¿Le llegó la hora de madurar al voto joven en las elecciones presidenciales?
El Espectador reunió a un grupo de jóvenes que están en las campañas presidenciales para resolver interrogantes sobre el voto de la población sub 30.
Ricardo González Duque * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR Twitter: @RicardoGonDuq
“Que haga algo. Algo…”, decía con desinterés una joven de pinta noventera, con jean y blusa larga, al hablar de los candidatos presidenciales durante una de las piezas publicitarias de la campaña “Samper Presidente” en 1994. Era una actriz que representaba la tradicional apatía de los jóvenes en la política, un común denominador en las democracias de todo el mundo, que Colombia buscará desafiar el 27 de mayo, cuando podría haber una votación inédita de la población de 18 a 30 años.
En esta campaña, todos los candidatos presidenciales quieren tener algo de jóvenes: De la Calle, a pesar de ser el mayor, ha convencido a unos cuantos de que tiene las ideas más progresistas y convocó algunas de sus concentraciones alrededor de “una pola”. Petro —según las encuestas— conquista a esta población, principalmente con su discurso por el medioambiente y contra el petróleo. Fajardo, centrado en la educación, ha sido un rockstar en las universidades del país. Vargas Lleras intenta convencer con un ambicioso programa de juventudes y la vocería de su hija Clemencia. Mientras que Iván Duque quiere conquistarlos con la idea del emprendimiento, la economía naranja, pero también con algunos afiches de campaña en los que ya no se le ven tantas canas. ¿Valdrá la pena esos esfuerzos por ganarse un potencial electoral de 12 millones de votantes?
“Los jóvenes probablemente se han involucrado un poco más en este proceso electoral por la polarización, que los ubica más fácilmente en un extremo o en otro”, comenta Yann Basset, director del Observatorio de Procesos Electorales de la Universidad del Rosario. A pesar de esto, pronosticar cuál será la participación de estos millones de jóvenes es complejo. “Las encuestas no ayudan a saber cómo va a ser esa votación, porque hay una incongruencia: los jóvenes pueden tener intenciones de voto altas, pero no se concretan el día de las elecciones”, dice.
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Aún más escéptica frente a una posible explosión electoral de los jóvenes es Marta Lucía Gutiérrez, directora del Observatorio Javeriano de la Juventud. Para ella, “no se puede pensar que son una masa amorfa que va a votar o que lo harán por igual, pues dentro de los jóvenes hay una gran cantidad que no van a salir a hacerlo”. Advierte que “hay una ilusión de que ahora haya más votantes jóvenes”, sin embargo, no está muy convencida de que en estas presidenciales vaya a haber una ola gigante de ellos votando por encima de las predicciones.
El Espectador reunió a un grupo de jóvenes que están en las campañas presidenciales para resolver interrogantes sobre el voto de esta población sub 30, que se moverá en un péndulo interesante: entre volver a decepcionar con el abstencionismo de 2010 durante la Ola Verde o dar la sorpresa para convertirse en un voto determinante. Repartiendo volantes por Unicentro, uno de los fortines uribistas en Bogotá, Josías Fiesco, un politólogo de 28 años que está en la campaña de Iván Duque, cuenta que está convencido de que la participación juvenil va a ser alta. Este líder conservador explica que, “sin importar los partidos y motivados por las redes sociales que nos han acercado a la realidad, votaremos así sea con la emoción o con la razón, porque es un momento determinante para la historia del país”.
En otro lado, quizás en el más lejano ideológicamente, está Daniel Bejarano, un realizador de cine comunitario que apoya a Gustavo Petro. Según él, los jóvenes se enfrentan a “una generación que fracasó, que no logró hacer las reformas ni las grandes revoluciones que pedía el país”. Lo que está en juego, cuenta, es “un cambio de paradigma, pues Colombia es el único país en el continente que no ha realizado grandes transformaciones, como bien o mal han hecho los países vecinos”. También cree que los jóvenes van a salir a votar masivamente para no ser “otra generación perdida”.
El coordinador de universidades de Sergio Fajardo, su tocayo Sergio Fernández, ha sido el gestor de las manifestaciones en donde el candidato de la Coalición Colombia se ha sentido como pez en el agua. Fernández pertenece al Polo Democrático, pero antes de eso había sido protagonista en las marchas de 2011 contra la reforma a la Ley 30 de educación, que buscaba la entonces ministra María Fernanda Campo. Ahora, con la camiseta amarilla de su partido, mezclada con una gorra verde, cuenta la razón por la que cree que esta vez la participación juvenil será masiva: “Hay una indignación y un hastío que tocó fondo, particularmente con el escándalo de Odebrecht, que dejó claro que tanto el santismo como el uribismo representan lo mismo”. Para Sergio además hay un precedente de la elección de Congreso en la que dice hubo participación más activa de los jóvenes.
El más experimentado de los jóvenes que hablaron con El Espectador, está con el candidato que tiene 71 años. “A pesar de ser el más viejo, es el más joven de pensamiento. La juventud no está en la cédula, sino en las ideas. Esto a diferencia del candidato más joven (Iván Duque), que tiene las ideas más retardatarias”, dice el exviceministro Luis Ernesto Gómez, quien argumenta que “hubo una masiva inscripción de cédulas y los jóvenes han estado muy activos en las campañas. A diferencia de la Ola Verde, que no pasó de los likes al hagámoslo, veo que en esta ocasión esos jóvenes que están en las manifestaciones también van a salir a votar”.
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Con camiseta blanca y gorra roja, marcadas con el eslogan #MejorVargasLleras, Sebastián Zapata recorre las zonas comerciales de Bogotá entregando volantes del exvicepresidente y compartiendo las 27 políticas públicas que el candidato se encargó de preparar, una de ellas centrada en los jóvenes. Sus razones para que esta vez haya menos abstencionistas pasa por una mezcla de deber con interés genuino. “Los jóvenes queremos ir a las urnas para influir en el devenir del país. Lo haremos por obligación y convicción de buscar un país mejor, escogiendo a un candidato que sea capaz de sacar adelante lo que el país demanda”, responde Zapata, concentrado en la idea y el eslogan que quiere venderles a los jóvenes la campaña de Germán Vargas: que él puede “hacer, cumplir y avanzar”, como el título de su libro.
A veces los políticos tienen una visión caricaturesca y piensan que incluyendo jóvenes como candidatos, o llevándolos a trabajar en sus campañas, van a lograr seducir ese voto”, comenta el profesor Basset sobre estos activistas. Sin embargo, esa estrategia está presente en todas las campañas, pues en cada evento al que llegan los presidenciables, hay desplegado un gigantesco operativo de mercadeo alrededor de los jóvenes, que incluye camisetas, banderas, gorras o botones, entre otras piezas publicitarias.
Aunque Josías, Daniel, Sergio, Luis Ernesto y Sebastián creen por igual que habrá una participación alta de los jóvenes el 27 de mayo, tienen diferencias en lo definitivo que podría ser el voto de la población entre 18 y 30 años, para inclinar la balanza hacia algún candidato. “Podrían elegir a un presidente en primera vuelta”, concluye Luis Ernesto Gómez, quien tiene el cargo de estratega para la movilización de jóvenes con De la Calle. Y sigue: “Tienen todo el poder electoral, un nivel de escolaridad más alto y un mayor acceso a la información como ninguna generación que los haya antecedido. Por eso veo un fenómeno para que sean determinantes”. Desde el uribismo, Fiesco le responde: “No se puede asegurar ni afirmar que el próximo presidente vaya a ser elegido por el voto joven o que vaya a desequilibrar la elección”. Aunque coincide sobre el alto grado de educación que hoy tienen los jóvenes.
“El próximo presidente va a ser elegido con el voto joven. El que no gane ese voto, no puede ser presidente”, es la conclusión radicalmente opuesta de Sergio Fernández. Su experiencia en campañas anteriores le permiten pensar que lo de este año será inédito: “Coordino la campaña de Fajardo en universidades, lo hice con Petro en 2010 y con Clara López en 2014. He estado muy ligado a lo que sucede en la vida universitaria y nunca había visto un evento tan grande como el que se vio en la Universidad Nacional con Fajardo y Robledo”.
Aparentemente, las campañas que tienen menos afinidad con los jóvenes, según las encuestas, son las que creen que el voto de los jóvenes no será el que decida la elección del nuevo presidente. Sebastián Zapata, en la campaña de Vargas, termina lanzando un mensaje para que los votos jóvenes no se vayan con Duque o con Petro: “Es fundamental que voten de manera informada, por candidatos que sí puedan cumplir lo que plasman en su programa de gobierno o que tengan la experiencia para poder desarrollar de la mejor manera el cargo más importante del país”. Donde Petro, por ahora, sienten el voto joven como suyo, pero creen que deberán enfrentarse a las maquinarias. “Para nadie es un secreto que la compra de votos existe y esa práctica corrupta la van aplicar en las próximas elecciones. Pero si los jóvenes salimos por grandes cantidades a las urnas, si somos millones, les va a quedar muy difícil comprar tantos votos”, dice Bejarano.
Esta fortaleza del petrismo con los jóvenes puede ser al mismo tiempo una debilidad, pues podría darle el histórico paso a segunda vuelta, pero también frenarlos por una alta abstención. “Sabemos que los jóvenes son atraídos por un mensaje de cambio y renovación, y tienden a inclinarse por candidatos más antisistema, como Petro, alejados de la clase política tradicional”, explica Basset, en sintonía con lo que mostró la última encuesta Invamer, en la que el exalcalde de Bogotá registraba un 43,7 % de la intención de voto en el rango de 18 a 24 años y un 34,8 % en el de 25 a 34 años.
En otro sentido, para la profesora Gutiérrez es errado pensar que hay unas mayorías consolidadas con Petro dentro de la población joven: “Puede ser una perspectiva errada, pues hay jóvenes con Iván Duque, con Vargas Lleras, con Fajardo y De la Calle. Están distribuidos por diferentes afiliaciones o preferencias, sin necesidad de estar matriculados con uno solo”. Por lo pronto, sólo hasta que la Registraduría entregue los resultados el domingo 27 de mayo podremos responder a la pregunta sobre la madurez del voto joven, que implica pasar del activismo virtual a los hechos reales en las urnas. Mientras tanto, apelando a simpatías y guiños de todo tipo, los candidatos seguirán disputándose esta jugosa porción de la población que se mantiene difícil de descifrar.
“Que haga algo. Algo…”, decía con desinterés una joven de pinta noventera, con jean y blusa larga, al hablar de los candidatos presidenciales durante una de las piezas publicitarias de la campaña “Samper Presidente” en 1994. Era una actriz que representaba la tradicional apatía de los jóvenes en la política, un común denominador en las democracias de todo el mundo, que Colombia buscará desafiar el 27 de mayo, cuando podría haber una votación inédita de la población de 18 a 30 años.
En esta campaña, todos los candidatos presidenciales quieren tener algo de jóvenes: De la Calle, a pesar de ser el mayor, ha convencido a unos cuantos de que tiene las ideas más progresistas y convocó algunas de sus concentraciones alrededor de “una pola”. Petro —según las encuestas— conquista a esta población, principalmente con su discurso por el medioambiente y contra el petróleo. Fajardo, centrado en la educación, ha sido un rockstar en las universidades del país. Vargas Lleras intenta convencer con un ambicioso programa de juventudes y la vocería de su hija Clemencia. Mientras que Iván Duque quiere conquistarlos con la idea del emprendimiento, la economía naranja, pero también con algunos afiches de campaña en los que ya no se le ven tantas canas. ¿Valdrá la pena esos esfuerzos por ganarse un potencial electoral de 12 millones de votantes?
“Los jóvenes probablemente se han involucrado un poco más en este proceso electoral por la polarización, que los ubica más fácilmente en un extremo o en otro”, comenta Yann Basset, director del Observatorio de Procesos Electorales de la Universidad del Rosario. A pesar de esto, pronosticar cuál será la participación de estos millones de jóvenes es complejo. “Las encuestas no ayudan a saber cómo va a ser esa votación, porque hay una incongruencia: los jóvenes pueden tener intenciones de voto altas, pero no se concretan el día de las elecciones”, dice.
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Aún más escéptica frente a una posible explosión electoral de los jóvenes es Marta Lucía Gutiérrez, directora del Observatorio Javeriano de la Juventud. Para ella, “no se puede pensar que son una masa amorfa que va a votar o que lo harán por igual, pues dentro de los jóvenes hay una gran cantidad que no van a salir a hacerlo”. Advierte que “hay una ilusión de que ahora haya más votantes jóvenes”, sin embargo, no está muy convencida de que en estas presidenciales vaya a haber una ola gigante de ellos votando por encima de las predicciones.
El Espectador reunió a un grupo de jóvenes que están en las campañas presidenciales para resolver interrogantes sobre el voto de esta población sub 30, que se moverá en un péndulo interesante: entre volver a decepcionar con el abstencionismo de 2010 durante la Ola Verde o dar la sorpresa para convertirse en un voto determinante. Repartiendo volantes por Unicentro, uno de los fortines uribistas en Bogotá, Josías Fiesco, un politólogo de 28 años que está en la campaña de Iván Duque, cuenta que está convencido de que la participación juvenil va a ser alta. Este líder conservador explica que, “sin importar los partidos y motivados por las redes sociales que nos han acercado a la realidad, votaremos así sea con la emoción o con la razón, porque es un momento determinante para la historia del país”.
En otro lado, quizás en el más lejano ideológicamente, está Daniel Bejarano, un realizador de cine comunitario que apoya a Gustavo Petro. Según él, los jóvenes se enfrentan a “una generación que fracasó, que no logró hacer las reformas ni las grandes revoluciones que pedía el país”. Lo que está en juego, cuenta, es “un cambio de paradigma, pues Colombia es el único país en el continente que no ha realizado grandes transformaciones, como bien o mal han hecho los países vecinos”. También cree que los jóvenes van a salir a votar masivamente para no ser “otra generación perdida”.
El coordinador de universidades de Sergio Fajardo, su tocayo Sergio Fernández, ha sido el gestor de las manifestaciones en donde el candidato de la Coalición Colombia se ha sentido como pez en el agua. Fernández pertenece al Polo Democrático, pero antes de eso había sido protagonista en las marchas de 2011 contra la reforma a la Ley 30 de educación, que buscaba la entonces ministra María Fernanda Campo. Ahora, con la camiseta amarilla de su partido, mezclada con una gorra verde, cuenta la razón por la que cree que esta vez la participación juvenil será masiva: “Hay una indignación y un hastío que tocó fondo, particularmente con el escándalo de Odebrecht, que dejó claro que tanto el santismo como el uribismo representan lo mismo”. Para Sergio además hay un precedente de la elección de Congreso en la que dice hubo participación más activa de los jóvenes.
El más experimentado de los jóvenes que hablaron con El Espectador, está con el candidato que tiene 71 años. “A pesar de ser el más viejo, es el más joven de pensamiento. La juventud no está en la cédula, sino en las ideas. Esto a diferencia del candidato más joven (Iván Duque), que tiene las ideas más retardatarias”, dice el exviceministro Luis Ernesto Gómez, quien argumenta que “hubo una masiva inscripción de cédulas y los jóvenes han estado muy activos en las campañas. A diferencia de la Ola Verde, que no pasó de los likes al hagámoslo, veo que en esta ocasión esos jóvenes que están en las manifestaciones también van a salir a votar”.
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Con camiseta blanca y gorra roja, marcadas con el eslogan #MejorVargasLleras, Sebastián Zapata recorre las zonas comerciales de Bogotá entregando volantes del exvicepresidente y compartiendo las 27 políticas públicas que el candidato se encargó de preparar, una de ellas centrada en los jóvenes. Sus razones para que esta vez haya menos abstencionistas pasa por una mezcla de deber con interés genuino. “Los jóvenes queremos ir a las urnas para influir en el devenir del país. Lo haremos por obligación y convicción de buscar un país mejor, escogiendo a un candidato que sea capaz de sacar adelante lo que el país demanda”, responde Zapata, concentrado en la idea y el eslogan que quiere venderles a los jóvenes la campaña de Germán Vargas: que él puede “hacer, cumplir y avanzar”, como el título de su libro.
A veces los políticos tienen una visión caricaturesca y piensan que incluyendo jóvenes como candidatos, o llevándolos a trabajar en sus campañas, van a lograr seducir ese voto”, comenta el profesor Basset sobre estos activistas. Sin embargo, esa estrategia está presente en todas las campañas, pues en cada evento al que llegan los presidenciables, hay desplegado un gigantesco operativo de mercadeo alrededor de los jóvenes, que incluye camisetas, banderas, gorras o botones, entre otras piezas publicitarias.
Aunque Josías, Daniel, Sergio, Luis Ernesto y Sebastián creen por igual que habrá una participación alta de los jóvenes el 27 de mayo, tienen diferencias en lo definitivo que podría ser el voto de la población entre 18 y 30 años, para inclinar la balanza hacia algún candidato. “Podrían elegir a un presidente en primera vuelta”, concluye Luis Ernesto Gómez, quien tiene el cargo de estratega para la movilización de jóvenes con De la Calle. Y sigue: “Tienen todo el poder electoral, un nivel de escolaridad más alto y un mayor acceso a la información como ninguna generación que los haya antecedido. Por eso veo un fenómeno para que sean determinantes”. Desde el uribismo, Fiesco le responde: “No se puede asegurar ni afirmar que el próximo presidente vaya a ser elegido por el voto joven o que vaya a desequilibrar la elección”. Aunque coincide sobre el alto grado de educación que hoy tienen los jóvenes.
“El próximo presidente va a ser elegido con el voto joven. El que no gane ese voto, no puede ser presidente”, es la conclusión radicalmente opuesta de Sergio Fernández. Su experiencia en campañas anteriores le permiten pensar que lo de este año será inédito: “Coordino la campaña de Fajardo en universidades, lo hice con Petro en 2010 y con Clara López en 2014. He estado muy ligado a lo que sucede en la vida universitaria y nunca había visto un evento tan grande como el que se vio en la Universidad Nacional con Fajardo y Robledo”.
Aparentemente, las campañas que tienen menos afinidad con los jóvenes, según las encuestas, son las que creen que el voto de los jóvenes no será el que decida la elección del nuevo presidente. Sebastián Zapata, en la campaña de Vargas, termina lanzando un mensaje para que los votos jóvenes no se vayan con Duque o con Petro: “Es fundamental que voten de manera informada, por candidatos que sí puedan cumplir lo que plasman en su programa de gobierno o que tengan la experiencia para poder desarrollar de la mejor manera el cargo más importante del país”. Donde Petro, por ahora, sienten el voto joven como suyo, pero creen que deberán enfrentarse a las maquinarias. “Para nadie es un secreto que la compra de votos existe y esa práctica corrupta la van aplicar en las próximas elecciones. Pero si los jóvenes salimos por grandes cantidades a las urnas, si somos millones, les va a quedar muy difícil comprar tantos votos”, dice Bejarano.
Esta fortaleza del petrismo con los jóvenes puede ser al mismo tiempo una debilidad, pues podría darle el histórico paso a segunda vuelta, pero también frenarlos por una alta abstención. “Sabemos que los jóvenes son atraídos por un mensaje de cambio y renovación, y tienden a inclinarse por candidatos más antisistema, como Petro, alejados de la clase política tradicional”, explica Basset, en sintonía con lo que mostró la última encuesta Invamer, en la que el exalcalde de Bogotá registraba un 43,7 % de la intención de voto en el rango de 18 a 24 años y un 34,8 % en el de 25 a 34 años.
En otro sentido, para la profesora Gutiérrez es errado pensar que hay unas mayorías consolidadas con Petro dentro de la población joven: “Puede ser una perspectiva errada, pues hay jóvenes con Iván Duque, con Vargas Lleras, con Fajardo y De la Calle. Están distribuidos por diferentes afiliaciones o preferencias, sin necesidad de estar matriculados con uno solo”. Por lo pronto, sólo hasta que la Registraduría entregue los resultados el domingo 27 de mayo podremos responder a la pregunta sobre la madurez del voto joven, que implica pasar del activismo virtual a los hechos reales en las urnas. Mientras tanto, apelando a simpatías y guiños de todo tipo, los candidatos seguirán disputándose esta jugosa porción de la población que se mantiene difícil de descifrar.