Nuevo testimonio: la espada de Bolívar y el poeta (& Beremundo)
El hermano mayor de Carlos Pizarro Leongómez, asesinado excomandante del M-19, y su testimonio sobre el itinerario del símbolo que recobró protagonismo durante el gobierno de otro exeme: Gustavo Petro.
Juan Antonio Pizarro Leongómez / Especial para El Espectador
Uno de los grandes misterios de este país es el periplo que recorrió la espada de Bolívar desde el 17 de enero de 1974, fecha del famoso robo, hasta el año 1991, cuando el Gobierno de Cuba la devolvió al de Colombia. De antes del robo sabemos dos cosas: una, que la idea de robar la espada fue de Lucho Otero, un eterno estudiante de Antropología de la Universidad Nacional, que murió en la toma del Palacio de Justicia en 1985; y, dos, que la acción en la Quinta de Bolívar la comandó Álvaro “El Turco” Fayad, que fue estudiante de sociología en la Nacho y quien murió en un operativo del Ejército en Bogotá el 13 de marzo de 1983. (Recomendamos: La historia de las distintas espadas que usó Simón Bolívar, crónica de Nelson Fredy Padilla).
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Uno de los grandes misterios de este país es el periplo que recorrió la espada de Bolívar desde el 17 de enero de 1974, fecha del famoso robo, hasta el año 1991, cuando el Gobierno de Cuba la devolvió al de Colombia. De antes del robo sabemos dos cosas: una, que la idea de robar la espada fue de Lucho Otero, un eterno estudiante de Antropología de la Universidad Nacional, que murió en la toma del Palacio de Justicia en 1985; y, dos, que la acción en la Quinta de Bolívar la comandó Álvaro “El Turco” Fayad, que fue estudiante de sociología en la Nacho y quien murió en un operativo del Ejército en Bogotá el 13 de marzo de 1983. (Recomendamos: La historia de las distintas espadas que usó Simón Bolívar, crónica de Nelson Fredy Padilla).
El robo de la espada en la Quinta de Bolívar, tuvo que ejecutarse a toda máquina, pues el Turco tenía que recoger las armas (las únicas que poseía el Eme) para entregarlas a otro comando que tenía una acción esa misma noche y llevar la espada a un lugar muy cercano muy posiblemente fue la vivienda del tolimense Luis Vidales, el poeta vanguardista de “Suenan timbres”.
Vidales, cuya abierta militancia en la izquierda lo hacía sospechoso de todo, sintió pasos de animal grande y planteó al Eme que moviera la espada a otro lugar, porque en cualquier momento su morada podía ser allanada por las fuerzas de seguridad del Estado que estaban tras la bendita espada, como en efecto sucedió.
El sitio hacia donde se movió es bien conocido: la casa del poeta León De Greiff en la Calle 21 con Carrera 17 en el Barrio Santa Fe, un sitio muy tradicional de la capital de Colombia. Al igual que Vidales, De Greiff tenía una buena relación con algunos militantes del Eme, especialmente con el Turco Fayad, iniciada tiempo atrás en el campus de la Universidad Nacional. El encuentro se dio una tarde en la cafetería de Sociología donde departían el Turco, su primo el escritor Luis Fayad y una mujer, cuando se les acercó el bardo diciendo: “Me puedo sentar con ustedes? Me llamo León De Greiff y soy poeta”. Los tres de inmediato le abrieron campo, se quedaron departiendo en el lugar, y luego lo acompañaron a su casa donde prosiguió la tertulia.
Lo que no está claro es la identidad de la persona que llevó la espada a la casa del poeta. He oído tres teorías al respecto: una, que el traslado lo hizo el poeta Vidales, teoría que a mi modo de ver tiene un inconveniente relacionado con la sensación del poeta de que lo estaban vigilando. Sacar él la espada de su casa era exponerse a que lo cogieran por la calle con las manos en la masa; la segunda teoría, es que el traslado lo hizo Boris, un gran maestro internacional del ajedrez hijo de De Greiff. Esta teoría tiene muchas posibilidades de ser cierta pues Boris fue siempre muy cercano al Eme.
Algunos de los que defienden esta teoría aseguran que no sólo Boris llevó la espada a casa de su padre, sino que, además, el mismo la escondió sin contarle a su padre, lo que me parece poco creíble dada la relación entre ambos y el estilo mismo del M-19, que no era dado a este tipo de jugarretas.
La tercera y última teoría que he oído, es que fue el propio Jaime El Flaco Bateman, comandante del en ese entonces naciente grupo guerrillero, quien llevó la espada para que De Greiff la tuviera escondida en su casa. Esta última teoría me parece la más cercana a lo que en realidad ocurrió por dos razones: una, a pesar de la posible vigilancia a la que estaba sometido Vidales, el Flaco Bateman tenía una capacidad difícil de igualar para mimetizarse y pasar desapercibido a pesar de sus 1.9 metros de estatura y de su nariz similar a la del gran Cyrano de Bergerac; y, dos, porque el Eme diseñó una fórmula para manejar el tema de la espada desde que la robaron: la información de la ubicación del arma de Bolívar solo la tenían el comandante general y quien fuera a sucederlo.
El último interrogante es: ¿Por qué en casa de De Greiff? Para responder este punto, pido permiso a mis lectores para especular sobre dos de las tres razones que creo llevaron al M-19 a esconder allí la espada.
La primera es obvia, entre el poeta y algunos militantes del Eme, especialmente con Álvaro Fayad, existía una relación de confianza de vieja data. Si bien no conocí al poeta, si conocí a Álvaro que tenía varias de las características de los Panidas, el grupo que De Greiff había liderado a comienzos del siglo en Medellín: una inteligencia feroz, una cultura muy por encima de la media, una lengua brava pero encantadora y una rebeldía a toda prueba.
La segunda razón para escogerlo, digo yo más no lo sé, tiene que ver con el orden o mejor el desorden imperante en la casa de fachada inglesa donde moraba De Greiff. No era cualquier desorden era un desorden descomunal, pantagruélico, donde nadie, excepto el Maestro, era capaz de encontrar algo así fuese un monumento nacional como la espada que había portado Don Simón. Dudo mucho que la propia compañera del Maestro, Lilia, supiera moverse con tino en semejante desbarajuste.
La tercera y última razón, digo yo más no lo sé, tiene que ver con el nivel de lectura del Eme. En sus comienzos todo militante tenía que haber leído “Cien años de soledad”, que era un paso literario avanzado frente al “Así se templó el acero” que nos ponían a leer a los militantes pro-soviéticos o pro-chinos. No dudo que Bateman o Fayad o, de pronto, ambos hubieran leído y, quizás, hasta releído “El relato de los oficios y mesteres de Beremundo”, y hubieran encontrado allí muchas razones para llevar a casa del poeta donde también habitaba, faltaba más, su heterónimo. Veamos entonces cuáles de los multiplísimos oficios desempeñados por Beremundo a lo largo y ancho de la geografía y de la historia, lo hacían ideal para guardar la espada del Libertador:
1. “Cincelé empuñaduras de dagas y verduguillos, en el obrador de Benvenuto”, con lo que se aseguraba la mano del artesano en caso de daño de la espada, entrenado nada menos que por Benvenuto Cellini, el extraordinario orfebre florentino.
2. “No pude dar con la cuadratura del círculo, que —por lo demás— para nada hace falta, mas topé y en el Cuarto de San Alejo, con la palanca de Arquimedes y con la espada de Damocles, ambas a dos, y a cual más, tomadas del orín y con más moho que las ideas de yo si sé quién mas no lo digo: púsome en aprietos tal doble hallazgo; por más que dije: ¡Eureka! ...: la palanca ya no servía ni para levantar un falso testimonio, y tuve que encargarme de tener siempre en suspenso y sobre mí la espada susodicha.” Quien ha llevado con tanta hidalguía la espada de Damocles, sin duda lo haría con la de Bolívar que, por otro lado, no pendería sobre su cabeza.
3. “No es cierto que yo fuera —es impostura— revendedor de bulas (y de mulas) y tragador defuego y engullidor de sables y bufón en las ferias pero sí platiqué (también) con el asno de Buridán y Buridán, y con la mula de Balaám y Balaám, con Rocinante y Clavileño y con el Rucio —y el Manco y Sancho y don Quijote—”, El que Beremundo negara haber sido “engullidor de sables” puede haber causado alguna consternación entre los comandantes del Eme, pues esa hubiera sido una gran ventaja a la hora de un allanamiento: tragarse enterita la espada de Bolívar, desapareciendo así el “corpus delicti”.
4. “Se me extravió el anillo de Saturno, mas no el de Giges ni menos el de Hans Carvel; no sé qué se me ficieron los Infantes de Aragón y las Nieves de Antaño y el León de Androcles y la Balanza del buen Shylock: deben estar por ahí con la Linterna de Diógenes: —¿mas cómo hallarlos sin la linterna?” Este descuido del heterónimo podía ser muy positivo en el evento de un interrogatorio de tercer grado, pues si no recordaba un anillo de Saturno menos recordaría dónde estaba una espada, así fuera la de Bolívar.
5. “Hice de andante caballero a la diestra del Invencible Policisne de Beocia y a la siniestra del Campeón olímpico Tirante el Blanco, tirante al blanco: donde ponía el ojo clavaba su virote;” Es sabido de todos que no hay nada más importante para un caballero andante que su espada, que cuidan con celo y coraje.
6. Además, encontraron en su extensísima hoja de vida que Beremundo fue “el mozo —mozo de estoques— de la Duquesa de Chaumont” y “Porta-alfanje de Harún-al-Rashid, lo que además hablaba bien de su red de contactos internacionales en caso de un arresto intempestivo.
Como fuere y se diere, la espada de Bolívar reposó en casa del poeta hasta su muerte y, seguramente, digo yo más no lo sé, algunos días más antes de buscar un nuevo refugio antes de partir alada hacia Cuba.