La hora de la verdad
El informe de la Comisión es oportuno para el gobierno entrante de Gustavo Petro, si lo utiliza bien. Puede ser legitimador de lo que podría llamarse la “orientación petrista” y así fortalecer su propia credibilidad.
Rodrigo Pardo
Todo indica que el cambio de gobierno servirá como plataforma para el relanzamiento del proceso de paz. Para nadie es un secreto que el gobierno saliente mantuvo una versión minimista de lo pactado en La Habana, en buena medida porque la presencia de la comunidad internacional les puso límites a las intenciones de la administración Duque de restarle aún más protagonismo al proceso. El gobierno saliente mantuvo una versión reducida de los pactos con la Farc.
El nuevo gobierno ha dado señales claras de que retomará el entusiasmo que alcanzó a tener el Acuerdo en el mandato de Juan Manuel Santos, que le valió, de paso, el Premio Nobel de Paz al exmandatario y un reconocimiento universal. Y claro, con los primeros pasos y anuncios del presidente electo, Gustavo Petro, sus actitudes y anuncios han sido muy bien recibidos a nivel internacional. El rápido llamado del presidente Joe Biden, y los mensajes transmitidos por lenguaje no hablado, corroboran que en el resto del mundo se ve con mejores ojos el enfoque pro paz de la próxima administración que el del tímido apoyo de medias tintas del gobierno saliente.
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Por cierto, Petro demuestra, con mensajes claros y contundentes, cuál será el rumbo de la paz. El nombramiento en la Cancillería de Álvaro Leyva no podía ser más elocuente. Significa, ni más ni menos, que el nuevo gobierno cree -como el de Santos en el segundo cuatrienio- en la búsqueda de la paz con el apoyo de la comunidad internacional. Es decir, la reconciliación interna con el apoyo externo que, por cierto, ha dado señales evidentes de estar dispuesto a acompañar a Gustavo Petro.
Para más coincidencias, la formación del nuevo gobierno coincide con la entrega del informe de la Comisión de la Verdad. No solo a la opinión pública, sino a la comunidad internacional, encabezada por el secretario general de las Naciones Unidas. Es claro que en el resto del mundo los acuerdos de paz son mejor recibidos que los rezagos de mano dura. Y eso le otorga al nuevo gobierno la oportunidad de restablecer la alianza paz-comunidad internacional. En el informe de la Comisión se mencionan como objetivos el restablecimiento de lo ocurrido en el conflicto y la promoción del reconocimiento y de la convivencia en los territorios.
Es claro, entonces, que el próximo gobierno de Gustavo Petro se encontrará más cómodo que la saliente administración con las principales tendencias internacionales en lo que se refiere a temas que tienen efecto sobre Colombia. Pero estos tres elementos bien alineados podrían definir la línea de la próxima administración: la agenda petrista, definida durante la campaña; las recomendaciones de la Comisión de la Verdad -con evidentes coincidencias, sobre todo la importancia en consolidar la paz-, y el beneplácito de la comunidad internacional. Al nuevo gobierno, en pocas palabras, la aparición del informe de la Comisión le cayó del cielo y en el momento perfecto.
Y si bien habrá diferencias de enfoque en la plataforma petrista y el informe de la Comisión -sumadas a su distinta naturaleza y énfasis- también habrá puntos de convergencia. El proceso de paz se puede convertir en un gran punto de acercamiento que, además, definirá una línea de acción que puede llevar a otros puntos de convergencia.
Porque no existen lunas de miel eternas ni alianzas perpetuas. El propio informe de la Comisión de la Verdad hace énfasis en algunas de las realidades que pronto se convertirán en difíciles desafíos de la nueva administración. El daño moral y la crisis del respeto a la ética, entre muchas otras. Y por encima de todo, la persistencia del narcotráfico y del paramilitarismo. Y ojo: el arranque de Petro está generando expectativas muy altas que, desbordadas o mal enfrentadas, se pueden convertir en un bumerán.
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Pues si bien el cambio de gobierno ha generado expectativas en su luna de miel (¿a la usanza de ayer?) no se pueden minimizar los problemas pendientes. Cada día se habla más, por ejemplo, de un mayor deterioro de la economía y de la alta posibilidad de una prolongación del mal clima internacional. Hasta se habla también de la posibilidad de una recesión. ¿Llegaría a Colombia? ¿Cómo la afectaría? ¿En qué quedaría la agenda del Gobierno? ¿Cómo la enfrentarían el presidente Petro y su ministro Ocampo? Y tampoco se pueden desconocer otros asuntos que se han mantenido por años y sin clemencia contra el gobernante de turno, como el concepto de luna de miel con su inevitable fin.
El informe de la Comisión de la Verdad -que se terminará de ir conociendo poco a poco- llega en un buen momento para el nuevo gobierno. El panorama que allí muestra es complejo, pero tiene alguna cercanía con lo que podría ser su orientación política. Y se convierte, en consecuencia, en legitimador de lo que podría llamarse la “orientación petrista”. O al menos le da al nuevo equipo de gobierno la posibilidad de agarrarse de allí para fortalecer su propia credibilidad.
Todo indica que el cambio de gobierno servirá como plataforma para el relanzamiento del proceso de paz. Para nadie es un secreto que el gobierno saliente mantuvo una versión minimista de lo pactado en La Habana, en buena medida porque la presencia de la comunidad internacional les puso límites a las intenciones de la administración Duque de restarle aún más protagonismo al proceso. El gobierno saliente mantuvo una versión reducida de los pactos con la Farc.
El nuevo gobierno ha dado señales claras de que retomará el entusiasmo que alcanzó a tener el Acuerdo en el mandato de Juan Manuel Santos, que le valió, de paso, el Premio Nobel de Paz al exmandatario y un reconocimiento universal. Y claro, con los primeros pasos y anuncios del presidente electo, Gustavo Petro, sus actitudes y anuncios han sido muy bien recibidos a nivel internacional. El rápido llamado del presidente Joe Biden, y los mensajes transmitidos por lenguaje no hablado, corroboran que en el resto del mundo se ve con mejores ojos el enfoque pro paz de la próxima administración que el del tímido apoyo de medias tintas del gobierno saliente.
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Por cierto, Petro demuestra, con mensajes claros y contundentes, cuál será el rumbo de la paz. El nombramiento en la Cancillería de Álvaro Leyva no podía ser más elocuente. Significa, ni más ni menos, que el nuevo gobierno cree -como el de Santos en el segundo cuatrienio- en la búsqueda de la paz con el apoyo de la comunidad internacional. Es decir, la reconciliación interna con el apoyo externo que, por cierto, ha dado señales evidentes de estar dispuesto a acompañar a Gustavo Petro.
Para más coincidencias, la formación del nuevo gobierno coincide con la entrega del informe de la Comisión de la Verdad. No solo a la opinión pública, sino a la comunidad internacional, encabezada por el secretario general de las Naciones Unidas. Es claro que en el resto del mundo los acuerdos de paz son mejor recibidos que los rezagos de mano dura. Y eso le otorga al nuevo gobierno la oportunidad de restablecer la alianza paz-comunidad internacional. En el informe de la Comisión se mencionan como objetivos el restablecimiento de lo ocurrido en el conflicto y la promoción del reconocimiento y de la convivencia en los territorios.
Es claro, entonces, que el próximo gobierno de Gustavo Petro se encontrará más cómodo que la saliente administración con las principales tendencias internacionales en lo que se refiere a temas que tienen efecto sobre Colombia. Pero estos tres elementos bien alineados podrían definir la línea de la próxima administración: la agenda petrista, definida durante la campaña; las recomendaciones de la Comisión de la Verdad -con evidentes coincidencias, sobre todo la importancia en consolidar la paz-, y el beneplácito de la comunidad internacional. Al nuevo gobierno, en pocas palabras, la aparición del informe de la Comisión le cayó del cielo y en el momento perfecto.
Y si bien habrá diferencias de enfoque en la plataforma petrista y el informe de la Comisión -sumadas a su distinta naturaleza y énfasis- también habrá puntos de convergencia. El proceso de paz se puede convertir en un gran punto de acercamiento que, además, definirá una línea de acción que puede llevar a otros puntos de convergencia.
Porque no existen lunas de miel eternas ni alianzas perpetuas. El propio informe de la Comisión de la Verdad hace énfasis en algunas de las realidades que pronto se convertirán en difíciles desafíos de la nueva administración. El daño moral y la crisis del respeto a la ética, entre muchas otras. Y por encima de todo, la persistencia del narcotráfico y del paramilitarismo. Y ojo: el arranque de Petro está generando expectativas muy altas que, desbordadas o mal enfrentadas, se pueden convertir en un bumerán.
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Pues si bien el cambio de gobierno ha generado expectativas en su luna de miel (¿a la usanza de ayer?) no se pueden minimizar los problemas pendientes. Cada día se habla más, por ejemplo, de un mayor deterioro de la economía y de la alta posibilidad de una prolongación del mal clima internacional. Hasta se habla también de la posibilidad de una recesión. ¿Llegaría a Colombia? ¿Cómo la afectaría? ¿En qué quedaría la agenda del Gobierno? ¿Cómo la enfrentarían el presidente Petro y su ministro Ocampo? Y tampoco se pueden desconocer otros asuntos que se han mantenido por años y sin clemencia contra el gobernante de turno, como el concepto de luna de miel con su inevitable fin.
El informe de la Comisión de la Verdad -que se terminará de ir conociendo poco a poco- llega en un buen momento para el nuevo gobierno. El panorama que allí muestra es complejo, pero tiene alguna cercanía con lo que podría ser su orientación política. Y se convierte, en consecuencia, en legitimador de lo que podría llamarse la “orientación petrista”. O al menos le da al nuevo equipo de gobierno la posibilidad de agarrarse de allí para fortalecer su propia credibilidad.