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La llegada de José Félix Lafaurie como negociador del Gobierno con el Ejército de Liberación Nacional (Eln) en los diálogos de paz fue inesperada, así como para muchos fue inesperado el ascenso de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia. Las ambiciones del primer gobierno de izquierda progresista en el país se mostraban lejanas a la tradicional derecha que gobernó en los últimos cuatro años y a los que la nueva administración nacional espera darle un vuelco total. Sin embargo, de la manera menos pensada, los caminos del poder político —con ideologías distintas— se terminarían entrelazando en muy poco tiempo en una relación impensada en la que uno sería el apoyo del otro.
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Lafaurie es un samario de 64 años y, como si fuera poco, es uno de los dirigentes gremiales más importantes del país, pues desde 2004 preside la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán), que, según él mismo, posee 37 millones de hectáreas de tierra. Además de representar este sector y su poderío territorial (se estima que 55 millones de hectáreas les pertenecen a privados), su vida política no pasa desapercibida. Su nombre retumba por lo notoria que es su familia en este escenario: está casado con la senadora María Fernanda Cabal, cara del uribismo y de la derecha, y tal vez la opositora más fuerte del gobierno de Gustavo Petro.
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Ese mismo gobierno que tanto critica su pareja es el mismo del que ahora es aliado en uno de los temas a los que más se han opuesto ella y su partido, el Centro Democrático, pero que también es la columna vertebral de la administración Petro: la paz. Su propuesta apunta a negociar con los actores armados y acabar con el conflicto en Colombia, para lo cual ha ido moviendo una serie de reformas, entre las cuales están la rural integral y la llamada Ley de paz total. Estas dos iniciativas tienen como norte cumplir con el Acuerdo de Paz que se firmó con las extintas Farc en 2016 y abrir el diálogo para ponerle fin a la violencia con otros grupos. Y en ambas apuestas, Lafaurie se consagró como una pieza necesaria en el juego.
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La primera carta del líder ganadero apareció cuando firmó un acuerdo con Gustavo Petro para venderle al Estado tres millones de hectáreas, con las que el presidente piensa echar a andar su reforma rural. Aunque la compra de esas tierras costará entre $30 y $60 billones, Lafaurie lo ve como un gana-gana. “El acuerdo es muy amplio, es un acuerdo que además de permitirle al Gobierno cumplir con el Acuerdo de Paz con las Farc, lo hace ver de tal manera que le va a permitir además mandar un mensaje de tranquilidad al sector ganadero”, dice, con la confianza de alguien que sabe que el gremio no mira con muy buenos ojos la Presidencia de Petro y que él podría ser el puente para mejorar esa difícil relación.
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Su segunda movida, que lo consagró como aliado, fue más bien una cortesía que no desaprovechó. Cuando sorpresivamente el primer mandatario lo invitó a formar parte de su equipo negociador durante la instalación del reciente Congreso Ganadero, el empresario no lo dudó y se montó al avión que busca la paz con el Eln. Su designación dejó a más de uno mudo, pues no se entendía cómo el esposo de la mayor opositora del Gobierno, a quien sus contradictores no lo bajan de haber tenido en el pasado nexos con sus grupos paramilitares y representante de uno de los gremios más cuestionados, fuera ahora miembro del equipo por la paz.
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Con el primer ciclo de diálogos con el Eln ad portas de terminar, Lafaurie sigue su camino. No importa que haya quien diga que podría ser un obstáculo o que su misma esposa haya confesado no sentirse cómoda con su decisión de ser negociador del Gobierno, pues “a la delincuencia se le debe someter y no negociar con ella”.
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Se quiera o no, su figura representa los ideales opuestos a los de Petro, pero es esa misma diferencia la que hace que sea vital para un proceso en el que se busca la paz total y eso incluye a todos los sectores. Además, no es un detalle menor que el jefe de Estado representa el poder político, pero eso no basta para consolidar sus ideas en un país que se mantiene polarizado, y es ahí donde resulta clave la figura de José Félix Lafaurie, el poder real en el aspecto económico y los dueños de la tierra.
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