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“Trabajen, vagos”, fue la frase con la que Catherine Juvinao se hizo conocida en medios de comunicación y redes sociales. Su labor de activista la llevó a hacerles seguimiento a las asistencias de los congresistas y otras tareas de veeduría sobre la labor del Legislativo. Parte de sus acciones llevaron a iniciar acciones legales en contra de algunos congresistas que, a su consideración, habían superado el número de ausencias permitidas por la ley.
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Aunque sus denuncias no fueron tenidas en cuenta por la justicia, su labor de seguimiento al Congreso la puso como un referente en la conversación política y le permitió salir elegida por la Alianza Verde en las elecciones legislativas de 2022. Aunque recién llegada al Congreso y de la bancada oficialista, se ha convertido en una de las voces críticas a muchas iniciativas del Gobierno. Su voz se ha sentido con fuerza en debates como la reducción de salarios, el receso legislativo, la reforma política y el Código Electoral. El Espectador habló con la representante como parte de los primíparos que se han destacado en estos primeros meses de gobierno.
¿Alguna sorpresa en estos seis meses en el Congreso?
Sí, varias cosas. Mi primera sorpresa fue el grado de renovación de este Congreso. Fue del 70 %. Eso no quiere decir que todos sean alternativos, porque hay muchos nuevos de partidos tradicionales apadrinados por los caciques. Pero por el hecho de que haya tantos nuevos congresistas pues hay una dinámica de conocernos y ayudarnos a sacar todo adelante. La primera sorpresa es que son más trabajadores que los del Congreso pasado. Voy a adelantar una cosa que sacaré más adelante en la semana y es que el ausentismo casi que desapareció en la Cámara, lo tengo documentado con cifras de este Congreso y de los dos anteriores. Digamos que hay un mayor compromiso de cambiar las caras del Congreso. Llegaron personas con muchas ganas.
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Una segunda sorpresa es que he tejido mejores relaciones de las que creí. Tenía miedo de que no me dejaran hacer nada por odios heredados de mi labor activista. Pensaba que me odiaban y era esa duda de si me iba mejor como activista. Aunque no es que me amen, siento que me han dado la oportunidad de mostrar la intención con la que llegué. Además, creo que estoy haciendo algo bien y es que no llegué a sacar carteles de todos los que están haciendo algo mal. Eso lo hice como activista, pero ahorita no porque el ser humano no funciona a las patadas. Afuera del Congreso sabía que tenía que darle patadas, pero adentro necesito aprobar mis proyectos y hacer control político. Todo eso depende de las relaciones que uno haga con los partidos. Todo se debe consensuar y negociar, aunque hablo de negociar en el buen sentido.Además, comencé a tener problemas de seguridad. Me empezaron a llegar amenazas, que en contra mía no me importaban, pero fue distinto cuando comenzaron a amenazar a mi familia. Yo dije ahí que necesitaba dar la pelea desde otro lugar. Y pues desde el Congreso hay más seguridad, es muy poco probable que digan vamos a desaparecer a un congresista y su familia; además, tengo más cercanía con las autoridades. Y las denuncias que hago como congresista tienen más resonancia. Por ejemplo, miren lo que pasó con el registrador. Desde hace años vengo denunciándolo y sacando a la luz muchos cuestionamientos y nunca pasó nada. Pero ahora logramos tumbar la discusión del Código porque lo hicimos desde adentro del Congreso. Logramos mostrar desde adentro lo malo de este proyecto. Tenemos aún muchas denuncias en contra de él y ahora el grado de resonancia es distinto. Me lancé para que mi control político tenga incidencia y pase algo.
Usted lideró “Renuncien, vagos” con la premisa de que en el Congreso no trabajaban. ¿Cambió en algo su percepción?
No, en la medida en que el anterior Congreso era muy distinto a este. Las comisiones eran el mejor ejemplo, el ausentismo era rampante. Muchas comisiones tradicionalmente se cancelaban porque los congresistas no llegaban. Por ejemplo, decían que la Cuarta podía suprimirse y que solo quedara como económica la Tercera. La calidad de los proyectos es otro tema que denunciaba y ha cambiado. Lo poco que se aprobaba era totalmente inocuo. Eran leyes saludo a la bandera. Yo siempre he dicho que el Congreso, como corporación, era muy mediocre, no solo las leyes sino el control político que se hacía. Pero en este Congreso hemos visto una renovación con gente nueva que implica gente que está trabajando mucho más que en el pasado. Incluso, como he dicho, el ausentismo ha bajado en la Cámara. Algunos han dicho que eso se debe a que yo estoy ahí y tienen miedo de que los denuncie.
¿Y en Senado?
Allá todavía hay ausentismo. Ariel Ávila ha denunciado que están en pleno control político y se quedan solos.
¿Pero eso no les ha servido para frenar proyectos problemáticos?
No, ausentismo es diferente a una acción legítima de romper el quórum para frenar un proyecto problemático. Eso último es algo concertado para que la sesión se levante y no se debata el proyecto. El ausentismo es que simplemente no están yendo.
¿No están cayendo en los mismos vicios de los pasados congresos?
Hay que entender que el cambio es un proceso, que no es algo de un día a otro. Todo el cambio se está dando en una cultura en la que se critica a los que denuncian lo que está mal y que ven la política como una forma de apalancamiento social y económico. Cambiar todo eso implica cambiar una cultura de más de 200 años. Ese proceso no se puede hacer solo con el grupito de buenos de siempre y también toca con los “malos”. El presidente Petro lo ha entendido bien, aunque a veces le critique que se le está yendo la mano. Petro entendió que sin los tradicionales no puede gobernar. El proceso de cambio debe incluir a la mayoría de fuerzas políticas, sociales y económicas, invitarlos a todos, pero debe haber líneas rojas. Por ejemplo, debería haber una línea roja en negociar con el registrador.
Hablando de los tradicionales, ¿no se está marginando al Verde por darles prelación a estos partidos?
Sí, eso es cierto. Esta queja la hemos hecho pública y hasta nos sentamos con el ministro Prada para decirle que cuentan con nosotros, pero que no nos traten como el voto seguro. Somos hermanos del cambio, pero también tenemos intereses y causas. Pedimos al Gobierno que apoye nuestras causas en el Congreso. No puedo negar que algunos de nuestro partido tienen prácticas tradicionales, pero le pedimos al Gobierno es que tenga en cuenta nuestras causas. Le pedimos que nos tengan en cuenta en el diseño de las reformas, porque hemos peleado por el cambio como el presidente. En el Gobierno lo han entendido y por eso tenemos una reunión grande con el presidente el 19 de diciembre. Esperamos que de ahí salga una ruta para 2023 y que el presidente entienda que el Verde es aliado del cambio y que necesitamos reciprocidad.
Teniendo en cuenta todos los matices, ¿cómo ha visto esa bancada de gobierno?
La bancada de gobierno es como un sancocho trifásico. Hay de todo, al igual que el Congreso, en el que hay un reflejo de cada sector del país: bueno, regular y malo. La coalición de gobierno está llena de matices y eso está bien porque no hace que sea una aplanadora, como algunos han señalado, sino que hay un fuerte debate, como ocurrió con la reforma política, en la que hemos expresado nuestras preocupaciones los distintos sectores. Lo bueno de tener una coalición tan plural es que cuando se toquen los mínimos de cada partido se forman debates importantes. La coalición puede funcionar como aplanadora, como ocurrió con la tributaria, pero en otros proyectos habrá crítica.
¿Pero eso no es lo que pasó con la bancada de Duque y la Unidad Nacional de Santos?
Sí, pero es que es parte del diseño institucional, el presidente necesita al Congreso para sacar sus proyectos. La separación ha sido adecuada, aunque hay una discusión de si no debería pasarse a ser un régimen parlamentario. Pero pues, mientras se da esa discusión, el diseño obliga a que el presidente tenga una bancada fuerte de Congreso.
Usted es una voz que ha cuestionado mucho al gobierno Petro, ¿no teme que la bancada termine marginándola?
Es un riesgo, pero eso lo asumí desde que me lancé. Yo sabía desde que me lancé que uno de los riesgos era que no me dejaran hacer absolutamente nada. Pero no ha sido así. En el Congreso las cosas no son blanco y negro y siempre en un permanente ajedrez. Todos los días se deben alinear los partidos. Puede que un día el Gobierno esté bravo conmigo y me marginen un poco, pero puede que al siguiente me convierta en alguien fundamental para que los principales temas se aprueben. Nada es definitivo en el Congreso. Todo depende de lo que se esté intentando aprobar en ese momento.
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Al final del día, así le resulten incómodas las críticas, yo creo que el presidente Petro tiene clara la importancia del control político, él fue un congresista que se hizo en el control político, no sacando leyes. El presidente entiende la importancia del control en una transformación política y social. Yo le he dicho a varios en el gobierno: no soy una borrega del cambio, soy una guardiana de este. No soy una notaria. Mi objetivo será cuidar ese cambio, porque a veces se pasan las líneas rojas y corremos el riesgo de que no logremos la transformación por dejar entrar a una cantidad de gente que no era.
La oposición se ha quejado de que no hay garantías, incluyendo poco tiempo para discutir los proyectos, ¿lo ha visto así?
Que la oposición no esté siendo profunda y seria no quiere decir que no se le estén dando garantías. En Cámara son los que más hablan. Si un debate dura dos horas, una hora es de la oposición. Hablan todo el tiempo. Les dan más la palabra a ellos. Lo que pasa es que no están sabiendo hacer la “oposición inteligente” que predican.
Hace unos días Ariel Ávila cuestionó que se está perdiendo tiempo en temas no tan importantes como lo de los sueldos o disminuir el receso legislativo, mientras que otros proyectos más importantes se están hundiendo por falta de trámite...
Cuando uno entra al Congreso y se ve todo el trabajo que hay que hacer, uno cae en la tentación de decir que los debates de salarios y más son poco importantes ante proyectos como la paz total, la tributaria y similares. Pero yo les hago el llamado a mis colegas de que no caigamos en esa tentación porque la política es el arte de los símbolos. No podemos jugar a ser los tecnócratas, de “concentrarnos en los temas serios”, porque los congresistas somos los representantes del pueblo y el principio de representación exige una conexión con los representados. En el Congreso hay muchos privilegios, como el salario y los recesos, que hacen que los ciudadanos terminan viéndonos como emperadores y alejados de ellos. Los privilegios están desfasados en comparación con otros parlamentos del mundo y eso hace que aun haciendo las reformas más importantes, los ciudadanos no las valoran por nuestro pedestal. Esos proyectos son simbólicos para legitimar al Congreso y la representación política.
¿Por qué oponerse al Código Electoral?
Principalmente porque la figura del registrador que lidere esta reforma debe ser legítima y confiable, y ese no es Alexánder Vega. Debería ser un servidor público con toda la experiencia, pero el registrador no tiene nada de eso. Él fue elegido con muchas irregularidades y tenía cuestionamientos graves, incluso recuerden que un congresista lo denunció por supuestamente venderle un fallo en el CNE y fue mencionado en el caso Odebrecht. Es un tipo con muchos ruidos desde que empezó su carrera. No se puede tramitar un Código Electoral mientras él sea registrador.
La segunda razón es que el Código tiene muchos problemas, como lo es un portafolio de contratación billonario por el tema de registro y autenticación que le quiere meter al proyecto. En una reforma electoral quiere meter un tema de cedulación y autenticación digital. La Registraduría no tiene esa misionalidad. El registrador quiere centralizar los términos de identificación facial y biometría para darle el contrato a un tercero. Eso es muy grave, eso no puede pasar en un país con libre mercado.
Usted ha mencionado la reforma política, ¿esta no se está convirtiendo en una forma de legislar en causa propia?
La molestia que tienen los partidos es que dicen que la reforma política pareciera que es un proyecto para el Pacto Histórico, sobre todo el tema de listas cerradas sin democracia interna, y el transfuguismo apenas se apruebe la reforma. Si la reforma pasa, para las elecciones locales de 2023 todo el mundo podría cambiar de partido. Eso tiene molestos a los partidos, porque está el asunto de que muchos quieren ir a los partidos de los que están en el poder. También está en el asunto de la puerta giratoria de ser congresista a ministro de una. Eso beneficia a algunos. No voy a decir nombres. Esas son cosas que tienen con dudas a los partidos. Y la MOE también ya ha dicho que es una reforma muy deficiente porque no se están tocando los temas importantes. Además, se están haciendo las cosas al revés, se debió comenzar con una reforma de la organización electoral, luego debía pasar la reforma política y luego el Código. Pero aquí se están haciendo las cosas al revés. Incluso en un momento iba a salir primero la reforma del Código Electoral. Nosotros lo que le proponemos al Gobierno es que salga primero la reforma de la organización electoral y luego sí nos metamos con el Código. Ahorita están haciendo las reformas al revés.
Este es el Congreso con más mujeres en la historia, pero no se ha traducido en proyectos para mujeres...
Sí hay proyectos, es que todavía no se ven porque están en comisiones. Hay que destacar que por primera vez somos el 30 %, aunque deberíamos ser el 50 %. Lo que puedo decir es que hay una agenda de género muy fuerte que se comenzará a mover. Por ejemplo, ya se aprobó en Senado el proyecto para frenar la violencia política contra la mujer y nosotros estamos sacando adelante un debate de control político sobre los feminicidios y la violencia de género. Se vienen muchas iniciativas de empoderar a las mujeres.