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Negociaciones con Segunda Marquetalia: ¿más cerca o más lejos de la paz total? (análisis)

El gobierno anunció una mesa de negociación con la Segunda Marquetalia; ¿qué podemos esperar de este otro intento de lograr la paz?

Andrés Felipe Aponte* y Luis Fernando Trejos**
24 de febrero de 2024 - 12:02 a. m.
Iván Márquez es desertor del proceso de paz de 2016 y ahora comanda la disidencia de las Farc llamada la Segunda Marquetalia.
Iván Márquez es desertor del proceso de paz de 2016 y ahora comanda la disidencia de las Farc llamada la Segunda Marquetalia.
Foto: Radio Nacional
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Nueva negociación

El gobierno nacional anunció por medio del Alto Comisionado para la Paz la apertura de una nueva mesa de negociación con la Segunda Marquetalia (SM), el grupo rearmado que encabeza Iván Márquez, ex integrante del Secretariado de las extintas FARC-EP.

Esta nueva negociación es otro intento de llegar a la anhelada Paz Total. El nuevo dialogo implica un nuevo esfuerzo burocrático y técnico para el actual gobierno, así como la apertura de otra controversia por parte de la oposición. Por eso cabe preguntarse: ¿Qué particularidades tiene este proceso?, ¿Cuáles son las condiciones para esta negociación?, ¿Qué otros temas deberían considerarse?

¿Qué es la Segunda Marquetalia?

Al igual que el Estado Mayor Central (EMC), la SM es un emprendimiento armado que se dio sobre la marcha por los incumplimientos del Acuerdo del Teatro Colón, así como por la percepción de obstrucción y entrampamiento del cual afirman haber sido objeto sus líderes.

Esta simbiosis entre causas objetivas y subjetivas llevó a que Márquez y compañía se distanciaran del proceso de paz y optaran por volver a las armas en la tristemente célebre declaratoria de la fundación de la SM (2019).

Inicialmente este grupo tuvo su área de influencia en zonas donde sus fundadores tuvieron presencia armada con las extintas FARC como en los estados Apure y Zulia (Venezuela), y áreas de los departamentos de Caquetá, Guaviare, La Guajira y el Cesar.

La pretensión inicial de Márquez y compañía de subordinar y adherir al naciente EMC llevó a una guerra fratricida entre los dos grupos que mostró las costuras de lado y lado. En el caso de la SM, quedó en evidencia que era una guerrilla más de micrófonos, redes sociales y discursos retóricos, que un grupo armado con poder territorial significativo. En cambio, quedó claro que el EMC tenía unas bases militares, económicas y políticas sólidas.

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Sus continuas disputas con grupos del EMC y la muerte en suelo venezolano de una parte significativa de su comandancia mostraron que esta guerrilla tenía menos poder del que proyectaba. Las muertes de Santrich, el Paisa y Romaña y el atentado contra Iván Márquez afectaron irreversiblemente las metas de expansión y crecimiento de la SM liquidando cualquier plan estratégico de mediano o largo plazo.

La disputa violenta con el EMC que mostraba la insubordinación de los tenientes de Márquez y Cía. selló la impronta organizacional que tiene actualmente la SM. A la camarilla de antiguos comandantes y cuadros medios se le fueron adhiriendo otras facciones armadas ex FARC que estaban luchando por territorio con el EMC. Bajo la lógica de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, la SM amplió su radio de presencia en áreas de Antioquia, Putumayo, Cauca y Nariño.

Esta textura organizacional, con un crecimiento territorialmente “desorganizado”, es la que va a sentarse con el gobierno para negociar. Las dudas sobre la verdadera capacidad de Iván Márquez para coordinar y representar a todos estos facciones están a la orden del día, pues en comparación con otros grupos armados sabemos menos de su cohesión interna y la representatividad de los comandantes. Es decir, no se sabe si se mueven bajo la guía de un plan nacional o sobre lógicas locales y microlocales en donde incluso la articulación discursiva es nebulosa y más aún en términos militares, tácticos y operativos.

En efecto, cada grupo de esta organización refleja la marcada “archipielagización” de nuestra violencia. Basta pensar en cómo la organización liderada años atrás por “Guacho” en Tumaco está conectada con la que hace presencia en Catatumbo y el Bajo Cauca.

Sobre la articulación nacional de la SM hay más especulaciones que certezas y el comienzo formal de la mesa de negociaciones puede servir para evidenciar la capacidad de coordinación de sus estructuras, la unidad de mando y el alcance del liderazgo de Iván Márquez.

Esto es importante, porque puede servir para anticipar escenarios de “disidencias de las disidencias”. Por otro lado, teniendo en cuenta que, en lugares como Cauca y Nariño, unidades de la SM se han aliado con estructuras del ELN para intentar frenar el avance del EMC sobre esos territorios y sus rentas, la posibilidad de disminución de violencias por efectos de treguas o ceses al fuego se dificulta.

Los conflictos territoriales afectarían las intenciones de paz del gobierno por los tres frentes. Su incapacidad de garantizar orden puede servir como un soporte para decir que la Fuerza Pública es cómplice de terceras partes, como ya ha sucedido en Chocó, en Arauca y Putumayo.

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Nuevos retos, poca capacidad técnica

Esta mesa de diálogos supone nuevos retos y demandas técnicas y humanas que la actual administración no parece ofrecer. El escenario actual, en el cual se tienen múltiples frentes de negociación exige una planeación estratégica individual para cada organización armada y colectiva simultáneamente, así como de experiencia y conocimientos sobre marcos legales y el funcionamiento del Estado, amplio capital político y social y un equipo humano con experiencia y conocimientos conceptuales y teóricos.

El propósito general de la Paz Total no es brindar alivios humanitarios sino ponerle fin a los conflictos armados y las causas por las cuales los grupos criminales legitiman discursivamente su violencia. Esto exige una estrecha coordinación entre distintas instituciones estatales, también entre los diferentes equipos negociadores y entre cada equipo negociador y el Alto Comisionado Para la Paz y sus asesores, cosa que no parece estar sucediendo.

En el caso de la negociación con la SM, se espera que la delegación del gobierno desarrolle una etapa exploratoria en la que establezcan con claridad las metodologías y se delimiten con la mayor claridad posible los temas de la agenda, se tracen líneas rojas, se definan los desarmes, los acuerdos parciales o totales y su comparecencia antes tribunales de justicia.

Estos son asuntos claves para garantizar el éxito o fracaso de la Mesa pues evitan que los grupos armados tengan carta abierta en sus pretensiones y aspiraciones y no permiten que sean ellos quienes manejen los tiempos y el rumbo de la negociación.

Al mismo tiempo, darán un horizonte temporal que permitirá saber si los temas a negociar son iguales de amplios que los del ELN, que pretende hacer una revolución por contrato o, por el contrario, si se anclan en temas concretos y pragmáticos de acuerdo con su experiencia organizacional y los marcos cognitivos de las extintas FARC: acceso a la tierra y participación política.

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El punto más controversial

Un punto álgido y que seguramente producirá la mayor oposición de sectores políticos y de la opinión pasa por el reconocimiento político del grupo. El hecho de que este se la haya dado a sus pares va a ser una demanda que vendrá de la SM, pero que sin duda será un objeto de discordia.

Estaremos abiertos a una nueva controversia político-jurídica que puede ser mucho más álgida por la figura de Iván Márquez. Los casos de Iván Mordisco, Johnier, John Mechas o Andrey Avendaño posiblemente sea más fácilmente digeridos por la sociedad colombiana por su poca visibilidad en las antiguas FARC. Pero Márquez representa la época más temida de esa guerrilla y su antipatía y menosprecio por lo que se pactó en la Habana siguen intactos en al memoria de la opinión pública; algo que permite establecer ciertos paralelos con el actual comandante del ELN Antonio García: la persistencia de lecturas hiperideologizadas e irreflexivas del acontecer nacional.

El hecho de que Márquez y otros comandantes no sólo hicieran parte activa del proceso de paz de las antiguas FARC-EP con el Estado colombiano, y que fueron cobijados por los beneficios políticos y de la justicia transicional, implica una negociación tanto con sectores políticos como una cierta clarificación y encuadre con los estándares y parámetros de la justicia transicional y la comunidad internacional.

Por eso, es posible que esta negociación encuentre ciertas barreras y cree, de forma no intencional, unos precedentes negativos al dejar abierta la puerta para que “el incumplimiento de lo pactado” se convierta en la base de las narrativas políticas de nuevos grupos armados.

Versión de este texto en Racón Pública: Las negociaciones con la Segunda Marquetalia: ¿más cerca o más lejos de la paz total?

¿Una desmovilización simbólica impulsada por incentivos?

Finalmente queda por responder una pregunta clave: ¿Estamos frente a un grupo armado de grandes repercusiones en el territorio?

En comparación con las otras guerrillas este es el de menor calado y consecuencias humanitarias. Ahora bien, pese a este papel secundario en la actual confrontación armada, nunca deja de ser un incentivo positivo quitarle personas y armas a la guerra. Tenemos experiencias con grupos de segundo plano como el Quintín Lame, la CRS o el ERG, entre otros.

Prueba de esto es que la eventual salida de la SM de escenarios como Nariño y Cauca siempre es un incentivo real pues sus consecuencias humanitarias son más agudas en esos territorios. En la práctica y ante los pocos resultados reales de las mesas con el ELN y el EMC, la SM puede ser percibida por el gobierno como el mango más bajito de la Paz Total. Por otro lado, supone un salvavidas para la SM para abandonar con algo de dignidad su fracasado emprendimiento armado antes de su total naufragio.

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*Profesor e investigador de la Universidad del Norte. **Investigador y analista en lógicas territoriales violentas.

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Por Andrés Felipe Aponte* y Luis Fernando Trejos**

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