la violencia triunfara esta vez, otra vez. Y no. De nuevo la cacerola estuvo ahí, como desfogue, como protesta, como declaración de principios en contra de más violencia.

                                                                                                                                En estos días tan confusos, algún chileno que compartía su visión de lo que pasa en su patria se preguntaba: “¿Cómo es que en un país que ha vivido en medio de la violencia por tantos años las protestas han resultado mucho menos violentas que en Chile?”. Tremenda pregunta.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Y sí. ¿Por qué la violencia —que siempre ha servido para enrutar por el mismo cauce, el único, nuestra historia cuando se quiere ir por uno diferente— no se ha impuesto esta vez? ¿Por qué, mejor dicho, la cacerola, una cacerola tan potente que transformó nuestra realidad, llega a ser el personaje del año en Colombia?

                                                                                                                                Aventuro una interpretación, quizá demasiado celebratoria.

                                                                                                                                Razones para hacer sonar la cacerola hay, por supuesto, millones y se han visto en las variopintas protestas de este fin de año en el país. Pero lo que las ha hecho sonar tan fuerte hasta conseguir que la violencia dé un paso atrás ha sido el convencimiento de que la oportunidad que nos puso un proceso de paz como el que se tramitó con las Farc no la podemos dejar pasar.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Estos años de construcción de paz, de ver historias de reconciliación en medio de la gritería ideológica o partidista, de escuchar el perdón otorgado por tantas víctimas y la transformación reflexiva de tantos victimarios mientras los oportunistas escupen odio, de entender que somos mejores seres humanos lejos de la violencia aunque pensemos muy diferente, que los años de dolor se pueden dejar a un lado para que florezcan todas esas causas de esta nueva ciudadanía que hemos visto en la calle, todo eso, pienso o sueño, es lo que ha hecho sonar tan fuertes y afinadas estas cacerolas para arrinconar la violencia y el rencor.

                                                                                                                                Y si no estoy equivocado, que sigan sonando más duro esas cacerolas que han permitido esta vez que nuestra historia tenga la libertad de ser escrita de nuevo y no ser solamente repetida, como era siempre.

                                                                                                                                “Con ese acto simple pero potente de agarrar a golpes aquel utensilio se rompieron muchas lógicas perversas en Colombia”. / Mauricio Alvarado - El Espectador
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                En ese instante, el desenlace estaba cantado; el mismo de siempre: el vandalismo y los encapuchados tomarían el protagonismo, la respuesta oficial tendría toda la justificación para acudir a la violencia y defender lo que es de todos, la protesta se estigmatizaría, las exigencias perderían peso, la presión bajaría… Todos a sus casas, que la función ha terminado. Y ya.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Ya no importaron tanto las peticiones particulares y particularistas del Comité del Paro que convocó ese 21N y que apenas fue el detonante de algo mucho mayor: de un estado de malestar ciudadano. De malestar, precisamente, con que la historia se repita y se repita, y nada pase.

                                                                                                                                Sí, claro, hay explicaciones profundas para el fenómeno. La desigualdad quizá sea el problema central que explique el estallido, pero el cansancio es más porque esa desigualdad y tantas frustraciones acumuladas parezcan algo casi que natural, inexorable, apenas un asunto reparable con caridad o subsidios, con las sobras.

                                                                                                                                De esas cosas profundas, del “sistema”, habrá que hablar por supuesto y muy en serio. Pero la cacerola es el personaje de este año en Colombia, no solamente por la novedad de esta representación del malestar en el país —aun cuando no responda a su uso histórico original, como lo explicó Héctor Abad en una columna en este diario—, sino también porque con ese acto simple pero potente de agarrar a golpes aquel utensilio se rompieron muchas lógicas perversas en Colombia.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                En estos días tan confusos, algún chileno que compartía su visión de lo que pasa en su patria se preguntaba: “¿Cómo es que en un país que ha vivido en medio de la violencia por tantos años las protestas han resultado mucho menos violentas que en Chile?”. Tremenda pregunta.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Y sí. ¿Por qué la violencia —que siempre ha servido para enrutar por el mismo cauce, el único, nuestra historia cuando se quiere ir por uno diferente— no se ha impuesto esta vez? ¿Por qué, mejor dicho, la cacerola, una cacerola tan potente que transformó nuestra realidad, llega a ser el personaje del año en Colombia?

                                                                                                                                Aventuro una interpretación, quizá demasiado celebratoria.

                                                                                                                                Razones para hacer sonar la cacerola hay, por supuesto, millones y se han visto en las variopintas protestas de este fin de año en el país. Pero lo que las ha hecho sonar tan fuerte hasta conseguir que la violencia dé un paso atrás ha sido el convencimiento de que la oportunidad que nos puso un proceso de paz como el que se tramitó con las Farc no la podemos dejar pasar.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Estos años de construcción de paz, de ver historias de reconciliación en medio de la gritería ideológica o partidista, de escuchar el perdón otorgado por tantas víctimas y la transformación reflexiva de tantos victimarios mientras los oportunistas escupen odio, de entender que somos mejores seres humanos lejos de la violencia aunque pensemos muy diferente, que los años de dolor se pueden dejar a un lado para que florezcan todas esas causas de esta nueva ciudadanía que hemos visto en la calle, todo eso, pienso o sueño, es lo que ha hecho sonar tan fuertes y afinadas estas cacerolas para arrinconar la violencia y el rencor.

                                                                                                                                Y si no estoy equivocado, que sigan sonando más duro esas cacerolas que han permitido esta vez que nuestra historia tenga la libertad de ser escrita de nuevo y no ser solamente repetida, como era siempre.

                                                                                                                                Por Fidel Cano Correa

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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