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Intervención del Ejército en El Plateado
El sábado 10 de octubre, en horas de la madrugada, fuerzas especiales del Ejército llegaron al corregimiento del Plateado, en Argelia, sur del Cauca, para tomarse el pueblo y expulsar al Frente Carlos Patiño (FCP) del “EMC” liderado por Iván Mordisco. La operación duró pocas horas mientras los miembros del FCP que operaban allí se escaparon y abandonaron el lugar.
No se esperaba que la toma militar del pueblo fuera tan rápida y con tan poca resistencia por parte del FCP. En un intento previo de entrar a El Plateado en 2022, el frente disidente combatió a la Fuerza Pública, y a otros grupos armados ilegales, tanto que mantuvo su control del corregimiento.
La toma de El Plateado por el Ejército sin duda es un logro político para el gobierno de Gustavo Petro, que ha sido acusado de ser demasiado suave en lo militar contra los grupos armados ilegales, de no poner en marcha su política de seguridad realmente y de poner en competencia esta y la de paz, en vez de ejecutarlas de forma complementaria.
De igual forma, la visita de los ministros y otros funcionarios del gobierno ha recibido críticas por el uso de chalecos y cascos antibalas, aunque que hubo ráfagas de disparos en dos momentos durante la visita. El afán de mostrar una presencia estatal al día siguiente de la operación militar era demasiado. Al mismo tiempo, existe la posibilidad de que la población quede en riesgo si el FCP percibe que tuvo vínculos con el Estado durante la visita.
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Lo más difícil empieza ahora, después de este logro militar. Cumplir con la promesa de mantener una presencia militar y/o policial permanente en El Plateado es un primer desafío. Construir el Estado civil a través de transformaciones en la zona representa un segundo reto. En ambos casos, la historia ha mostrado que poco pasa, aunque eso no quiere decir que sea imposible y hay algunas razones para tener cierto optimismo cauteloso. La tarea de construir un Estado es lenta y costosa, y requiere paciencia y voluntad por parte de los gobiernos, que a menudo son de corto plazo.
El FCP en El Plateado
El Frente Carlos Patiño llegó a la zona de El Plateado por primera vez en marzo del 2019, pero fueron expulsados por el ELN, que en ese momento tenía el control único del corregimiento desde 2009, cuando llegó a un acuerdo con el Frente 60 de las FARC para poner fin a su conflicto, que había comenzado en 2006.
Sin embargo, en febrero del 2020, “los Patiños” volvieron al corregimiento después de que algunos pobladores los buscaron para sacar al ELN de ahí porque, según varias fuentes del municipio, este grupo se había vuelto demasiado abusivo contra la gente. En pocos meses el FCP andaba en las calles de El Plateado a pesar de su disputa continua con el ELN; un poblador del Plateado llamaría a esta época de confrontación como la “época del terror”.
De ahí, el FCP logró controlar directamente a El Plateado y la zona “hacia abajo” de esta —en veredas del Cañón del Micay en el Tambo, como Honduras, Betania, Huisitó y San Juan de Mechengue. En El Plateado el control ha sido muy abierto: retenes constantes en la entrada del pueblo, la toma de un hotel que usaban como oficina, patrullas de miembros uniformados o vestidos de negro y con fusiles y el secuestro de pobladores a la luz del día.
Empezó a gobernar utilizando la violencia y los homicidios contra las personas a las que acusaba de tener vínculos con la Segunda Marquetalia, con quienes ha tenido confrontaciones graves desde 2020. Imponía sus reglas, resolvía disputas comunitarias y ejercía una intensa presión sobre las Juntas de Acción Comunal.
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¿Consolidación a lo Petro?
La apuesta de la administración de Petro de primero tomarse El Plateado militarmente, luego mantener el control y de ahí hacer transformaciones, suena como una estrategia contrainsurgente que se ha implementado en Colombia (con éxitos muy limitados), y en otros países, conocida como clear-hold-build. La idea es sacar al grupo armado de una zona, mantener el control y luego construir Estado.
Esta política en Colombia ha sido conocida como consolidación territorial y empezó en la segunda administración de Álvaro Uribe. Incluso el Acuerdo de Paz de 2016 entre las FARC-EP y el Estado durante el gobierno de Juan Manuel Santos puede entenderse como un clear-hold-build, donde la primera parte se hizo a través de la negociación y la dejación de armas de las FARC. Durante el gobierno de Iván Duque se llamaba popularmente las “Zonas Futuro”.
Estos intentos previos han sufrido de varios problemas. En primer lugar, lo militar suele tener un protagonismo por encima de la construcción del Estado. Esto, en parte, porque los avances militares a menudo son limitados y difíciles de sostener; no se llega a tener el control necesario para construir Estado.
En segundo lugar, se ha intentado en territorios demasiados grandes. Durante la época de Uribe hubo algunos avances militares limitados cerca de las cabeceras urbanas de municipios en la zona de La Macarena, Meta, pero cuando se intentó expandir el programa a otras partes del país no hubo los mismos avances. Por esto, en el gobierno Duque, las Zonas Futuro se enfocaban en una serie de veredas —aunque eran más de mil— donde los grupos armados tuvieron mayor control. Sin embargo, su política de seguridad ineficiente tampoco pudo lograr avances militares en las cinco regiones definidas para la estrategia.
Adicionalmente, el buy-in institucional ha sido un desafío, pues para construir Estado civil, varios ministerios, agencias e instituciones deben participar. A veces las diferencias políticas han sido un impedimento, pero también temas presupuestales influyeron porque estos no necesariamente contaban con los recursos adicionales para poner en marcha lo que se les pedía.
En el caso de El Plateado, algunos de estos problemas no parecen ser tan intensos. El control en el pueblo se ha logrado —falta ver si se mantiene y expande—, es una zona focalizada y ya hay compromisos, con presupuesto incluido, de varias instituciones.
Pero ese optimismo debe ser muy cauteloso, pues siguen varios desafíos. Primero, El Plateado es únicamente la entrada a la región. El FCP sigue teniendo control “hacia abajo” en el cañón, tanto en Argelia como en el Tambo. Si esta actividad del conflicto sigue, no habrá transformaciones en esos lugares, e incluso en El Plateado serán limitadas.
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Además, la historia indica que la permanencia de la Fuerza Pública en estos lugares realmente no se da. Para poder quedarse ahí, tendrán que ganarse la legitimidad de la gente quien, por su historia en la zona, la ve con mucha desconfianza. Cabe señalar que la población tampoco confía en el Estado Nacional, aunque haya votado en su gran mayoría por Petro. En una zona cocalera, el ganar esa legitimidad es particularmente difícil.
Otro desafío será la respuesta del FCP a la toma de El Plateado. En efecto, se puede pensar en tres escenarios: que no haga nada y acepte la pérdida del territorio —que es el menos probable—; una guerra de guerrillas, en la que hacen muchos atentados pequeños contra la Fuerza Pública para desgastarla; o que el FCP intente retomar El Plateado completamente con operaciones militares grandes. De todas formas, seguramente buscará mantener su poder sobre la población local, así sea más difícil ahora que no tiene el control militar directo.
Lo ocurrido en El Plateado representa un cambio importante en las dinámicas de conflicto armado en esa zona, pero nada está asegurado. Es un primer paso —uno muy grande—, pero únicamente uno. Lograr transformaciones en el territorio dependerá de qué tanto estas siguen cambiando a favor del Estado y si realmente el gobierno puede aprender de errores pasados, cumplir con sus promesas de quedarse a proteger a las comunidades y trabajar de la mano con ellas para lograr los cambios que han pedido por tanto tiempo.
*Cofundador e investigador de la Fundación Conflict Responses @KyleEnColombia
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