“Está haciendo esfuerzos grandes”: Iglesia católica habló del presidente Petro
Monseñor Francisco Javier Múnera, recién designado presidente de la Conferencia Episcopal, aseguró que el Gobierno del presidente Gustavo Petro ha enfrentado dificultades para impulsar su programa, por lo que pidió bajarle a la polarización y buscar acuerdos desde todas las orillas políticas que permitan construir un proyecto de Nación conjunto. “No podemos renunciar a lo que son nuestros valores”, precisó este jerarca católico en torno a si su congregación religiosa debe ser o no más abierta.
¿Cómo recibe la Conferencia Episcopal y a dónde apunta en este periodo?
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¿Cómo recibe la Conferencia Episcopal y a dónde apunta en este periodo?
Asumo con un gesto de total benevolencia y de confianza de mis hermanos obispos, y lo asumo también como un liderazgo colectivo. Lo asumimos como una comunidad y equipo de presidencia. Nos vamos a complementar muchísimo, tanto para el apoyo a los temas propios, a los que más tocan el aspecto interno de la Iglesia, como en los que se relacionan con el servicio a la Nación.
Monseñor, ¿cuáles son los dos puntos estratégicos para su presidencia?
Queremos apostarle enormemente a construir una Nación cada vez más unida, reconciliada, dialogante, en la que valoremos esa rica diversidad social y cultural que tenemos; que nos focalicemos fundamentalmente en la apuesta por la vida, que debe ser defendida y promovida a todo nivel, en todas sus manifestaciones. Además, una apuesta por la dignidad y dignificación de todas las personas, especialmente de las más vulnerables. La vida debe ser defendida también en los escenarios de la creación y de la casa común.
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¿A qué se refiere con una “Nación cada vez más unida”?
Es fortalecer nuestra Nación desde la institución misma. La institucionalidad empieza con la célula básica que es la familia. Por supuesto, hay muchos conceptos o muchas realidades, pero nosotros, desde el ideario que tenemos y desde los valores que le proponemos al país y a la Nación, somos fieles a ese valor de la familia en el proyecto de Dios que nos revela la escritura y toda la gran tradición de la iglesia.
A la iglesia católica la critican porque se cierra en determinados preceptos; dicen, incluso, que ya es momento de abrirse. ¿Qué lectura tiene?
Es importante el diálogo y con él la apertura es posible. Pero todo a partir siempre de las identidades. Tenemos que aprender a dialogar desde el respeto profundo de las identidades. Nosotros tenemos como iglesia valores que son irrenunciables. Nosotros respetamos opciones distintas, pero proponemos las nuestras con un profundo respeto. No podemos renunciar a lo que son nuestros valores y eso es fundamental, es lo que nos da también respeto, confianza, credibilidad. Pero todo garantizando el respeto a todas las personas, a todas las instituciones, a todos los credos, y no excluir ni estigmatizar a nadie en virtud de sus creencias. Nosotros también pedimos tener los espacios propios para nuestra propia propuesta educativa, evangelizadora.
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¿No ajustan sus posturas frente a temas como el matrimonio igualitario, el aborto y otros de apertura de derechos?
Son valores irrenunciables para nosotros, como la vida, la familia, la libertad de conciencia, el respeto a la conciencia de cada persona. También el derecho que tienen, por ejemplo, los padres de familia para apostarle a los valores y a la antropología con la cual quieren educar a sus hijos. Un Estado tiene que garantizar a todos ese respeto por las distintas opciones, no podemos ejercer una hegemonía. Tiene que ser desde la pluralidad, pero acogiendo las identidades particulares.
Monseñor, ya se está cerca de los dos años del gobierno del presidente Gustavo Petro, ¿cómo lo ve?
Está haciendo esfuerzos grandes. Se mantiene coherente a su proyecto, aunque ha encontrado también muchas dificultades. Ha intentado generar unos acuerdos nacionales que hasta el momento no hemos visto todavía suficientemente concretizados, pero aún tiene tiempo para llevar adelante su agenda. Démosle tiempo y ayudémosle desde todas las orillas políticas y sociales, aportémosle para que podamos mejorar siempre y construir país. Es una apuesta que necesitamos todos. Este gobierno, el que sigue, el que sea, debe buscar un país más equitativo, más incluyente. Es lo que llamaríamos un proyecto común de Nación.
El país está muy polarizado, ¿es momento de que todos los sectores le bajen al tono?
Todas las fuerzas políticas y sociales estamos llamadas a eso. El escenario del diálogo y el escenario de la confrontación son necesarios en la agenda política, porque se trata de conciliar intereses particulares. Pero todos debemos tener la grandeza de buscar el bien común y favorecer siempre a la Nación. Hay que responder a las necesidades y a las angustias de los más desprotegidos. Eso nos va a unir a empresarios, a sectores sociales, económicos, políticos, culturales, para apoyar todas las iniciativas de este y de otro gobierno.
¿Eso sí es posible cuando todos los líderes políticos y las mismas instituciones están en confrontación?
Tenemos que elevar el nivel de la política, que la hagamos cada vez más fundamental en los argumentos. Por supuesto, cada partido y cada opción en sus propios idearios políticos, pero menos irracional y menos emocional. Hay que bajarles a esos niveles emocionales, a esos niveles viscerales, para que podamos sentarnos desde orillas opuestas. Sé que sí somos capaces. Debemos lograr un ejercicio sano de la política, en el que nos basemos en el respeto de la persona y de las ideas de los demás.
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¿Ofrece a la iglesia para buscar esos espacios?
Sí, porque esos escenarios nos permiten encontrarnos como personas, como colombianos, reconocernos y reconocer la riqueza y diversidad que tenemos. Desde ahí podemos construir lo que el Papa Francisco llama fraternidad y amistad social, que son escenarios en los que no tenemos enemigos; tal vez adversarios en las posiciones políticas e ideológicas, pero no enemigos, y mucho menos que quien no piensa como yo sea un enemigo al cual se debe eliminar.
Un editorial del periódico de la Arquidiócesis de Bogotá dijo que “no es esperanzador” el futuro del país. ¿Comparte esa opinión?
Yo veo necesario que en el interior de la iglesia también tengamos diversas opiniones, y ya después, nosotros como Conferencia Episcopal, hacemos un discernimiento. En nuestra Conferencia tenemos posiciones muy distintas, muy diversas, pero sabemos también conjugarlas cuando se trata de plantear una posición oficial.
Pero, monseñor, ¿comparte esa postura de la Arquidiócesis de Bogotá?
No la he analizado muy a fondo. Ahora, es de alguien que está más cerca del escenario capitalino, y por lo tanto respeto su percepción. Yo tengo otras percepciones, porque estoy en otra periferia, en otro escenario. Entonces, la respeto, pero no necesariamente la tengo que suscribir.
El país entró otra vez en el debate de una posible Asamblea Nacional Constituyente. ¿El país necesita dar ese paso?
Yo creo que todavía está en un escenario para pensarlo. Yo no me atrevería a pronunciarme personalmente y mucho menos a nombre de la Conferencia, porque creo que es un escenario precisamente donde se está propiciando una discusión y donde nosotros como ciudadanos estamos llamados a intervenir. En las distintas regiones donde nos movemos debemos recoger las preocupaciones e inquietudes de los distintos sectores sociales, políticos e ideológicos. En su momento sentaremos en una posición.
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Para cerrar, monseñor, ¿qué es lo que el Gobierno debe escuchar de las regiones?
Colombia siempre ha sido un país de regiones, pero sentimos que muchas decisiones se toman siempre desde el centro. Hay que hacer un esfuerzo para escuchar más a las regiones, porque hay una inequidad muy grande. Hay regiones que tienen un desarrollo muy grande y otras han padecido un abandono histórico muy grande. Hay dos grandes fenómenos que tenemos que enfrentar fuertemente como Nación: la violencia y la corrupción. Y la mayor violencia sigue siendo la corrupción.
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