La rebelión en el Centro Democrático
Congresistas de la bancada uribista le reclaman al presidente Iván Duque mayor representación en el Ejecutivo y que los tengan en cuenta para tomar decisiones, pues hacen un balance crítico de su gestión en estos primeros cien días. El expresidente Álvaro Uribe asumió el liderazgo para recuperar la popularidad y gobernabilidad de Duque
-Lorena Arboleda Zárate / @LorenaArboleda8
La frase premonitoria la lanzó en agosto pasado la actual vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, en diálogo con El Espectador: “Una cosa es el Centro Democrático y otra el Gobierno”. Y a decir verdad, estos cortos meses que han pasado desde que se posesionó el presidente Iván Duque solo han servido para darle la razón a la exministra de Defensa. Una fuerte ruptura entre el Ejecutivo y la bancada del uribismo en el Congreso viene evolucionando como una bola de nieve, a tal punto que se está convirtiendo en lo que los propios integrantes del partido de Gobierno han denominado un “coctel molotov” que tarde o temprano va a reventar.
(Lea: “Una cosa es el Centro Democrático y otra, el gobierno”; Marta Lucía Ramírez)
Con el argumento de que no se debe confundir la mermelada con la representación política, el Centro Democrático quiere darle un ultimátum al presidente. “La bancada está terriblemente inconforme porque no les han dado juego en absolutamente nada y eso genera una animadversión mucho más marcada en las regiones, la cual se verá reflejada en las elecciones del año entrante si esto no se corrige cuanto antes”, dijo una importante voz del uribismo a este diario. Se refiere, evidentemente, a la forma como Duque ha insistido en ejercer su mandato y que ha derivado en dos consecuencias graves para su arranque en el cargo: la crisis de gobernabilidad y el desplome en su popularidad.
¿Qué está ocurriendo? En voz baja, varios legisladores le reclaman al primer mandatario que no haya tenido en cuenta a militantes de su colectividad a la hora de hacer nombramientos en cargos estatales y, por el contrario, haya ratificado en ellos a funcionarios que vienen del gobierno anterior. Cuentan, por ejemplo, la molestia que tienen por que se haya ratificado a Christian Krüger como director de Migración Colombia o, incluso, que se haya mantenido una amplia nómina en entidades como el Sena. “Es gente que nada tuvo que ver con nosotros, que no salió a hacer campaña y que ahora está gozando de un cargo por cuenta de quienes sí estuvimos por años haciendo política”, dice otro miembro uribista.
(Lea: “No puedo convertir las encuestas en una especie de ancla emocional”: Duque)
La crisis se hizo pública con dos mensajes que, entre líneas, lanzó el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe en su cuenta de Twitter al iniciar esta semana. El lunes, actuando como un salvavidas de su pupilo, ratificó la urgencia de sacar adelante tres propósitos políticos inmediatos: “Apoyar al presidente Duque en la búsqueda de la mejor solución tributaria, recuperar la unidad del Centro Democrático y lograr una coalición interpartidista para concertar y apoyar las reformas del Gobierno”. Y ayer, en un intento de justificar la baja popularidad del mandatario —ubicada en un 27 % según Invamer—, dijo que la respuesta es “modificar, explicar, mejorar”. Sin embargo, en el Centro Democrático hay quienes dicen que Duque “no lo está haciendo bien, no tiene experiencia y eso le resta”.
El propio presidente del Congreso, senador Ernesto Macías, reconoce que el partido no pasa por su mejor momento en cuanto a unidad. Afirma que hay un sector muy radical que se viene oponiendo al jefe de Estado desde la campaña y que, desde su perspectiva, seguirá en la misma línea a lo largo de estos cuatro años de mandato. “Por eso yo entiendo el llamado del presidente Uribe a recuperar la unidad”, afirmó. Otros legisladores, como Samuel Hoyos y Ciro Ramírez, argumentan que el debate interno es apenas natural y que eso no quiere decir que el partido esté resquebrajado. “Estamos apoyando de manera decidida la gestión del presidente Duque, que es del Centro Democrático, y nos interesa que le vaya bien al Gobierno, porque la suerte del país y del partido está atada a ese objetivo”, dijo Hoyos. Por eso recordaron que la bancada del uribismo se opuso a la propuesta de gravar con IVA la canasta familiar.
Pero ¿Duque sabe de esta molestia? Aparentemente sí. Sin embargo, legisladores que pidieron la reserva de su nombre dicen que “es un hombre testarudo, que no escucha. Y ha puesto al expresidente Uribe en una posición muy incómoda, porque es él, al final de cuentas, el responsable de haberlo elegido”. El reto que viene a corto plazo será, como bien lo señaló el jefe del Centro Democrático, lograr una coalición amplia que logre salvar en algo la agenda legislativa del Ejecutivo, que muchos consideran va rumbo al abismo. La reforma política y la reforma a la justicia, por ejemplo, han salido aprobadas en las respectivas cámaras sin los cambios propuestos inicialmente por el Gobierno, como reformar de fondo el Consejo Nacional Electoral o eliminar el Consejo Superior de la Judicatura. “Están saliendo mutiladas esas reformas”, agregó otra destacada voz uribista.
(Lea: Iván Duque: llegó la hora de medir fuerzas)
En últimas, el balance de estos primeros cien días de gobierno de Duque deja en evidencia que lo que viene será poner a prueba el verdadero liderazgo de un jefe de Estado que ha prometido acabar con las viejas y depravadas costumbres de hacer política. El lío es que algunos de los legisladores de su misma bancada perciben que “un Congreso no resiste sin burocracia”, y en ese sentido le reclaman mayor autoridad a la hora de tomar decisiones. Los uribistas más críticos del Gobierno lo resumen así: “No estamos pidiendo mermelada sino una legítima representación en las decisiones del Ejecutivo, porque si hoy Iván Duque es el presidente de Colombia es gracias al Centro Democrático”.
La frase premonitoria la lanzó en agosto pasado la actual vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, en diálogo con El Espectador: “Una cosa es el Centro Democrático y otra el Gobierno”. Y a decir verdad, estos cortos meses que han pasado desde que se posesionó el presidente Iván Duque solo han servido para darle la razón a la exministra de Defensa. Una fuerte ruptura entre el Ejecutivo y la bancada del uribismo en el Congreso viene evolucionando como una bola de nieve, a tal punto que se está convirtiendo en lo que los propios integrantes del partido de Gobierno han denominado un “coctel molotov” que tarde o temprano va a reventar.
(Lea: “Una cosa es el Centro Democrático y otra, el gobierno”; Marta Lucía Ramírez)
Con el argumento de que no se debe confundir la mermelada con la representación política, el Centro Democrático quiere darle un ultimátum al presidente. “La bancada está terriblemente inconforme porque no les han dado juego en absolutamente nada y eso genera una animadversión mucho más marcada en las regiones, la cual se verá reflejada en las elecciones del año entrante si esto no se corrige cuanto antes”, dijo una importante voz del uribismo a este diario. Se refiere, evidentemente, a la forma como Duque ha insistido en ejercer su mandato y que ha derivado en dos consecuencias graves para su arranque en el cargo: la crisis de gobernabilidad y el desplome en su popularidad.
¿Qué está ocurriendo? En voz baja, varios legisladores le reclaman al primer mandatario que no haya tenido en cuenta a militantes de su colectividad a la hora de hacer nombramientos en cargos estatales y, por el contrario, haya ratificado en ellos a funcionarios que vienen del gobierno anterior. Cuentan, por ejemplo, la molestia que tienen por que se haya ratificado a Christian Krüger como director de Migración Colombia o, incluso, que se haya mantenido una amplia nómina en entidades como el Sena. “Es gente que nada tuvo que ver con nosotros, que no salió a hacer campaña y que ahora está gozando de un cargo por cuenta de quienes sí estuvimos por años haciendo política”, dice otro miembro uribista.
(Lea: “No puedo convertir las encuestas en una especie de ancla emocional”: Duque)
La crisis se hizo pública con dos mensajes que, entre líneas, lanzó el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe en su cuenta de Twitter al iniciar esta semana. El lunes, actuando como un salvavidas de su pupilo, ratificó la urgencia de sacar adelante tres propósitos políticos inmediatos: “Apoyar al presidente Duque en la búsqueda de la mejor solución tributaria, recuperar la unidad del Centro Democrático y lograr una coalición interpartidista para concertar y apoyar las reformas del Gobierno”. Y ayer, en un intento de justificar la baja popularidad del mandatario —ubicada en un 27 % según Invamer—, dijo que la respuesta es “modificar, explicar, mejorar”. Sin embargo, en el Centro Democrático hay quienes dicen que Duque “no lo está haciendo bien, no tiene experiencia y eso le resta”.
El propio presidente del Congreso, senador Ernesto Macías, reconoce que el partido no pasa por su mejor momento en cuanto a unidad. Afirma que hay un sector muy radical que se viene oponiendo al jefe de Estado desde la campaña y que, desde su perspectiva, seguirá en la misma línea a lo largo de estos cuatro años de mandato. “Por eso yo entiendo el llamado del presidente Uribe a recuperar la unidad”, afirmó. Otros legisladores, como Samuel Hoyos y Ciro Ramírez, argumentan que el debate interno es apenas natural y que eso no quiere decir que el partido esté resquebrajado. “Estamos apoyando de manera decidida la gestión del presidente Duque, que es del Centro Democrático, y nos interesa que le vaya bien al Gobierno, porque la suerte del país y del partido está atada a ese objetivo”, dijo Hoyos. Por eso recordaron que la bancada del uribismo se opuso a la propuesta de gravar con IVA la canasta familiar.
Pero ¿Duque sabe de esta molestia? Aparentemente sí. Sin embargo, legisladores que pidieron la reserva de su nombre dicen que “es un hombre testarudo, que no escucha. Y ha puesto al expresidente Uribe en una posición muy incómoda, porque es él, al final de cuentas, el responsable de haberlo elegido”. El reto que viene a corto plazo será, como bien lo señaló el jefe del Centro Democrático, lograr una coalición amplia que logre salvar en algo la agenda legislativa del Ejecutivo, que muchos consideran va rumbo al abismo. La reforma política y la reforma a la justicia, por ejemplo, han salido aprobadas en las respectivas cámaras sin los cambios propuestos inicialmente por el Gobierno, como reformar de fondo el Consejo Nacional Electoral o eliminar el Consejo Superior de la Judicatura. “Están saliendo mutiladas esas reformas”, agregó otra destacada voz uribista.
(Lea: Iván Duque: llegó la hora de medir fuerzas)
En últimas, el balance de estos primeros cien días de gobierno de Duque deja en evidencia que lo que viene será poner a prueba el verdadero liderazgo de un jefe de Estado que ha prometido acabar con las viejas y depravadas costumbres de hacer política. El lío es que algunos de los legisladores de su misma bancada perciben que “un Congreso no resiste sin burocracia”, y en ese sentido le reclaman mayor autoridad a la hora de tomar decisiones. Los uribistas más críticos del Gobierno lo resumen así: “No estamos pidiendo mermelada sino una legítima representación en las decisiones del Ejecutivo, porque si hoy Iván Duque es el presidente de Colombia es gracias al Centro Democrático”.