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El Congreso que se instaló el pasado 20 de julio en Colombia dejó en muchos la esperanza de que la llegada de nuevas caras al Parlamento le dieran un vuelco a la manera de hacer política en el país. Aún así, algunos de los primeros pasos que se están dando al interior del Legislativo demuestran que, por ahora, del prometido cambio no hay mucho. Aunque es prematuro para hacer señalamientos a un Congreso que no lleva ni seis meses y a un gobierno que recién cumple uno, expertos en materia legislativa hablaron con El Espectador sobre lo que se vislumbra en el futuro del Capitolio y el “cambio” que podría o no existir.
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El Pacto Histórico, coalición que llevó a Gustavo Petro a ser el presidente de la República, logró ocupar 25 curules en Cámara de Representantes y otras 20 en Senado, lo que les da una amplia representación, pero no una mayoría en el Legislativo. El Pacto, que desde campaña propuso un “gran acuerdo nacional”, parece haberlo conseguido, por ahora, en el Capitolio, donde las alianzas que ha tejido han dado fruto, como con la elección de presidente del Congreso, que se la llevó Roy Barreras; la accidentada escogencia de contralor general e incluso la elección de los nuevos magistrados del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Estas movidas, que han sido el fruto de alianzas con otras colectividades, incluyendo las tradicionales, como el Partido Liberal, el Conservador y el de la U, han puesto en duda el “cambio” que se prometió desde la campaña legislativa. Muchos de los hoy congresistas aseguraron que le darían un vuelco total a la forma de hacer política, algo que, al parecer, en la práctica no es tan sencillo. Para Laura Wills, directora de Congreso Visible, creer que los nuevos congresistas van a cambiar las dinámicas tradicionales de la política colombiana por si solos es algo ingenuo. Según la experta, esto va a necesitar una serie de reformas que, por ahora, no van a consolidarse en un Congreso que recién inicia labores.
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La nueva administración nacional, aunque llegó con fuerza en el Legislativo, está limitada, razón por la cual ha recurrido a los criticados acuerdos con los ya mencionados partidos tradicionales. Esta debilidad que tiene el Pacto, la resalta Pablo García Baccino, director de Análisis Político de Directorio Legislativo, quien expresa que “aunque el presidente cuenta actualmente con un apoyo social sólido, la profundidad del ‘cambio’ que pretende implementar con sus reformas están condicionadas por la construcción de acuerdos con otros espacios en el poder legislativo, donde tendrán que pasar todas sus propuestas”.
Aunque se reconoce que sí hay un cambio, pues quien preside el país representa la izquierda progresista, no todo será como se prometió de acuerdo a lo que manifiestan los expertos. Baccino considera que, a pesar de tener una gran representación en el Capitolio, el Pacto no cambiará todo lo que prometió, pero no porque no lo busque, sino porque los procedimientos legislativos le serán un obstáculo al que tendrán que acoplarse. “Aunque con un signo político diferente, los quehaceres del Congreso y sus lógicas no podrán ser modificadas en lo sustancial sin cambios profundos en términos reglamentarios, algo que a priori no pareciera ser una prioridad para los nuevos legisladores electos”, manifiesta el experto.
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Puede que la intención esté, pero las herramientas para un cambio en el Legislativo aún faltan. Para Wills, el cálculo que se hizo para prometer en campaña no estaba bien hecho, pues se vendió la idea de hacer una política diferente, pero no se contó con el verdadero funcionamiento de las cosas al interior del Parlamento. “Es muy difícil romper con las tradiciones de la política que se ha venido dando a lo largo de los años”, expresa la experta, quien además sostiene que el problema de las típicas alianzas entre partidos por intereses es “el poder que tiene el congreso para hacer elecciones de nombramiento de dirigentes de entes de control y magistrados, porque “ese poder de elección o nominal es complejo y tal vez por ahí debería pensarse en alguna reforma para quitarle esas atribuciones a los congresistas porque es muy alta la probabilidad de que se politicen esos procesos”.
¿Qué dice la oposición?
La nueva oposición, liderada por el Centro Democrático, que el cuatrienio pasado fue oficialista y esta vez tiene una participación muy pequeña en el Legislativo (13 curules en Senado y 16 en Cámara), no esconde sus críticas y preocupaciones ante la llegada de varios legisladores que no tienen formación política tradicional. Para el representante opositor Christian Garcés, lo que se ve en el Capitolio es más de lo mismo que criticaron algunos de los nuevos legisladores: los acuerdos políticos y la repartición de mermelada.
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El representante a la Cámara del Centro Democrático considera que el nuevo Gobierno “terminará aprovechándose de la debilidad del Congreso colombiano, y es que, por los niveles de pobreza, la política en nuestro país en su mayoría es la tradicional, donde hay una dependencia a las prebendas que puede dar el gobierno nacional a los diferentes movimientos políticos”. Con esto, Garcés sostiene que la pobreza es un problema que afectará en el Legislativo, pues “termina volviendo vulnerable al Congreso de la República porque la sostenibilidad de la mayoría de los movimientos políticos depende de prebendas que entregue el gobierno de turno”.
Para el opositor resulta problemático que muchos de los legisladores que ocupan hoy curules no vengan de una línea política con amplio trabajo previo, ya que, a su parecer, eso generaría que haya errores a la hora de aprobar y discutir proyectos. “Hay congresistas que quedaron elegidos aprovechándose del estallido social que se generó en Colombia y usaron las redes sociales para llegar al Congreso, pero ahora se encuentran con la realidad de un país con limitaciones económicas en su presupuesto y con la responsabilidad de aprobar leyes sin una mayor preparación y experiencia”, manifiesta el representante.
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