07 de mayo de 2016 - 08:45 p. m.
Las primeras damas y los recuerdos del poder
Algunas de las esposas de los exmandatarios, con excepción de Lina Moreno, decidieron contarle a El Espectador cuál ha sido el recuerdo más feliz y el más duro de los cuatro años de las presidencias de sus parejas.
Alejandro Villegas / Especial para El Espectador
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También en la memoria de Doña Nohra está el recuerdo doloroso del terremoto del Eje Cafetero, el 25 de enero de 1999. Hacia la una de la tarde el temblor de 6.4 grados Ritcher estremeció a los departamentos de Quindío, Risaralda y Caldas, aunque se sintió en gran parte de la región andina. Casi 2 mil personas, especialmente en Quindío perdieron la vida. Ese hecho trágico se convirtió en una oportunidad para reconstruir, no solo las viviendas, sino la vida de muchos damnificados.
“Estábamos en Bogotá trabajando esa tarde porque Andrés viajaba a Davos para asistir al Foro Económico Mundial cuando de repente vimos en el despacho las lámparas moviéndose de un lado al otro e inmediatamente dijimos: "Ha temblado fuertemente en algún lugar de Colombia. La primera información obtenida era que había sido en Pereira. Andrés canceló su viaje a Suiza y viajó inmediatamente a Pereira, pero al llegar le comentaron que los mayores daños habían sido en Armenia. En el momento que llegaba a Armenia, vio cómo durante la segunda réplica se desploma el edificio de la Gobernación”.
De inmediato doña Nohra empieza las acciones para repartir ayudas humanitarias. “Montamos en Corferias un operativo para recolección de alimentos no perecederos. Necesitábamos mercados, agua, frazadas, ropa, elementos de aseo e higiene personal, leche en polvo, alimentos para bebés, pañales, palas, picas, en fin, un sinnúmero de cosas que en ese momento se necesitaron”.
Pero la urgencia era también garantizar que los niños empezaran las clases, a pesar de los colapsos de gran parte de las escuelas y colegios. Por eso su despacho creó un “plan padrino” para reconstruir las instalaciones.
“En febrero cuando las clases escolares comenzaban, empezamos a pedir donación de kits escolares, pues de 490 establecimientos educativos, el 80 por ciento tuvieron que ser demolidos y 110 mil niños se vieron obligados a reiniciar sus actividades escolares en carpas y construcciones temporales. Ante esta calamidad, se suman la empresa privada, los donantes nacionales e internacionales, quienes se movilizaron rápidamente aportando recursos para la reconstrucción y dotación de la infraestructura”.
Durante ese tiempo nació el Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero (Forec) que fue elogiado internacionalmente.
“Creo que la mayor satisfacción que tuve durante esa etapa de mi vida, fue la de dedicar gran parte de mi tiempo en la reconstrucción. En solo tres años de esfuerzos incansables, por parte de todos los que participamos en esa enorme tarea, la totalidad de los municipios afectados fueron dotados de escuelas, hospitales, colegios, iglesias y viviendas para los damnificados y hay un detalle que no olvidaré nunca, porque conmovió todas las fibras de mi corazón. Poco antes de dejar la Presidencia, Andrés y yo fuimos a Armenia. Una multitud nos recibió con gritos de agradecimiento, y pancartas que decían: “Armenia tuvo terremoto, pero también tuvo presidente”. Y “Tuvimos papá y mamá”.
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También en la memoria de Doña Nohra está el recuerdo doloroso del terremoto del Eje Cafetero, el 25 de enero de 1999. Hacia la una de la tarde el temblor de 6.4 grados Ritcher estremeció a los departamentos de Quindío, Risaralda y Caldas, aunque se sintió en gran parte de la región andina. Casi 2 mil personas, especialmente en Quindío perdieron la vida. Ese hecho trágico se convirtió en una oportunidad para reconstruir, no solo las viviendas, sino la vida de muchos damnificados.
“Estábamos en Bogotá trabajando esa tarde porque Andrés viajaba a Davos para asistir al Foro Económico Mundial cuando de repente vimos en el despacho las lámparas moviéndose de un lado al otro e inmediatamente dijimos: "Ha temblado fuertemente en algún lugar de Colombia. La primera información obtenida era que había sido en Pereira. Andrés canceló su viaje a Suiza y viajó inmediatamente a Pereira, pero al llegar le comentaron que los mayores daños habían sido en Armenia. En el momento que llegaba a Armenia, vio cómo durante la segunda réplica se desploma el edificio de la Gobernación”.
De inmediato doña Nohra empieza las acciones para repartir ayudas humanitarias. “Montamos en Corferias un operativo para recolección de alimentos no perecederos. Necesitábamos mercados, agua, frazadas, ropa, elementos de aseo e higiene personal, leche en polvo, alimentos para bebés, pañales, palas, picas, en fin, un sinnúmero de cosas que en ese momento se necesitaron”.
Pero la urgencia era también garantizar que los niños empezaran las clases, a pesar de los colapsos de gran parte de las escuelas y colegios. Por eso su despacho creó un “plan padrino” para reconstruir las instalaciones.
“En febrero cuando las clases escolares comenzaban, empezamos a pedir donación de kits escolares, pues de 490 establecimientos educativos, el 80 por ciento tuvieron que ser demolidos y 110 mil niños se vieron obligados a reiniciar sus actividades escolares en carpas y construcciones temporales. Ante esta calamidad, se suman la empresa privada, los donantes nacionales e internacionales, quienes se movilizaron rápidamente aportando recursos para la reconstrucción y dotación de la infraestructura”.
Durante ese tiempo nació el Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero (Forec) que fue elogiado internacionalmente.
“Creo que la mayor satisfacción que tuve durante esa etapa de mi vida, fue la de dedicar gran parte de mi tiempo en la reconstrucción. En solo tres años de esfuerzos incansables, por parte de todos los que participamos en esa enorme tarea, la totalidad de los municipios afectados fueron dotados de escuelas, hospitales, colegios, iglesias y viviendas para los damnificados y hay un detalle que no olvidaré nunca, porque conmovió todas las fibras de mi corazón. Poco antes de dejar la Presidencia, Andrés y yo fuimos a Armenia. Una multitud nos recibió con gritos de agradecimiento, y pancartas que decían: “Armenia tuvo terremoto, pero también tuvo presidente”. Y “Tuvimos papá y mamá”.
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Por Alejandro Villegas / Especial para El Espectador
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