“La Constitución de 1991 fue planteada para la paz, pero no ha sido así”: Lorenzo Muelas
Junto a Francisco Rojas Birry y Alonso Chepe Peña, fue uno de los tres representantes de las comunidades indígenas en la Asamblea Nacional de 1991. Habló de la importancia de la nueva Carta Magna para sus comunidades y cuestionó el cumplimiento de esta luego de 30 años de su redacción.
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Los hechos ocurridos en Cali la semana pasada evidenciaron nuevamente el racismo histórico hacia las comunidades indígenas. Y es que solo desde hace 30 años tienen pleno reconocimiento constitucional. Por eso, El Espectador habló con uno de los tres indígenas que participaron en la redacción de la Constitución de 1991, Lorenzo Muelas, para recordar la importancia que tuvo este proceso para estas comunidades, la huella que dejaron y las deudas que aún tiene el país para con ellos. Aunque destacó que fue la primera vez en 500 años que los escucharon políticamente, Muelas reconoce que “pecó de ingenuo” porque no se respetó lo que quedó consignado a favor de su gente.
¿Qué importancia tuvo para ustedes, como representantes indígenas, participar del proceso constituyente de 1991?
Fue muy importante. Hacía cinco siglos que estábamos esperando que el Estado colombiano nos reconociera los derechos de nuestra existencia. En todo ese tiempo, en el Cauca, hubo grandes dirigentes indígenas como Juan Tama de la Estrella, quien hacia finales del siglo XVII luchó para hacer reconocer por la Corona española el gran resguardo de los cinco Pueblos; posteriormente Manuel Quintín Lame, quien estuvo más de 200 veces en la cárcel y también luchó toda su vida buscando la legalidad de nuestra causa indígena. Después estuvieron nuestros abuelos y padres, y en ese momento nos tocó a nosotros. Por eso fue muy importante nuestra participación en 1991, y aunque no tuvimos un proyecto preparado, la iniciativa de que el Estado tenía que reconocer nuestra legalidad la tuvimos desde hacía mucho tiempo.
Siempre habíamos tenido unos representantes al Congreso, pero esos elegidos -liberales, conservadores o de izquierda- ni siquiera por decencia hicieron nunca un intento de presentar un proyecto de ley en favor de los indígenas. Por eso, en 1991, me dije: “Es ahora o nunca, tenemos que salir”. Porque se veía venir la Constituyente y nosotros no podíamos dejar pasar esa oportunidad. Me arriesgué y, en la aventura más grande de mi vida, me lancé a la Asamblea sin saber cuál era el camino, sin saber si podríamos llegar, sin saber, en caso de que llegáramos, con qué gente nos íbamos a aliar, sin tener conocimiento de qué venía pensando el resto de los delegatarios. Y considero que nos fue bien.
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¿Qué recuerda de Francisco Rojas. el otro constituyente indígena?
En realidad fuimos tres compañeros. Veníamos de tres movimientos diferentes: Francisco Rojas Birry de la ONIC (Organización Nacional Indígena de Colombia), quien al igual que yo vino por elección popular; Alonso Chepe Peña, quien llegó por un acuerdo entre el Gobierno y el Movimiento Armado Quintín Lame y nosotros, del Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia (Aico). Nos encontramos y pudimos concordar en que veníamos con un solo objetivo, aunque los pensamientos fueran diferentes. Hicimos un frente común, más los asesores y la demás gente que nos acompañaba. Creo que hicimos una buena llave y tuvimos un buen fin. Yo recuerdo mucho la importancia que tuvieron los dos compañeros míos.
¿Qué ambiente encontraron, hubo rechazo como indígenas en el proceso constituyente?
Tuvimos buen apoyo de muchos delegatarios progresistas, pero muchos otros -y el Gobierno mismo- estaban muy acostumbrados a que, en toda la existencia de la vida, fuéramos carga ladrillos y cuando llegamos a hablar de derechos de indígenas, autonomía indígena, eso no les pareció bueno. Por eso tuvimos muchas dificultades para la aprobación del poco reconocimiento que hoy tenemos en la Constitución. Trabajamos duro durante los cinco meses, cabildeamos con los otros delegatarios, muchos nos apoyaron y otros no, pero en todo caso logramos que se respaldara una buena parte de nuestro proyecto en la Comisión Segunda y en otras, como también en primera vuelta de la Plenaria. Sin embargo, cuando el articulado aprobado se llevó a la Comisión Codificadora que estaba sesionando en la finca Yerbabuena, de la Presidencia de la República, ordenaron que había que hacer lo que ellos llamaron “la peluqueada”. Y eso no solamente nos lo hicieron a nosotros.
¿Entonces no quedó todo de lo que ustedes propusieron?
Cuando el articulado vino de regreso para la segunda vuelta, que era la definitiva, llegó todo saqueado, con todo lo impuesto por el Gobierno. Un integrante de la Codificadora dijo ante la Plenaria: “(...) introdujimos algunas modificaciones, que no son de nuestra cosecha, son de la cosecha del Gobierno Nacional. Simplemente estamos diciendo que no fue la Comisión Codificadora la que aportó las modificaciones, que fue una solicitud del Gobierno”. Un asesor mío, Víctor Daniel Bonilla, alcanzó a leer primero y me llamó y me dijo: “Te vas para tu tierra con la cabeza gacha, para llegar allá diciendo que nos robaron, nos saquearon, llegamos a la Constituyente y no logramos hacer nada, te vas con la cabeza gacha o volvés un tierrero aquí”. Sabía que solamente con el tierrero, peleando, podríamos nosotros tratar de recuperar alguna parte, y eso fue lo que se hizo. Dimos una dura pelea y logramos recuperar algo de lo que nos habían saqueado entre el Gobierno y la Comisión Codificadora. No tenían interés de ayudarnos, lo que querían era que el sistema siguiera tal cual y que no hubiera cambios de fondo ni para la población colombiana ni mucho menos para nosotros los indígenas. Por eso he dicho que para lograr los artículos 329 y 330 de la Constitución, con sus respectivos parágrafos, hemos sudado gotas de sangre.
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Yo creo que el rechazo sí fue por ser indígenas porque a los indígenas ellos nos consideraban ya pasados en la historia, ya no existíamos, y los pocos que existíamos éramos unos pueblos liberales y otros conservadores, adictos a ellos. Entonces, ellos ya estaban muy acostumbrados, en 200 años de dominación, y no consideraban que nosotros podríamos hacer algo por la autonomía político-administrativa que queríamos. Ya no tenían en cuenta nuestra existencia. Por eso nos negaban.
¿Cuál fue la huella que dejaron ustedes en la Constitución?
En la anterior Constitución de 1886, los pueblos indígenas no existíamos. Así que diría que en esta Constitución la principal huella es que ahí estamos, reconocidos legalmente con algunos de nuestros derechos.
¿Cuáles fueron esos grandes logros que ustedes plantearon para la redacción de la nueva Constitución?
Por primera vez los indígenas llegamos allí con voz y voto en 500 años para reivindicar nuestros derechos. Para nosotros, así suframos o gocemos, la vida está en la raíz de la tierra. Por eso empezamos hablando de territorios y tierras para vivir en ellas, y así producir y vivir como indígenas dentro de nuestra cultura, nuestra tradición, con la naturaleza y en paz, no pensando nunca en meternos en el sistema capitalista, sino pensando en la vida. Eso era lo más importante que nosotros queríamos y sobre esa base armamos nuestro proyecto. Yo no fui a la Constituyente a otra cosa. Si conseguíamos algo más era ganancia, pero lo importante para nosotros era que el Estado nos reconociera lo que en ese entonces se llamó el “ordenamiento territorial” y los territorios indígenas, las tierras para vivir.
¿Cuáles fueron las grandes victorias del movimiento indígena en ese nuevo texto del 91?
1991 fue el año del reconocimiento del derecho indígena, que nunca antes lo tuvimos. Aunque hubo una ley, la 89 de 1890, que nos reconocía un territorio, una autoridad, ese reconocimiento era de una autoridad minusválida, un territorio minusválido, que solamente era para que viviéramos sirviéndolos a ellos, sirviendo a la politiquería, a la Iglesia y nada más. Nosotros en esa ley éramos reconocidos para que fuéramos pobres de solemnidad, además de habernos calificado como salvajes, semisalvajes, dementes, como incapaces de conducir nuestro destino.
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Por eso nuestra llegada a la Constituyente en 1991 fue muy importante. Hicimos unos cambios, logramos el reconocimiento de algunos de nuestros derechos, no todo lo que nosotros queríamos, pero sí hubo unos cambios muy importantes para los pueblos indígenas en Colombia.
¿Y en la realidad se ha aplicado lo que se consignó en la Constitución frente a los pueblos indígenas?
En la política y en la Constituyente creo que fui muy ingenuo, por no decir ignorante. Pensé que una vez reconocida la Constitución se respetaría lo que estaba plasmado en ella, pero nunca fue así. Ni el Gobierno ni los posteriores legisladores nos han respetado unos territorios que hemos hecho con tanto esfuerzo, unos resguardos que son legalmente reconocidos. Hoy están los petroleros, los mineros, los madereros penetrados allá. En este momento hay 83 resguardos en riesgo de extinción, en riesgo de desaparecer, en riesgo de ser invadidos. Estas tierras no le pertenecen al Estado, ni a los petroleros, ni a los mineros o madereros, en ellas son amos, dueños y señores los indígenas que habitan en esas regiones. Desde Guainía hasta el Amazonas, hay 83 resguardos que están en la mira de ellos. En unos ya han penetrado los petroleros, ya están allá y han violado hasta el derecho a la consulta previa, que el Gobierno está obligado a hacerla; ni una sola consulta han hecho a estas comunidades. Por eso me equivoqué en pensar que respetarían la Constitución.
Y la matanza que se viene dando. La Constitución de 1991 ha sido calificada como la de la paz, pero no ha sido así. En diciembre de ese mismo año, en el norte del Cauca, en una finca que se llama Lopezadentro, mataron 21 indígenas paeces, que hoy se denominan nasas, que estaban ocupando unas tierras que ellos consideraban suyas. Y ha seguido la matanza sistemática en todas las regiones, asesinatos de dirigentes indígenas, campesinos y otros, y no pasa nada.
Por eso me atrevo a pensar que fui demasiado ingenuo en creer en los legisladores, en la Constitución, creer que el Gobierno podía amparar a los pueblos indígenas, a los campesinos y a las comunidades afrodescendientes, a los que les sucede lo mismo. Hay una gran pregunta: ¿cuándo van a empezar a respetar a estos pobladores que nunca tuvieron derechos y por primera vez en la historia de Colombia tuvimos ese reconocimiento constitucional? Porque siguen usurpando las tierras, siguen asesinando indígenas. ¿Cuándo se van a dejar ver los que se consideran demócratas, civilizados, los que dicen que en Colombia podemos caber todos y podemos vivir en paz?
Se ve el rol que han tomado el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y otras organizaciones indígenas en las movilizaciones actuales, ¿esto hubiera podido pasar sin la Constitución de 1991?
Nunca un juez de la República dio un fallo a nuestro favor. Creemos mucho en la fuerza de la gente, por eso, sin la Constituyente, antes de 1991, nosotros hicimos muchas movilizaciones y pudimos recuperar tierras, se avanzó. En el Cauca, tanto el CRIC como el Movimiento de Autoridades Indígenas, también los arhuacos, los nariñenses, en muchas regiones del país, se recuperaron tierras sin la Constitución del 91, con la fuerza de la gente.
Hemos hablado del Derecho Mayor de los Pueblos Indígenas. Los arhuacos lo llaman la Ley de Origen, los uwas dicen la Ley Natural. Pero este derecho no estaba reconocido por ninguna norma en el país; sin embargo, eran muy válidos nuestros argumentos del derecho por la existencia misma por 10, 20, 30 mil años en este continente. A nosotros nos preguntaban que dónde estaba ese título del Derecho Mayor y decíamos que está escrito en las grandes rocas y que ahí estaban las huellas, tanto las de nosotros como las de los paeces, los arhuacos, los nariñenses, y muchos pueblos más. Y además que éramos los títulos vivientes que aquí estábamos con hambre, con necesidades. Y no exigimos nunca más nada, sino que nos devolvieran las tierras para trabajar, para no estar mendigando ni estar pidiendo un centavo al Gobierno. Solo queríamos que nos devolvieran las tierras para hacer frente y trabajar, para producir y para vivir de eso. Ese era el argumento nuestro.
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Entonces, mucho antes de la Constituyente y hasta la Constituyente, tanto el Cric como nosotros hacíamos movilizaciones grandes. En pleno debate de la Constitución, allí se movilizó mucha gente, tanto de la ONIC, como de las Autoridades Indígenas, del CIT de los arhuacos; todos ellos se movieron y nos apoyaron. Sin la Constituyente, sin el reconocimiento del Estado, la gente se movió. Por eso menciono que nunca un juez de la República dio un fallo a nuestro favor sobre ningún territorio. Pero sí se pudo ganar con la fuerza de la gente, con la movilización de la gente. Se avanzó antes de la Constituyente. La Constitución lo que hizo fue dar una reafirmación, un reconocimiento del derecho indígena en el marco legal de nuestro país.
La estigmatización y lo evidenciado en estos últimos días en Cali, ¿es un retroceso frente al texto constitucional?
La estigmatización la hemos llamado señalamiento. En todo este proceso que nosotros hemos dado, tanto la Onic, Cric, Aico, a eso toda la vida nos han señalado de comunistas y guerrilleros. Hasta en los púlpitos de la iglesia en mi propio pueblo nos señalaban diciendo: “Dejen a los dueños de esas tierras en paz y no causen daño, no piensen en recuperar esas tierras”. Decían que así muriéramos de hambre, nos invitaban para que fuéramos al reino de los cielos donde no hay dolor, donde no hay hambre, para irnos a vivir en paz allá. Para eso había que dejar esas tierras, para que los terratenientes vivieran en paz Y nosotros hicimos caso omiso al señalamiento de comunistas y guerrilleros, y nos aferramos a nuestro Derecho Mayor, la Ley de Origen, la Ley Natural, argumentando que ese era un derecho sobrenatural de nosotros. Con esa consigna salimos adelante y recuperamos las tierras.
No hay que olvidar que esa estigmatización que hoy hacen ha sido desde siempre. Esos señalamientos nunca nos los pudieron comprobar. Nosotros teníamos nuestra propia política, nuestra propia identidad, nuestra propia cultura, queríamos vivir con nuestra propia tradición en nuestros territorios, en paz.
¿Qué falta por desarrollar legalmente frente a lo que quedó consignado en la Constitución en temas de comunidades indígenas?
Hay varios reconocimientos que no se han desarrollado cabalmente en las leyes. Entre lo más importante, creo yo, está la Ley General de Ordenamiento Territorial. No pudimos. Aunque la Constitución reconoce, ni los posteriores legisladores ni el Gobierno han querido debatir y eso creo que ya no lo tendremos. Hicieron a su manera el ordenamiento territorial municipal. Últimamente hay una ley de regiones, que es posible también integrarnos en eso. Eso dependerá de la gente, de las autoridades indígenas, si están interesados en la regionalización y provincias, que ordena la Constitución.
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¿Qué faltó por hacer en la Constitución de 1991 en cuanto a las comunidades indígenas?
Nos negaron el derecho al subsuelo en nuestros territorios, que en mi proyecto traía ese reconocimiento. Lo negaron de tajo. Pero también nos negaron la objeción cultural. Tenía mi argumento que decía que a los lugares sagrados, a los sitios sagrados, hay que respetarlos. Así como nosotros no podemos ir a sembrar yuca ni papa en el Vaticano, ni tampoco en las iglesias, donde ellos consideran que es sagrado, a nosotros tampoco se nos pueden irrespetar nuestros lugares sagrados. Pero nos han irrespetado. Quería que nosotros pudiéramos objetar cualquier intervención en estos lugares y eso también nos lo negaron.