Las gestiones secretas del papa Francisco y un nuncio en pro de la paz con las Farc
La historia del diplomático vaticano Giorgio Lingua, que conocía a Colombia de vieja data y se convirtió en el hombre de confianza del pontífice en Cuba.
Nelson Freddy Padilla
Durante la visita del papa Francisco, el presidente Juan Manuel Santos le dio reiterados agradecimientos públicos por su respaldo irrestricto al proceso de paz que se firmó con las Farc, pero fuentes vaticanas que hicieron parte de la gira, consultadas por El Espectador, le otorgaron especial crédito al obispo Giorgio Lingua. (Vea el especial del papa en Colombia)
La historia de las negociaciones con la guerrilla y el papel de monseñor Lingua —italiano de la región de Piamonte, como los abuelos del papa argentino Jorge Bergoglio— empezó el 14 de febrero del año 2000, cuando el Vaticano accedió a recibir a los negociadores del Gobierno colombiano y a los de las Farc.
Como el papa Juan Pablo II no les dio audiencia, encargó a este obispo experto en conflictos internacionales de recibir a la delegación que en ese momento recorría Europa en busca de respaldo al proceso de paz, empezado al tiempo que la presidencia de Andrés Pastrana. La delegación gubernamental estuvo integrada por el comisionado de Paz Víctor G. Ricardo, Fabio Valencia Cossio, Juan Gabriel Uribe, Luis Carlos Villegas, Ciro Ramírez y Carlos Martínez Simahan. Por el grupo guerrillero fueron Raúl Reyes, entonces “canciller” de las Farc, su compañera Liliana López, alias Olga Marín, y los comandantes Iván Ríos, Simón Trinidad, Joaquín Gómez, Fabián Ramírez y Felipe Rincón. (Lea también: El papa Francisco y Cartagena, la ciudad desigual)
En principio no creían que fueran a ser recibidos en la Santa Sede, pero quien logró el permiso del secretario de Estado del Vaticano, cardenal Ángelo Sodano, fue el embajador de Colombia, Guillermo León Escobar, teólogo muy influyente entre purpurados, pues han sido sus alumnos en la Universidad Gregoriana de Roma.
El papa no iba a recibir a un grupo de marxistas-leninistas por más proceso de paz que estuvieran adelantando en Colombia. Sin embargo designó a monseñor Lingua para que los atendiera y escuchara, “porque somos pastores de justos y pecadores”. Además de su formación en la Academia Pontificia y en asuntos políticos, Lingua, hoy con 57 años de edad, era cercano a la realidad colombiana porque había sido secretario de la Nunciatura en Bogotá y desde Roma era el encargado de asuntos hispanos, y también trabajó en la Secretaría de Estado, en la sección para las relaciones con gobiernos de todo el mundo.
Su encuentro con la realidad colombiana se produjo a las 6:30 de la tarde en la domus Santa Marta, el edificio adjunto a la basílica de San Pedro, donde se hospedan aislados los 120 cardenales de todo el mundo cuando son convocados al cónclave para elegir sumo pontífice. En un sótano atendió a los negociadores. Vestía sotana negra y una faja roja en la cintura. Les advirtió que sólo iba de “oidor” y a entregarles unos “presentes del santo padre”.
Joaquín Gómez rompió el hielo diciéndole a Lingua que con ese apellido no podía creer que sólo lo hubieran mandado a oír. Tanto guerrilleros como voceros gubernamentales explicaron los detalles del proceso de paz y el porqué de la gira europea. Las exposiciones demoraron algo más de una hora. Raúl Reyes dijo que veía en el Vaticano una importante instancia de respaldo al proceso. “Queremos que el santo padre nos dé la bendición y nos ilumine para llegar a una verdadera reconciliación”.
El embajador Escobar les entregó a cada uno el rosario bendecido por Juan Pablo II, junto con documentos del Vaticano sobre paz y propiedad de la tierra. Ninguno de los guerrilleros rechazó el regalo. Raúl Reyes guardó su rosario en el bolsillo superior izquierdo del traje de paño, mientras Joaquín Gómez se lo colgó con actitud creyente y pidió que le regalaran otros dos: “Mi abuela y mi compañera son católicas y me meto en un lío si no les llevo uno”. Monseñor Lingua se los dio y prometió enviarles en forma periódica los documentos de análisis del Vaticano sobre la realidad mundial. Ellos le dejaron la dirección de la casa de paz en San Vicente del Caguán.
Cuentan que desde ese día Lingua sintió que la paz de Colombia era “un proceso complejo pero posible”. Los guerrilleros salieron a las 8:00 de la noche, tan felices que fueron a celebrar a una trattoria. Luego de comer y cantar tangos al ritmo del coro de Iván Ríos, Fabián Ramírez y Simón Trinidad, terminaron en el Café de Colombia, donde brindaron con grappa, aguardiente de uva destilada.
Días después, el Secretariado de las Farc envió un mensaje de agradecimiento al Vaticano y destacó que el viaje había fortalecido el papel facilitador de la Iglesia. Como se sabe, ese proceso de paz fracasó en 2002, en medio de una guerra que se intensificó más y más desde las selvas del Caguán.
Mientras tanto, monseñor Lingua no perdió contacto con el tema ni con fuentes colombianas a las que consultaba vía Roma. Le contaron, por ejemplo, que en octubre de 2004 el gobierno de Álvaro Uribe les propuso a las Farc que enviaran sus voceros a la Nunciatura Apostólica para negociar un acuerdo humanitario y Raúl Reyes rechazó la mediación de la embajada vaticana. “No quiero saber más de curas”, le oyeron sentenciar en plena selva el 19 de abril de 2005, mientras veía por televisión la elección del nuevo papa, Joseph Ratzinger.
Pero una vez asumió Juan Manuel Santos y se inauguró un nuevo proceso con las Farc en 2012, Lingua supo que la esperanza renacía. Estaba de nuncio apostólico en Jordania e Irak, naciones convulsionadas a donde el papa Benedicto XVI lo había mandado desde 2010 en el mismo plan de ayudar en procesos de reconciliación. Desde allí lo mantenía informado sobre la amenaza del Estado Islámico contra el mundo católico. Este doctor en derecho canónico es diplomático vaticano desde 1992 y tuvo experiencia en Costa de Marfil y Serbia.
Confirmó que la Santa Sede volvía los ojos a Colombia tras la entronización del papa Francisco en marzo de 2013. El 17 de marzo de 2015, con información de primera mano desde Cuba, el pontífice nombró a su amigo Lingua, ya arzobispo titular de Tuscania, como nuncio apostólico en Cuba, con dos misiones centrales teniendo en cuenta sus conocimientos sobre América Latina: primero, preparar su visita a la isla, y segundo, convertirse en facilitador confidencial del proceso de paz de Colombia. Angelo Becciu, exsustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano y nuncio en Cuba hasta 2011, lo puso al tanto.
Cuando el papa visitó La Habana, Lingua y el Gobierno colombiano lo pusieron al tanto de los avances definitivos de la mesa de negociaciones. Entonces dijo: “En este momento me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la amada tierra de Colombia, consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están tratando de construir una sociedad pacífica. Que la sangre derramada por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unido al de Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella isla, para una definitiva reconciliación”.
Por primera vez Francisco dijo en privado que si firmaban un acuerdo final visitaría Colombia. Y les dio el espaldarazo público el 20 de septiembre, durante su discurso en la Plaza de la Revolución, tan simbólica para los guerrilleros de las Farc. “No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”, dijo el papa, sabiendo que delegados de las dos partes estaban allí oyéndolo.
Convencido de la importancia política y diplomática de los oficios de paz del Vaticano, ese año el gobierno de Juan Manuel Santos nombró —casi al tiempo que desde Roma enviaban a Lingua— a Guillermo León Escobar Herrán, amigo del papa argentino y del obispo italiano, otra vez como embajador ante la Santa Sede.
Desde el 25 abril de 2015, día en que el diplomático presentó credenciales, el pontífice le habló de su entera disposición hacia Colombia. El 15 de junio de ese año Francisco recibió al presidente Santos en su biblioteca privada y durante la conversación de 20 minutos el tema fue la paz.
Los canales de comunicación mejoraron y los mensajes papales de respaldo a los diálogos se mantuvieron hasta que las firmas para el fin de medio siglo de guerra fueron estampadas en Cuba y refrendadas en el Teatro Colón de Bogotá en noviembre de 2016. Al ver hechos cumplidos, el Vaticano respaldó la nominación de Santos al Premio Nobel de Paz y al premio mundial Lámpara de la Paz de San Francisco de Asís, y reconfirmó la gira de Francisco a Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena.
El embajador Escobar Herrán le reveló el pasado 28 de agosto a la web católica italiana Aleteia: “Sin duda alguna, durante las conversaciones en Cuba uno de los sitios donde hubo más información fue acá (en Roma) y la información era importantísima porque allá (en La Habana) está de nuncio Giorgio Lingua. La Santa Sede estuvo siempre enterada de lo que pasaba en Cuba, de lo que se discutía; tenía líneas directas que le permitían tener un análisis lo suficientemente claro y concreto para dar la ayuda”.
Le preguntaron por la importancia de los oficios del obispo italiano y respondió: “Monseñor Lingua conocía a todas las personas que dirigían la subversión en Colombia desde el año 2000. Un día se escribirá esa historia”.
Otra fuente que le confirmó a El Espectador la eficacia de estos contactos fue Gianni La Bella, miembro de la Comunidad de San Egidio, brazo diplomático del Vaticano en 60 países. Le dijo hace diez días a nuestra editora internacional, Angélica Lagos: “El papa siempre estuvo convencido de que la única solución a la crisis de Colombia era mantener las negociaciones. Tanto el Gobierno como las Farc pidieron en varias ocasiones a la Santa Sede formar parte de la mesa de negociación oficial. Yo entregué personalmente una carta a Roma en la que las Farc pedían la ayuda y la intervención del papa”. Opinó que “el papel del papa en el proceso de paz en Colombia fue mucho más importante que lo que se cree. La prensa ha hablado mucho del tema, pero no se acerca”.
Como dijo Santos esta semana, “el papa Francisco fue clave”. Según precisó La Bella, porque las partes lo vieron “como un punto de referencia moral y político, aunque con diferentes motivaciones, y como capaz de sostener y alentar (a distancia y de manera secreta) estas negociaciones”.
El embajador Escobar Herrán recuerda que desde aquel frío febrero del año 2000 en Roma, los guerrilleros de las Farc eran conscientes de que el día que se acordara el fin del conflicto había que contar con la bendición de la Santa Sede. No lo olvida porque él los guió durante la visita a la basílica de San Pedro; detallaron el altar mayor, la reliquia de la Santa Cruz, el paño de la Verónica y la cabeza de San Andrés; preguntaron si podían bajar un nivel más a la tumba de Juan XXIII, al que llamaron “el papa revolucionario del Concilio Vaticano Segundo”. Se pararon solemnes frente a la lápida de mármol del pontífice y alias Simón Trinidad evocó en latín la encíclica Pachem in Terris, paz en la tierra.
Durante la visita del papa Francisco, el presidente Juan Manuel Santos le dio reiterados agradecimientos públicos por su respaldo irrestricto al proceso de paz que se firmó con las Farc, pero fuentes vaticanas que hicieron parte de la gira, consultadas por El Espectador, le otorgaron especial crédito al obispo Giorgio Lingua. (Vea el especial del papa en Colombia)
La historia de las negociaciones con la guerrilla y el papel de monseñor Lingua —italiano de la región de Piamonte, como los abuelos del papa argentino Jorge Bergoglio— empezó el 14 de febrero del año 2000, cuando el Vaticano accedió a recibir a los negociadores del Gobierno colombiano y a los de las Farc.
Como el papa Juan Pablo II no les dio audiencia, encargó a este obispo experto en conflictos internacionales de recibir a la delegación que en ese momento recorría Europa en busca de respaldo al proceso de paz, empezado al tiempo que la presidencia de Andrés Pastrana. La delegación gubernamental estuvo integrada por el comisionado de Paz Víctor G. Ricardo, Fabio Valencia Cossio, Juan Gabriel Uribe, Luis Carlos Villegas, Ciro Ramírez y Carlos Martínez Simahan. Por el grupo guerrillero fueron Raúl Reyes, entonces “canciller” de las Farc, su compañera Liliana López, alias Olga Marín, y los comandantes Iván Ríos, Simón Trinidad, Joaquín Gómez, Fabián Ramírez y Felipe Rincón. (Lea también: El papa Francisco y Cartagena, la ciudad desigual)
En principio no creían que fueran a ser recibidos en la Santa Sede, pero quien logró el permiso del secretario de Estado del Vaticano, cardenal Ángelo Sodano, fue el embajador de Colombia, Guillermo León Escobar, teólogo muy influyente entre purpurados, pues han sido sus alumnos en la Universidad Gregoriana de Roma.
El papa no iba a recibir a un grupo de marxistas-leninistas por más proceso de paz que estuvieran adelantando en Colombia. Sin embargo designó a monseñor Lingua para que los atendiera y escuchara, “porque somos pastores de justos y pecadores”. Además de su formación en la Academia Pontificia y en asuntos políticos, Lingua, hoy con 57 años de edad, era cercano a la realidad colombiana porque había sido secretario de la Nunciatura en Bogotá y desde Roma era el encargado de asuntos hispanos, y también trabajó en la Secretaría de Estado, en la sección para las relaciones con gobiernos de todo el mundo.
Su encuentro con la realidad colombiana se produjo a las 6:30 de la tarde en la domus Santa Marta, el edificio adjunto a la basílica de San Pedro, donde se hospedan aislados los 120 cardenales de todo el mundo cuando son convocados al cónclave para elegir sumo pontífice. En un sótano atendió a los negociadores. Vestía sotana negra y una faja roja en la cintura. Les advirtió que sólo iba de “oidor” y a entregarles unos “presentes del santo padre”.
Joaquín Gómez rompió el hielo diciéndole a Lingua que con ese apellido no podía creer que sólo lo hubieran mandado a oír. Tanto guerrilleros como voceros gubernamentales explicaron los detalles del proceso de paz y el porqué de la gira europea. Las exposiciones demoraron algo más de una hora. Raúl Reyes dijo que veía en el Vaticano una importante instancia de respaldo al proceso. “Queremos que el santo padre nos dé la bendición y nos ilumine para llegar a una verdadera reconciliación”.
El embajador Escobar les entregó a cada uno el rosario bendecido por Juan Pablo II, junto con documentos del Vaticano sobre paz y propiedad de la tierra. Ninguno de los guerrilleros rechazó el regalo. Raúl Reyes guardó su rosario en el bolsillo superior izquierdo del traje de paño, mientras Joaquín Gómez se lo colgó con actitud creyente y pidió que le regalaran otros dos: “Mi abuela y mi compañera son católicas y me meto en un lío si no les llevo uno”. Monseñor Lingua se los dio y prometió enviarles en forma periódica los documentos de análisis del Vaticano sobre la realidad mundial. Ellos le dejaron la dirección de la casa de paz en San Vicente del Caguán.
Cuentan que desde ese día Lingua sintió que la paz de Colombia era “un proceso complejo pero posible”. Los guerrilleros salieron a las 8:00 de la noche, tan felices que fueron a celebrar a una trattoria. Luego de comer y cantar tangos al ritmo del coro de Iván Ríos, Fabián Ramírez y Simón Trinidad, terminaron en el Café de Colombia, donde brindaron con grappa, aguardiente de uva destilada.
Días después, el Secretariado de las Farc envió un mensaje de agradecimiento al Vaticano y destacó que el viaje había fortalecido el papel facilitador de la Iglesia. Como se sabe, ese proceso de paz fracasó en 2002, en medio de una guerra que se intensificó más y más desde las selvas del Caguán.
Mientras tanto, monseñor Lingua no perdió contacto con el tema ni con fuentes colombianas a las que consultaba vía Roma. Le contaron, por ejemplo, que en octubre de 2004 el gobierno de Álvaro Uribe les propuso a las Farc que enviaran sus voceros a la Nunciatura Apostólica para negociar un acuerdo humanitario y Raúl Reyes rechazó la mediación de la embajada vaticana. “No quiero saber más de curas”, le oyeron sentenciar en plena selva el 19 de abril de 2005, mientras veía por televisión la elección del nuevo papa, Joseph Ratzinger.
Pero una vez asumió Juan Manuel Santos y se inauguró un nuevo proceso con las Farc en 2012, Lingua supo que la esperanza renacía. Estaba de nuncio apostólico en Jordania e Irak, naciones convulsionadas a donde el papa Benedicto XVI lo había mandado desde 2010 en el mismo plan de ayudar en procesos de reconciliación. Desde allí lo mantenía informado sobre la amenaza del Estado Islámico contra el mundo católico. Este doctor en derecho canónico es diplomático vaticano desde 1992 y tuvo experiencia en Costa de Marfil y Serbia.
Confirmó que la Santa Sede volvía los ojos a Colombia tras la entronización del papa Francisco en marzo de 2013. El 17 de marzo de 2015, con información de primera mano desde Cuba, el pontífice nombró a su amigo Lingua, ya arzobispo titular de Tuscania, como nuncio apostólico en Cuba, con dos misiones centrales teniendo en cuenta sus conocimientos sobre América Latina: primero, preparar su visita a la isla, y segundo, convertirse en facilitador confidencial del proceso de paz de Colombia. Angelo Becciu, exsustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano y nuncio en Cuba hasta 2011, lo puso al tanto.
Cuando el papa visitó La Habana, Lingua y el Gobierno colombiano lo pusieron al tanto de los avances definitivos de la mesa de negociaciones. Entonces dijo: “En este momento me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la amada tierra de Colombia, consciente de la importancia crucial del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por la esperanza, sus hijos están tratando de construir una sociedad pacífica. Que la sangre derramada por miles de inocentes durante tantas décadas de conflicto armado, unido al de Jesucristo en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo, incluso en esta bella isla, para una definitiva reconciliación”.
Por primera vez Francisco dijo en privado que si firmaban un acuerdo final visitaría Colombia. Y les dio el espaldarazo público el 20 de septiembre, durante su discurso en la Plaza de la Revolución, tan simbólica para los guerrilleros de las Farc. “No tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este camino de paz y reconciliación”, dijo el papa, sabiendo que delegados de las dos partes estaban allí oyéndolo.
Convencido de la importancia política y diplomática de los oficios de paz del Vaticano, ese año el gobierno de Juan Manuel Santos nombró —casi al tiempo que desde Roma enviaban a Lingua— a Guillermo León Escobar Herrán, amigo del papa argentino y del obispo italiano, otra vez como embajador ante la Santa Sede.
Desde el 25 abril de 2015, día en que el diplomático presentó credenciales, el pontífice le habló de su entera disposición hacia Colombia. El 15 de junio de ese año Francisco recibió al presidente Santos en su biblioteca privada y durante la conversación de 20 minutos el tema fue la paz.
Los canales de comunicación mejoraron y los mensajes papales de respaldo a los diálogos se mantuvieron hasta que las firmas para el fin de medio siglo de guerra fueron estampadas en Cuba y refrendadas en el Teatro Colón de Bogotá en noviembre de 2016. Al ver hechos cumplidos, el Vaticano respaldó la nominación de Santos al Premio Nobel de Paz y al premio mundial Lámpara de la Paz de San Francisco de Asís, y reconfirmó la gira de Francisco a Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena.
El embajador Escobar Herrán le reveló el pasado 28 de agosto a la web católica italiana Aleteia: “Sin duda alguna, durante las conversaciones en Cuba uno de los sitios donde hubo más información fue acá (en Roma) y la información era importantísima porque allá (en La Habana) está de nuncio Giorgio Lingua. La Santa Sede estuvo siempre enterada de lo que pasaba en Cuba, de lo que se discutía; tenía líneas directas que le permitían tener un análisis lo suficientemente claro y concreto para dar la ayuda”.
Le preguntaron por la importancia de los oficios del obispo italiano y respondió: “Monseñor Lingua conocía a todas las personas que dirigían la subversión en Colombia desde el año 2000. Un día se escribirá esa historia”.
Otra fuente que le confirmó a El Espectador la eficacia de estos contactos fue Gianni La Bella, miembro de la Comunidad de San Egidio, brazo diplomático del Vaticano en 60 países. Le dijo hace diez días a nuestra editora internacional, Angélica Lagos: “El papa siempre estuvo convencido de que la única solución a la crisis de Colombia era mantener las negociaciones. Tanto el Gobierno como las Farc pidieron en varias ocasiones a la Santa Sede formar parte de la mesa de negociación oficial. Yo entregué personalmente una carta a Roma en la que las Farc pedían la ayuda y la intervención del papa”. Opinó que “el papel del papa en el proceso de paz en Colombia fue mucho más importante que lo que se cree. La prensa ha hablado mucho del tema, pero no se acerca”.
Como dijo Santos esta semana, “el papa Francisco fue clave”. Según precisó La Bella, porque las partes lo vieron “como un punto de referencia moral y político, aunque con diferentes motivaciones, y como capaz de sostener y alentar (a distancia y de manera secreta) estas negociaciones”.
El embajador Escobar Herrán recuerda que desde aquel frío febrero del año 2000 en Roma, los guerrilleros de las Farc eran conscientes de que el día que se acordara el fin del conflicto había que contar con la bendición de la Santa Sede. No lo olvida porque él los guió durante la visita a la basílica de San Pedro; detallaron el altar mayor, la reliquia de la Santa Cruz, el paño de la Verónica y la cabeza de San Andrés; preguntaron si podían bajar un nivel más a la tumba de Juan XXIII, al que llamaron “el papa revolucionario del Concilio Vaticano Segundo”. Se pararon solemnes frente a la lápida de mármol del pontífice y alias Simón Trinidad evocó en latín la encíclica Pachem in Terris, paz en la tierra.