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En Ituango, Antioquia, aprendió a tejer la vida, los vínculos y sus sueños, gracias a su mamá, que tenía como oficio la costura y, más que unir un hilo con otro, le enseñó a pensarse en colectivo. Por eso, cuando era niña, su familia, compuesta solo por mujeres, migró a Medellín para proteger la vida del conflicto armado y de la violencia patriarcal. En la capital antioqueña, Elizabeth Giraldo se hizo historiadora en la Universidad Nacional y hoy es la cabeza de lista al Senado por el único movimiento feminista Estamos Listas, que busca en estas elecciones obtener la personería jurídica. El Espectador conversó con la candidata.
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Apenas irrumpe en la escena nacional, por eso quisiera que nos cuente un poco cuál ha sido su trayectoria profesional.
Soy una trabajadora de las culturas y las artes, líder cultural en Medellín, en distintos espacios autónomos e institucionales, y también me he desempeñado como investigadora en este ámbito. Pertenezco a la Corporación Cultural Estanislao Zuleta y desde allí es que empieza ese gran deseo de la política con una perspectiva ciudadana. Son muchos años de trabajo movilizando la palabra, espacios de debate, de conversación pública, de reflexión, de pensamiento crítico. A la par, he sido profesora en universidades de Geografía e Historia. Tengo posgrados en Estudios Urbanos y Urbanismo, que los cursé por una preocupación hacia la ciudad, su vivencia cultural, como expresión de distintos poderes y fuerzas sociales que van configurando este territorio. Todo este recorrido me llevó al cooperativismo. Soy líder cooperativa, hago parte de Confiar y de su junta de vigilancia, y también un liderazgo de las mujeres en el cooperativismo.
¿Cómo llegó a Estamos Listas?
Todas las militantes llegamos invitadas por una amiga, compañera de trabajo o vecina. A mí me convidó Marta Restrepo, que es directiva de campaña. Con ella me conocía en espacios de diálogo ciudadano y en el cooperativismo. Durante el proceso para llegar al Concejo de Medellín, yo quería ser candidata, pero no era posible por una inhabilidad al haber firmado con el municipio un contrato como representante legal de una organización. Sin embargo, en el movimiento participé en la dirección de campaña para el Concejo y fui asesora política de nuestra concejala Dora Saldarriaga. Este fue un proceso importante para tomar la decisión de lanzarme como posible candidata al Senado.
No fue en el Concejo, pero sí en el Senado. ¿Qué significó entonces que esas aspiraciones llegaran a lo nacional y como cabeza de lista?
Fue muy bonito, porque nuestro proceso es interno y democrático. Yo fui elegida por mis compañeras para tener el primer lugar. Para mí fue una alegría y, a la vez, un sentido de responsabilidad con el movimiento. Esto me llenó de oportunidades de soñar, de tener ideas para dignificar el Congreso, que no debería ser la institución menos querida, porque es un espacio de la ciudadanía vital para la democracia, el control de poderes y la posibilidad de imaginar otro país.
¿Qué característica tiene la lista de Estamos Listas?
Soy cabeza visible, pero es muy importante comprender que es un trabajo colectivo de las once candidatas y todas las integrantes del movimiento por construir una senaduría colectiva. En ese sentido, somos una lista cerrada, porque partimos del principio justo del poder colectivo. En asamblea, decidimos las reglas de juego. Es decir, que la lista iba a tener 20 % de representación de mujeres afros, raizales y palenqueras; 20 % de mujeres LBT (lesbianas, bi y transexuales); 20 % de departamentos subrepresentados y el 40 % restante como lo definiera la mayoría. Como pauta también se pactó que los primeros cuatro puestos de la lista tuvieran representación de los grupos anteriormente descritos. En ese orden de ideas, tenemos compañeras de Caquetá, Quindío y San Andrés, como departamentos subrepresentados, candidatas afros que vienen de Barranquilla y el archipiélago, LBT que son de Cundinamarca y la capital. Las demás somos de Boyacá, Antioquia y Bogotá. Somos once mujeres con una base en el activismo y la movilización social y muy, muy trabajadoras. Tenemos un sueño muy grande que nos está esperando después del 13 de marzo, nos mueve, nos anima, con valentía y sin miedo. Es el momento de nosotras, del feminismo, de las mayorías sociales.
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¿Cómo están proyectando la campaña?
Nosotras tenemos nuestra metodología de trabajo, que parte justamente de la fuerza colectiva y organizada. Como he dicho, no solo somos nosotras once, sino que somos las 1.700 integrantes del movimiento y los círculos que nos rodean; es decir, nuestras familias, amigos y amigas. Ahí hay una primera apuesta que es nuestro voto orgánico. También nuestra apuesta se concentra principalmente en los 200 municipios donde tenemos presencia a través de compañeras. Y estamos haciendo un trabajo en la vecindad, barrios, puerta a puerta, plazas. La idea es conversar y caminar nuestros votos. Con esto estamos ampliando democracia. Así mismo, tenemos una gran apuesta en redes y medios, que nos han acogido. Y como candidatas tenemos el trabajo de fuego, que es irradiar y buscar nuevos aliados y aliadas.
¿Cómo se han financiado?
Las formas de financiación en política son elitizadas; es decir, para unos cuantos, con prácticas clientelares. Nosotras queremos que el movimiento sea de todos y todas. En esa medida, somos autogestionadas, autónomas y buscamos el respaldo ciudadano para nuestra financiación. Tenemos una opción de microcréditos en el que una persona con $1 millón o cuatro amigas con el mismo monto prestan ese microcrédito para que el movimiento tenga flujo de dinero. Y el compromiso es reponer la plata con la reposición de votos. También recibimos donaciones con cierto tope y tenemos una línea de comercialización. Queremos demostrar que con la ciudadanía podemos tener una campaña autogestionada. Nuestro tope de campaña, según lo acordado por nuestro gobierno abierto, son $2.300 millones.
¿Cuál es la agenda que promueven como movimiento?
Nosotras proponemos el feminismo como un proyecto político, social y económico. Tenemos luchas como la paridad, que el Estado tenga una representatividad del 50 % de las mujeres; la defensa de nuestros derechos, libertades y autonomía como mujeres y de las disidencias sexuales; el antirracismo y la búsqueda por eliminar cualquier tipo de discriminación; la vida como el centro de todo, pero no solo hablamos de la vida humana, sino de todas las especies y la naturaleza en su conjunto. En ese sentido, abogamos por la justicia económica y ambiental. También le apostamos a una transición democrática desde las prácticas políticas. La democracia es la fuerza para pactar la vida cotidiana y establecer las relaciones del Estado con la sociedad, aumentar la representatividad de la diversidad cultural, política y social que somos como país. Así mismo, somos defensoras de la paz, nosotras nacimos después de perder el plebiscito y exigimos el cumplimiento de los acuerdos, y esto viene atravesado por otra búsqueda nuestra: un Estado que se desmilitarice para cuidar a su ciudadanía.
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Para lograr eso de lo que habla, se necesitarían por lo menos dos reformas: una política y otra tributaria. ¿Qué posición tienen también frente a una eventual reforma a la salud y la Policía?
Nosotras proponemos un tránsito hacia un país que garantice verdaderamente el derecho a la salud. Eso tiene que ver con que no esté exclusivamente en el mercado. Las principales razones de endeudamiento que tiene la gente en Colombia son por la salud, la educación y la vivienda. Por eso nosotras apelamos por un Estado que garantice estos derechos. Y, por supuesto, en la salud es muy importante defender la atención a la salud mental, que la pandemia nos la puso en primer lugar y en Colombia está totalmente olvidada. Sobre la reforma a la Policía, nuestra apuesta es por la de un Estado desmilitarizado. Necesitamos un Estado cuyas sus instituciones, en vez de fortalecerse para la guerra, lo hagan para la ciudadanía y la vida. Hay otras violencias que atender, como las violencias machistas. Mientras estamos ante la idea de que hay una guerra latente, hay un montón de violencias, que, además de históricas, profundas y muchas veces silenciadas, no se están cuidando ni atendiendo. En ese sentido, también estamos hablando de una perspectiva amplia de justicia, que tiene que transformar a las instituciones. Eso va lo uno con lo otro.
¿Cuál es la proyección de votos y curules que tienen?
Nosotras queremos mínimo el umbral que nos permita tener, por un lado, tres curules, por lo que necesitaríamos alrededor de 550.000 votos; pero, a su vez, estas curules son la posibilidad de la personería jurídica. Y eso es muy importante para nosotras, porque eso nos permitiría caminar hacia ese paso que viene de nuestro sueño, que son los municipalismos feministas. Nosotras soñamos con el poder local y regional para las mujeres y disidencias sexuales. Y eso requiere unas condiciones más estables para hacer la política. Los movimientos significativos son muy apasionantes, pero es complejo cuando ya estás pensando en el largo alcance. En todos los municipios hay mujeres para ser concejalas, alcaldesas, representantes o diputadas; sin embargo, las condiciones políticas locales son cada vez más desiguales. Si es difícil a nivel nacional, a nivel departamental y municipal lo es mucho más. Ese es nuestro sueño y necesitamos la personería jurídica. Que nuestros electores y electoras vean que hay un más allá de llegar a legislar: necesitamos avanzar hacia el poder local. Es una transición democrática que nos soñamos.
¿Cómo prevén, una vez en el Senado, que sean las relaciones con los colegas congresistas, sabiendo cómo son las prácticas en la corporación, y el mismo gobierno electo?
Nosotras siempre estaremos basadas en el concepto de la autonomía. Hacemos todo este ejercicio de autofinanciamiento y gobierno abierto para poder tener esta postura política que no le debe favores a nadie. Nos debemos a nosotras mismas, a nuestro electorado, a la Colombia que cree en nosotras. Y eso nos da una posibilidad de no quedarnos en esos círculos viciosos que se perpetúan en escenarios como el Congreso, que, al ser clientelares, no hay forma de maniobrar políticamente. Más allá de quién sea el nuevo presidente o presidenta, nosotras tendremos nuestra autonomía, queremos enaltecer y dignificar el Congreso. Por supuesto, habrá con quién tendremos más cercanía en visiones económicas y sociales. Pero en conjunto nosotras sí tenemos una gran diferencia y de eso no hay espectro político que se salve, y es contra el patriarcado, el machismo y la misoginia que están en todos los partidos. Eso siempre va a ser una diferencia con esas otras fuerzas políticas y es un llamado de atención permanente de cómo son sus prácticas al interior de las colectividades. Y creo que todo esto que menciono lo hemos demostrado en Medellín, que podemos estar por fuera de los juegos políticos, tanto del poder de ahora, que está cesando y que la gran mayoría de colombianos no quiere que siga, que tiene que ver con la ultraderecha, como de esas otras fuerzas que aun cuando presentan ideas que se llaman independientes todavía siguen vinculadas a las clientelas y maquinarias políticas. Y nosotras al estar fuera de eso podemos proponer otras ideas.
Analistas señalan que Estamos Listas es el cambio que muchos estaban esperando en la política. ¿Ustedes cómo lo consideran?
Estoy de acuerdo y creo que en conjunto todas estamos de acuerdo, también me parece importante decir que nosotras no salimos de la nada. Nos debemos a unas luchas históricas de las mujeres y de las feministas, que buscaron la representatividad política y los espacios de poder. Nosotras sí somos innovación política, porque cuando nos pensamos como movimiento teníamos que plantear unos principios que estuvieran del otro lado de las prácticas actuales. Por eso nuestra forma de financiamiento, la elección de candidatas, la vinculación de la militancia, el gobierno abierto. Siento que esto entusiasma a muchas personas, porque no es cierto que los colombianos queramos el cambio a toda costa, sin importar el cómo.
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Lo que siento es una aspiración de las personas a una vida política más ética, más transparente, que no esté vinculada a los grandes grupos económicos y élites. Y eso lo estamos haciendo y aprendiendo. Hemos vivido unos entornos tan antidemocráticos que cada día y cada momento es una ampliación. Es muy importante que la ciudadanía entienda que esto es una corresponsabilidad. Porque transformar la política implica delegar y dejar las decisiones en manos de unas cuantas personas. Para que esta transición democrática se dé, se necesita que la ciudadanía respalde las iniciativas; que cuando nosotras estemos dando las peleas, es importante que haya movilización. Por eso nosotras hablamos de las calles al poder y del poder a las calles.