Arrancó la guerra de los clanes políticos por el poder del Caribe
El Espectador recorrió varios municipios del Atlántico, Magdalena y La Guajira para conocer de cerca cómo las casas tradicionales se disputan el control de concejos, alcaldías y gobernaciones. La mayoría, con varios cuestionamientos, concentra tanto poder que durante décadas ha impedido el surgimiento de nuevos liderazgos.
David Efrén Ortega
La Barranquilla que hace dos años llenó la Plaza de la Paz para escuchar a Gustavo Petro candidato, la misma que en otras campañas se han tomado los políticos con multitudinarias caravanas y parrandas en los barrios del sur, esa que hace más de cinco años vio cómo cientos de líderes barriales compraban votos para Aida Merlano, hoy parece indiferente ante las movidas electorales de cara al 29 de octubre.
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La Barranquilla que hace dos años llenó la Plaza de la Paz para escuchar a Gustavo Petro candidato, la misma que en otras campañas se han tomado los políticos con multitudinarias caravanas y parrandas en los barrios del sur, esa que hace más de cinco años vio cómo cientos de líderes barriales compraban votos para Aida Merlano, hoy parece indiferente ante las movidas electorales de cara al 29 de octubre.
Para la mayoría todo está resuelto. Alejandro Char, factor común de las últimas cuatro administraciones y pieza clave de uno de los grupos políticos y económicos más poderosos del país, va camino a su tercera alcaldía sin necesidad de debates, entrevistas ni grandes manifestaciones. Apenas unos cuantos carteles de su imagen en las paradas de los buses les recuerdan a los despistados que él es candidato.
Además de su carisma y del reconocimiento en todos los sectores de la ciudad, Char tiene a su favor la narrativa de un modelo de ciudad pujante, basado en el desarrollo urbano, que el alcalde actual, Jaime Pumarejo, se ha encargado de mantener a punta de publicidad. Según la Flip, entre enero de 2020 y septiembre de 2022 su alcaldía gastó $94.600 millones en “autobombo”, algo así como $94 millones diarios.
Todo termina perfectamente engranado cuando los poderes locales, sin importar los colores partidistas, ponen a su disposición el andamiaje político y las maquinarias encargadas de asegurar los votos barrio por barrio.
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A dos horas de la Puerta de Oro, en Santa Marta, la campaña se vive con mayor entusiasmo, pero también protagonizada por un solo grupo político. Se trata de Fuerza Ciudadana, el partido de Carlos Caicedo, actual gobernador de Magdalena y quien busca dejar en la Alcaldía de Santa Marta a su hermana, Patricia Caicedo, y en la Gobernación a su mano derecha, Rafael Martínez.
Patricia y Rafael recorren los barrios y corregimientos casi siempre juntos, arman sancochos comunitarios, comparsas y, al igual que sus vecinos de Barranquilla, pero con un discurso de izquierda, hacen campaña hablando de las obras públicas de Caicedo y aprovechan la decadencia de los políticos tradicionales, especialmente la familia Cotes.
En Córdoba, Sucre y Cesar las elecciones serán más parejas, pues un ramillete de casas políticas, la mayoría con historiales polémicos y miembros condenados por parapolítica, corrupción y otros delitos, intentarán poner la mayor cantidad de aliados posible en gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos municipales.
El Espectador visitó varios de esos municipios del Caribe para medir la temperatura de la contienda electoral y conocer cómo se mueven los clanes tradicionales en torno a las candidaturas. La puja por el poder en estos departamentos definirá el rumbo de una región estratégica para el país, la misma que impulsó la victoria de Petro en 2022 -tan solo en Atlántico obtuvo 672.000 votos- y la que hoy es centro de uno de los escándalos que más afecta su Gobierno, el de la posible entrada irregular de dinero a su campaña, caso que involucra a su hijo Nicolás.
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La hegemonía Char y la crisis de los alternativos
Alejandro Char no da entrevistas a los medios y mucho menos asiste a los pocos debates electorales que se organizan en Barranquilla. En sus redes sociales quedan los registros de las visitas a los barrios, en los que se le ve siempre sonriente, con su característica gorra desgastada, que no se quita aunque esté de traje o con la camiseta del Júnior. En los recorridos abraza a cualquiera que se le acerque, carga a los niños y entra a las casas a tomar tinto en las mecedoras.
“A él no le gustan los medios ni los necesita, dice que mientras está dando una entrevista los otros le están quitando votos en los barrios. Tampoco le gusta la pelea, nunca lo vas a encontrar hablando mal de otro”, aseguró un político de la casa Char. Esa narrativa está extendida por toda la ciudad y viene acompañada del discurso sobre las grandes obras que él y sus aliados han hecho en los últimos años, como el Gran Malecón del Río, las vías y los megacolegios.
Tan solo sus rivales directos lo descalifican sin matices. Advierten que él y sus partidarios muestran una cara maquillada de Barranquilla y enumeran los problemas de seguridad, hambre y violencia.
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Los políticos tradicionales no se atreven a disputar el poder a la casa Char; por el contrario, han encontrado la manera de encajar en su rompecabezas. Razones les sobran, pues solo a las luces de las encuestas, como la más reciente de Invamer, contratada por El Espectador, Blu Radio y Caracol, el candidato Alejandro Char obtiene un respaldo del 86,2 %, mientras que sus siete contrincantes no superan el 6 %.
A ese favoritismo se suma el poder político y económico. Los Char manejan, con Cambio Radical, seis de los 21 concejales en Barranquilla, seis de los 14 diputados en la Asamblea Departamental y al menos cinco congresistas. La fuerza económica y mediática está representada en Serfinanza, Júnior, Caimanes de Barranquilla y el conglomerado Olímpica.
Con este panorama, las otras casas prefieren alinearse y, a diferencia de las elecciones legislativas, olvidar las diferencias de partido y no lanzar sus candidatos. Char cuenta con el respaldo de conservadores, liberales y la U, en cabeza de Efraín Cepeda, Mauricio Gómez y José David Name, respectivamente.
Otras fuerzas de la región, que no están directamente relacionadas con los Char, deben replegarse ante su poderío. Este es el caso de los Torres, quienes desde hace varios años controlan la política y tienen injerencia en las concesiones del municipio vecino, Puerto Colombia. “Les toca hacerse pasito entre ellos, los Torres no se meten en Barranquilla y los Char tampoco en Puerto Colombia, pero se hablan, porque comparten el corredor y el desarrollo inmobiliario y turístico”, contó un político de Cambio Radical.
Los Torres, que aterrizaron en el petrismo hace dos años por influencia de Armando Benedetti y que están relacionados en la supuesta entrada irregular de dineros a la campaña Petro, no le hacen campaña a Char, pero sí a su posible fórmula a la Gobernación, Eduardo Verano, quien a su vez tiene el respaldo de los liberales de la casa Ashton.
Un caso similar es el del exsenador Eduardo Pulgar, acusado por compra de votos y rival de los Char, quien al no poder desafiarlos en Barranquilla, pretender repetir una victoria en la Alcaldía de Soledad, con su candidata Alcira Sandoval, que se enfrentará a Joao Herrera, quien llega apadrinado por el propio Fuad Char.
Los menos optimistas pronostican que Char logrará unos 300.000 votos este 29 de octubre y solo algunos creen que lo único que puede trabar su tercer período son los procesos judiciales, especialmente el que lo relaciona con Aida Merlano.
La “asfixiante” hegemonía de los Char, como la define Diógenes Rosero, excandidato a la Alcaldía y director de Foro Costa Atlántica, limita las alternativas políticas. A esto se suma el descrédito de la izquierda, que según algunos analistas se derrumbó con la alcaldía de Bernardo el Cura Hoyos y recibió la estocada final con el escándalo de Nicolás Petro, quien, además, como diputado no se destacó como opositor de Elsa Noguera y Jaime Pumarejo.
El ascenso del “caicedismo”
Si en Barranquilla manda Char, en Santa Marta está Carlos Caicedo, de una línea política totalmente opuesta y sin poder económico, pero con una estrategia que le ha permitido apartar a sus rivales y amarrar el voto ciudadano con un discurso de cambio. Doce años después de haber llegado a la Alcaldía de la ciudad, y ahora como gobernador del Magdalena, Caicedo buscará en estas elecciones consolidar su movimiento.
Sus alfiles serán Rafael Martínez y Patricia Caicedo, el primero para la Gobernación y la segunda, su hermana, para la Alcaldía. Martínez ya fue alcalde de Santa Marta e incluso estuvo en casa por cárcel por líos de contratación. En entrevista con este diario aseguró que se trata de una persecución de “aparatos judiciales politizados”, pues tiene más de 100 procesos en Fiscalía, Procuraduría y Contraloría.
“Este año, a Carlos le tiraron tres solicitudes de medida de aseguramiento, para sacarlo del cargo y reconfigurar el mapa político. Al final todos los procesos terminan archivados. Aquí lo que hay es un establecimiento que utiliza todo para sacar del camino a los progresistas”, agregó Martínez.
Martínez y Patricia Caicedo aseguraron que su apuesta no es perpetuar el modelo, sino de continuar con un proceso de cambio. “Es continuidad positiva de un modelo que ha sido exitoso”, precisó la candidata a la Alcaldía de Fuerza Ciudadana.
El “caicedismo” aún no está consolidado, pero tampoco tiene oposición. Sus rivales, los Cotes, quedaron proscritos en medio de las tantas investigaciones. Caicedo no solo apuesta por Magdalena, para esta contienda avaló a candidatos en Córdoba y a Verónica Patiño, esposa de Máximo Noriega, a la Gobernación del Atlántico.
Choque de casas políticas en Córdoba
El departamento de Córdoba presenta la otra cara de las elecciones en el Caribe. A diferencia de los casos anteriores, la disputa por la Gobernación y las alcaldías enfrenta a varias casas en igualdad de condiciones.
Este año todos están en el bus de Erasmo Zuleta Bechara o en el de Gabriel Calle Aguas, los favoritos para la Gobernación. Zuleta tiene su propia casa política, es nieto de Elías Bechara, fundador de las universidades del Sinú y de Córdoba, así como es cuñado de Edwin Besaile y primo de Saray Robayo, actual representante a la Cámara.
Su candidatura la respaldan, en primera línea, los integrantes de la casa García-Pineda, conservadores liderados por la excongresista Nora García y su hijo, Marcos Daniel Pineda, senador y exalcalde de Montería. Entre los aliados de este grupo están el exsenador David Barguil, quien fue fórmula de García; Wadith Manzur, representante a la Cámara e hijo de Julio Manzur, y Carlos Camargo, el defensor del Pueblo, quien está casado con una de las hijas de Nora García. Durante sus administraciones en Montería, los García-Pineda tuvieron una buena relación con el uribismo.
Zuleta también cuenta con el apoyo de los liberales Fabio Amín y Juan Carlos Benítez, este último hermano del actual gobernador del departamento, Orlando Benítez. En la lista igual está el llamado movimiento “Jattinista”, liderado por la excongresista Zulema Jattin, vinculada a la parapolítica.
El candidato tiene el respaldo de varios integrantes de la casa Chagüi, como el senador Julio Elías Chagüi, y de un sector del movimiento de Musa Besaile, el de su hermano, el senador John Moisés Besaile. Todos impulsan a Natalia López Fuentes.
En la otra esquina, junto a Gabriel Calle, están los integrantes de un grupo político familiar que viene en ascenso, liderado por su padre, Gabriel Calle Demoya, exalcalde de Montelíbano y quien llegó a ser capturado por corrupción en contratos. El otro integrante de la familia, Andrés Calle, logró en junio la presidencia de la Cámara de Representantes, con el apoyo de todas las bancadas y el guiño del Gobierno.
Calle tiene el respaldo de la exsenadora Arleth Casado, esposa de Juan Manuel López. Por último, recoge el sector de la casa Besaile que no está con su contrincante, liderado por el propio exsenador Musa Besaile, que aunque está preso, tiene en su esposa, Milena Flórez, la encargada de su caudal político. Calle también hace equipo con Lucía Tous, la hermana de Eduardo Joche Tous, por muchos años la fórmula de Bernardo Ñoño Elías.
El protagonismo de estos clanes políticos en cada elección, si bien no es ilegal, impide el surgimiento de nuevos liderazgos, para los cuales es casi imposible competir codo a codo frente a estructuras organizadas, con grandes capitales y control mediático.