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Francia Márquez Mina es una negra de piel liza que bordea los 30 años de edad. Tiene dos hijos, es oriunda de la vereda Yolombó, municipio de Buenos Aires, en el norte del Cauca, zona donde se presentó el pasado martes la emboscada de las Farc que dejó 11 militares muertos y una gran indignación nacional, que trajo como consecuencia la orden presidencial de reanudar los bombardeos a los campamentos guerrilleros.
Es presidenta del Consejo Comunitario de su localidad y una de las líderes que junto a un puñado de mujeres marcharon hacia finales del año pasado hasta la Plaza de Bolívar en Bogotá, para denunciar el impacto ambiental que viven sus comunidades por cuenta de la minería. Por ese motivo fue declarada “objetivo militar” por los grupos armados ilegales que operan en la región, y por ello hoy sigue huyendo con sus hijos, siendo una familia más de las que a diario son desplazadas por la violencia en Colombia.
En momentos en que desde muchos sectores en el país se propone ponerle plazos al proceso de paz que se adelanta en La Habana entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc -o sino acabarlo-, y algunos hasta claman por el tronar de los cañones, Francia escribió una carta pública titulada ‘Situación que carcome mis entrañas’, refiriéndose a esa orden de retomar la ofensiva militar aérea por parte del Estado contra la subversión, en la que refleja el sentir de su comunidad –en la que confluyen afros, campesinos e indígenas—frente a una guerra sistemática que siempre les ha golpeado y les ha tocado sufrir.
“Hoy me encuentro desplazada, con el horizonte un poco perdido. Más aun, al saber que quizás regresar no será fácil. Más cuando la guerra absurda que no empezó hace 60 años sino hace 400, y que por más esfuerzos que hemos hecho, continúa bañando nuestros ríos de sangre, con la sangre de los que estamos abajo”, señala en su misiva. Para después adentrarse en el fatal ataque guerrillero de la semana pasada: “Lamenté profundamente la muerte de los militares, porque desafortunadamente son nuestros hermanos, primos o sobrinos que por no tener oportunidades para ir a una universidad, o tener un trabajo digno, la única opción que les queda, es irse a combatir en una guerra que no es de ellos, y que ni siquiera saben por qué empezó”.
“Muchos dicen que es para defender la patria, y yo me pregunto ¿cuál patria? ¿La patria de quién si desde la esclavización hasta hoy las 10 familias que se creen las herederas de la corona española, han ostentando el poder económico en este país, y han hecho lo que han querido con nosotros? Nos han llamado salvajes, esclavos, incivilizados, minorías, montañeros etc. Y todo eso les ha servido para justificar el negocio de la guerra”, dice Francia.
Y agrega: “Es por eso que los medios de comunicación ayer todo el día hablaron de los héroes de la patria, que en realidad son campesinos, que los usan el Estado para cuidar los intereses económicos de las 10 familias. Mucha gente diciendo con un odio profundo que salía desde sus corazones: ‘señor presidente, debe ordenar los bombardeos’”. Una actitud que para Francia es “irresponsable”, pues esos territorios, esos escenarios de la guerra, no están vacíos. En ellos viven niños, niñas, mujeres, mayores, jóvenes, familias, en general gente que nada tiene que ver con “esa maldita guerra absurda”.
“Pero claro la gente que dice eso es la que vive en la ciudad y nunca le ha tocado estar en medio del fuego cruzado, gente que no sabe lo que es tener los helicópteros encima de su casa disparando ráfagas. Los que no saben lo que significa que alguien vaya a su finca a desyerbar y cuando sienta que su azadón jaló el cable de la mina antipersonal que se había sembrado y que terminó con su vida partiéndole por la mitad, como pasó el año pasado con un miembro de la comunidad de la Alsacia. Gente que no sabe qué es vivir en una zona sin energía, sin agua potable, sin señal telefónica y además confinada todo el tiempo. Esa es la que dice: ‘señor presidente debe ordenar los bombardeos’”.
Y es que para Francia, la guerra es guerra venga de donde venga. “Lo que deberíamos estar exigiendo es la paz real para nuestros territorios. El departamento del Cauca ha sido bastante golpeado por la violencia, unas veces por la Farc, otras por paramilitares, y otras veces por el mismo Estado, y a ninguno le importa, o se ha puesto a mirar, que en últimas quienes terminamos, como decimos nosotros, ‘pagando los platos rotos’ somos las comunidades, afros, indígenas y campesinas”.
“No va haber paz con corrupción institucional, con destierro; no va a haber paz con amenazas de muerte a las comunidades y sus líderes y lideresas; no va haber paz ordenando bombardear los territorios. No va haber paz con explotación minera a gran escala. Las locomotoras del desarrollo sólo generan miseria, hambre, contaminación, guerra y muerte. No habrá paz con medios de comunicación desinformativos. Tener la cárcel más grande de América Latina en Jamundí tampoco traerá la paz”.
Al final de su escrito, Francia resume lo que en alma de caucana y luchadora social implica la verdadera paz: “El respeto a la vida y los territorios ancestrales de las comunidades afros, indígenas y campesinas. Implica que en Colombia exista la universidad más grande de América Latina donde a los estudiantes no se les saque de los salones de clase por no tener con qué pagar el semestre. La paz implica que en Bogotá y en Colombia no nos maten por ser negros o indígenas. La paz implica que los políticos no se roben la plata de la salud, que las mujeres podamos ser respetadas en nuestros derechos, que no seamos torturadas, abusadas sexualmente. Implica autonomía, respeto a la diferencia, a los saberes ancestrales. Implica la discusión y transformación del modelo de desarrollo que en últimas ha sido el causante de tanta guerra, no sólo en Colombia sino en el mundo”.
Por Redacción Política
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