Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Casi la mitad de los hombres y mujeres que aportaron sus visiones de Colombia en la histórica Asamblea Nacional Constituyente, han desaparecido. Entre ellos está Orlando Fals Borda, consagrado como el padre de la sociología en el país. Como intelectual, Fals Borda construyó una extensa obra que aportó al entendimiento de la violencia, la historia del mundo campesino y la lucha por la tierra que ha desembocado en tanta sangre. Como político, afianzó sus ideas de cambio social, analizó la subversión y los movimientos populares, y puso en práctica el método llamado Investigación -Acción Participativa. Como constituyente, desde su militancia en la Alianza Democrática M-19, impulsó un ordenamiento territorial por regiones, orientado a una organización más federal de la República. Sus aportes para la construcción de un nuevo país iniciaron décadas atrás, en los territorios, y quedaron consignadas en las páginas de la historia del Estado colombiano.
El 13 de agosto de 2008, un día después de su muerte, El Espectador le dedicó su editorial. En ella describió a Orlando Fals Borda como “un verdadero académico y un militante auténtico”. Alfredo Molano Bravo, uno de sus entrañables amigos, lo despidió en una columna publicada el 16 de agosto en este diario. Entre otras cosas, escribió que era “un hombre sinceramente humilde” con un corazón “abierto y dispuesto”. En 1995, luego de que ambos pasaran por la Universidad Nacional —Molano en los zapatos de estudiante de Sociología y Fals Borda en el cargo de decano de la facultad que cofundó—, repasaron el trasegar del investigador en HistoriaDeBida, un programa de entrevistas de dicho claustro. En él, Molano delineó la vida de su amigo como lo que fue: un viaje cargado de experiencias contradictorias y trascendentales.
Y es que Orlando Fals Borda fue muchas cosas. Nació en Barranquilla el 11 de julio de 1925 en un hogar muy estricto en el que no se fumaba ni tomaba, pero en el que se le permitió bailar. Amó la música sacra y el vallenato, y pasada la adolescencia quiso ser oficial del Ejército Nacional. “Al salir del colegio, sentí que debía soltar un poco las amarras de la familia y hacerme hombre. En ese momento era muy de casa, muy de iglesia, muy de coros. Sentí que tenía que equilibrarme y cogí para el extremo opuesto: la milicia”, recordó el académico en aquella entrevista conducida por Molano. Cumplió su cometido, pero no duró mucho. Su familia logró un cupo en la Escuela Militar de Cadetes y al año y medio su madre le consiguió una beca en el Instituto Interamericano de Educación de Estados Unidos, como maniobra para que dejara de lado sus aspiraciones castrenses.
Aterrizó en la nación norteamericana y estudió Literatura Inglesa e Historia en la Universidad de Dubuque, en Iowa. Hizo una maestría en Sociología en la Universidad de Minnesota (1953) y un doctorado en Sociología Latinoamericana en la Universidad de Florida (1955). Luego, volvió a Bogotá y por un tiempo se puso el traje de funcionario público. Ofreció sus servicios de sociología y lo integraron a un proyecto de la Unesco en el municipio de Vianí, Cundinamarca. “Me dieron la orden de que no entrara en ningún contacto con la gente del pueblo. Me dijeron: ‘usted es un burócrata y se sienta a hacer su trabajo’”, evocó. Su respuesta fue absoluta: “Me pareció muy absurda y el problema fue que no hice caso”.
Esa “desobediencia” marcó su rumbo. Fals Borda se adentró a comprender la vida de las personas del campo y a escuchar atento sus testimonios. Gracias a ese hondo interés escribió libros como Campesinos de los Andes, El hombres y la tierra en Boyacá (texto en el que sentó las bases para una reforma agraria), La Violencia en Colombia (obra en la que fue coautor junto con Germán Guzmán y Eduardo Umaña), e Historia doble de la Costa. El primero y el último fueron “escritos por ese amor por la gente”, expresó el sociólogo.
En la década de 1980 el movimiento campesino se expandía. En Montería, Fals Borda se dedicó a trabajar con la Asociación de Usuarios Campesinos para recuperar la tierra que le arrebataron los terratenientes. En ese trabajo puso a prueba la Investigación Acción- Participativa, un método cargado de intención política y su manifiesto de que la transformación de la realidad era posible a través de una investigación activa, un “aprender haciendo” directo desde las comunidades.
Sobre esos días, Molano plasmó en su columna en El Espectador un episodio negro. Lo contó así: “En esas andaba (Fals Borda) cuando el M-19 se burló del Ejército hurtándole 5.000 fusiles del Cantón Norte. La represión no se hizo esperar. La tortura, la desaparición forzada, la masacre se volvieron política de Estado. María Cristina (su esposa) y Orlando fueron torturados en las caballerizas del Ejército y ella condenada a dos años de cárcel, que pagó con modestia y, sobre todo, con dignidad. Las tesis de la investigación-acción tienen su precio”. La anécdota no solo refleja su talante y el vínculo inquebrantable entre su trabajo académico y sus ideales políticos, en un período cero pluralista, henchido de conflictos y grupos alzados en armas, sino que da destellos de la visión regional que aportó en la Asamblea Nacional Constituyente.
Fals Borda salió elegido en representación de la Alianza Democrática M-19, un grupo del que fue simpatizante, más no miembro, cuando este actuaba como guerrilla. En 1991, ya en la legalidad, el movimiento resultó ser la gran sorpresa de la Constituyente pues logró 19 curules, uno de los grupos mayoritarios entre los delegatarios. En ese momento, el sociólogo fungía como presidente de la agrupación y participó en la comisión segunda, encargada de discutir qué ordenamiento territorial debía regir a Colombia. En ella participaron 13 hombres, ninguna mujer. Carlos Holmes Trujillo, Cornelio Reyes Reyes, Eduardo Verano de la Rosa, Jaime Castro, y Eduardo Espinosa Facio-Lince fueron algunos de sus compañeros. Juntos discutieron sobre la descentralización territorial y Fals Borda y Verano de la Rosa, entre otros, defendieron la organización federal de la Nación.
Fals Borda, bajo la convicción de una democracia plena, participativa y plural, presentó un proyecto que habla de un estado regional participativo. Propuso eliminar la figura de los departamentos para instaurar un país cuyas entidades territoriales sean las regiones, provincias, territorios étnicos, distritos metropolitanos, municipios, comunas y corregimientos. Todos estos, constituidos con base en los componentes culturales de las circunscripciones. Expuso que la transición a este modelo debía hacerse de forma progresiva, “la cual, en un plazo de cinco años deberá proponer las divisiones límite de las entidades existentes y la producción del mapa oficial de la República”, retomó en 2012 Liliana Estupiñán Achury, en la revista Opinión Jurídica, de la Universidad de Medellín. La iniciativa, sin embargo, no prosperó en el debate por un nuevo país.
Antonio Navarro Wolff, uno de los tres presidentes de la Constituyente y cabeza de la lista de la Alianza Democrática M-19, expresó que el proyecto “no obtuvo mayorías”. Según recordó Navarro, la visión de Fals Borda tuvo pocos apoyos entre los delegatarios “dada la tradición de existencia de los departamentos de más de 100 años”, evocó. No obstante, declaró que Fals Borda contribuyó al reconocimiento de un esquema descentralizado en la carta política, que sirvió para que hacer realidad la transferencia de recursos a los municipios. Sobre el académico manifestó que “era un hombre muy bien formado, culto, con unas ideas muy bien elaboradas en cuanto a las regiones. Trató de sacar adelante lo más que pudo en la Asamblea. Era serio, con pensamiento alternativo y quería introducir cambios en la estructura del país”, añadió.
Iván Marulanda, constituyente por el Partido Liberal, reconoció la importancia de la iniciativa de Fals Borda. Sin embargo, contó que no avanzó porque en Colombia hay un “apego a los límites de los departamentos muy difícil de vencer” y, además, los poderes locales “se resistieron a que les cambiaran las reglas del juego. “Se opusieron a fondo a una idea extraordinaria de generar una disposición del territorio en regiones y provincias. Esta última tenía un concepto interesante de asociar municipios que tuvieran vínculos sociales, económicos, geográficos, ambientales, para que la planificación tuviera un desarrollo más amplio y lógico. Ambas ideas quedaron en la Constitución pero sin dientes y con difícil realización en la política, y quedaron intactos los departamentos y municipios”, expuso Marulanda.
¿Qué fue la Constituyente para Fals Borda?
En La accidentada marcha hacia la democracia participativa en Colombia, artículo que él escribió en 1991 para Universidad Nacional, consignó que se trató de “un evento extraordinario porque trazó las nuevas reglas del juego político y social” y alimentó “las esperanzas de superación de un país golpeado por el egocentrismo y cortedad de miras de las oligarquías tradicionales”. En ese documento grabó que cumplir con el compromiso adquirido dependía, en alto grado, de que se supiera “responder con agrupaciones sociales fuertes, a las urgencias del sustrato regional y provincial con todos sus elementos macondianos y gentes sentipensantes”. Aunque ya no está, este mensaje sigue sonando en el ambiente, 30 años después: “ellos son los actores de carne y hueso cuya trágica suerte nos sigue preocupando como hombres de ciencia y como políticos”.