María Elvira Samper: 1989 fue un año de horror en Colombia, no lo debemos olvidar

La periodista María Elvira Samper reflexiona sobre las violencias de 1989, año que le dio título a uno de sus libros y al nuevo documental de Caracol Televisión. De entre todos los hechos violentos de ese año, casi todos ordenados por la mafia, la obra audiovisual escogió como eje narrativo el asesinato del árbitro de fútbol Álvaro Ortega. El caso ratificó que las mafias estaban metidas en el popular deporte y llevó a que, por primera vez en la historia, el campeonato profesional de fútbol de Colombia fuera suspendido.

Élber Gutiérrez Roa
17 de octubre de 2023 - 11:17 a. m.
María Elvira Samper, periodista y escritora, es la autora de 1989, el libro que Caracol Televisión acaba de convertir en documental.
María Elvira Samper, periodista y escritora, es la autora de 1989, el libro que Caracol Televisión acaba de convertir en documental.
Foto: Cortesía
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No hay duda: 1989 es uno de los años más dolorosos en la historia de Colombia como consecuencia de la violencia que desde todos los ángulos se ensañó en contra de la población civil, los políticos, los empresarios y hasta el mundo del deporte. Una violencia especialmente azuzada con los dineros del narcotráfico.

Sí, 1989 es el título del libro de María Elvira Samper, quien es muy buen momento decidió contar esa tragedia, hacer memoria sobre el asunto, para que todos sepamos cuál fue la historia del país y qué relaciones puede tener con las violencias que hoy vivimos.

Y 1989 es también el título del documental basado en ese libro que está lanzando Caracol Televisión y que, por supuesto, tiene todo el apoyo y todo el respaldo de María Elvira Samper, a quien tenemos el gusto de darle la bienvenida una vez más a El Espectador.

1989, el año en el que se supendió el fútbol en Colombia porque la mafia asesinó a un árbitro

María Elvira, ¿tenemos documental?

Tenemos documental, Élber. Caracol Televisión le compró los derechos del libro a editorial Planeta y, con la dirección de Roberto Pombo, desarrolló un documental, partiendo de la base del libro, del contexto que da el libro. El documental recrea un hecho desconocido para muchos de ese 1989: el asesinato del árbitro de fútbol Ortega.

Álvaro Ortega el árbitro tolimense al que la mafia mató en un hotel de Medellín...

En un hotel en Medellín, correcto. En un partido sin ninguna importancia que quedó 0 - 0, pero que tiene unos antecedentes. Unos días antes, el mismo árbitro había pitado un partido entre el equipo de Cali, de los Rodríguez Orejuela, y el equipo de Pablo Escobar, de Medellín, y anuló un gol a los antioqueños. Y antes la mafia había secuestrado un árbitro, al cual dejaron libre con un mensaje: al que pite mal, lo borramos. El árbitro Jesús “Chucho” Díaz, quien recogió el cadáver de Ortega, había dicho: “aquí lo único que falta es que maten a un árbitro”. Y, efectivamente, mataron a Ortega. Ese es el núcleo a partir del cual se desarrolla el documental. Aunque el libro abarca mucho más, ese es uno de los muchos episodios que recoge el libro.

Qué interesante que retomen ustedes ese hecho, porque Colombia es un país futbolero y, a veces, uno tiende a quedarse con el plano estrictamente deportivo, sin reparar en que detrás de las jugadas y goles hay un negocio. Y que en 1989 prácticamente todos los carteles de la mafia en Colombia tenían su equipo profesional de fútbol.

Todos. Todos los carteles tenían su equipo. Yo escribí el libro, pero la decisión de qué parte del libro tomar y cómo hacer el documental no la tomé yo. La tomó Jorge Cardona, que fue un gran asesor y es un gran periodista que me ha servido mucho para las investigaciones de mis libros. Me parece que tuvo razón en ese caso, precisamente por la popularidad del fútbol. Y porque nos trae a la memoria que fue Rodrigo Lara el que señaló, en el Congreso de la República, a Pablo Escobar, y el que destapó cómo todos los equipos en ese momento estaban en manos de narcotraficantes.

De hecho, fue un poco esa denuncia lo que le costó la vida. Y a raíz del asesinato de Lara se desató en Colombia una oleada de violencias de las que 1989 recoge una buena parte.

El asesinato de Guillermo Cano por orden de Pablo Escobar

No hay que olvidar la valentía de Rodrigo Lara Bonilla, como la de otros grandes políticos y voces independientes que se atrevieron a denunciar los tentáculos de la mafia.

Una de las voces líderes, que se convirtió en actor político por las denuncias que hizo, fue Guillermo Cano, el director de este periódico. Y a raíz de su asesinato, el 17 de diciembre de 1986, se produjo una cosa inédita en el país y en el mundo: Enrique Santos Calderón nos reunió a muchos periodistas, en ese momento yo estaba en la revista Semana e hicimos lo que se llama la Marcha del silencio, que fue un desfile de periodistas y demás gente que se nos quiso unir por toda la avenida Jiménez, en Bogotá. Fue un día en que se silenciaron los medios. No hubo radio, no hubo televisión, no hubo prensa. Fue una manera en que quisimos, desde el periodismo, sacudir a la sociedad y mostrarle lo que estaba pasando y lo que pasaría en un país sin medios. Don Guillermo Cano jugó un papel muy importante para poner el dedo en la llaga de hasta dónde esta sociedad y las instituciones habían sido permeadas por el narcotráfico, la pérdida de valores, el afán por el dinero fácil y la violencia que desencadenó todo eso. Después del asesinato del ministro Lara, ocurrido el 30 de abril de 1984, el presidente Betancur adoptó la decisión de extraditar a los narcotraficantes pedidos por Estados Unidos. A partir de ese momento cambia la situación en el país.

Lara en 1984, Guillermo Cano en 1986, y tantos otros casos cuyas historias están en su libro sobre 1989. El país estaba cansado de la violencia, intimidado y no sabía para dónde coger.

Hubo una reacción que se debe a los jóvenes universitarios, que se gestó en la Universidad del Rosario y a la cual las otras universidades se unieron, que fue el movimiento de la Séptima Papeleta, que derivó en la convocatoria de la Asamblea Constituyente de 1991 y en la redacción de una nueva Constitución que, obviamente, tiene sus críticos, por las cosas que pasaron, entre otras porque prohibió la extradición y ahí hay una gran discusión sobre si la Constituyente fue comprada o no. Ese es un debate que todavía está abierto, como tantos otros. Pero yo diría que, si uno mira las encuestas de la época, la ciudadanía estaba hasta el cogote de violencia, porque las bombas, sobre todo en Cali, Medellín y Bogotá, eran todos los días, indiscriminadas, y habían muerto miles de personas inocentes. Uno de los atentados más violentos fue la bomba contra El Espectador, el 2 de septiembre de 1989; otro fue la bomba del avión de Avianca, el 27 de noviembre de 1989, en donde murieron 110 personas. El 6 de diciembre de 1989, una semana después, fue el bombazo contra el DAS.

La séptima papeleta y la Constitución de 1991

La gente estaba cansada de la violencia y los narcos solo le temían a la extradición, pero la Constituyente de 1991 terminó prohibiendo la extradición.

Uno entiende que, por temor tal vez, muchos se opusieron a la extradición. Los temores de los demás uno debe respetarlos. Otros se opusieron por convicción y unos pocos, porque ya estaban comprados. La conclusión fue que se prohibió la extradición en la Constitución de 1991, pero al mismo tiempo se creó la Fiscalía, porque uno de los problemas que enfrentó (el expresidente) Barco era que no había mecanismos jurídicos, ni había la instrucción criminal. Los militares no ayudaban en las investigaciones, las entorpecían. La policía estaba cooptada por el narcotráfico. Es decir, ese fue un año donde hicieron eclosión muchas violencias: la guerra de los carteles, porque los Rodríguez Orejuela creían que había que combatir la extradición, pero por desde el lado de la corrupción, infiltrando las instituciones. Pablo Escobar, en cambio, se fue de frente con toda la oleada narcoterrorista.

Prohibición de la extradición en la Constitución de 1991

Usted tiene en cuenta que algunos se opusieron por convicción a la extradición de colombianos.

Sí, el voto de María Mercedes Carranza, por ejemplo, y creo que María Teresa Garcés. Cuando Belisario Betancur (1982-1986) se opuso a la extradición de unos narcotraficantes lo hizo por razones de soberanía. Nosotros tenemos que poder, decía. ¿Qué pasó cuando Barco lo sucedió en la presidencia de la República? Que se dio cuenta de que no podíamos, entre otras cosas porque los procesos estaban por fuera. Los procesos los tenían en Estados Unidos. Aquí no teníamos expedientes abiertos, o había muy pocos. Y gracias a una foto de El Espectador, de cuando cogieron a Pablo Escobar en el sur, en Ecuador, se supo qué estaba vinculado con el narcotráfico. Es decir, El Espectador jugó un papel importante en destapar quién era verdaderamente Pablo Escobar, quien ya había llegado al Congreso.

Y esa osadía le costó la vida a Guillermo Cano

Y le costó un bombazo al periódico. La oficina de El Espectador en Medellín tuvo que cerrarse y funcionar de manera clandestina. Es que la gente habla del bombazo, pero la persecución contra El Espectador también fue muy fuerte fuera de Bogotá.

Hasta en Leticia, por cuenta de Evaristo Porras, socio de Pablo Escobar. Roberto Camacho Prada, corresponsal del periódico en esa ciudad, sufrió persecución y fue finalmente asesinado.

Exactamente, hasta en Leticia. Y todas esas denuncias le costaron la vida también a Rodrigo Lara Bonilla, a Luis Carlos Galán, a Valdemar Franklin Quintero, al coronel que estuvo al mando de la operación de Tranquilandia, al procurador Carlos Mauro Hoyos. Esa violencia les costó la vida a cuatro candidatos presidenciales.

Y a centenares de víctimas inocentes de los bombazos.

Que estallaban en cualquier parte y nadie sabía cómo, ni por qué.

1989, el libro que se convirtió en documental

Volvamos con el árbitro Ortega: ¿pudieron hablar con la familia para la elaboración del documental?

Esa es una cosa muy bonita. Es un documental que se abre y se cierra mordiéndose la cola. Empieza con el asesinato, después hace como una ampliación a todo el entorno en que se estaba viviendo y culmina con unos testimonios muy conmovedores de su familia, de su sobrino (que eligió ser árbitro), de su esposa. Cuenta cómo vivieron esa época, las consecuencias que sufrieron, como destrozó la vida familiar.

El fútbol era un entorno especialmente caliente, penetrado por el narcotráfico. Habían matado empresarios del fútbol, como un señor Correa y un señor Piedrahíta. Deportivo Pereira creo que también era de unos narcotraficantes. Millonarios, Santa Fe, todos tenían narcotraficantes en sus directivas. Los narcos eran los que los financiaban. Yo no soy muy futbolera y no recuerdo en este momento, pero estaban en todos lados.

Yo sí soy futbolero y no le quiero decir lo que sentí como hincha cuando fui de turismo a uno de los mayores templos de la religión católica en este país, el de la virgen de Chiquinquirá, y vi la placa conmemorativa, cuya fotografía publiqué en El Espectador. Decía: “El Club Deportivo Los Millonarios le agradece al señor José Gonzalo Rodríguez Gacha por todos los beneficios obtenidos en las campañas de 1987 y 1988″.

Claro, es que es este país es tan raro que la historia de los sicarios nos muestra que se encomiendan a la virgen antes de salir a matar.

Entonces, el15 de noviembre de 1989 fue asesinado Álvaro Ortega y el 22 de ese mes suspendieron el torneo profesional de fútbol. Pero ¿no es cierto que Ortega alcanzó a decir que le daba miedo pitar ese partido del 15 de noviembre?

A él lo amenazaron por teléfono al mediodía. Y Chucho Díaz lo vio muy preocupado y le preguntó qué le pasaba y él dijo que después del partido le contaba. Y no tuvo tiempo de contarlo, porque los dejaron en un sitio para comer, estaba cerrado, se fueron caminando a otro sitio a buscar una pizza y dos tipos en moto lo mataron. Chucho Díaz lo recogió, lo llevó a un hospital y no lograron salvarle la vida. Lo mataron por un partido que no definía nada.

Conclusión: en 1989 el fútbol profesional fue suspendido y ese año no hubo campeón por la violencia de la mafia en el deporte. ¿En qué otras esferas de la vida de los colombianos se metió el narcotráfico en aquella época?

En todos. En el fútbol, en la política, en la economía. Y se ensañó contra la justicia también. Es tan absurdo todo que a la jueza Martha Lucía González, que tuvo que salir al exilio, le asesinaron al papá, por el hecho de ser el papá de una jueza que se atrevió a abrir un expediente contra Escobar. Lo mataron en el Parque Nacional.

Eso me hace recordar otro caso que usted conoce muy bien: los sicarios esperaban a que a algunos políticos los nombraran diplomáticos y les mandaban los sicarios a cualquier país en el que estuvieran.

Claro. A Enrique Parejo le hicieron un atentado en Budapest. Nadie estaba seguro en esa época, ni siquiera fuera de Colombia. Los periodistas también vivíamos muy asustados. Inclusive hicimos un equipo clandestino de periodistas encabezado por Andrés Pastrana, que en ese entonces era el director de TV Hoy. Nos reuníamos en diferentes sitios con María Jimena Duzán, con Enrique Santos.

Ahí logramos una cosa inédita que fue escribir, pusimos a las unidades investigativas de los medios hacer unos artículos especiales que salían el mismo día por radio, prensa y televisión mostrando los organigramas y desentrañando todo lo que había detrás de las mafias. Nos descubrieron en un momento dado. La situación se puso complicada, pero se publicaron varios. El logo era un montecito de cocaína con una equis. Los leían personas que a las que no les no identificaban la voz. Yo leí uno. Fue una ofensiva general de los medios destapando los horrores y la composición de las mafias. Todos al tiempo, el mismo día. Ahora, también hubo periodistas comprados por la mafia. Como dijimos, la mafia se metió en todas partes.

Primeros años del negocio del narcotráfico en Colombia

María Elvira, en 1989 pasaron tantas cosas en muy buena medida porque en muchas zonas del país no había presencia del Estado…

Yo creo que fue por la precariedad del Estado. Hay más territorio que Estado. En esas zonas de colonización, más allá de la frontera agrícola, en donde no llega nada, no hay vías, se fueron desarrollando los laboratorios. Primero fuimos procesadores. La siembra se daba en Bolivia y Perú. Luego, tal vez con la época del gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002), ya éramos también cultivadores, y a esos sitios a donde no llegaba nadie llegaron los narcos, y sus avionetas, y las guerrillas (a proteger los cultivos y cobrar el gramaje).

Lo mismo sucedió con los grupos de autodefensas, que empezaron a ser penetrados por el narcotráfico, especialmente por el lado del Mexicano (Gonzalo Rodríguez Gacha), quien venía de la zona esmeraldera. Y penetraron el Acdegam (la Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio), región en donde, además, estaban asolados con el secuestro por parte de las guerrillas. Las guerrillas secuestran y la reacción son los grupos paramilitares y cada uno se justifica diciendo que se tiene que defender.

Desde el establecimiento, desde el Estado, había complicidad de los militares. Todo el mundo se auto justificaba por la existencia de violencia, de la pobreza, la desigualdad y por la ausencia del Estado. Así entramos en unas espirales de violencia que no hemos terminado.

El ELN y su financiación a punta de secuestros

La guerra cuesta mucho dinero. ¿De dónde venía la plata para esa violencia?

Del narcotráfico, pero también del secuestro, y en eso tiene gran responsabilidad Alemania. El ELN, que había estado derrotado totalmente en Anorí, renació por cuenta del secuestro de tres ingenieros de la Mannesmann, porque pagaron, unas versiones dicen que ocho millones de dólares, otras dicen que 10 o 12, pero de ahí resurgió el ELN, alimentado por la plata del secuestro.

¿Quién es para usted un personaje como Werner Mauss?

Un agente alemán que trabajaba para el ELN. Lo capturaron tratando de sacar a una coterránea suya, que era la esposa del presidente de la BASF en Colombia, a la que había secuestrado el ELN, por la que pagaron dos y medio millones de dólares. Los Mauss se mostraban como si estuvieran en temas humanitarios, pero la situación era perversa porque el (frente guerrillero) Carlos Alirio Buitrago secuestraba, Mauss hablaba con la familia, negociaba la liberación, el ELN devolvía los secuestrados y los Mauss se llevaban una buena plata. Un círculo perverso.

Usted recordó la derrota del ELN en Anorí, esa es la de 1973.

Anorí fue una operación en la que por primera vez se combinaron las fuerzas de la marina, con la aérea y el ejército y montaron un cerco en el que terminaron dados de baja los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, hermanos de Fabio Vásquez, el fundador del ELN.

En esa operación el ELN quedó disperso, destrozado, sin los cuadros importantes y después se reunieron en una convención y ahí se hizo el juicio de responsabilidades. Fabio Vásquez Castaño salió para Cuba y después vino la época de Belisario Betancur, el descubrimiento de Cañón Limón, la construcción del oleoducto y la resurrección del ELN con la plata del secuestro y con la mediación de los alemanes.

¿Por qué los militares no pudieron acabar definitivamente con el ELN en Anorí? Tuvieron un gran triunfo en el operativo, pero muchos años después no es claro qué fue lo que pasó allí.

El ELN es una guerrilla complicada porque creo que siempre ha tenido más hombres vestidos de civil que armados. Siempre ha tenido grandes bases sociales. Las Farc fueron mucho más un ejército, pero el ELN es una guerrilla más difícil de entender. Por ejemplo, el Domingo Laín, que es el coco del ELN, no fue una organización que mandaran a crear de lanada desde el comando central. No. En Arauca había unas condiciones previas que venían desde la colonización del Sarare. Ellos lo que hicieron fue capitalizar toda esa molestia, esa indignación, esa rebelión frente a las condiciones de incumplimiento de los programas de reforma agraria y así se gestó el Domingo Laín. Y de ahí viene esta situación y hoy el ELN es, prácticamente, dueño de parte del departamento, porque cooptaron al Estado.

El ELN y la violencia en Arauca

Y eso ha hecho también que desde los años 90 todos los gobernadores de Arauca hayan terminado presos (algunos de ellos condenados), desterrados o incluso asesinados, como le pasó a Luis Alfredo Colmenares Chía.

Sí, cooptaron la administración. Como los paramilitares en su momento cooptaron las administraciones en el norte de Colombia. Ese es el problema: grupos violentos financiados por el narcotráfico o por el secuestro han cooptado regiones donde la presencia del Estado es muy precaria.

María Elvira, en 1989 había coca y hoy también hay coca. En 1989 había ausencia de Estado y hoy (con ciertas mejorías) hay ausencia de Estado. Arauca estaba cooptada y hoy todavía tiene problemas gravísimos en esa materia. ¿En qué hemos cambiado?

Uno no puede ser catastrofista porque el peligro del catastrofismo es no ver salidas. La Fiscalía, con todos los problemas que tiene, ha funcionado. Hay instituciones. No han llegado hasta donde uno quisiera, pero las hay. Está la JEP, que está avanzando en los casos de las FARC. Justicia y paz, con todos sus problemas, logró verdades. Nos faltan muchas, pero ha logrado verdades. Desactivó muchos grupos. Quedaron disidencias, sí. Siempre quedan disidencias. En todos los países del mundo donde ha habido conflictos hay unos grupos que siguen con las violencias. El problema es que en Colombia son muchos grupos y el Estado no tiene presencia en todo el territorio, entre otras porque hay sectores desconectados totalmente de los mercados legales.

Yo creo que hay mucha gente que no quisiera estar en los mercados ilegales, pero siembran aguacate, café o cualquier otra cosa y no tienen carreteras para sacar sus productos, ni hay cooperativas de acopio, ni centros de distribución. ¿Qué van a hacer? Del ahogado el sombrero. La gente tiene que vivir. Hoy lo que tiene sentido es descriminalizar a los productores de coca chiquitos. Cambiar el enfoque de la mirada de la lucha antidrogas tiene sentido porque se ha demostrado que es un fracaso total.

Hacer la guerra en otros países es muy fácil. Nos presionaron a una guerra contra las drogas desde Estados Unidos y nos plegamos por conveniencia, porque no teníamos más alternativa o porque estábamos de acuerdo. Nos metimos en una guerra que estamos perdiendo y los muertos los ponemos nosotros. Dígame dónde están presos los capos de los Estados Unidos.

Toda la violencia ha sido en torno al internacional problema de las drogas con sus distintos eslabones y veo que usted, al igual que otras voces dentro y fuera del país, nos está diciendo que es bueno cambiar la mirada frente a ese problema.

La necesidad de un nuevo enfoque en la lucha contra las drogas

Sí. Los grandes paros cocaleros de la época de Samper se dieron por la fumigación de los cultivos.

Después, la OMC dijo que esas fumigaciones son potencialmente cancerígenas. Entonces nos respondieron que allá a la agricultura la fumigan con eso. Sí, pero el problema son las dosis. Fumigábamos con unas dosis superiores a las que se fumigan en los cultivos normales de algodón, de lo que sea, y estábamos matando los cultivos de pan coger y había problemas cardiorrespiratorios, problemas de embarazos, nacían los niños con problemas.

Y, aparte, con fumigación y todo, hemos visto que no se logró reducir el problema, porque el Estado no llega con respuestas de fondo, sino con planes de choque. ¿Cómo hacer para que no solo se llegue con las botas militares o los fumigadores? Tenemos que llegar con programas que vinculen a la gente, con titularización de las tierras, porque la gente con una tierra propia la protege del delito. Cuando no es mía, pues a mi qué me importa, yo necesito sobrevivir.

Debemos hacer programas piloto en los sitios más conflictivos donde confluyan no solamente el Estado, sino el sector privado y la sociedad entera, porque este es un problema de toda la sociedad.

Élber Gutiérrez Roa

Por Élber Gutiérrez Roa

Jefe de redacción y editor multimedia desde 2008. Fue editor político en Colprensa, Primerapágina.com, El Espectador, CM& y Semana.com. Ganó los premios de periodismo Rey de España (digital e investigación), SIP, Ipys-Tilac, Simón Bolívar y CPB. Máster en asuntos internacionales y especialista en asuntos políticos de la U. Externado.@elbergutierrezregutierrez@elespectador.com

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