Las movidas para hacerse con las mayorías en el Congreso
A la par de la elección de sus candidatos presidenciales, los partidos están en la compleja tarea de definir sus listas a Senado y Cámara. En este proceso también son evidentes las discusiones internas en las colectividades por temas como las cabezas de listas o si estas van abiertas o cerradas o las estrategias para aumentar su presencia tanto en las regiones como en el mundo digital.
El país vive una nueva etapa electoral y los partidos barajan sus mejores cartas para persuadir a los votantes. Aunque la prioridad es seleccionar a sus candidatos presidenciales, e incluso algunos piensan desde ya los movimientos y alianzas de cara a una posible segunda vuelta, hay un proceso paralelo clave para que quienes buscan suceder al presidente Iván Duque tengan cómo cumplir el sinfín de promesas que se hacen por estos días.
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Asegurar las mayorías del Congreso y, de paso, la gobernabilidad, es igual de importante que quién ocupará la Casa de Nariño. Los partidos no solo están buscando los mejores nombres para sus listas a Senado y Cámara, sino que también discuten si se presentan abiertas o cerradas. Esos temas, en algunas colectividades, han supuesto controversias y derivado en que candidatos desistan de su aspiración o pidan pista en otras toldas. Asimismo, ahondó las fisuras que tienen algunos por la elección del nominado presidencial y no han faltado los señalamientos entre copartidarios.
Revisemos qué ocurre en algunos partidos donde se han dado esas discusiones. Para muchos, el Pacto Histórico (PH) tiene lista su ficha presidencial y la preocupación real es quiénes ocuparán los primeros renglones de una lista al Senado que sería cerrada. Esa ha sido la principal tensión entre los viejos liderazgos y las nuevas figuras alternativas y de izquierda. En partidos como el Polo, las mujeres luchan por una lista cerrada y en cremallera (alternar un hombre y una mujer), pero los políticos antiguos, según comentó uno de ellos, quieren que se respete el nombre que se han hecho en el Congreso e insisten en una lista abierta.
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Por esa discusión, nombres que estaban en el PH se trastearon a Fuerza Ciudadana, que será la otra lista progresista que irá abierta. Según miembros de ese movimiento, buscarán un “recambio generacional en la izquierda” al considerar que en el PH “les están dando mucha prioridad a las credenciales”. La lista incluirá liderazgos regionales, pero también le apostará a los influenciadores. Su idea es “estar desde octubre en las calles”, por lo que el lunes pedirán a la Registraduría el aval para salir a recoger las rúbricas necesarias.
El Partido de la U tiene una estrategia similar. Ante la ausencia de dos de sus barones electorales, Roy Barreras y Armando Benedetti, le apuntan a fortalecer su presencia en las regiones y hacer un proceso de inclusión. Según la dirección de la colectividad, “habrá mujeres, afrodescendientes, indígenas y LGBT”, pero también “deportistas y figuras de los medios”. En ese proceso de “democratizar el partido” se cambiaron los estatutos (ya no son un partido de derecha sino de centro) y el próximo 20 de octubre se presentará la ruta, que tendrá hasta nuevo nombre y logo.
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Uno de los mayores enredos está en la Alianza Verde. A la ruptura de esa colectividad por la selección del candidato presidencial se suma que en este momento no hay claridad sobre las listas, pues un sector propuso apoyar las de la Coalición de la Esperanza y otro se opone rotundamente. Algunos congresistas y aspirantes afirman que se han llegado a condicionar los avales a apoyar las alcaldías del partido, pero, así como en Bogotá (la principal plaza verde), hay mandatarios locales de la colectividad que no tienen buena imagen y algunos consideran que eso puede ser “un lastre”. Para colmo, no contarán con el impulso de Antanas Mockus, quien con 540.783 votos en 2018 logró consolidarlos como la fuerza de oposición con más curules.
Otro partido que no pasa por su mejor momento es el Centro Democrático. Igual que los verdes, no contarán con los 875.554 votos de Álvaro Uribe hace cuatro años y la duda que más los trasnocha, y a la vez los divide, es quién obtendrá el guiño del expresidente para encabezar la lista. Fuentes dicen que el nombre de Miguel Uribe, el más opcionado, no ha caído bien en la “guardia pretoriana” del uribismo, que lleva varios años en el Congreso y reclama su lugar. Tampoco ha caído bien el coqueteo con influencers y celebridades que, por su defensa al partido, suenan como posibles candidatos. Por ahora “incertidumbre” es la palabra que refleja el sentir de algunos candidatos.
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En el caso de los partidos tradicionales, la postura es hacer valer su preponderancia histórica en las regiones. Por ejemplo, los liberales quieren aprovechar la ausencia de Mockus, Uribe, Robledo y otras figuras para aumentar sus curules. Dicen que, aunque las encuestas muestran un descalabro en la imagen, también se ve que los partidos tradicionales son las fuerzas más reconocidas en los territorios.
En ese sentido cuentan que el proceso de elección ha marcado una competencia natural entre candidatos, que igual consideran útil porque evidencia que hay “muchas figuras con potencial” de llegar al Senado. No obstante, algunos manifestaron preocupación “por la cercanía con políticos con historias non sanctas”, en referencia, por ejemplo, a la posible llegada de la esposa de Eduardo Pulgar, hoy detenido. En el caso de la Cámara, a pesar de que hoy son el partido con más escaños, esperan obtener más curules al considerar que “el trapo rojo todavía tiene valor en muchos territorios”.
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Este proceso de tensión interna y postulación de nombres es normal y se debe a que los partidos suelen enfocarse en la carrera presidencial y luego en las elecciones de Congreso, aunque debería ser al contrario, porque eso deriva en que a los presidentes les toque recurrir a la “mermelada” para tener gobernabilidad. Es lo que concluyen algunos analistas, quienes también mencionan el choque entre los liderazgos nuevos y tradicionales como la razón de las fisuras en las colectividades.
De acuerdo con Jorge Iván Cuervo, investigador de la Facultad de Gobierno de la Universidad Externado, lo que más presión genera es la decisión entre presentar listas abiertas o cerradas. “Si hay lista cerrada, los primeros quince puestos los impone el líder de la colectividad. Eso afecta a los nuevos liderazgos, porque se ven en puestos lejanos y no van a tener incentivos para hacer campaña”.
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Otra explicación es la ya diagnosticada crisis de los partidos debido a su imagen negativa. De ahí el furor por las coaliciones en la que también hay una dinámica de “negociación”. Nadia Pérez, investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la UNAB, resume este apartado en que “están en la feria de los nombres y la discusión de cómo va la lista. Eso indica que apenas están tanteando el terreno y va a depender mucho de los liderazgos y la forma en que negocian los primeros renglones de listas, porque hoy están mandando carnadas para ver cómo reacciona la gente”.
En eso coincidió Cuervo, quien señaló como una última causa de la dispersión en los partidos la desorganización e incongruencia al presentar candidatos. “No exigen un mínimo de coherencia y lógica y dan avales sin importar si son cercanos a los valores del partido, solo importan los votos. Los nuevos liderazgos no tienen la fuerza para ubicarse bien en las listas cerradas y no tienen las dinámicas electorales tradicionales para hacerlo”. Por tanto la conclusión de los expertos es que, como está diseñado el sistema, siempre se castiga a los nuevos liderazgos y eso genera la diferencia que hay en varias colectividades.
El país vive una nueva etapa electoral y los partidos barajan sus mejores cartas para persuadir a los votantes. Aunque la prioridad es seleccionar a sus candidatos presidenciales, e incluso algunos piensan desde ya los movimientos y alianzas de cara a una posible segunda vuelta, hay un proceso paralelo clave para que quienes buscan suceder al presidente Iván Duque tengan cómo cumplir el sinfín de promesas que se hacen por estos días.
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Asegurar las mayorías del Congreso y, de paso, la gobernabilidad, es igual de importante que quién ocupará la Casa de Nariño. Los partidos no solo están buscando los mejores nombres para sus listas a Senado y Cámara, sino que también discuten si se presentan abiertas o cerradas. Esos temas, en algunas colectividades, han supuesto controversias y derivado en que candidatos desistan de su aspiración o pidan pista en otras toldas. Asimismo, ahondó las fisuras que tienen algunos por la elección del nominado presidencial y no han faltado los señalamientos entre copartidarios.
Revisemos qué ocurre en algunos partidos donde se han dado esas discusiones. Para muchos, el Pacto Histórico (PH) tiene lista su ficha presidencial y la preocupación real es quiénes ocuparán los primeros renglones de una lista al Senado que sería cerrada. Esa ha sido la principal tensión entre los viejos liderazgos y las nuevas figuras alternativas y de izquierda. En partidos como el Polo, las mujeres luchan por una lista cerrada y en cremallera (alternar un hombre y una mujer), pero los políticos antiguos, según comentó uno de ellos, quieren que se respete el nombre que se han hecho en el Congreso e insisten en una lista abierta.
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Por esa discusión, nombres que estaban en el PH se trastearon a Fuerza Ciudadana, que será la otra lista progresista que irá abierta. Según miembros de ese movimiento, buscarán un “recambio generacional en la izquierda” al considerar que en el PH “les están dando mucha prioridad a las credenciales”. La lista incluirá liderazgos regionales, pero también le apostará a los influenciadores. Su idea es “estar desde octubre en las calles”, por lo que el lunes pedirán a la Registraduría el aval para salir a recoger las rúbricas necesarias.
El Partido de la U tiene una estrategia similar. Ante la ausencia de dos de sus barones electorales, Roy Barreras y Armando Benedetti, le apuntan a fortalecer su presencia en las regiones y hacer un proceso de inclusión. Según la dirección de la colectividad, “habrá mujeres, afrodescendientes, indígenas y LGBT”, pero también “deportistas y figuras de los medios”. En ese proceso de “democratizar el partido” se cambiaron los estatutos (ya no son un partido de derecha sino de centro) y el próximo 20 de octubre se presentará la ruta, que tendrá hasta nuevo nombre y logo.
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Uno de los mayores enredos está en la Alianza Verde. A la ruptura de esa colectividad por la selección del candidato presidencial se suma que en este momento no hay claridad sobre las listas, pues un sector propuso apoyar las de la Coalición de la Esperanza y otro se opone rotundamente. Algunos congresistas y aspirantes afirman que se han llegado a condicionar los avales a apoyar las alcaldías del partido, pero, así como en Bogotá (la principal plaza verde), hay mandatarios locales de la colectividad que no tienen buena imagen y algunos consideran que eso puede ser “un lastre”. Para colmo, no contarán con el impulso de Antanas Mockus, quien con 540.783 votos en 2018 logró consolidarlos como la fuerza de oposición con más curules.
Otro partido que no pasa por su mejor momento es el Centro Democrático. Igual que los verdes, no contarán con los 875.554 votos de Álvaro Uribe hace cuatro años y la duda que más los trasnocha, y a la vez los divide, es quién obtendrá el guiño del expresidente para encabezar la lista. Fuentes dicen que el nombre de Miguel Uribe, el más opcionado, no ha caído bien en la “guardia pretoriana” del uribismo, que lleva varios años en el Congreso y reclama su lugar. Tampoco ha caído bien el coqueteo con influencers y celebridades que, por su defensa al partido, suenan como posibles candidatos. Por ahora “incertidumbre” es la palabra que refleja el sentir de algunos candidatos.
>LEA: Mindefensa, a control político por bombardeo en el que murieron menores
En el caso de los partidos tradicionales, la postura es hacer valer su preponderancia histórica en las regiones. Por ejemplo, los liberales quieren aprovechar la ausencia de Mockus, Uribe, Robledo y otras figuras para aumentar sus curules. Dicen que, aunque las encuestas muestran un descalabro en la imagen, también se ve que los partidos tradicionales son las fuerzas más reconocidas en los territorios.
En ese sentido cuentan que el proceso de elección ha marcado una competencia natural entre candidatos, que igual consideran útil porque evidencia que hay “muchas figuras con potencial” de llegar al Senado. No obstante, algunos manifestaron preocupación “por la cercanía con políticos con historias non sanctas”, en referencia, por ejemplo, a la posible llegada de la esposa de Eduardo Pulgar, hoy detenido. En el caso de la Cámara, a pesar de que hoy son el partido con más escaños, esperan obtener más curules al considerar que “el trapo rojo todavía tiene valor en muchos territorios”.
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Este proceso de tensión interna y postulación de nombres es normal y se debe a que los partidos suelen enfocarse en la carrera presidencial y luego en las elecciones de Congreso, aunque debería ser al contrario, porque eso deriva en que a los presidentes les toque recurrir a la “mermelada” para tener gobernabilidad. Es lo que concluyen algunos analistas, quienes también mencionan el choque entre los liderazgos nuevos y tradicionales como la razón de las fisuras en las colectividades.
De acuerdo con Jorge Iván Cuervo, investigador de la Facultad de Gobierno de la Universidad Externado, lo que más presión genera es la decisión entre presentar listas abiertas o cerradas. “Si hay lista cerrada, los primeros quince puestos los impone el líder de la colectividad. Eso afecta a los nuevos liderazgos, porque se ven en puestos lejanos y no van a tener incentivos para hacer campaña”.
>LEA: Congreso aprueba en primer debate reformas a la Policía
Otra explicación es la ya diagnosticada crisis de los partidos debido a su imagen negativa. De ahí el furor por las coaliciones en la que también hay una dinámica de “negociación”. Nadia Pérez, investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la UNAB, resume este apartado en que “están en la feria de los nombres y la discusión de cómo va la lista. Eso indica que apenas están tanteando el terreno y va a depender mucho de los liderazgos y la forma en que negocian los primeros renglones de listas, porque hoy están mandando carnadas para ver cómo reacciona la gente”.
En eso coincidió Cuervo, quien señaló como una última causa de la dispersión en los partidos la desorganización e incongruencia al presentar candidatos. “No exigen un mínimo de coherencia y lógica y dan avales sin importar si son cercanos a los valores del partido, solo importan los votos. Los nuevos liderazgos no tienen la fuerza para ubicarse bien en las listas cerradas y no tienen las dinámicas electorales tradicionales para hacerlo”. Por tanto la conclusión de los expertos es que, como está diseñado el sistema, siempre se castiga a los nuevos liderazgos y eso genera la diferencia que hay en varias colectividades.