‘Las Auc no habríamos crecido sin la ayuda de la Fuerza Pública’: “Juancho Dique”
“Juancho Dique”, uno de los tres fundadores del Bloque Montes de María de las Autodefensas Unidas de Colombia pide perdón a las víctimas de sus masacres, explica cómo fueron las relaciones del paramilitarismo con la Fuerza Pública, el empresariado y los políticos, y les pide que asuman sus responsabilidades para empezar a construir la reconciliación.
Cerca de que se cumplan 16 años de haberse desmovilizado de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y dejado las armas, Úber Banquez Martínez habla con soltura de lo que fue su largo trasegar en la guerra. Fue guerrillero, miliciano, militar, paramilitar. Se hizo conocer como Juancho Dique, hizo parte del Bloque Montes de María y comandó en terreno las peores masacres cometidas por el paramilitarismo en los departamentos de Sucre y Bolívar. Tiene 50 años, pagó casi nueve de prisión efectiva y aún sigue declarando ante la justicia; recientemente se le impuso brazalete electrónico y se encuentra en libertad condicional. Desde que dejó las armas ha dedicado su tiempo a estudiar y a promover la reconciliación. Estudió primaria, bachillerato y dos carreras profesionales, la última en derecho. Se distingue entre los victimarios por asumir responsabilidades directas. No duda en señalar que fue el arquitecto de la guerra en Montes de María y el autor en horrorosos crímenes, a nadie responsabiliza de sus acciones, las asume con valentía y casi que frialdad. Se define como una máquina de guerra, que hoy busca ocupar su energía de guerrero como gestor de paz. Viene trabajando con la Comisión de la Verdad, las organizaciones sociales y sus propias víctimas en el esclarecimiento de los crímenes cometidos y en una cruzada personal para ser perdonado. Nos comunicamos por videoconferencia y por motivos de seguridad evita revelar su ubicación y referirse a algunos personajes de la vida política y empresarial, pues teme por su seguridad, pero al mismo tiempo denuncia cómo empresarios, políticos y militares se aliaron con el paramilitarismo.
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Cerca de que se cumplan 16 años de haberse desmovilizado de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y dejado las armas, Úber Banquez Martínez habla con soltura de lo que fue su largo trasegar en la guerra. Fue guerrillero, miliciano, militar, paramilitar. Se hizo conocer como Juancho Dique, hizo parte del Bloque Montes de María y comandó en terreno las peores masacres cometidas por el paramilitarismo en los departamentos de Sucre y Bolívar. Tiene 50 años, pagó casi nueve de prisión efectiva y aún sigue declarando ante la justicia; recientemente se le impuso brazalete electrónico y se encuentra en libertad condicional. Desde que dejó las armas ha dedicado su tiempo a estudiar y a promover la reconciliación. Estudió primaria, bachillerato y dos carreras profesionales, la última en derecho. Se distingue entre los victimarios por asumir responsabilidades directas. No duda en señalar que fue el arquitecto de la guerra en Montes de María y el autor en horrorosos crímenes, a nadie responsabiliza de sus acciones, las asume con valentía y casi que frialdad. Se define como una máquina de guerra, que hoy busca ocupar su energía de guerrero como gestor de paz. Viene trabajando con la Comisión de la Verdad, las organizaciones sociales y sus propias víctimas en el esclarecimiento de los crímenes cometidos y en una cruzada personal para ser perdonado. Nos comunicamos por videoconferencia y por motivos de seguridad evita revelar su ubicación y referirse a algunos personajes de la vida política y empresarial, pues teme por su seguridad, pero al mismo tiempo denuncia cómo empresarios, políticos y militares se aliaron con el paramilitarismo.
(Lea: En el canal de “Juancho Dique”)
¿Cuál es tu situación jurídica en este momento?
En este momento estoy versionando ante un juez de garantías. Es increíble, pero estoy en estas hace 16 años y es como si fuera el primer día. Recientemente un juez me impuso una medida de aseguramiento con orden de brazalete electrónico, quedamos a disposición del Inpec. Todo ese trabajo que se hizo en el momento de dejación de armas, la reintegración con la ARN, la reintegración con las universidades, la reintegración con la misma sociedad. Todo ese trabajo para quedar bajo la vigilancia de una entidad podrida, llena de corrupción y con miles de problemas. Después de tantas medidas de aseguramiento, sigo sin obtener la oportunidad social de volver a empezar. La vida mía parce destinada a no poder salir de la guerra. Nacido en una familia campesina y pobre en la parte espiritual. Ocho hermanos, criado con el EPL, después me metí al Frente 18 de las Farc, luego busqué oportunidad en las Fuerzas Militares, duré cinco o seis años y de ahí me fui a las llamadas Convivir. Después pasé a las AUC. He estado en la guerra dura y también privado de la libertad; he buscado la reintegración, pero me ha sido esquiva. Yo fui una máquina de guerra que quiere ser un hombre de paz. Ponerme un brazalete electrónico es retroceder el proceso de paz, es hacer daño, es mandar un mensaje negativo a aquellas personas que están todavía en armas. El mensaje que Colombia está esperando es que sí se cumple a la paz. Pagué la pena de prisión por nueve años. Ahora nos dicen que la ley quedó mal hecha y que tuvo problemas de diseño, y yo digo eso es problema del Congreso, de los que presentaron esa ley, no de los victimarios.
¿Cómo era su familia?
Los Banquez son de entre Marialabaja y San Onofre. Los Martínez, de San Pedro, Sucre. Eran unos colonos que se fueron a explotar tierra a la región del alto San Jorge, a una vereda llamada San Antonio. Eso queda en el límite con Ituango, Antioquia. Yo desde que me levanté me encontré con el conflicto. Soy el mayor de ocho hijos y me crie a la orilla del río San Jorge, comiendo bocachico.
¿Cómo es eso de que se crio en el EPL?
El PRT se concentró entre Urabá y Córdoba, en entre el Sinú y el San Jorge. Esa fue la primera guerrilla que conocí, recuerdo a un comandante gallero, Rafa, era un tipo que andaba en caballo reclutando puro niño y joven. Se movía del alto San Jorge a Montería. Llegaba a Planeta Rica, Pica Pica, Puerto Belén, Tierradentro. Yo con ocho, nueve años andaba con esa guerrilla montando caballo, encerrando ganado para que ellos mataran las vacas. Pero yo a esa edad ya era un adulto. Cumplía misiones. Iba al pueblo a comprar mercado, sabía llevar las mulas; la vida del campesino es así, dura y lo hace crecer a uno desde chiquito. A los 17 años manejaba como 30 mulas de esas de cargar alimentos y gasolina para los laboratorios. Cuando desapareció el EPL, quedó el frente 18 de las Farc al mando de Román Ruiz y el Ñeco. Con las milicias de las Farc estuve hasta el día que me presenté en la Cuarta Brigada en Medellín.
(Contexto: La guerra en el Canal del Dique)
¿En qué año entró al Ejército?
En 1990 más o menos. Me presenté y no me preguntaron nada, ni me investigaron. De una ingresé. De Medellín me mandaron para Barranquilla, después a Bolívar. Yo era muy bueno para el combate, para hacer inteligencia y por eso me ascendieron. Terminé de prestar mi servicio militar obligatorio y un coronel me ayudó y me mandó para la Brigada 11, a un batallón de violadores de los derechos humanos. A veces pienso que yo no encontré oportunidades distintas, a donde miraba lo único que había era un mundo de violación de los derechos humanos. En ese batallón fue donde yo me conocí con la gente de Salvatore Mancuso, haciendo operaciones conjuntas en el alto San Jorge, en el Urabá. En 1996, cuando el atentado del burrobomba en Chalán, conocí a Rodrigo Mercado. Lo conocí en la Brigada 11. Rodrigo servía de guía del Ejército en los Montes de María.
¿Los paramilitares guiaban al Ejército?
Sí, era un grupo formado por Joaquín García. Lo que pasa es que a Rodrigo Mercado, estando en Macayepo, el EPL le mató a la hermana. Él de resentido fue y se entregó al batallón. Entonces, Joaquín García conformó dentro del batallón un grupo de fuerzas oscuras. En ese grupo estaban Rodrigo Mercado, Bumbo, Marimon, Guineo, estaba Vladimir y hay otro del que no recuerdo el nombre. Era un grupo armado por los ganaderos. Servían para hacer el trabajo sucio. Cuando pasó lo del burrobomba, ese mismo grupo de paras venía con nosotros en el helicóptero de la Brigada 11. Ahí conocí a Rodrigo e hice amistad con él. Ellos también eran de la Convivir de Javier Piedrahíta y estaba bajo el mando de un muchacho al que le decían Cachepo. A él lo mató Mancuso, y pusieron a Rodrigo de comandante de la Convivir. Rodrigo conocía su bandidez, la delincuencia común, sus cosas, pero no conocía la vida militar y ahí es donde Rodrigo me ofreció la segunda comandancia de la Convivir. Entonces yo salí del Ejército y entré a las Convivir. Éramos Rodrigo, Javier Piedrahíta y yo. No pertenecíamos aún a Salvatore Mancuso. Cumplíamos las misiones que nos daban los ganaderos y los políticos de la zona. En la noche cometíamos los “errores” que la fuerza pública no podía.
¿Cómo pasaron de la Convivir de Piedrahíta a las Autodefensas?
Para ese entonces existían las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá, entonces Salvatore Mancuso y Carlos Castaño ordenaron recoger a todos los grupos que formaban las Convivir. La orden era que a las buenas o a las malas.
¿Qué papel cumplió la Armada en las incursiones en El Chengue, Ovejas y Macayepo?
Yo fui el autor de todo eso, y el papel Armada fue de omisión, siempre guardaban omisión.
¿Qué quiere decir?
La relación de nosotros era directamente con la oficina, con el mando. Esa relación la tenía Rodrigo Mercado con Inteligencia de la brigada. Siempre la tuvo, siempre tuvo la información. Te voy a comentar esta anécdota, todos los muchachos que se desmovilizaban de las guerrillas colombianas y que llegaban al batallón iban a parar a donde Rodrigo Mercado. Esa era la oportunidad que les daba la fuerza pública a los muchachos.
(Conozca: “Juancho Dique” y “Don Antonio”, citados a declarar por petición del senador Lidio García)
¿Cómo fue esa creación del bloque de los Montes de María?
La estrategia de la creación fue mía. Comenzamos con cuatro hombres, pero cuando los ganaderos iban a hablar con uno, yo les decía que éramos 40, pero era mentira. Se comenzó con el apoyo de algunas personas: los batallones nos vendían el armamento, el camuflado, la munición, el fusil, la granada, la carpa. Se buscó una relación por Venezuela y otra por Nicaragua. Las lanchas que salían con cocaína volvían con fusiles.
¿Qué papel cumplieron Salvador Arana y el Gordo García en ese proceso de creación del bloque Montes de María?
Ehhh, mmmm. Prefiero no hablar de eso.
¿Por qué?
Siento miedo porque que esa maquinaria sigue viva. Es una maquinaria muy fuerte en Sucre, Bolívar. Poderosa en la parte de la política y muy peligrosa, la verdad.
Entonces, si pregunto por Vicente Blel, ¿tampoco voy a obtener ninguna respuesta?
No, es de maquinaria fuerte.
Da la impresión de que para usted es más peligroso hablar de los políticos que de los militares…
Es más peligroso hablar del sistema político que de las FF. MM., porque tienen mucho poder. Están vivos, siguen igual y son muy peligrosos.
¿Por qué la finca Melenas era importante para los paramilitares?
Porque era un corredor hasta Tolú y ahí teníamos un campamento importante, como los tuvimos en las fincas de Joaquín García y Miguel Nule.
¿Cuál fue la suerte de Cadena?
La relación con Rodrigo todo el tiempo fue buena. De pronto se descompuso cuando llegó Ralito, que se alió mucho a narcotraficantes y esas cosas. Después lo mataron.
¿Qué papel cumplía Diego Vecino?
Era de la dirección política. Era una persona común. Siempre buscaba el bienestar para los combatientes. Era un tipo muy estudioso e inteligente. Salvatore Mancuso siempre lo colocó para manejar la parte de la dirección política. Lamentablemente cometió muchos crímenes contra los derechos humanos, y yo digo que él no tenía por qué meterse en la guerra, era de buena familia, con la vida solucionada en lo social y económico. ¿Para qué dañarse su hoja de vida?
(Lea también: Los habitantes de El Salado no eran guerrilleros’: ‘Juancho Dique’)
¿Por qué conformaron el Frente Canal del Dique si en esa zona no había guerrilla?
Cuando estuve en la Convivir, en la zona de Lorica y los municipios cercanos a Córdoba había presencia de guerrilla. Allá fue tan duro el conflicto entre 1998 y 2001, que realizamos la mayoría de masacres, y yo participé en todas. En 2001, que ya teníamos limpia la zona y pasábamos de 300 hombres, miramos la posibilidad de crear otro grupo porque había unos empresarios que iban a cultivar palma en el Canal del Dique y necesitaban seguridad; sí había un brote de guerrilla. También teníamos otros intereses: sacar droga y organizar a los líderes y las comunidades para llevar las campañas políticas de Bolívar. Llegué con tres misiones: cubrir las palmeras de los empresarios, cubrir el narcotráfico y abrirles paso a los políticos. Empezamos a trabajar primero con los líderes de la zona, después con los candidatos a concejos, luego con los candidatos a las alcaldías. Para ese momento ya teníamos mucho poder. Luego vino la gobernación y estábamos en las elecciones legislativas y las presidenciales cuando se vivió todo un escándalo y la bulla de la parapolítica, cuando se le hizo campaña a mi amigo por allá. El 30 de octubre fue capturado Sergio Córdoba, que era el que manejaba la zona de Magangué. Entonces se ordenó sacar al segundo mío para allá y conformar otro frente. Allá había una ruta importante de narcotráfico, porque esa es la puerta del sur de Bolívar y era muy importante tener ese espacio y proteger a los empresarios de esa zona. Para final de 2003 fue cuando se escuchó el escándalo de lo que pasó con la alcaldía, con concejales, gobernación. Había un proyecto político tan importante, que a pesar de la desmovilización esas maquinarías quedaron organizadas y funcionando. Son tan peligrosas que si les capturan a uno, montan al papá; y si no está el papá, montan al hijo; y si no, al cuñado; y si no, al primo; y si no hay primo, montan al perro; si no hay perro, montan al gato. Votos manchados de sangre.
¿Por qué decidieron desmembrar a la gente y desaparecerla?
Hay que dejar claro que las Autodefensas no habríamos podido crecer en los Montes de María como lo hicimos sin ayuda de la fuerza pública. Encontramos a unos uniformados arrumados en sus estaciones y comandos y nos unimos para controlar los Montes de María. Lo que pasaba es que cuando la fuerza pública capturaba a una persona, le daba libertad y nos daba la información. Se subía a una camioneta nuestra y nos llevaba hasta la casa para que nosotros lo esperáramos en la esquina y lo desapareciéramos. La orden fue que hiciéramos como con la yuca: desaparecerla. Nosotros cogíamos a la gente, los desmembrábamos y los echábamos a las aguas del Canal del Dique. Y lo hacíamos porque si dejábamos los cuerpos por ahí, la fuerza pública nos llamaba la atención y decía que se le iban a incrementar las estadísticas de violencia y que eso podría calentar la zona, traer a la gente de derechos humanos o terminar con el traslado de los comandantes que, incluso, podían perder sus ascensos. Por eso desaparecíamos a las personas, porque eso nos lo pidió la fuerza pública. Eso hacíamos con la gente de toda la zona. La llevábamos allá para practicarles el mismo procedimiento. Y aunque yo no puedo decir que eso fue una política de Estado, sí puedo dar fe de que sabía el comandante de la estación de policía, y de ahí para abajo y para arriba toda la jerarquía lo sabía. No era un secreto. Por ejemplo, pasaba que cuando capturaban una persona en x municipio, le daban libertad y nos daban la instrucción a nosotros cogerlo y desaparecerlo. Yo tengo todavía la orden de batalla de la Fuerza Naval de la costa. Allí hay centenares de personas sindicadas con nombre, dirección, teléfono, a dónde van y toda esa vaina. A esos jóvenes los cogíamos, los desmembrados y arrojábamos a las aguas del Canal del Dique. Hicimos un daño terrible.
¿Cuál era el objetivo de hacer todo este rito del desmembramiento y de coger a la gente y desaparecerla de una manera tan violenta?
Para que no fueran recuperados los restos óseos, porque si a la persona se le bota completa, el cuerpo a las 72 horas sube a la superficie.
¿Hoy qué pasa en esa región para que la gente que está tratando de recuperar la memoria de sus muertos siga con miedo y sin poder hablar de lo que lo que ocurrió?
Todos estamos confundidos: agresores y víctimas, porque a nosotros nos siguen armando procesos y nos amenazan con nuevas medidas de vigilancia, y las víctimas están siendo protegidas por el Estado y la misma fuerza pública que participó de los crímenes. Además, las víctimas están viendo cómo la violencia está cogiendo más fuerza en estos días. Cualquier persona hace la reflexión de que bueno, Úber ya no está en eso, pero las personas que estaban con él siguieron manejando el sistema político, el narcotráfico, el sistema de usurpación de tierras, el desplazamiento. Esa vaina sigue igual. Ese silencio que hay en la zona es un silencio de nerviosismo. Yo he venido trabajando con las víctimas, con la ruta de los cimarrones, con la Comisión de la Verdad para hacer encuentros de reconciliación y a ver si se puede unir el tejido social luego de tanto daño. Ellos saben que yo estoy en eso y todo el mundo allá tiene mi teléfono, mi correo, pero también te digo que yo cancelé muchas de mis denuncias porque recibo mucha amenaza y tengo miedo.
¿Qué le dice hoy a esa gente a la que usted le hizo tanto daño?
Lo primero es pedirles perdón por todo el daño causado. Por el daño que le hice a la comunidad, a la madre tierra, las aguas. Perdón por violar los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Les pido también que entiendan yo fui un niño campesino atropellado también por la violencia. Fui un niño buscando oportunidad en la guerra, pero nunca las encontré. La busqué en las guerrillas, luego en la fuerza pública, después en las Convivir, que eran legales y constituidas por el Estado, y finalmente en las Autodefensas. Me desmovilicé cuando el daño estaba hecho. Yo fui un hombre de guerra, pero luego de dejar las armas hice mi primaria, la secundaria, la carrera de administración, luego estudié derecho, desde donde quiero aportar a las comunidades a las que tanto daño les causé. Quiero aportar verdad, y seguiré como gestor de paz haciendo parte de la Fundación Social Renaciendo, apoyando a la Comisión de la Verdad y la ruta de los Cimarrones. Quiero esclarecer aquellos hechos que no se han podido esclarecer porque hay muchos mandos medios desaparecidos.
¿Qué mensaje les manda a los políticos, militares y empresarios que se beneficiaron de estos crímenes y de las autodefensas pero no están poniendo la cara?
Es preocupante lo que ha venido sucediendo en los Montes de María, Sucre y Bolívar; los actores armados estamos colocando la cara y aceptando responsabilidades, pero todavía falta que el hombre de atrás, como dice Roxin, ponga la cara. Porque esa gente causó más daño que el propio actor. Les digo a ellos que se pongan la mano en el corazón y acepten la responsabilidad. A la fuerza pública y los empresarios que participaron les pido que acepten la responsabilidad para que construyamos una Colombia sana y sin violencia. Hay varias personas atrás que impulsaron para que nosotros cometiéramos estos delitos tan atroces, delitos de lesas humanidades y que hoy en día sus víctimas están esperando la verdad de ese sistema de políticos, de la fuerza pública y de empresarios.
¿Cómo va su proceso de reintegración, se ha sentido excluido por la sociedad después de haber dejado las armas?
Todos los días me siento excluido de la sociedad, por la población a la que tanto daño causé, pero también por quienes nos miran con prejuicio y nos han negado la posibilidad de una nueva vida.
¿Usted siente que a los paramilitares los usaron para lavarse las manos?
A mí me parece que Santos, a pesar de las críticas que le hacen, tuvo la berraquera y los pantalones de reconocer que el Estado también tuvo responsabilidad en la guerra. Yo nací en el conflicto, estuve en la fuerza pública y como militar patrullé con la gente de Salvatore Mancuso. A esos guías les paga la fuerza pública. Nosotros sin ellos no habríamos crecido, tampoco es un secreto que Rodrigo vivía metido en el batallón en Corozal, que de allá sacábamos las armas, mi revólver amparado me lo sacaron desde ese batallón, en la casa de Joaquín García nació la Convivir que se fundó con Javier Piedrahíta, quien venía con nexos con Pablo Escobar.