“La reconciliación no empieza el día después del fin de una guerra”: Martin Leiner

El director del Centro para el Estudio de la Reconciliación de la Universidad de Jena, en Alemania, advierte a Colombia que ese es un proceso que tarda generaciones y que no solo depende del Estado, sino de liderazgo de los individuos y de las organizaciones sociales.

Luis Peña*
13 de febrero de 2017 - 04:17 a. m.

En un país de expertos en la violencia como Colombia, las reflexiones sobre las condiciones de la reconciliación son menos frecuentes. No obstante, en el 2017 este tema estará en el centro de la agenda pública, primero porque se pondrá a prueba la implementación del acuerdo, segundo, porque el fracaso del plebiscito puso en evidencia no solo la apatía política, sino los métodos de los opositores del proceso y, tercero, porque la sociedad entera tiene el reto de frenar los asesinatos de promotores de la paz. ¿Se puede transformar el conflicto sin reconciliación? ¿Se pueden materializar los acuerdos sin ella o la reconciliación es más bien la consecuencia de los acuerdos? El Espectador dialogó sobre estos temas con el profesor Martin Leiner, director del Centro para el Estudio de la Reconciliación de la Universidad de Jena en Alemania y que próximamente estará en Colombia, invitado por la Universidad de Antioquia en Medellin quien participará en un taller y hará una conferencia sobre el tema.

Usted ha seguido el proceso de paz colombiano, ¿qué le parece interesante de este proceso comparado con otros?

El plebiscito, porque refrendar los acuerdos de paz a través de este mecanismo fue una medida audaz que tuvo la virtud de poner a hablar a las personas sobre el proceso mismo pero, como quedó comprobado, fue una medida riesgosa para el proceso. El principal era crear nuevas instancias de conflictos entre los opositores y los que respaldan el proceso de paz. Los resultados de un plebiscito y la abstención misma pueden ser instrumentalizados para torpedear el proceso. En los procesos de paz hay temas sobre los que es muy complicado poner a votar a la gente como, por ejemplo, la amnistía. Una votación también puede impedir que se dilate la puesta en marcha de acuerdos, que nunca van a ser perfectos. Colombia no está en la situación de Israel y Palestina, pero recuerdo que una de las razones por las que se destruyeron los Acuerdos de Oslo fue debido a los numerosos pasos que estableció la Hoja de Ruta. En medio de la dilatación de la puesta en marcha de los acuerdos Rabin fue asesinado por un extremista israelí y los acuerdos se dañaron.

Sin embargo, el fracaso del plebiscito en Colombia es un fenómeno muy interesante. Demuestra una vez más que los procesos de reconciliación deben ser promovidos por personalidades ampliamente respetadas. Tales personalidades pueden ser políticos, intelectuales, líderes religiosos, artistas, incluso deportistas o celebridades de los medios de comunicación, que sean capaces de llegar a los corazones de la gente como fueron Desmond Tutu y Nelson Mandela en Sudáfrica. Si no hay tales personalidades se corre el riesgo que otros políticos ganen el apoyo en contra del proceso para su beneficio y promuevan las reacciones más comunes como el miedo, el revanchismo y el odio. Esta es una estrategia que vemos también hoy en Alemania y Estados Unidos con políticos haciendo su carrera basados en la manipulación de los temores, la historia e incitando el odio. El premio nobel otorgado al presidente Santos, iba en la dirección de crear esa fígura política respetable que el proceso necesita todavía.

Una segunda observación en relación al fracaso del referendo y que en Alemania nos parece muy relevante para la investigación sobre la reconciliación tiene que ver con la geografía del apoyo al proceso de paz. Las regiones más afectadas por el conflicto y las víctimas directas fueron mucho más abiertas al proceso de paz y a la reconciliación que aquellas que viven lejos del conflicto. El acuerdo de paz se basa en las víctimas y ahí se encuentra su fuerza. Sin embargo, la reconciliación debe incluir a los que no han sido victimas directas, lo que llamamos victimas de tercer orden, que en cierto modo son todos los habitantes de Colombia. Pasar por alto este orden de victimas es un gran riesgo para el proceso de reconciliación, claro, sin perder de vista que los acuerdo se hicieron pensando sobre todo en las personas más afectadas física, patrimonial y sicológicamente.

El apoyo al proceso de paz parece estar creciendo en la actual fase de implementación, pero siempre estamos muy preocupados por los opositores del proceso. ¿Cómo se debe tratar con ellos en el contexto de un proyecto de reconciliación?

Es un reto de toda negociación y de la reconciliación. Los opositores ya tienen formada su opinión sobre el proceso y no están abiertos a escuchar argumentos. Ellos están más enfocados en ganar la discusión y no están en el plan de construir instancias de diálogo. Esta es una dificultad normal. Reitero, lo más importante es escuchar las voces de las personas que directamente están afectadas en los territorios del conflicto como las comunidades negras, los campesinos y las comunidades indígenas. Estas personas son el motor de la implementación y de la reconciliación porque están más abiertas a dar un paso adelante y en algunos casos a perdonar a los perpetradores. Personas que han perdido sus hijos, en los conflictos de Colombia, en Israel, en Palestina, se muestran más inclinados a procesos de reconciliación que la población general que no ha sufrido directamente el conflicto. Son este tipo de personas las que tienen que ser más visibilizadas en las discusiones públicas sobre la reconciliación y la construcción de paz. Ellos probablemente no forman parte de la mayoría, pero de eso se trata la apuesta política y ética de la reconciliación. Poniendo otra vez el caso del conflicto palestino-israelí, las personas más protegidas de la violencia son las que abogan por la continuidad de las hostilidades y que no conceden ningún valor a la reconciliación.

¿Qué puede usted decir de las actitudes de los grupos que se radicalizan en contra de un proceso?

La narrativa de los grupos que se oponen a la reconciliación es que quieren un cambio de verdad y no consideran que el acercamiento a los enemigos sea un paso para alcanzar su ideal de justicia. Tienen miedo y se sienten acorralados por la situación y deciden que la única salida es luchar violentamente. Algo que puede pasar es que el uso de la violencia puede generar admiración en sectores de la población y dar lugar a una especie de competencia por quien puede ser más efectivo en el uso de la misma. Hammas, Al qaeda, El Estado Islámico, los grupos paramilitares son ejemplos de esta dinámica. La radicalización de los opositores es un problema que no debe ser subestimado y en algún punto constituye un tema de seguridad fundamental en el marco de un proceso de paz. Los desmovilizados de la guerrilla necesitan seguridad especialmente en este contexto. Todos necesitan seguridad por el simple hecho de que sin seguridad no hay posibilidades para encontrarse para dialogar y desarrollar actividades del proceso de reconciliación y de construcción de paz. Contrario a otros conflictos, Colombia es una sociedad dividida pero no es una dictadura y hay instituciones democráticas que funcionan en medio de la violencia y la corrupción.

Que en una sociedad existan diferentes opiniones es muy normal, pero no debe estar dividida. La democracia está basada en buscar compromisos para que la voluntad de la mayoría no se imponga siempre sobre las minorías.  La democracia es desde hace un tiempo el respeto de las diferencias, el compromiso con los derechos de las minorías, la comprensión de que existe un derecho para situaciones especiales como por ejemplo, un proceso de reconciliación.  

Se requiere siempre superar una comprensión simplificada de la sociedad y de la violencia en la que existen los buenos contra los malos, por ejemplo. Los seres humanos somos una mezcla de potencialidades para el bien y para el mal. Muchas circunstancias ponen a una persona en un lado o en otro.

En cierto modo entender la maldad o la bondad de alguien implica comprender las múltiples partes de la identidad de una persona. Nadie es solo un apático político o alguien que vota por un partido de derecha y que solo tiene posiciones extremistas. Esa persona puede ser alguien que aprecia cierto tipo de comida o de música o se preocupa por la educación de calidad para sus hijos. Esos tres últimos rasgos de su identidad pueden coincidir con la persona que vota por un partido izquierda, que también puede tener posiciones extremistas. Estas dos personas se pueden beneficiar de compartir algo más que sus diferencias políticas y seguramente podrían tener interacciones que les permitan superar las perspectivas negativas y simplistas sobre el otro. Estoy seguro que muchas personas de los que se oponen al proceso de paz podrían encontrar cosas en común con esos que solo ven como enemigos o como la encarnación del mal.

Alemania, un país federal, ha pasado por varios momentos en los que la reconciliación ha sido un tema central de la reconstrucción económica, social y política del país. ¿Qué lecciones tienen los alemanes y las alemanas sobre la reconciliación?

Que la reconciliación tiene diferentes actores. Está el Estado que ha incentivado políticas de memoria y reconciliación encaminadas a la no repetición. A ese nivel las instituciones del Estado han estado encargadas de restablecer relaciones y promover trabajos de memoria con países y pueblos que agredió, como Francia, Reino Unido y países del Este de Europa. Pero está también el nivel de la sociedad civil como las organizaciones sociales, los sindicatos, las iglesias, las asociaciones profesionales,  asociaciones de voluntarios, etc. que todavía llevan a cabo proyectos para restaurar los derechos de víctimas o comunidades afectadas por la Segunda Guerra Mundial. Y claro está el nivel individual. Hay múltiples ejemplos de personas que han creado estrategias de memoria y reconciliación a través de la publicación de libros, creación de espacios de memoria, haciendo recorridos por zonas donde ocurrieron asesinatos. Experiencias similares he encontrado en Colombia. Ese tipo de experiencias son muy importantes porque son las que hacen que un país deje de ser visto como el más violento del mundo para ser visto como un país bello. En Alemania, la reconciliación sirvió para darle un impulso económico al país, pero al mismo tiempo el desarrollo económico posibilitó la reconciliación, la reparación de víctimas y los territorios.

¿Usted ha encontrado en sus investigaciones algo semejante a unas fases en el proceso de reconciliación?

No se puede pensar que la reconciliación empieza el día después del fin de una guerra. En Alemania, por ejemplo, por lo menos hasta 1947 no se habló de reconciliación porque el problema fundamental era de reconstruir las posibilidades de sustento de la población. El problema era literalmente hambre y los primeros años fueron de silencio al respecto. Tampoco existen unas fases predeterminadas que, por ejemplo, permitan predecir lo que va a pasar en Colombia. No obstante hay tres momentos comunes en los  procesos de reconciliación. Un momento inicial común es aquel donde prima la felicidad y el entusiasmo de las personas por no estar más en guerra. Este momento está acompañado por la aparición de figuras o comunidades carismáticas que son capaces de crear puentes y promover el entusiasmo. Otro momento común, es el de poner en marcha acciones para la reconciliación a través de medidas de justicia transicional, cortes criminales, la reparación de las víctimas, el retorno seguro de las personas desplazadas, reconstrucción de comunidades, convenciones de reconciliación, etc. Este momento puede ser la fuente de conflictos posteriores porque algunos grupos consideran injustas y/o desmedidas las acciones  de los acuerdos de paz. En este momento de la reconciliación es clave saber que el mejor acuerdo es el que desactiva una guerra y que no es posible hacer una justicia en la que todos estén completamente satisfechos. Además, es el momento de continuar la explicación del panorama completo sobre las posibilidades de transformación que abre un acuerdo de paz, al mismo tiempo, que hacer visibles para todos las formas a través de las cuales los diferentes actores pueden participar en la creación de una sociedad más justa.

Por ultimo, otro momento común es cuando por diversas razones los lideres que impulsaron un proceso ya no están en la escena pública. El reto en este punto es continuar con las transformaciones de la sociedad que se propuso el acuerdo. Si no se han producido cambios legales y materiales para cambiar las fuentes más profundas que generaron el conflicto, la violencia puede surgir de nuevo. Se requiere por eso gente que cuide los logros de la paz y actividades regulares para fomentar la reconciliación.

¿Y qué tipo de estrategias considera usted que es clave para este propósito?

La principal estrategia es crear la conciencia en el público y en las instituciones que la reconciliación y la construcción de paz es un proyecto que toma varias generaciones. Eso es lo que tarda remplazar costumbres políticas y sociales a través de la transformaciones económicas, la educación, la creación de espacios de memoria, la erradicación de estereotipos. La reconciliación es un proyecto enorme y un largo viaje, que tiene como resultado vivir más seguros, tratar de forma pacifica con las diferencias y alcanzar compromisos basado en el sentimiento común de vivir en un país hermoso. 

En este largo viaje hacia una paz duradera y sostenible, a menudo hay muchos reveses y eventos decepcionantes. Sin embargo, en la medida que exista memoria histórica de lo terrible que fue la violencia, la gente entenderá que no se puede volver atrás. Sobre la memoria hemos estado trabajando arduamente en Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial y nos ha servido. Estoy confiado de que Colombia encontrará su propia forma para hacer memoria y trabajar en la reconciliación.

 

* Investigador Universidad Externado. Investigador invitado del Fundación Federal para la investigación y evaluación de la dictadura comunista en la RDA. lberneth@gmail.com

Por Luis Peña*

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