Petro: el presidente de izquierda que busca quedarse con el símbolo del cambio
El del presidente Gustavo Petro es uno de los gobiernos que más le ha apuntado a los símbolos para forjarse una identidad política y justificar propuestas como su Constituyente. Desde su misma posesión, cuando pidió la espada de Bolívar e invitó a la ceremonia a centenares de ciudadanos de a pie, le hizo saber a los colombianos que buscaría quedarse con la imagen del cambio, aunque este sea cuestionado por algunos sectores. Estos son los símbolos más fuertes que ha usado el Gobierno en sus 22 meses.
Laura C. Peralta Giraldo
Desde su misma llegada al poder como el primer presidente de izquierda en Colombia, Gustavo Petro dejó saber que su período de gobierno estaría inmensamente rodeado de símbolos. Y así lo ha ratificado en sus 22 meses como jefe de Estado y tiene previsto reforzarlo los próximos 20 de julio y 7 de agosto, dos fechas claves para la historia del país en las que prepara nuevos escenarios dignos de llamarse simbólicos.
Justo en el Día de la Independencia, mientras los representantes y senadores comiencen a llegar al Congreso para la instalación de una nueva legislatura, Petro estará clausurando una jornada de tres días –cita prevista a realizarse en la Universidad Nacional– en la que él, su coalición del Pacto Histórico, sindicatos y organizaciones populares buscarán “presionar con pueblo” al Capitolio, donde menguaron los respaldos a su proyecto progresista en el último año.
Y 18 días después, el miércoles 7 de agosto, espera celebrar su aniversario número dos en el poder con el que ha sido uno de sus símbolos más significativos y recurrentes: la movilización en las calles.
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Para estos días –como ya lo ha hecho con los denominados ‘balconazos por las reformas’ o la convocatoria de una constituyente– pueden esperarse anuncios que quizá otros mandatarios hubieran preferido hacerlos desde la Casa de Nariño o en una alocución presidencial, sin la mirada directa de la gente o sin los llamados “baños de masas”.
Los símbolos en la política, como lo señaló el autor italiano Umberto Eco en sus textos “La estructura ausente” y “Apocalípticos e integrados”, suelen ser utilizados para construir y comunicar la identidad de un proyecto político, e incluso pueden llegar a ejercer cierto poder o manipulación sobre la ciudadanía.
“La política moderna inventó la propaganda. El arte moderno ha inventado la comunicación de masas. Entre los dos fenómenos existe una conexión interior, por no decir una identidad, pues cada imagen política es también una imagen de masas, y todo mensaje de masas es también un mensaje político”, se lee en su obra “Apocalípticos e integrados”.
Desde la misma campaña, Petro adoptó una serie de imágenes que le dieron a su proyecto una identidad y a excepción del 7 de agosto de 2023, día en el que Petro cumplió un año como presidente y se mostró desanimado y se ciñó, como no es su costumbre, a leer un discurso desde el papel, las fechas patrias han estado cargadas de simbolismos que evocan el poder popular, la movilización y la reivindicación de algunas poblaciones.
En la instalación de la primera legislatura, por ejemplo, llegaron los 47 senadores y representantes que conforman la bancada progresista más grande en la historia reciente portando pañuelos verdes y morados, ruanas campesinas y artesanías indígenas. Incluso, los tacones también fueron usados por un hombre. Sin duda, el r acto de simbolismo fue cuando los legisladores del Pacto levantaron las fotos de los líderes y lideresas asesinados en los últimos gobiernos, algo que en la actual administración se ha mantenido.
Su posesión tampoco pasó desapercibida. Aunque el simbolismo también se vio en las prendas que usó el Gobierno y en la invitación a la ceremonia que le extendieron a centenares de colombianos de a pie, este recayó sobre la doble posesión del presidente: la espiritual en el Parque Tercer Milenio en la que lo acompañaron comunidades indígenas, y en la oficial, cuando pidió que la espada de Bolívar que había estado resguardada en la Casa de Nariño lo acompañara en tarima durante su discurso.
Sin embargo, el escritor Ricardo Silva Romero advierte que hay algo de riesgoso en el uso de los símbolos en la política, un fenómeno que, hay que decirlo, no solo se ha visto en el actual gobierno. En el del expresidente Álvaro Uribe destacó el simbolismo por la autoridad y el orden y en el de Juan Manuel Santos el de la búsqueda de la paz.
Aunque Silva lee en las acciones del gobierno un propósito de reivindicación y reconocimiento político a comunidades o grupos que habían estado en una especie de olvido, y agrega que muestra de ello son los nombramientos de la vicepresidente Francia Márquez y el canciller Luis Gilberto Murillo, sostiene que algunos de estos simbolismos han terminan siendo “tierra de nadie, pues mucha gente se ha quedado por fuera o ha visto en estos una especie de confrontación”.
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Precisamente, como una confrontación encasilla la petición que hizo Petro en su posesión de la espada de Bolívar, un guiño a los exmilitantes de la extinta guerrilla del M-19 (algunos de ellos integrantes del Gobierno), pero que en un sector del país no cayó muy bien. Asimismo, ve la próxima asamblea del Pacto Histórico en la Nacional: “Es un esfuerzo simbólico para decir que no solo los legisladores, sino el pueblo mismo es poder constituyente, pero termina creando sospechas porque en cuestión de pragmatismo no tiene ningún sentido hacer una reunión mientras el Congreso delibera”.
Esta escena que se verá en un poco más de un mes está anclada con otro símbolo, dice el analista político y columnista Álvaro Forero. Se trata del cambio, una figura de la que se estaría apropiando el presidente en sus discursos y de la que viene hablando incluso desde su rol como legislador y en sus dos campañas presidenciales.
Precisamente, con la promesa de cambio, e instalando en el colectivo de un gran número de personas frases como “es la hora del cambio” o “arriba los de abajo”, el proyecto Petro llegó a la Casa de Nariño, superando los once millones de votos en 2022. Por esto, insiste en que sus reformas sociales deben ser aprobadas, no descartando llamar a una Asamblea Nacional Constituyente para poner a andar su proyecto de progresismo.
“Petro tiene una gran capacidad política y está logrando enarbolar el cambio. Y como a través de la polarización logra desquiciar y enrabiar, consigue que la ultraderecha, la derecha e incluso el centro se pongan del otro lado, y sin darse cuenta, sean vistos como anticambio. Esto seguramente durará años y cuando quieran contradecirlo, Petro dirá no, es que cambiar de mí no es cambio, es volver al pasado, el cambio soy yo. Es algo muy profundo porque está logrando que en un país de 50 millones haya un señor que encarne el cambio y todos los demás no”, dice Forero.
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En un sistema político tan personalista y presidencialista como el colombiano, es fácil que sea el jefe de Estado quien termine llevando en su espalda una alta carga simbólica. En otras palabras, encarnando la identidad misma del proyecto o los valores y visiones que prometió representar.
Y eso es lo que está logrando Petro: para sus simpatizantes, el presidente mismo termina simbolizando el cambio, o al menos la promesa de este o su búsqueda tropezada, en caso de que estos cuatro años del gobierno Petro finalicen sin mayores resultados. Ya en sus discursos, en las jornadas de “Gobierno con el Pueblo”, el mandatario, que generalmente está usando un sombrero autóctono de la región en la que se encuentra, ha señalado que sus promesas no se han podido ejecutar por un supuesto golpe blando en su contra y un bloqueo institucional.
Por esto, Petro ha recurrido al respaldo popular y en sus últimos pronunciamientos resuena la palabra movilización, un símbolo que está en el ADN y en la identidad de su proyecto político. Con esta se catapultó como presidenciable, intentó presionar al Congreso para que le diera el sí a sus reformas, le respondió a la oposición luego de su marcha del 21 de abril y ahora planea demostrar su caudal político de cara al 2026.
No obstante, este es un símbolo que ha ido deslizándosele de las manos al presidente y que incluso pudo haberlo desgastado. La muestra está en que cada vez le es más difícil lograr una multitudinaria afluencia de personas en estas marchas.
“Como una moneda de un país, los símbolos se devalúan. Las banderas, escudos, estatuas se devalúan y a mí me parece que estamos corriendo ese riesgo, abusando del 20 de julio y del 7 de agosto, de la figura de Bolívar y atacando lo que debería tener valor”, dice Silva.
Para Forero, el Gobierno estaría al tanto de esto, pero, aun así, necesita la manera de mostrar respaldo ciudadano: “El pueblo no está saliendo a marchar cuando él la convoca, no votó en las elecciones locales, pero Petro tiene que crear una imagen del pueblo reunido y si no lo logra con las marchas lo busca con las reuniones constituyentes para implantar que hay dos poderes: el constituido que es ilegítimo porque no deja cambios y el del pueblo que busca el cambio”.
Petro, en su búsqueda de cambio, ha echado mano e incluido en sus declaraciones dos de los símbolos colombianos más importantes en la historia reciente: la Constitución de 1991, que prometió respetar en campaña; y el Acuerdo de Paz firmado entre las extintas Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos, el cual, afirma, está por encima de la Carta Magna y le daría vía libre para convocar una Asamblea Nacional Constituyente.
“La Constitución y el Acuerdo le permitieron a Petro ser presidente, sin estos dos hitos de nuestra democracia era virtualmente imposible que una persona de izquierda llegara a la Presidencia. Con todo lo que se le pueda criticar, estos son símbolos importantes que permitieron una transformación política muy honda en el país, por eso es descabellado que se esté atentando con ellos y es casi legítimo sospechar de las intenciones que hay detrás”, sostiene el escritor Silva.
Todo parece estar jugado en que el cambio seguirá siendo el banderín de Petro y que con esta no solo buscará darle pie a su presidencia, sino también, unos cuatro años más al progresismo en el poder.
Por ello, se vienen más escenas cargadas de simbolismo, visitas a las regiones, marchas e importantes pronunciamientos. La pregunta es si estos lograrán transformarse en votos para el 2026 y si podrían o no desgastarse ante la opinión pública.
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Desde su misma llegada al poder como el primer presidente de izquierda en Colombia, Gustavo Petro dejó saber que su período de gobierno estaría inmensamente rodeado de símbolos. Y así lo ha ratificado en sus 22 meses como jefe de Estado y tiene previsto reforzarlo los próximos 20 de julio y 7 de agosto, dos fechas claves para la historia del país en las que prepara nuevos escenarios dignos de llamarse simbólicos.
Justo en el Día de la Independencia, mientras los representantes y senadores comiencen a llegar al Congreso para la instalación de una nueva legislatura, Petro estará clausurando una jornada de tres días –cita prevista a realizarse en la Universidad Nacional– en la que él, su coalición del Pacto Histórico, sindicatos y organizaciones populares buscarán “presionar con pueblo” al Capitolio, donde menguaron los respaldos a su proyecto progresista en el último año.
Y 18 días después, el miércoles 7 de agosto, espera celebrar su aniversario número dos en el poder con el que ha sido uno de sus símbolos más significativos y recurrentes: la movilización en las calles.
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Para estos días –como ya lo ha hecho con los denominados ‘balconazos por las reformas’ o la convocatoria de una constituyente– pueden esperarse anuncios que quizá otros mandatarios hubieran preferido hacerlos desde la Casa de Nariño o en una alocución presidencial, sin la mirada directa de la gente o sin los llamados “baños de masas”.
Los símbolos en la política, como lo señaló el autor italiano Umberto Eco en sus textos “La estructura ausente” y “Apocalípticos e integrados”, suelen ser utilizados para construir y comunicar la identidad de un proyecto político, e incluso pueden llegar a ejercer cierto poder o manipulación sobre la ciudadanía.
“La política moderna inventó la propaganda. El arte moderno ha inventado la comunicación de masas. Entre los dos fenómenos existe una conexión interior, por no decir una identidad, pues cada imagen política es también una imagen de masas, y todo mensaje de masas es también un mensaje político”, se lee en su obra “Apocalípticos e integrados”.
Desde la misma campaña, Petro adoptó una serie de imágenes que le dieron a su proyecto una identidad y a excepción del 7 de agosto de 2023, día en el que Petro cumplió un año como presidente y se mostró desanimado y se ciñó, como no es su costumbre, a leer un discurso desde el papel, las fechas patrias han estado cargadas de simbolismos que evocan el poder popular, la movilización y la reivindicación de algunas poblaciones.
En la instalación de la primera legislatura, por ejemplo, llegaron los 47 senadores y representantes que conforman la bancada progresista más grande en la historia reciente portando pañuelos verdes y morados, ruanas campesinas y artesanías indígenas. Incluso, los tacones también fueron usados por un hombre. Sin duda, el r acto de simbolismo fue cuando los legisladores del Pacto levantaron las fotos de los líderes y lideresas asesinados en los últimos gobiernos, algo que en la actual administración se ha mantenido.
Su posesión tampoco pasó desapercibida. Aunque el simbolismo también se vio en las prendas que usó el Gobierno y en la invitación a la ceremonia que le extendieron a centenares de colombianos de a pie, este recayó sobre la doble posesión del presidente: la espiritual en el Parque Tercer Milenio en la que lo acompañaron comunidades indígenas, y en la oficial, cuando pidió que la espada de Bolívar que había estado resguardada en la Casa de Nariño lo acompañara en tarima durante su discurso.
Sin embargo, el escritor Ricardo Silva Romero advierte que hay algo de riesgoso en el uso de los símbolos en la política, un fenómeno que, hay que decirlo, no solo se ha visto en el actual gobierno. En el del expresidente Álvaro Uribe destacó el simbolismo por la autoridad y el orden y en el de Juan Manuel Santos el de la búsqueda de la paz.
Aunque Silva lee en las acciones del gobierno un propósito de reivindicación y reconocimiento político a comunidades o grupos que habían estado en una especie de olvido, y agrega que muestra de ello son los nombramientos de la vicepresidente Francia Márquez y el canciller Luis Gilberto Murillo, sostiene que algunos de estos simbolismos han terminan siendo “tierra de nadie, pues mucha gente se ha quedado por fuera o ha visto en estos una especie de confrontación”.
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Precisamente, como una confrontación encasilla la petición que hizo Petro en su posesión de la espada de Bolívar, un guiño a los exmilitantes de la extinta guerrilla del M-19 (algunos de ellos integrantes del Gobierno), pero que en un sector del país no cayó muy bien. Asimismo, ve la próxima asamblea del Pacto Histórico en la Nacional: “Es un esfuerzo simbólico para decir que no solo los legisladores, sino el pueblo mismo es poder constituyente, pero termina creando sospechas porque en cuestión de pragmatismo no tiene ningún sentido hacer una reunión mientras el Congreso delibera”.
Esta escena que se verá en un poco más de un mes está anclada con otro símbolo, dice el analista político y columnista Álvaro Forero. Se trata del cambio, una figura de la que se estaría apropiando el presidente en sus discursos y de la que viene hablando incluso desde su rol como legislador y en sus dos campañas presidenciales.
Precisamente, con la promesa de cambio, e instalando en el colectivo de un gran número de personas frases como “es la hora del cambio” o “arriba los de abajo”, el proyecto Petro llegó a la Casa de Nariño, superando los once millones de votos en 2022. Por esto, insiste en que sus reformas sociales deben ser aprobadas, no descartando llamar a una Asamblea Nacional Constituyente para poner a andar su proyecto de progresismo.
“Petro tiene una gran capacidad política y está logrando enarbolar el cambio. Y como a través de la polarización logra desquiciar y enrabiar, consigue que la ultraderecha, la derecha e incluso el centro se pongan del otro lado, y sin darse cuenta, sean vistos como anticambio. Esto seguramente durará años y cuando quieran contradecirlo, Petro dirá no, es que cambiar de mí no es cambio, es volver al pasado, el cambio soy yo. Es algo muy profundo porque está logrando que en un país de 50 millones haya un señor que encarne el cambio y todos los demás no”, dice Forero.
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En un sistema político tan personalista y presidencialista como el colombiano, es fácil que sea el jefe de Estado quien termine llevando en su espalda una alta carga simbólica. En otras palabras, encarnando la identidad misma del proyecto o los valores y visiones que prometió representar.
Y eso es lo que está logrando Petro: para sus simpatizantes, el presidente mismo termina simbolizando el cambio, o al menos la promesa de este o su búsqueda tropezada, en caso de que estos cuatro años del gobierno Petro finalicen sin mayores resultados. Ya en sus discursos, en las jornadas de “Gobierno con el Pueblo”, el mandatario, que generalmente está usando un sombrero autóctono de la región en la que se encuentra, ha señalado que sus promesas no se han podido ejecutar por un supuesto golpe blando en su contra y un bloqueo institucional.
Por esto, Petro ha recurrido al respaldo popular y en sus últimos pronunciamientos resuena la palabra movilización, un símbolo que está en el ADN y en la identidad de su proyecto político. Con esta se catapultó como presidenciable, intentó presionar al Congreso para que le diera el sí a sus reformas, le respondió a la oposición luego de su marcha del 21 de abril y ahora planea demostrar su caudal político de cara al 2026.
No obstante, este es un símbolo que ha ido deslizándosele de las manos al presidente y que incluso pudo haberlo desgastado. La muestra está en que cada vez le es más difícil lograr una multitudinaria afluencia de personas en estas marchas.
“Como una moneda de un país, los símbolos se devalúan. Las banderas, escudos, estatuas se devalúan y a mí me parece que estamos corriendo ese riesgo, abusando del 20 de julio y del 7 de agosto, de la figura de Bolívar y atacando lo que debería tener valor”, dice Silva.
Para Forero, el Gobierno estaría al tanto de esto, pero, aun así, necesita la manera de mostrar respaldo ciudadano: “El pueblo no está saliendo a marchar cuando él la convoca, no votó en las elecciones locales, pero Petro tiene que crear una imagen del pueblo reunido y si no lo logra con las marchas lo busca con las reuniones constituyentes para implantar que hay dos poderes: el constituido que es ilegítimo porque no deja cambios y el del pueblo que busca el cambio”.
Petro, en su búsqueda de cambio, ha echado mano e incluido en sus declaraciones dos de los símbolos colombianos más importantes en la historia reciente: la Constitución de 1991, que prometió respetar en campaña; y el Acuerdo de Paz firmado entre las extintas Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos, el cual, afirma, está por encima de la Carta Magna y le daría vía libre para convocar una Asamblea Nacional Constituyente.
“La Constitución y el Acuerdo le permitieron a Petro ser presidente, sin estos dos hitos de nuestra democracia era virtualmente imposible que una persona de izquierda llegara a la Presidencia. Con todo lo que se le pueda criticar, estos son símbolos importantes que permitieron una transformación política muy honda en el país, por eso es descabellado que se esté atentando con ellos y es casi legítimo sospechar de las intenciones que hay detrás”, sostiene el escritor Silva.
Todo parece estar jugado en que el cambio seguirá siendo el banderín de Petro y que con esta no solo buscará darle pie a su presidencia, sino también, unos cuatro años más al progresismo en el poder.
Por ello, se vienen más escenas cargadas de simbolismo, visitas a las regiones, marchas e importantes pronunciamientos. La pregunta es si estos lograrán transformarse en votos para el 2026 y si podrían o no desgastarse ante la opinión pública.
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