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Alejandra Mora Mora, secretaria de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), una de las entidades más antiguas de la Organización de Estados Americanos (OEA), ha dedicado su vida laboral a reivindicar la presencia de la mujer en lo público.
Para ella, las leyes no bastan, por lo que la ciudadanía, el gobierno y los partidos políticos se deben comprometer a trabajar en acciones afirmativas que permitan la llegada femenina a los espacios de representación porque, de lo contrario, dice, tardarían años para ver esos cambios.
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Usted lleva treinta años trabajando por los derechos de las mujeres. Después de tanto tiempo, ¿qué es lo que le preocupa más en cuanto a esa lucha?
Quisiera empezar por lo positivo y es que sí me alegra que la vida de nosotras, la tuya tan joven, sea distinta a la de tu abuelito; es decir, una ve un cambio cultural en las posiciones que las mujeres vamos alcanzando y hay cambios en la percepción de la violencia. Por ejemplo, hace treinta años las mujeres me describían algo y me preguntaban si eso era violencia. En la participación política, con todos los bemoles que tiene, donde seguimos subrepresentadas, hemos alcanzado puestos.
¿Y lo negativo?
Por supuesto que las debilidades persisten. Y ahora hay un elemento particular que tiene una profunda preocupación y es que cuanto más avanzamos las mujeres, más resistencia se genera. Y esa resistencia no es solo verbal, ni de cerrar puertas, tampoco de violencia. Hay algunas manifestaciones que intentan disuadirnos de estar en los espacios de representación, de estar tomando decisiones, de que desistamos de nuestra voluntad, de querer migrar al mundo de lo público, cuando la asignación histórica era estar en el mundo de lo privado. Así que la preocupación es la forma como se han aumentado y exacerbado los mecanismos de resistencia para que no tengamos lo que nos pertenece y ese acceso a los derechos en igualdad.
¿Esos mecanismos de resistencia se podrían decir que son las leyes que se quedan en el papel? Por ejemplo, la Ley de Cuotas no se cumple…
La ley no basta. Hecha la ley, hecha la trampa. Los mecanismos como la cuota o la paridad de los países que ya han alcanzado ese concepto maravilloso, que representa tal como la sociedad está compuesta, qué es cincuenta y cincuenta, deben tener estrategias de implementación. Es decir, por más de que sea un derecho, las estrategias son las que las llevan a la realidad. Para el caso de la Ley de Cuotas, la estrategia que hemos ideado son las listas trenzadas —hombre, mujer, hombre, mujer—, pero resulta que hay otra táctica y es el encabezamiento.
¿A qué se refiere con lo del encabezamiento?
Si las mujeres no encabezamos las listas, con esta variedad de heterogeneidad de partidos políticos, como está ahora Colombia, que son 16, nunca vamos a llegar a ser electas. Imagínate lo que es pelear por un puesto con tantos movimientos, solo llega el primero. A esto hemos llamado paridad horizontal. Eso significa que una mujer tiene que encabezar una región y esa se tiene que ver en relación con el otro departamento que está a la par.
En Colombia no pasa este escenario, ¿eso qué significa?
En caso de no utilizar este mecanismo, se estaría cayendo en una trampa, en la que hacen entender que el derecho de participación política de las mujeres es estar en las listas, cuando, de verdad, es estar en los puestos de poder. Es un tema de resultados, no de procesos.
Usted habla de trampas, además de la de las listas trenzadas, ¿cuáles más hay?
En lo del presupuesto. Se necesita plata para las campañas y nosotras no sabemos tocar la puerta para pedir dinero o un préstamo. Debe de haber una reserva presupuestaria para que financien las aspiraciones femeninas. Por otro lado, está la capacitación. Tenemos buenas intenciones, buenas ideas, pero nos falta creérnosla. Es parte de las motivaciones que hay que tener. Además, desconocemos los instrumentos jurídicos (convenciones) que existen sobre participación y violencia que debemos exigir. Y hay una trampa personal de las mujeres en el sentido de aprender a decir que nos gusta el poder.
¿Qué significa eso?
Nos da vergüenza decir que nos gusta el poder. Cuando una se reconoce como una mujer que tiene liderazgo y que quiere ejercerlo, tiene que decir que le gusta el mundo de lo público, que le gusta ejercer el poder, que hará todo lo posible para hacerlo bien y que cuando no lo haga bien, se lo recuerden para poder volver a engancharse.
¿Hay más barreras como esta personal?
Sí, hay que resolver un tema complejo, muy estructural, que es el cuidado. Estoy segura que el 80 % de las mujeres en lo público tienen hijos en edades de cuidado. Además de ellos, cuidamos a personas mayores, como los padres, y en condición de discapacidad. Si seguimos haciendo el cuidado de forma exclusiva, lo que sucederá es que la inversión de tiempo para atender una campaña política, o para atenderme a mí misma, es mínima. Así es que el cuidado es una responsabilidad del Estado que tiene que empezar a hablar de corresponsabilidad, que tiene que empezar a discutir cuáles son los programas de atención. Y los partidos políticos no deben generar resistencia y preocuparse por esta situación para que sus candidatas y representantes puedan atender las giras y sus compromisos. Ya no es de discursos sino de mecanismos paralelos que permitan que estos fluyan. Y si no se dan o se cumplen, hay que denunciarlos.
¿Cómo está la agenda de género en Latinoamérica?
Compleja porque la resistencia ha venido complejizando, compleja porque todos los avances que hemos tenido han venido siendo cuestionados, compleja porque se cuestiona qué es ideologizar. ¿Cuándo se ha visto que los derechos humanos es ideologizar? Los derechos humanos es poner a las personas en el centro Se supone que en los años cuarenta, después de la Segunda Guerra Mundial, la gran forma de encuentro de los grandes Estados fueron los discursos de los derechos humanos. La apuesta fue esa, no puede ser que ahora estemos polarizando sobre lo que le permitió a la sociedad sobrevivir a tiempos de crisis. Hay que volver a enfocarse en esa necesidad de los derechos humanos como la posibilidad de reencuentro.
Usted ha replicado la frase de Doris Stevens, secretaria de la CIM en 1928, de “no queremos más leyes escritas para nuestro bien y sin nuestro consentimiento”. ¿Cree que es suficiente las mujeres que ahora están diseñando las leyes en Latinoamérica?
No nos parece extraordinario que casi cien años después estamos diciendo lo mismo. Con esto una se da cuenta que los cambios culturales son lentos. Y no son suficientes esas mujeres que llegan al poder, porque muchas de las que están en los cargos no saben la agenda de las mujeres y eso sí es una responsabilidad del electorado, llevar a mujeres que entiendan los temas. Nuestras representantes deben entender que no son elegidas por una propuesta individual. Ellas tienen tienen una responsabilidad histórica con lo que nos preocupa. No puede ser que cuando están en el poder se les olvida esto y empiezan a pensar como hombres.
¿Cuáles son los temas que las mujeres en el poder deben de defender?
El primero, el cuido, mientras el cuido siga siendo una responsabilidad de las mujeres, no podrá estar en las mismas condiciones en el mundo de lo público. La segunda es reconocer que el trabajo no remunerado que hacemos en la casa debe llamarse trabajo y debe haber política pública para reconocerlo a través de subsidios, canciones, lo que sea, porque si no, llegamos a viejas y absolutamente abandonadas, sin pensión, sin absolutamente nada. Hay un compromiso con la erradicación de la violencia y hay que explicar las otras formas de violencia, porque no solo son los feminicidios, ni el maltrato familiar, sino, también, cuando caminamos por el parque en la calle y nuestro cuerpo es transgredido por las imágenes que replican los periódicos. La violencia simbólica es eso, la violencia callejera, la violencia en la política. Y finalmente creo que hay otro tema estructural que venimos hablando y es todo lo que es la autonomía económica. Las mujeres quieren trabajar y generar recursos, pero no tienen las condiciones para hacerlo. Hay enormes brechas para que ellas migren al mundo de lo público, porque además nos siguen educando en los temas segmentados: macramé, peluquería, pintar las uñas. Eso no es lo que nos da competitividad.