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El Gobierno suspendió el cese al fuego bilateral con el Ejército de Liberación Nacional (Eln). Así lo comunicó en la mañana de este miércoles el ministro del Interior y portavoz del Gobierno, Alfonso Prada, tras la confusión que generó el presidente Gustavo Petro el pasado 31 de diciembre cuando anunció, por Twitter y sin previa discusión ni acuerdo con el Eln, la suspensión del accionar de las armas mientras avanzan los diferentes ciclos de conversación entre ambas partes, el primero de estos concluido el pasado 12 de diciembre.
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En ese primer ciclo de diálogos, que se desarrolló en Caracas (Venezuela), se pactaron alivios humanitarios en cárceles y territorios del Pacífico, pero no se acordó un cese bilateral de hostilidades. Ni siquiera se discutió. Así lo reconoció el Eln en un comunicado que dieron a conocer el pasado lunes y en el que básicamente desmienten el anunció que hizo el presidente Petro.
Tras ese paso en falso, ambas partes sugirieron que la propuesta se llevará a la mesa de diálogos para su discusión y, por lo pronto, el Gobierno invitó a la guerrilla a una tregua hasta que inicie el segundo ciclo de conversaciones en México, que se prevé para finales de este mes. Pero este tipo de decisiones son de las más difíciles de concertar porque tienen detrás un andamiaje técnico, temas tácticos y otras complicaciones de mucha filigrana como para ser acordados en un primer ciclo. Y mucho menos para declararse de forma unilateral.
El primer punto a considerar es que, en este caso, el Gobierno falló al acelerarse y saltarse procedimientos, a pesar de que varios sectores afines a la paz cuestionaron la actitud de la guerrilla y hasta calificaron como “un sabotaje” su pronunciamiento. “El Eln no se ha movido un centímetro de las reglas de juego iniciales. Todo se define en la mesa y es un principio de cualquier negociación”, explica María Camila Moreno, directora del Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ, por sus siglas en inglés).
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El tiempo adecuado para acordar un cese bilateral fue otro de los puntos que generó revuelo. De acuerdo con Moreno, esto no tiene que ser una camisa de fuerza y se debe dar según el contexto, las metodologías y situaciones que las partes quieran enfrentar. No obstante, Néstor Rosanía, director del Centro de Estudios en Seguridad y Paz, considera que lo común es que esta decisión se tome al final de los diálogos, o por lo menos durante el proceso, pero nunca al principio. “Se va construyendo agenda y se parte del principio de que ‘nada está acordado hasta que todo esté acordado’, como era el mantra de Juan Manuel Santos y Humberto De la Calle”, sostiene.
Bajo este postulado, los ceses al fuego bilaterales son un acuerdo al que se llega después de otros puntos, de tal forma que ambas partes se sientan respaldadas pues pausar las acciones militares tiene que ver con el hacer propio de la guerra. Como es ponerle freno a la acción armada, plantea Rosanía, la guerrilla suele sentirlo como una limitación porque es su “respaldo”. “Como es tan tensa la situación de lado y lado siempre se deja al final, no al principio, por eso fue extraño el anuncio”.
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Y para el senador Iván Cepeda (Pacto Histórico), parte de la delegación del Gobierno en la mesa con el Eln, en realidad esta decisión no debe tener una medida de tiempo tan rígida y se puede pactar en cualquier momento. “Se pueden desarrollar al comienzo, en medio y al final de un proceso de paz. Así se ha hecho en Colombia en múltiples oportunidades y en distintos contextos”, dice el congresista.
Lo que sí representa una complejidad real son los vericuetos que deben transitar las partes al definir los aspectos técnicos para el cese bilateral. Uno de esos es la separación de las tropas y los puntos de ubicación de estas, como argumenta Moreno: “En algunos ceses se establecen las zonas en que estará determinado ejército y no se pueden mover de ahí. Alrededor de esa separación de tropas gira todo el cese. Hay contextos en que es factible y zonas donde las confrontaciones armadas tienen una limitación clara”.
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Por su parte, para redondear la idea de por qué “lo que menos quiere” un grupo armado en un primer momento de cualquier negociación es el cese bilateral de hostilidades, Rosanía expone que la concentración de la fuerza es una irrupción a la tradicional estrategia guerrillera. “Lo primero que aprendieron fue la movilidad. Cuando se queda quieta una guerrilla, está muerta. Siempre se están moviendo y llegar a un cese al fuego es hacer que pierdan movilidad y por eso se hace al final”.
Pero en el caso del conflicto con el Eln esto no es nada viable, teniendo en cuenta que es un grupo que tiene presencia en todo el territorio nacional y no tiene un funcionamiento similar a las extintas Farc, sino que cada frente opera casi de forma autónoma. Además de la separación de tropas, hay otros aspectos que se deben acordar como el comportamiento de las partes, el cese de las operaciones ofensivas, cuando es viable una operación defensiva, el papel de las instituciones y finalmente cómo se hará la verificación de los posibles incumplimientos.
“En una realidad compleja como la colombiana se requiere establecer el rol de las autoridades municipales y departamentales. También los protocolos de comportamiento de las partes frente a las comunidades, para así definir el protocolo de verificación”, agrega Moreno.
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Como un último asunto están los mecanismos de verificación, que se suelen definir al final según las bases de lo que pacten las partes en las mesas de diálogos. Para esto debe haber también unas reglas de juego y la descripción de cómo las partes van a cumplir los compromisos. “Es un andamiaje que no es fácil, no es solo salir a anunciar el cese, sino acordar cómo se van a resolver los incidentes, cómo se comunica el mecanismo de verificación”, concluye Moreno sobre la necesidad de no dejar ningún tipo de zonas grises.
La verificación ha sido un tema históricamente complicado. En este punto suelen presentarse muchas diferencias y problemas por los ataques que se producen en medio del cese. “Por más pequeñas que sean las ofensivas, la verificación es un lío y siempre hay un rifirrafe, un traslado de culpas y la discusión sobre si son acciones defensivas u ofensivas. Verificar eso no es sencillo y es a nivel nacional”, remarca Rosanía, para quien este episodio “puede haber tocado la confianza del Eln hacia el Gobierno”.
Asimismo considera que puede configurarse en un revés para el proceso que la opinión pública evidencie que no hay tanta solidez como quizás se preveía y que no están tan definidas las cosas en la mesa de negociaciones. “Uno no ve claras las metodologías que se utilizan y no se sabe cuál es el ritmo. En el proceso con las Farc estaba clara Noruega como cabeza neutral visible. Acá no Hay mucha retórica desde el Gobierno y más ganas e ilusión que metodología y técnica”, advierte el director del Centro de Estudios en Seguridad y Paz.
Todo lo contrario sugieren desde la delegación del Gobierno. La consideración de Iván Cepeda es que con los decretos para la suspensión de actividades militares lo que se produjo fue “un avance”, si se tiene en cuenta que cuatro organizaciones estuvieron de acuerdo con entrar al cese bilateral. Y con el Eln, como lo dijo Prada en su anuncio, “se va a avanzar en la mesa de conversaciones”.
Por esto, el senador descarta que pueda haber una crisis en la coalición de gobierno o los partidos que acompañaron los proyectos relacionados con la paz le den la espalda a la agenda legislativa de este año relacionada con la paz, en la que se destaca la ley de acogimiento a la justicia, la alternatividad penal para campesinos para sustitución de economías ilegales y la modernización de la Policía. “Todo esto no tiene ninguna repercusión en cuanto al apoyo ni social ni político en el Congreso que afecte de alguna manera las fuerzas que respaldan el proceso de paz con el Eln y en general la política de ‘Paz total’”, expresa Cepeda.
En términos generales, en la coalición de gobierno hay confianza en que lo ocurrido no sera un problema para el trámite de estos proyectos. El senador Ariel Ávila intenta bajar la tensión al calificarlo como “un oso político” que en su concepto no tendrá ninguna consecuencia grave ni en la mesa de diálogos ni en las posiciones en el Congreso. “Es una vergüenza, sí, pero no es nada grave. No hay crisis política ni en la mesa de negociación. Se van a burlar del Gobierno un par de días, pero no pasa nada más”.
Así mismo lo considera la senadora Aida Avella (Pacto Histórico), quien resalta el compromiso del Congreso con la paz, independiente de los partidos. “Dentro de los partidos que apoyan al gobierno hay una enorme expectativa por lo que pueda pasar, pero hay muchos que tienen relación con regiones que han sufrido el flagelo del conflicto y no creo que se aparten”, apunta la congresista, quien lleva varios años buscando el cierre de los conflictos armados y por tanto reconoce que “hacer la paz no es fácil” por lo que no queda otra que “levantarse del tropiezo”.