La sombra de Verónica Alcocer: ¿un palo en la rueda para el Gobierno Petro?
La primera dama rompió todos los esquemas respecto al rol de sus antecesoras. Algunas voces consideran que se está exagerando y hay excesiva vigilancia a su rol, mientras otras consideran que sí hay una extralimitación de funciones.
Hasta hace unos años, las primeras damas en Colombia solían tener un papel secundario. Su misión se resumía a impulsar programas sociales, pero sus apariciones públicas eran contadas y no tenían nada que ver con las decisiones del gobierno de turno. Las cosas empezaron a cambiar con María Clemencia Rodríguez, esposa del expresidente Juan Manuel Santos, quien llevó a un punto más alto su función social y expresó sus opiniones políticas mediante su vestimenta. María Juliana Ruiz, cónyuge del expresidente Iván Duque, además de las iniciativas en pro de la niñez, protagonizó un par de escándalos por viajes en vuelos oficiales y el intento de publicación de un libro que al final no vio la luz.
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Hasta hace unos años, las primeras damas en Colombia solían tener un papel secundario. Su misión se resumía a impulsar programas sociales, pero sus apariciones públicas eran contadas y no tenían nada que ver con las decisiones del gobierno de turno. Las cosas empezaron a cambiar con María Clemencia Rodríguez, esposa del expresidente Juan Manuel Santos, quien llevó a un punto más alto su función social y expresó sus opiniones políticas mediante su vestimenta. María Juliana Ruiz, cónyuge del expresidente Iván Duque, además de las iniciativas en pro de la niñez, protagonizó un par de escándalos por viajes en vuelos oficiales y el intento de publicación de un libro que al final no vio la luz.
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Pero la hoy primera dama Verónica Alcocer, esposa del presidente Gustavo Petro, en menos de seis meses se salió de todos los libretos escritos para su cargo. No solo por sus frecuentes apariciones públicas en las situaciones coyunturales del país, sino por el que dicen es su alto poderío en la Casa de Nariño, que supuestamente se refleja en la injerencia en decisiones y nombramientos del Estado, y en general porque sus acciones ya traspasan el simbolismo y la creencia tradicionalista de que la pareja del primer mandatario debería limitarse a un rol casi decorativo.
El más reciente episodio que sugiere las facultades que tiene la primera dama en la Casa de Nariño fue la confesión de Concepción Baracaldo, directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), sobre cómo llegó al cargo a pesar de no tener experiencia en temas sociales ni de niñez. Palabras más, palabras menos, Baracaldo aceptó que su amiga Verónica Alcocer le ofreció el puesto, que estuvo entre los nombramientos que más tardó en hacer el presidente Petro.
Pero antes de eso ya se había dado una controversia por el nombramiento de Eva Ferrer, amiga y asesora de Alcocer en la campaña presidencial, en la Consejería Presidencial para la Niñez. Para muchos, la española Ferrer fue clave en la imagen tan presente que proyectó Alcocer en la carrera hacia la Casa de Nariño, siendo esta una diferencia evidente entre las campañas de 2018 y 2022.
Y justo fue la más reciente campaña presidencial la que dejó ver la inmersión de Alcocer en los temas de política nacional y la influencia que tiene sobre su esposo. En las filtraciones ilegales que se hicieron en junio pasado sobre reuniones privadas entre Petro, políticos del Pacto Histórico y asesores de la campaña, se vio en Alcocer a una mujer siempre presente en la toma de decisiones. Incluso a una que hacía sugerencias y “tiraba línea” sobre ciertos temas álgidos de la campaña.
Como cereza de ese postre está la muy criticada estrategia del gobierno Petro para promocionar los primeros 100 días al frente del país, mediante una serie documental de 10 capítulos que se emitieron en noviembre. Uno de ellos estuvo dedicado exclusivamente a Alcocer. Esa ha sido una de las principales críticas sobre el protagonismo de la primera dama por encima incluso de la vicepresidenta Francia Márquez, pues no son pocos los votantes que se quejan de haber depositado su confianza en las pasadas elecciones en esa fórmula, mas no en Petro y Alcocer.
No obstante, desde el Gobierno han querido bajarle la espuma a los rumores sobre esas aparentes facultades extraordinarias de la primera dama. Al consultar a varios congresistas de la bancada oficialista, la respuesta común fue que sobre esto no hay debate y que el tema es algo “de costurero” que no debería empañar otras preocupaciones actuales. Eso sí, algunos reconocieron que no debería haber tanta injerencia de Alcocer en los asuntos de la Casa de Nariño, pero coincidieron en que las decisiones finales las toma el presidente Petro. Por su parte, desde la oposición ya se escucha un runrún sobre el tema y la mayoría de críticas van dirigidas a una posible extralimitación de Alcocer en sus atribuciones.
Pero ¿cuáles son esas competencias que debería tener una primera dama y por las que hoy tanto se critica el protagonismo de Verónica Alcocer? De acuerdo con la función pública, el rol de la primera dama es de “gestora social” y aclara que “no desempeña un cargo público, ni tiene la calidad de servidora pública”. Así las cosas, según un concepto emitido en 2020, su misión debería estar enmarcada en acompañar al presidente, “colaborar en el desempeño de tareas protocolarias” o liderar temas de “beneficencia pública”.
Ahí es donde se abre una bifurcación entre la necesidad de actualizar ese rol de una primera dama decorativa y convertir el cargo en uno más funcional para evitar las polémicas en torno a acciones como las de Alcocer. Desde un lado se exalta la “revolución” que está generando la nueva primera dama al adentrarse de lleno en el alto gobierno y dejar “de ocupar el cargo histórico de estar detrás del esposo”, según afirma Juliana Hernández, directora de la organización feminista Artemisas.
Lo de Alcocer, para Hernández, es un “antecedente”, pues considera que en el país es evidente que hay un “trato machista y patriarcal al rol de la primera dama” al relegarla solo al tema social y, de hecho, defiende que, en ese sentido, en su rol como gestora social, está detrás de los cargos de este sector, como el ICBF o la Consejería para la Niñez.
Eso sí, acepta que siendo así existe la obligación de transformar el cargo en uno aprobado por el Congreso, dejando claras sus funciones. Hernández también admite que no se ve bien que, como algunos han mencionado, si Alcocer busca participar en la contienda presidencial de 2026, no haya transparencia, teniendo en cuenta el acceso a recursos y otros beneficios que tiene para impulsar su carrera política. “¿Tiene poder? Demasiado. Es fantástico, pero se deben modificar sus funciones y haber transparencia con lo que le compete a su rol”, concluye al respecto la directora de Artemisas.
En eso último estuvieron de acuerdo Mauricio Velásquez, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de los Andes, y Nadia Pérez, del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. Ambos compararon el creciente protagonismo de Alcocer con el que se ha dado en países de la región, como Nicaragua, con Rosario Murillo, y mucho más antes en Argentina, con Eva Perón.
Sobre el papel de Alcocer, Pérez afirma que “resulta bastante complejo en la región, donde históricamente las primeras damas han servido como un eslabón político para la representación y seguir manteniendo intereses o círculos de poder”, mientras que Velásquez sostuvo que el protagonismo de la primera dama por fuera de las reglas es “síntoma de ingobernabilidad y fata de sincronía entre las figuras de peso del Gobierno”.
Como remate, Velásquez, quien reconoce que este Gobierno pretende que las mujeres tengan mayor protagonismo, vuelve al tema de Francia Márquez en quien ve “una vicepresidenta con recorrido político, funciones regladas y que está llamada a ejercer ese poder político. Que sea la esposa del presidente la que tenga ese lugar hace que se prendan alarmas”.