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¿Hacia dónde debe apuntar ahora el país en estos momentos en que tanto se habla de paz?
Creo que tenemos que inclinar la balanza hacia el riesgo de la paz porque la certeza de la guerra es algo que debemos evitar. Cuando hablo del riesgo de la paz lo hablo porque en Colombia no la conocemos y la guerra ha sido nuestro hábitat desde hace muchos años. La paz va a necesitar de un esfuerzo de cada uno de nosotros mucho mayor que el esfuerzo de la guerra. (Vea el video de esta entrevista aquí)
¿Usted ya perdonó a las Farc?
Yo decidí perdonar a las Farc. Cuando digo eso lo asumo como un compromiso conmigo misma. Decidí salir de la selva y perdonar, pero debo reconocer que cuando pienso, hago memoria o tengo pesadillas, es muy fuerte. Por eso entiendo que para muchos es muy difícil perdonar.
¿Cómo hizo esa catarsis?
Son varios niveles. El primer nivel es básico y es cuando uno debe decir que no quiere ser esclavo del pasado porque si sigue nutriendo el odio y el resentimiento se hace daño a sí mismo, más aún cuando al otro no creo que le importe mucho lo que uno pueda sentir pues ya nos encontramos en mundos diferentes. En mi soledad e intimidad deje ir ese sentimiento y pensar que ya pasó. El segundo nivel, para mí, es pensar que la selva fue un laboratorio para ver quiénes eran las Farc y evidenciar que están en un planeta diferente. Tengo la absoluta certeza que, al final de cuentas, los guerrilleros son tan colombianos como yo y esa misma colombianidad nos une, y eso está por encima del odio. En algún momento alguna generación debe reflexionar que seguirnos matando es ridículo cuando hay tantas cosas que nos unen.
¿Por qué son más radicales los que nunca han sido víctimas?
Curiosamente en Colombia aquellos que más han sufrido la guerra son los que más piden la reconciliación y lo digo porque se puede evidenciar que muchas veces los más intransigentes para la paz son los que nunca han tenido ningún problema. Yo hablo desde la sobrevivencia como víctima. Cuando uno tiene una llaga que lo está quemando en su interior, la debe curar. Pero cuando uno no es víctima, habla desde un abstracto.
¿Qué debe implicar la reparación?
La reparación debe ser moral, porque las víctimas no despiertan compasión sino desconfianza al lograr sobrevivir a este fenómeno de violencia. Las víctimas finalmente somos víctimas tanto del agresor como de la sociedad, que nos cuestiona y, al entrar a manejar todas esas situaciones, debemos asumir un compromiso para que esto no le suceda a nadie más. Sin embargo, uno debe entender que la gente no tenga esa misma perspectiva. Tenemos también que pasar a respetarnos el hecho de que se piensa diferente. Nos corresponde a todos ser reflexivos sobre la paz para acabar con esta pesadilla.
Quienes se oponen a la manera como se ha dado el proceso de paz con las Farc hablan de impunidad, ¿qué piensa de la justicia transicional?
Un acuerdo de paz es un acuerdo en el que nadie gana todo y si nosotros pretendemos imponerles a la Farc todas nuestras condiciones, nos toca derrotarlos en una guerra. Y eso hemos tratado de hacer desde hace años. Por eso creo que lo prudente es tratar algo diferente. El esquema de justicia transicional es interesante porque es tratar de formar un cuadro con un círculo, siendo algo muy complicado. Sin embargo, creo que la reflexión es que este mecanismo es duro para las Farc y duro también para nosotros. Es claro que habrá juicios unipersonales con los testimonios de ellos y de las víctimas, y al reconocer tendrán cierto tipo de recompensa por decir la verdad. Sinceramente, no he visto una propuesta mejor que esta. Veo mucha gente que crítica argumentando que hay impunidad, pero me parece que es una buena solución, que está bien estructurada y que no acaba con la justicia, pues es un mecanismo “ad hoc” que será utilizado sólo para la paz.
Es lógico que las Farc tienen que reconocer sus delitos, ¿estaría dispuesta a un cara a cara con "Timochenko" para que él le pidiera perdón?
Yo a "Timochenko" no lo conocí, pero hay otros que sí los conocí, y sí me encantaría. El perdón es algo muy importante, pero la reconciliación es algo muy superior porque nos forma a la víctima y al victimario, ya que nos volvemos a mirar como seres humanos después de habernos negado.
¿Con quién necesita hacer esa reconciliación?
Mis verdugos están muertos y creo que Dios hizo la justicia por mí. El “Mono Jojoy” está muerto, el comandante “César” también murió dos meses después de mi secuestro, alias “Monster” está muerto y los otros están en la cárcel. Aunque no le puedo pedir a nadie que perdone, lo que yo sí puedo hacer es abrazar a Colombia y abrazar a Colombia es abrazarlos a ellos.
Frente a los críticos ¿qué decirles a los que cuestionan que usted no esté acá en el país defendiendo estas tesis?
Eso es desconocer la realidad de lo que somos los seres humanos. Puedo estar en cualquier parte del mundo pero estoy también en Colombia. Oigo las noticias del país, leo los periódicos del país, estoy con Colombia. Pienso que el mismo hecho de estar afuera me ayuda a mí a tener una distancia en cosas que puedo ver diferente.
¿Ve a la cúpula de las Farc haciendo política desde escenarios como el Congreso?
Será un reto muy grande y duro para ellos, porque son personas que han estado en la selva toda la vida y no son políticos. Yo entré al Congreso sin ser política y la experiencia es muy dura. Para ellos será un reto importante, para el cual deberán prepararse, pero pienso que esa perspectiva de vida, de esa Colombia que nunca ha estado en el Congreso, es importante. Colombia debe oírlos.
En su forma de hablar se ve un cambio, ¿es la reconciliación lo que está reflejando?
Todos tenemos un camino y creo que la razón de ser humano es el cambio, es la evolución, porque eso es lo que somos. Aprender de nuestros errores, tratar de sintonizarnos con algo mejor y salir de nuestra zona de confort, son un reto para todos y nunca se acaba. Tengo además claro que yo no le deseo a nadie lo que me sucedió.
¿Qué le diría al expresidente Uribe si estuvieran cara a cara?
Nada, porque yo creo que él es un hombre que ha sufrido mucho por el asesinato de su padre a manos de las Farc y él vive en ese mundo donde la única solución que puede vislumbrar es la del exterminio del otro. Y yo eso lo respeto, porque no sé cómo actuaría si a mí me matan a mi papá. Uno vive más fácilmente el daño que le hacen a uno que el daño que les hacen a las personas que uno ama. Veo el dolor de mis hijos y para ellos esto es muy difícil.
¿Pero cómo hacer que él haga parte de la reconciliación?
Hay que tener cuidado con el formato del consenso, porque el consenso se puede volver una especie de entelequia para impedir que avancemos. En una familia siempre pasa que uno o dos no están de acuerdo, pero si hay una mayoría que piensa que ese es el camino, pues ese es el rumbo que se debe tomar. Para mí, la posición de Uribe, si bien yo la comprendo, pienso que es del pasado. Aunque tengo claro que sin Uribe y su Seguridad Democrática no estaríamos acá –ni yo viva en libertad, ni Colombia hablando de paz– es hora de buscar otra salida y cada cosa tiene su hora. Hoy es el momento de la paz.
¿Sus hijos, Melanie y Lorenzo, ya perdonaron?
Hemos hablado mucho de este proceso de reconciliación luego de seis años de regresar a la libertad. La ecuación es la siguiente: no importa el tamaño del odio, el amor por Colombia debe ser mayor.
Hay un debate por las finanzas de las Farc, ¿para las víctimas lo lógico es que ellos devuelvan todo el dinero y las propiedades que tienen?
Sería lo correcto. Las Farc deben escoger qué quieren ser. Pienso que una paz en la cual aquellos que participan en el proceso terminan amasando fortunas con dineros obtenidos con la sangre de los colombianos, es volver a encender el fuego del conflicto. Las Farc tienen que ser justas con las víctimas porque no sería moral que los comandantes salieran con fortunas personales, cuando hay ocho millones de personas que lo han perdido todo.
¿Qué sería ahora lo justo para las Farc?
Pues tampoco sería justo que después de que las Farc firmen un acuerdo, pasen por la justicia transicional y se repita un episodio como el exterminio de la UP, que primero firmaron unos acuerdos legales y políticos, y después se utilizaron mecanismos oscuros para matarlos. La paz requiere unas calidades humanas diferentes a las que se requieren para la guerra y ahí es donde todos nos estamos midiendo el aceite, porque implica un cambio profundo de todos. Hay que poner en blanco y negro las cosas que no queremos que sucedan para que todos entendamos que la paz no puede ser la paz de los vivos o “aviones”, sino que debe ser una paz justa y duradera.
Quizás la sociedad colombiana no está preparada para la paz…
Nos estamos preparando. Si hace ocho años, cuando yo regresé a la libertad, hubiéramos tenido esta discusión, ni siquiera hubiéramos podido hablar ni de perdón, ni de proceso de paz, ni de transición en la justicia.
¿Y en ese momento hubiera hablado de perdón?
Sí, porque esa fue una decisión que tomé desde la selva. Ya había establecido que el día que saliera del cautiverio tenía que perdonar, pues no iba a vivir amarrada a esa gente (las Farc). La reconciliación, sin embargo, es diferente porque ese proceso sí es con ellos y para ambos es superior. Colombia se está preparando pese a que es un camino difícil. A cada uno le duele porque están el ego, las convicciones y la ideología, pero vamos a ver. Aun así, cada colombiano debe responderse si está preparado para la paz y en realidad en algún momento en las urnas lo vamos a ver.
A propósito de las urnas, ¿hará campaña a favor del plebiscito para la paz?
Ya la estoy haciendo. Aunque no sé si estaré en Colombia físicamente, tengo claro que mi corazón estará a favor de que nos la juguemos así. Tenemos que ser grandes.
¿Qué siente que desde muchos sectores la critiquen tanto?
Me lo merezco porque cometí varios errores: haber pedido reparación, por ejemplo, en el fondo es muy cuestionable. Pienso que las víctimas debemos ser reparadas y ha sido muy duro ver que la sociedad no entiende nuestro dolor, pero es claro que en el caso mío, yo no era solamente una víctima sino una figura política y así me veía la gente. Me faltó medir y sintonizarme con el país para entender que utilizar el recurso de la reparación, por más que mis compañeros de cautiverio lo utilizaran, era totalmente diferente en mi caso. Con los abogados lo que hicimos fue establecer al pie de la letra la manera cómo se podía tasar el daño para la reparación y me faltó sentido común porque aquí hay ocho millones de víctimas.
¿Se refiere usted a la demanda contra el Estado?
Era una alta suma de dinero, en términos colombianos, pero en el mundo no lo es. Es para nosotros una alta suma porque las necesidades del país son inmensas y a mí me faltó entender eso que en ese momento no lo hice.
¿Ya perdonó a quienes en algún momento la señalaron de en parte ser responsable del secuestro?
Ahora creo que no se trata de perdonar, se trata de establecer la verdad. El problema que nosotros tenemos como víctimas es que la historia nuestra hace parte de la guerra y hay todo tipo de partes tratando de sacar y jalar la cobija para su lado. Las Farc tenían su versión, el Gobierno tenía su versión, pero a mí nunca se me preguntó cuál era mi versión, porque nadie quiso oír mi testimonio y a nadie le importó. Cuando traté de explicar qué sucedió, ya no podía hablar porque la verdad había sido hecha de retazos y quedó por encima esa versión. Precisamente, cuando pienso en la reparación moral, me refiero a eso porque nadie puede robarle a uno lo que vivió.
¿Y cuál es su verdad?
Es muy simple: las Farc me secuestraron siendo candidata presidencial e iba a una reunión de mí partido a San Vicente del Caguán. De malas yo porque fue preciso el día en que el presidente Andrés Pastrana decidió acabar con el proceso de paz. Me quitaron mis escoltas para que yo no fuera al Caguán y si los hubiera, seguro a mí no me secuestran.
La versión es que a usted le advirtieron antes de llegar al lugar donde se registró el secuestro…
Si hubiera querido no correr riesgos en mi vida mejor no me hubiera lanzado a la Presidencia. Riesgos, todos los corrí. Yo me metí a sitios donde estaba el paramilitarismo y la guerrilla, esa es la Colombia que a mí me tocó vivir y en la cual hice política. Yo no le estoy echando la culpa a nadie, pero que no me la echen a mí porque si después de seis años y medio de estar secuestrada me siguen diciendo que yo me quise hacer secuestrar, hay algo mal ahí.
Antes que quitarle los escoltas, le quitaron un pedazo de vida ¿qué siente del pedazo de vida que le quitaron?
Las Farc me secuestraron. El Gobierno en su momento tuvo mucho miedo que esa situación se volteara contra él y dijeran que fue porque me quitaron los escoltas. Pero yo esa cuenta de cobro no la tengo. Me quitaron ese pedazo de vida, pues sí. Igual, yo estaba luchando por una idea de democracia y tenía mi corazón rebelde, y a mí me decían: le quitamos los escoltas, y yo pensaba que era para que no fuera al Caguán. Entonces la democracia colombiana no funciona porque si quiero a hacer política en determinado lugar y me quitan los escoltas, entonces mejor no voy y me quedo en la casa. Esa fue una decisión que yo tomé, pero no creo que la misma implique que sea culpable de mi secuestro, como tampoco creo que sea culpable el Gobierno. Las Farc me secuestraron y es mejor no tratar de satanizar a las víctimas, porque este caso es igual que creer que una mujer es culpable de su violación porque iba en minifalda.
¿Qué pasó con su espíritu rebelde?
Sigue ahí, pero creo que lo que aprendí en todos estos años es que la forma es tan importante como el fondo. Cuando yo era joven, lo único que me importaba era el fondo y creo que si uno no cuida la forma, la gente no entiende lo que está diciendo y todo el esfuerzo se pierde. Por eso es que soy tan sensible a la violencia verbal en Colombia, porque me doy cuenta que eso nos hace mucho daño y así estamos nutriendo de unos esquemas mentales a nuestra juventud. Y resulta que nuestra juventud, en vez de admirar a gente como Luis Carlos Galán, termina admirando a figuras como Pablo Escobar, 20 años después.
¿Siente que el Estado ya le reparó?
No, el Estado no me ha reparado, pero le doy toda la oportunidad de hacerlo. ¿Cómo? La mejor reparación es que les cumpla a todas las víctimas y esa es mi única ambición. ¿Qué pasa si los comandantes guerrilleros se enriquecen tras el proceso mientras los millones de víctimas que están esperando sus reparaciones no las obtienen por corrupción?
¿Ya renunció a la reparación económica de parte del Estado?
De parte del Estado sí, porque mi reflexión es que por más que yo siento que no habrá nada que pueda devolver a mí o a mis hijos esos seis años en cautiverio, creo que Colombia tiene ocho millones de víctimas y no hay posibilidad de repararnos a todos económicamente, pero si hay posibilidad de hacerlo moralmente. Esa es la reparación que estoy esperando. Aunque tengo claro que la mejor reparación es el fin del conflicto y que podamos pensar, como víctimas, en que nadie más va a sufrir esto.
¿Cómo pensar en esa reparación moral?
La espero con la verdad y con la confianza. La reparación no es una limosna o un regalo del Estado, es un derecho, pero para eso los ciudadanos debemos tener conciencia de que un conflicto como el nuestro –donde cualquier podía sufrir gravemente– debe haber solidaridad. Lo que me pasó a mí le podía suceder a cualquier ciudadano y si no somos solidarios los unos con los otros no hay forma en que construyamos una nación en unión.
¿Va a hacer política activa de nuevo?
Tengo un vacío en mi alma de no poder hacer más por Colombia y trato de llenarlo con la voz, porque eso fue lo que en realidad me quitaron en cautiverio. Ahora la quiero de vuelta y la quiero usar para ponerla al servicio de lo que debemos defender.
¿Pero candidata a algo?
No sé. ¿Para qué, solo por ser candidata? No. ¿Mi presencia pueda aportar algo definitivo? No lo creo. Pero si en algún momento los colombianos piensan que puedo hacer la diferencia, claro que ahí estaré. Sin embargo, no tengo la ambición de hacer política, mi única ambición es que tengamos paz en Colombia para que nuestros hijos puedan heredar un país en paz.
¿En qué va el lío jurídico con su exesposo Juan Carlos Lecompte?
Tomé la decisión hace muchos años de no debatir ese tema en público. Eso está en las manos de mis abogados y no tengo nada que decir.