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“No tenía sentido llegar al Congreso como llanero solitario”: Humberto de la Calle

La cabeza de lista de la Coalición Centro Esperanza habla de las tormentas, de sus propuestas y de las razones para no volver a aspirar a la Presidencia.

Juan Sebastián Lombo
26 de enero de 2022 - 02:00 a. m.
Humberto de la Calle reveló que corrió peligro la existencia de la coalición de centro.
Humberto de la Calle reveló que corrió peligro la existencia de la coalición de centro.
Foto: El Espectador - Óscar Pérez
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La Coalición Centro Esperanza volvió a pasar por un momento de tensión, esta vez por una propuesta de reducir los precandidatos a solo tres. Según Humberto de la Calle, llegó a correr riesgo la alianza de centro y por eso puso en duda su aspiración al Senado por la lista que tiene la coalición en conjunto con los verdes. Por eso, tras la reconciliación en la convergencia de la que forma parte, las preguntas a De la Calle apuntaron a estos momentos de tensión.

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Pero no se quedaron allí, el diálogo de El Espectador con el candidato al Senado también pasó por sus propuestas, los proyectos relacionados con la paz que impulsaría en el Congreso y su visión frente a algunos de los proyectos de la actual administración que podrían continuar en las siguientes legislaturas. Fue crítico con lo que ha venido ocurriendo en el país y aseguró que el cambio en el Congreso, que incluye recuperar la independencia de los poderes, depende de los electores que saldrán el 13 de marzo a escoger a un nuevo Legislativo.

¿Qué fue lo que pasó esta semana en la coalición y que lo llevó a poner en duda su candidatura al Senado?

Hubo momentos de tensión. Había discusiones que incluyeron el número de precandidatos. Hoy ya eso no parece tan importante, pero en cierto momento existió la posibilidad de una fractura en la coalición. Lo que dije no fue una amenaza táctica o pataleta. Es que este es un proyecto colectivo que tiene un propósito de crear bancada, pero si se destruía no tenía sentido llegar al Congreso como llanero solitario. Eso no le sirve al país, esto no es una aventura personal. Lo que quise advertir es que si esto se rompía mi papel en la lista desaparecía. Por fortuna hemos superado la situación. La buena noticia es que hay un sentimiento de unidad muy grande que me ha permitido señalar que las aguas volvieron a su cauce y mi candidatura sigue firme.

De verdad, ¿corrió peligro la existencia de la coalición?

En el sentido de que hubo manifestaciones de personas que señalaron como hipótesis de que podían retirarse. Fueron momentos de mucha tensión. Algunos decían que podían retirarse ante una situaciones concretas y ahí es cuando vi que era necesario emitir mi mensaje de que no era un problema de los precandidatos, afectaba a la lista, sobre todo en mi caso como cabeza. Si había una fractura grave en la coalición, la lista perdía sentido como ejercicio colectivo. No tengo interés individual en esto.

Usted dijo que había que poner orden ante tantos precandidatos, pero tras las tensiones, ¿cómo sería eso?

Algunos decían que había que rebajar el número, incluso propusieron tres precandidatos, y otra posición era sostener los ocho. Cada uno argumentaba a favor de su posición, eso ya no importa mucho. Mi conclusión es que, aunque también pensaba que era necesario un proceso de decantación, lo que no era posible es que ocurriera a la fuerza y rompiera la alianza. Ahí se presentó la posibilidad de fractura porque muchos dijeron que la esencia de la coalición era una sola consulta donde concurrieran todos los interesados y no una selección previa separada. Al final se logró un consenso.

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¿Podría volverse a repetir la situación de poner en duda su candidatura?

Espero que no. Espero que no vuelva a existir la posibilidad de una crisis. Quiero reiterar que no se trata de una amenaza, sino coherencia. No tenía sentido un proyecto que busca articular una bancada fuerte después de una ruptura de una coalición y todos terminaran siendo náufragos llegando al Senado pegados a un leño. Eso es lo que no era conveniente. Mi presencia en el Senado tiene cierta importancia pero no era un gran acontecimiento político.

Tras el largo debate de la conformación de la lista que encabeza, ¿cómo ve el panorama?

En materia de listas tenemos dos. Sigo pensando que hubiera sido mejor mantener esto unificado, pero los Galán manifestaron el interés da darle alta prioridad a la configuración de su partido, el Nuevo Liberalismo, y eso tiene tanto de largo como de ancho, algo que hay que respetar. Creo que estamos conviviendo bien porque aquí coexisten ideas diversas que siempre hemos tramitado con la mayor tolerancia y respeto. Vamos bien y el resultado será satisfactorio con la idea de que concurran el mayor número de colombianos a una opción fuera del populismo y caudillismo. Este es el elemento central.

¿No cree que les puede costar ese debate, hasta último momento, de quién iba y quién no?

En este momento no. Hubo una decisión del Nuevo Liberalismo y, por otro lado, está nuestra lista que es multifacética. La miro como una biopsia de Colombia, porque es una muestra de lo que es el país en su diversidad: desde la provincia, el centro, los intelectuales, sindicalistas, maestros y más. Es un ejercicio inédito y es algo en lo que quiero llamar la atención. Que se configure una fuerza política importante, con diversidad y que seamos capaces de administrarla pues es un punto importante. Predigo que va a ser una lista poderosa y con un número de votos importante. Y ya en el Congreso continuar manejando las diferencias, siempre y cuando no sean radicales; en el sentido de que la línea es no extremismo, estado social de derecho genuino, y cumplimiento real de la constitución.

¿Hay alguien que no debería estar en la lista y que es un colado?

No, la lista fue configurada por los organismos de cada uno de los partidos. Eso es inédito. Les pido a los colombianos que piensen en esto, porque lo que parece fácil tiene un trabajo muy detallado. Cada partido escogió sus miembros e hizo todas las revisiones éticas, y nosotros lo que hicimos fue esta confluencia. No tengo ningún reparo con los miembros.

¿Qué lo llevó a aspirar al Senado cuando inicialmente usted había dicho que no iba si se presentaban dos listas de la coalición?

Dije que no iba porque me parecía que lo conveniente era una sola lista. No fue posible, y en un acto de realismo dije que como no tenía ninguna aspiración presidencial, me colocaba en una especie de retiro en el que brindaba una labor de apoyo y asesoría a la coalición. Pero luego encontré una serie de necesidades que van a ser cruciales en este próximo cuatrienio. Entonces, la invitación que me hicieron fue a meterle el hombro a lo que se viene.

Hay que ayudar a lo que va a pasar en Colombia. Ganando o perdiendo -aunque los asesores me digan que nunca debo hablar de la hipótesis de perder-, pienso que mi papel debe ser de muro de contención y ponerme al servicio de la situación de Colombia. Ya tuve una tarea de servicio en la Constituyente, luego en el proceso de paz y ahora en este momento. No les temo a las dificultades. Eso ya lo demostré cuando me fui a ser negociador en La Habana, cuando nadie daba un peso por las conversaciones de paz. Y es eso mismo lo que me ha impulsado a ayudar en una política colectiva sin caudillismo.

¿Por qué dice que debían ir juntos? ¿Habrá resta de votos si van por separado?

En esos cálculos de carpintería no soy muy experto. Algunos dicen que ir por caminos distintos, pero que lleguen al mismo lugar puede ser más rentable en materia de votos. Me limito a decir lo que ya dije. Finalmente, aun con las diferencias que existen tenemos una columna vertebral con un acuerdo programático básico de todos los componente de la coalición. También hay un acuerdo ético para la transparencia en la política. Ese es el punto donde todos vamos a converger. Estas listas van a tener una gran votación.

Los debates con la Alianza Verde para las listas, que fueron hasta por el nombre, ¿no le dieron la razón al Nuevo Liberalismo de ir por separado?

Esas discusiones son secundarias. Ya todo esto ocurrió y es normal en la política. Quiero rescatar lo esencial: esto es como un navegante con un faro y el faro que tenemos, así vayamos por distintas rutas y embarcaciones, es el mismo. Eso es lo que necesita Colombia. Tenemos problemas demasiado graves, por lo que discusiones como el lema, el logo o el eslogan pasan a ser meros elementos de utilería. Colombia necesita un cambio, el país no va bien, estamos mal y necesitamos un cambio en serio, audaz y responsable. Necesitamos evitar que la angustia enorme de la gente desvíe la marcha de una nación que exige un respeto genuino a la democracia, que se expresa en una Constitución que se ha cumplido parcialmente, pero que tiene elementos vitales para el país.

¿Tener cercanos al Pacto Histórico en su lista no les puede jugar para mal en la Centro Esperanza a nivel presidencial?

Esas son circunstancias internas de la Alianza Verde, que ha tenido una discusión. No me voy a pronunciar sobre esas dificultades, porque son propias de ese partido y ellos tendrán que decidir en un momento dado cuál es la ruta que prefieren recorrer. Pese a eso hemos encontrado un ruta para cumplir nuestras metas. Eso sí, el Pacto Histórico es un proyecto distinto al nuestro, tiene una ruta distinta y nos parece que sus fórmulas son tan malas como las de la derecha. Ambos extremos son equivocados porque hay mezclas de populismo y caudillismo que no convienen. No queremos que pase como 2018, en que tuvimos que escoger entre dos extremos. El resultado ha sido nefasto. Les pido a los colombianos que reflexionemos y vean que es falso que estemos condenados a los extremos.

¿Algún otro perfil de su lista resaltaría?

No, lo que más me gusta es que sea multifacética. También quiero destacar que cuando nos inscribimos, mi gran sorpresa positiva fue que había un ambiente de alegría. Este es un país alegre, con capacidad de resiliencia y eso se demostró en un ambiente de celebración. Fue una fiesta en la que nos abrazamos todos.

Como uno de los fundadores de la coalición, ¿no cree que aspirar al Senado es desventajoso frente a los que están peleando la Presidencia?

Tuve un proyecto presidencial en dos ocasiones, y no lo logré. Respeto las decisiones de los ciudadanos. En 2018 el resultado mío fue muy pobre. Esto lo digo con tranquilidad porque fueron decisiones que debo respetar. En un momento me alejé de la política electoral, pero ahora he regresado con este propósito de ir al Senado. Me siento tranquilo y vigoroso. Me dicen que no debo decir esto, pero ganand, tenemos un papel que cumplir en la articulación con el nuevo gobierno, pero perdiendo también hay un papel fundamental que cumplir.

Ustedes pusieron una línea roja al expresidente César Gaviria, pero usted tiene la particularidad que fue su ministro de Gobierno. ¿Cuál es su visión de él en este momento?

César Gaviria fue uno de los estadistas más portentosos del siglo pasado. Ese fue el momento en el que tuve el honor de acompañarlo en distintas tareas, incluyendo la Constituyente. Quiero mantener al César Gaviria de ese momento. Algunos me preguntan por él como cascarita para que incurra en críticas, pero no voy a caer en eso. Sigo afincado en el Gaviria que conocí. Ahora, él es el que tendrá que juzgar si al final de su vida política esto lo cubre de gloria o si destruye su legado.

Ustedes dicen estar lejos de la vieja política, pero le han criticado a la coalición tener a Juan Fernando Cristo, ¿qué responde?

Llevo dos años trabajando con él y si alguien pudiera criticarlo soy yo. Fui su rival en 2018 y aun antes cuando íbamos en caminos distintos. Pero he encontrado un Cristo maduro, positivo y está haciendo una tarea destacable. Me siento satisfecho de estar acompañándolo con los otros precandidatos.

¿Hay elementos de este gobierno que continuarían en el Congreso?

No quiero recurrir al sectarismo. Reconozco que hay algunos avances en el Acuerdo de Paz. Por ejemplo, en los PDET, el Gobierno ha hecho esfuerzos para cumplir. Hay diferencias en las cifras, pero reconozco un esfuerzo ante las dificultades fiscales. Mi crítica va hacia las ausencias y omisiones. Por ejemplo, la reforma rural integral es un tema estratégico de Colombia que no es solo un problema de una guerrilla. Tenemos que rescatar la dignidad de las familias campesinas. La FAO dice que Colombia es la gran despensa alimenticia del mundo, pero eso no lo podemos poner en práctica si no tenemos una solución equilibrada de política agraria. El éxito de La Habana, y lamento que la élite ciega no se dé cuenta, es que le quitamos muchos de ideología a la discusión agraria. Y el problema es que el Gobierno ha sido demasiado tímido porque hay fuerzas oscuras que quieren frenar la reforma rural.

Hay otras cosas del Gobierno que se le critican por el sectarismo, pero que no han sido tan graves. Por ejemplo, me parece que la vacunación tiene un éxito razonable. Es cierto que la pandemia ha traído una dificultad de gobernanza, pero hay varios problemas que se salieron de las manos a Duque por simple ideología anacrónica del Gobierno. La situación de seguridad es dramática en las ciudades y en los campos. Hay territorios convertidos en tierra de nadie. El problema de Arauca es dramático. Allí no hay guerrilla combatiendo con el Estado, son irregulares entre sí ante la impotencia del Estado en una zona de frontera. Eso también me demuestra lo equivocada que ha sido la política exterior de Duque.

Claro que Maduro es un dictador y que no quisiéramos tenerlo al lado, pero cuando hay una frontera tan extensa y llena de dificultades no podemos permitirnos no tener diálogo humanitario. Vivo preocupado por esa meta equivocada del derrocamiento de Maduro como forma de sacar pecho. Eso es un error. Debemos condenar a Maduro, pero no llegar al ridículo que llegó este gobierno de decir que a este le quedaban pocas horas. Mi mayor crítica a este gobierno es de carácter espiritual, porque no tenemos un gobierno aclimatando la reconciliación. Es un gobierno basado en el odio que ofrece plomo y glifosato. Por eso debemos hacer un cambio radical en 2022.

Como exjefe negociador en La Habana, ¿qué haría en temas de paz en el Congreso?

Lo primero sería control político, porque la normatividad existe. También estar en guardia contra la tesis que decía Emilio Archila, de que eso no era un acuerdo de obligatorio cumplimiento, sino que el Gobierno podía ejecutarlo a su antojo. Ese es un error monumental, porque este Acuerdo tiene protección internacional, es un Acuerdo especial que está en manos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidad y la Unión Europea. Es una equivocación pensar que pueden desatender lo pactado. Es un acto de perfidia desarmar una guerrilla y luego modificar aquello que sirvió de base para el desarme.

Ya que habla de la antigua guerrilla, ¿cómo ha visto el papel que algunos de sus exmiembros han cumplido en el Congreso y que usted llegará a encontrarse?

Le tengo varios reproches. Me parece que les ha faltado más decisión en condenar su propio pasado. Esto se ha corregido últimamente, pero durante varios meses justificaron su violencia y escamotearon sus responsabilidades. Lo han pagado caro porque a su desprestigio se suma una actitud que se ve como reticencia. Frente a lo que han hecho en el Congreso tengo que decirles que no han sido tan relevantes, y esa es la mejor forma de desmentir la idea de que les entregamos el país a las Farc. Ninguna decisión que toma Colombia hoy depende de lo que ellos digan. Eso demuestra que todo lo que decían de entregarles el país a las Farc era una farsa y un fantasma igual al de mi niñez, cuando decían que venía la Patasola para que los niños se asustaran.

Más allá de la paz, ¿cuáles son los temas que también trabajaría en el Senado?

En lo general, espero mantener un muro de contención frente a los desmanes del populismo y el caudillismo, pero no en una forma de parálisis, sino al contrario, trabajar en el cambio en serio y así recuperar una tradición reformista que se perdió. Llevamos cuatro años perdidos en materia de reformas. En lo concreto hay varios elementos que busco desarrollar. Lo primero es la seguridad, que buena parte es del Ejecutivo, pero es que estamos trabajando con unas normas que son una colcha de retazos. Debemos hacer una gran ley de seguridad que se base en los derechos de la población y en el respeto de la Fuerza Pública. Ambos van de la mano. Ese proyecto debe basarse en la seguridad humana y no en la amenaza, el miedo y el populismo punitivo, lo que acaba de pasar con las reformas recientes del Gobierno. El problema es que siempre piensan en más penas.

También me interesa mucho el tema de medio ambiente. Creo que es el momento de empezar a pensar en un tratado internacional que no dé la garantía que no vamos a superar los 1,5 grados centígrados, que es la meta que se ha puesto el mundo, y que los países que ya desarrollaron a costa de martirizar la naturaleza colaboren para que el costo económico del cambio climático no pese de manera desmesurada sobre los países en vía de desarrollo. En tercer lugar, me parece que debemos unir nuestras voces a otras mujeres sobre la economía del cuidado. Con el envejecimiento de la población esta va a tener un espacio especial.

¿Cómo recuperar la independencia del Congreso, que en los últimos cuatro años funcionó como notario del Ejecutivo?

Es un tema crucial que se vio acentuado por la pandemia, pero también hubo una decisión deliberada de mantener un Congreso virtual, que perdió mucho del ímpetu del control político. Debemos recuperar la presencialidad. Lo otro es la composición propia del Congreso. Si los ciudadanos entienden la necesidad del cambio serio, ellos deben votar para que ese Congreso renovado tenga capacidad de recuperar la separación de poderes. Porque no solo fue el Congreso, sino que también ocurrió con los organismos de control. En el pasado tuvimos ejemplos de independencia, como cuando el procurador José Luis Aramburo fue capaz de recriminarle al presidente Carlos Lleras por irse de la lengua y criticar al candidato Rojas Pinilla. La posibilidad de independencia sí es posible.

Usted tuvo mucho que ver con lo que quedó en la Constituyente, ¿cuál es su visión de lo que ha hecho el Congreso ante aplicación y modificación de la Carta Magna?

De la Constitución creo que el corazón sigue totalmente vivo. Entiendo ese corazón como la carta de derechos, la visión incluyente y pluralista, y el reconocimiento como una nación pluriétnica y pluricultural. Ese es el temperamento de la nación. Entendemos la diferencia, incluyendo las distintas expresiones de género y sexuales. Ese núcleo se mantiene y tiene mucho apoyo de los colombianos.

Pero hay desarrollos concretos en los que hemos tenido errores. Por ejemplo, el desarrollo en justicia no ha sido el mejor. Seguimos teniendo una prestación del servicio judicial muy precaria. Y el agravante es que las reformas a la justicia solo se centran en cómo se van a repartir la torta los de arriba -quién elige al fiscal y a los magistrados-. Eso hay que resolverlo, pero lo que más debemos atender es la capacidad de la justicia para que un ciudadano tenga atención rápida. También hay una queja por el exceso de centralismo. Lo que debemos tener cuidado es de no sacrificar el espíritu de la constitución, como a veces ocurre con esas propuestas de constituyente que solo buscan ir hacia el autoritarismo.

Usted habla de reducir los recesos y salarios del Congreso. ¿Un Congreso que solo ha legislado para beneficiarse pueda sacar adelante esas reformas?

Esas dos cosas son pequeñas, pero son parte de una reforma integral a la política que es muy necesaria. Son muchos aspectos los que se deben tocar como el financiamiento de campañas y la circunscripción nacional. El Congreso de Colombia es paradójico: cuando se le llama a tomar las decisiones importantes huye. Si le proponen la eutanasia y aborto no resuelven. Le dejan la tarea a la Corte y se lavan las manos. En cambio sí están prestos para ponerse en contra de los intereses de los ciudadanos. Se debe sacar adelante esta reforma, pero depende de los ciudadanos que esto ocurra. ¿Y por qué? Porque la composición del Congreso depende del sufragio. Y, si votan por los mismos, es cierto que no va ocurrir ningún cambio. El llamado entonces a la ciudadanía es a votar bien para que llegan personas con ese mensaje de transformación.

¿Cómo hacer que el Congreso se atreva a legislar sobre aborto, eutanasia y drogas?

Hay que dejar el miedo, porque es un Congreso acomodado y huyendo todo el tiempo. Aunque hay temas como el de drogas que no depende todo de nosotros, porque es una discusión internacional. Soy consciente de que no todos los hilos del problema de la droga pasan por el Capitolio o la Casa de Nariño. Aquí hay un fenómeno mundial, la guerra contra las drogas, que ha venido fracasando. Pero eso no es excusa para que no comencemos una discusión. Además de retomar lo que decidimos en La Habana. Porque la sustitución voluntaria era la vía concertada. Ese es el camino. A mí me da mucha pena, pero haber revivido la idea del glifosato es un enorme error y resultó un chiste, porque faltan pocos meses del gobierno Duque y nunca se fumigó. Francamente eso era decretar una enorme y atroz guerra en los campos. También debe abordarse como un problema de salud pública. Y al narcotráfico hay que enfrentarlo, no hay forma de escapar a esa obligación.

¿Ve en las listas el material para la renovación que usted prédica?

Allí hay de todo. Hay unas líneas de cambio en otras agrupaciones políticas. En eso no puedo ser sectario ni ciego. Tampoco voy a caer en esa retórica de algunos de decir que somos los únicos que proponemos un cambio en serio. Aunque hay otros sectores muy oscuros de la política que están atrincherados en otras listas. No quiero incurrir en esa visión de malos y buenos, pero lo que sí es cierto es que son un lastre para Colombia estos grupos de derecha que son enemigos del cambio, que quieren mantener el statu quo y tienen un maridaje con grupos económicos de dudosa ortografía. Son los mismos que se oponen a la reforma agraria desde el siglo pasado.

Si se guía por las actuales encuestas, los más opcionados son Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, ¿cómo sería la labor suya en un posible gobierno de estos?

No quiero sacar conclusiones hipotéticas sobre la base de unas encuestas que son cambiantes. La gente está distraída aún por la situación mundial y solo viene a pensar en política hacia el final. Entonces, hasta ahora las encuestas no son un índice imposible de cambiar. Lo que sí quiero agregar es que podemos lograr salirnos de los extremos y llegar a votar sin miedo. Los franceses dicen que en la primera vuelta se vota por amor y la segunda por odio o miedo. Pero creo que en Colombia seremos capaces de que no sea así y votemos por amor y confianza.

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GERMÁN VARGAS(8621)27 de enero de 2022 - 12:00 a. m.
Esta Coalición deberá plantear Reglas claras sobre el resultado de la Consulta, para atraer a mas votantes; como que el que quede de segundo es Vicepresidente y será responsable por las reformas a la Educación y la Salud, con estos Ministerios a su cargo; como el que quede de tercero será Ministro del Interior o de gobierno y será responsable por la Reforma Política; Todos deben tener una gestión.
Luis(jyl0q)26 de enero de 2022 - 08:15 p. m.
Excelente candidato al senado. Para los que dicen que no hay por quien votar.
Juan(cx5eo)26 de enero de 2022 - 02:04 p. m.
En la Coalición de los Tibios hay demasiado mesianismo y clientelismo bajo una gruesa capa de hipocresía. Además su plataforma ideológica es incoherente e informe. Votemos mejor por el Pacto Histórico. ¡Petro presidente!
Daniel(rvd59)26 de enero de 2022 - 01:09 p. m.
Reconformar el Congreso y replantear su funcionamiento, es una tarea urgente y el punto de partida para empezar a percibir un mejoramiento del país.
Diana(zip19)26 de enero de 2022 - 12:26 p. m.
Muy interesante ese símil de la leyenda de La Patasola con esa narrativa de la Derecha de que el Acuerdo de Paz le entregó el país a las FARC. Ojalá las votaciones no se dieran por emociones (amor, odio, miedo), sino por consciencia de necesidad de mejora para todos (no sólo para mantener privilegios de élites de siempre) y Reconciliación. En general, propuesta de Centro en clave colectiva sería ydecidida
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