El primer ruso que gobernará una capital en Colombia
Mikhail Krasnov no habla sin un tintico en la mano. Dice, de frente, que una de las diferencias políticas entre Rusia y Colombia es que acá la corrupción es norma social y la honestidad es apenas patología.
Valentina Parada Lugo
Es un rockstar. Mikhail Krasnov, alcalde electo, se demoró 20 minutos en llegar desde la puerta de la Alcaldía de Tunja hasta la Casa del Fundador Gonzalo Suárez Rendón (un trayecto de apenas 170 metros). Seguramente hace unas semanas, cuando su campaña política parecía no tener fuerza, le habría tomado menos de dos minutos ese trayecto, que es apenas atravesar un lado de la Plaza de Bolívar. Esta vez, por cada paso que daba, la gente le pedía tres fotos. Le hablaban de las problemáticas que querían que solucionara y lo felicitaban por su triunfo en las urnas el 29 de octubre.
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Es un rockstar. Mikhail Krasnov, alcalde electo, se demoró 20 minutos en llegar desde la puerta de la Alcaldía de Tunja hasta la Casa del Fundador Gonzalo Suárez Rendón (un trayecto de apenas 170 metros). Seguramente hace unas semanas, cuando su campaña política parecía no tener fuerza, le habría tomado menos de dos minutos ese trayecto, que es apenas atravesar un lado de la Plaza de Bolívar. Esta vez, por cada paso que daba, la gente le pedía tres fotos. Le hablaban de las problemáticas que querían que solucionara y lo felicitaban por su triunfo en las urnas el 29 de octubre.
Asegura que no le gusta llegar tarde a las citas ni que lo vean como a un superhéroe: “Cada persona que me para en la calle me representa menos tiempo que puedo invertir trabajando, no tomándome fotos, sino cumpliéndole a la gente”. Pero no lo dice en tono despectivo ni enfadado, sino como quien está afanado por cumplir una meta que aún no comienza a ejecutar y cerrará su ciclo en 2027.
La gente en la calle no se sabe su nombre y ni siquiera intenta pronunciarlo. “El ruso”, le gritan desde la acera de en frente. “Alcalde”, ya le dicen otros. Mikhail Krasnov atendió esta entrevista en la Casa del Fundador de Tunja, apenas tres días después de su elección. Los guías del museo lo reciben en la entrada y una de las trabajadoras le hace un saludo marcial con la mano, como quien recibe a un general que llega de una extensa guerra que no es suya. Era la tercera entrevista que daba en el día a medios nacionales y uno internacional.
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Algunas personas de la Casa del Fundador explican que votaron por un cambio, por alguien a quien veían lejano de la corrupción y con unas ideas políticas lejanas a las tradicionales en Colombia. “En la campaña de él igual había políticos de Tunja, pero lo importante es que ellos no estén detrás de él gobernando”. Dice, entre otras cosas, que saben que Tunja se va internacionalizar estos cuatro años. “Además, él está muy bien preparado. Habla cinco idiomas”, dice un trabajador del lugar.
El colombo-ruso que ganó la Alcaldía con 27.330 votos (31,5 %) dice que no es político, pues prefiere ser visto como un administrador o académico. Lo cierto es que arrasó en las urnas y le ganó a John Ernesto Carrero, candidato del gobernador electo Carlos Amaya, coavalado por los partidos Verde y En Marcha, entre otros, quien era favorito pocos días antes de la elección. Carrero quedó en segundo lugar con 18.785 votos. Y de tercero se ubicó Vicente Aníbal Ojeda, el candidato de los partidos Liberal y Conservador, quien sedujo a 11.665 votantes.
Krasnov nació en la ciudad de Sarátov hace 45 años, en la disuelta Unión Soviética que hoy es territorio ruso. Allí creció y luego se fue a Alemania a estudiar Economía a la Universidad Humboldt, de Berlín. Aprendió alemán, ya sabía ruso, serbocroata, inglés y polaco. Y luego volvió a Rusia a estudiar varios posgrados más en Economía, Pedagogía, Sociología y Relaciones Internacionales. Y aunque más de la mitad de su vida la vivió en Europa, dice que es “un colombiano más”.
A Tunja llegó en 2008 a hacer un intercambio académico en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), que tenía convenio con la Universidad Estatal de Volgogrado para estudiantes de ambos países. “Llegué para aprender español o, bueno, perfeccionarlo porque ya sabía las bases”, dice en su acento europeo, pero con calidez boyaca. Y asegura que tres días después de terminar sus clases, envió un correo a la universidad diciendo que de Tunja ya no se iba. Acto seguido, el ruso pide un tinto sin azúcar antes de continuar el diálogo.
A Krasnov le cuesta explicar qué fue lo que lo enamoró de Boyacá y por qué decidió quedarse a más de 12.600 kilómetros de su casa. Dice que es algo “celestial” y que “los caminos de Dios no se cuestionan, se caminan”, aunque no cree en él. De lo que sí está seguro es de que el ambiente académico que encontró lo atrapó y lo llevó a soñar con comenzar una carrera de docente. “De pronto la cercanía de la Universidad. Prácticamente, me sentí muy bien aquí. Pero es que no existe una única razón. No puedo decir que me quedé por algo específico”.
Desde que comenzó su carrera académica como profesor de la UPTC en la capital boyacense, en 2008, empezó a identificar el fenómeno de la corrupción en Colombia. “Acá la corrupción es norma social y la honestidad es patología; o sea, todo al revés”. Afirma que eso fue lo que más llamó su atención sobre el sistema político colombiano, que le recordaba al sistema que tuvo Rusia en los años 90.
“Lo más diferente ahora es que en mi país, en la política electoral, ya tenemos claro quién va a ganar allá; en Rusia no hay sorpresas electorales, porque allá la política es para la gente de plata, para la élite, pero no existe esta competencia, entonces no ocupa un lugar mediático. En cambio, acá la política es un deporte nacional”, afirma.
Y fue justo por eso que su familia en Rusia no se interesó por su proyecto de vida político, que apenas coge vuelo en Colombia. “Mi familia no me ha dicho nada. Solo me preguntaban por protocolo cómo va la campaña, pero era algo normal, como si fuera un trabajo más”, confiesa. Aunque su visión sobre Colombia es propia de un extranjero que puede alejarse de la realidad para interpretarla, no queda duda de que la mayoría de tunjanos, al menos ahora, sienten que el ruso los identifica.
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En uno de los parqueaderos cercanos al centro, un señor habla con orgullo del triunfo de su ciudad. “La gente está llegando a Tunja solo para conocer al ruso”, dice entre risas. En grupos de WhatsApp y videos de TikTok han aparecido memes sobre la elección del ruso, que aunque el mismo Krasnov dice que no le ha quedado tiempo para analizarlos, la gente en las calles los ve con inocencia. “Al menos con eso Tunja se volvió noticia”, dicen algunos.
El gesto que sí salió de los memes a la realidad de la ciudad fue el saludo marcial que se hace con una mano hacia la frente. En la plaza, estudiantes de uno de los colegios lo hacen en broma mientras el docente los reúne en círculo, como simulando las costumbres militares en Rusia. Y algunas personas en la calle lo saludan así antes de darle la mano, como aludiendo a su origen.
Krasnov reconoce que el voto en esa ciudad fue “un voto protesta”; un voto contra la politiquería y los partidos de siempre. Aunque comenzó su candidatura en enero de este año y alcanzó más de 30.000 firmas, selló su campaña con el aval del Partido Fuerza de la Paz, el movimiento político que inauguró Roy Barreras después de su salida del Congreso. “Mi movimiento de firmas se llamaba Innovación Ciudadana, pero cuando fui a registrar mi candidatura me dijeron que tenía que pagar la póliza”, explica.
Eso fue lo que detuvo, justamente, su aspiración independiente. La póliza que deben pagar los candidatos que no tengan el aval de ningún partido en Tunja era, nada menos, que de $43 millones. “Yo no tenía esa plata. Esta campaña yo la hice sin plata y por eso no tuve eventos, vallas publicitarias, ni volantes y menos tenía para pagar ese costo”, cuenta. Cuando le preguntan por qué eligió el partido del ahora embajador en Reino Unido para pedir el aval, responde sin rodeos que fue porque “buscaba un partido que no estuviera desgastado políticamente”. Y el de Roy es, mal que bien, de los nuevos.
El profe ruso es un académico, habla con cifras en mano y abanderó el discurso anticorrupción, no solo en la formalidad de su programa de gobierno, sino también en las calles con quienes se acercan a conocerlo. “No voy a hacer ceremonia de posesión con alfombra roja porque yo no necesito esos reconocimientos, pero sí podemos aprovechar esa plata para otra cosa, como para garantizar el Programa de Alimentación Escolar (PAE) los primeros días”, les dice a los que se le acercan en la calle. Y afirma que quiere, únicamente, firmar el documento de posesión, el 27 de diciembre, sin tanto protocolo.
El ruso menciona que en Colombia hay una virtud de los políticos de “tener la sabiduría para robarse la plata sin irse a una cárcel”. Habla de los “elefantes blancos que hay en el municipio, aunque sin atribuirlo a ningún mandatario. Se refiere a obras como el puente de Las Quintas, el proyecto de vivienda Torres del Parque y el Parque de la Biblioteca. Asegura que esa es la razón por la que las empresas privadas no invierten en ese municipio, porque la corrupción ha permeado los contratos. “Y eso es matar la gallina que pone los huevos de oro, porque se espanta al empresario”.
De hecho, su visión de desarrollo económico es fortalecer el sector privado en el municipio, teniendo como base la inversión de empresarios en su territorio. Habla del campo moderno como una apuesta para unir las labores de agricultura con la inversión privada. Aunque el 87 % de Tunja es rural, Krasnov afirma que no se está tecnificando el campo y que Colombia, todavía, depende en gran parte de las importaciones. “Estamos a punto de traer papa de Estados Unidos”, reconoce.
Por eso, propone fortalecer el corredor del desarrollo, que es la vía Tunja-Sogamoso-Bogotá, que es paso obligado de los transportadores de víveres que llegan hasta el centro del país para, después, trasladar alimentos al resto de Colombia. Y en eso coincide con la reforma agraria del presidente Gustavo Petro. “Sin reforma no va a haber desarrollo del campo”, asegura, y repite que la elección del primer presidente progresista y de izquierda en Colombia “fue una necesidad histórica”.
Mikhail Krasnov es prudente con lo que dice al responder sobre su apoyo al presidente, pero sí es contundente cuando explica que establecerá un canal directo con Petro para desarrollar los proyectos en su municipio, “porque sin los proyectos de la nación no podemos desarrollar nada”. También tendrá cercanía con el gobernador electo de Boyacá, Carlos Amaya, a quien conoce desde hace una década “en la universidad”, pero con quien tiene diferencias. “Antes él no era de la política tradicional, se convirtió así posteriormente; tuvo buenos propósitos, pero no sé por qué no pudo lidiar con eso”, afirmó.
Sin embargo, dice que su relación con Amaya es positiva y que trabajará con él para sacar adelante a Tunja. Aunque su visión es mucho más ambiciosa: Krasnov no descarta lanzarse, después, a la Gobernación de Boyacá o a algún otro cargo regional o nacional, pero su camino político apenas arranca. Incluso, dice que revolucionó la forma de hacer política: “En Colombia están acostumbrados a hacer política electoral tradicional, no saben de política electoral moderna”.
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Con eso se refiere a la entrega de volantes, la citación a reuniones y la inversión altísima en publicidad en ciudades y departamentos enteros. Dos días después de su elección, en Tunja no había ni un solo cartel con la cara o el nombre del profe. La entrada al municipio estaba forrada en vallas de candidatos a concejales, diputados, gobernadores y alcaldes; pero en ningún lado aparecía Krasnov.
Su estrategia, según él, fue más austera y digital. “Cuando recolecté las firmas decidí hacerlo yo mismo, para que me conociera la gente a mí y no a otras personas de mi campaña. Mi campaña fue sin intermediarios, la gente hablaba directamente conmigo y eso me permitió conectar con ellos”, explica.
Agrega que lo que se hizo fue convencer al electorado que no estaba decidido: “Es a esa gente a quien uno debe apuntarle, pero no a los que ya tienen definido un voto por la maquinaria, porque esos no van a cambiar de opinión”. Por eso, dice con orgullo y con una leve sonrisa, que el candidato “sin plata” ganó la elección. “Hemos cambiado paradigmas para hacer política”, concluye y vuelve a pedir un tintico.
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