Colombia desplegó delicado equilibrio diplomático para mantener relevancia en la región
El presidente Gustavo Petro reconoce a Nicolás Maduro como “actual presidente de Venezuela”, pero no confirma si asiste a su nueva posesión. Busca confrontar con la Argentina de Javier Milei y reforzar lazos con Chile, Brasil y México. Así jugó sus cartas.
El Gobierno desplegó en las últimas semanas una frágil línea diplomática para intentar mantener su protagonismo en la región y de paso no perder aliados claves dentro del progresismo sin que eso lo haga ver como validador de los regímenes autoritarios que aún hay en Latinoamérica y cuyo germen ha sido, precisamente, esa izquierda con la que se identifica la actual administración de la Casa de Nariño.
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El Gobierno desplegó en las últimas semanas una frágil línea diplomática para intentar mantener su protagonismo en la región y de paso no perder aliados claves dentro del progresismo sin que eso lo haga ver como validador de los regímenes autoritarios que aún hay en Latinoamérica y cuyo germen ha sido, precisamente, esa izquierda con la que se identifica la actual administración de la Casa de Nariño.
Es por eso que el jefe de Estado, Gustavo Petro, ratificó en las últimas 24 horas que sí reconoce a Nicolás Maduro como “actual presidente de Venezuela”, pero mantuvo la distancia en cuanto a si asistirá o no a su posesión como reelecto líder del régimen, luego del controversial proceso electoral del pasado 28 de julio.
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El Espectador ya contó que Petro no tiene previsto en su agenda estar en Caracas el próximo 10 de enero, día en que la Asamblea Nacional –también controlada por el régimen– posesionará a Maduro, y que, a menos que las cosas cambien en las siguientes semanas, tampoco se enviaría al canciller Luis Gilberto Murillo ni a nadie de alto nivel. Haría presencia el embajador en ese país, Milton Rengifo.
Pero también está en ese ajedrez un compromiso que, según el vicecanciller Jorge Rojas, se ratificó hace menos de 15 días. En efecto, se trata de un pacto que logró con delegados del más alto nivel venezolano en torno a que ese país mantendrá su apoyo irrestricto a la búsqueda de la paz en Colombia, ya que ha sido clave en los canales tendidos con grupos criminales como el ELN y algunos reductos disidentes de las FARC que, además, tienen a sus cabecillas parapetados en territorio del país vecino.
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Lo que sí está descartado en ese juego binacional con un país que se comparten más de 2.200 kilómetros de frontera común y afinidad ideológica sobre la base de la izquierda es la ruptura de relaciones, tal cual se vivió durante el periodo de Iván Duque en la Casa de Nariño (2018-2022). En efecto, la puerta binacional se mantendrá abierta y, según proyecciones oficiales, se espera que a final de este año el intercambio comercial ya haya superado los 1.000 millones de dólares.
Ahí es donde juega la carta de tampoco comprar el relato de la oposición, que tras las denuncias de fraude electoral ratificadas por Estados Unidos y otras naciones de la región, también aliadas de Colombia en otros frentes, tienen a Edmundo González en el exilio y a María Corina Machado en la clandestinidad.
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Petro y su equipo diplomático han dicho que ninguna de las dos narrativas, ni la del régimen y ni la de la oposición, tiene pruebas fehacientes para confirmar sus posturas. Y aunque los aliados de González y Machado publicaron documentos que sacan a flote las presuntas irregularidades, el Palacio de Miraflores se mantiene en su negativa de revelar las actas electorales, sin las cuales Bogotá no da la aceptación explícita de su reconocimiento a Maduro como reelecto mandatario.
“El presidente es el responsable constitucional de las relaciones exteriores de Colombia, invito al Congreso a no invadir la esfera constitucional del presidente. En su debido momento decidiré si asisto a no a la posesión del actual presidente de Venezuela”, dijo Petro tras una proposición que aprobó este lunes la Cámara pidiéndole que no acepte la invitación del régimen.
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Eso sí, hace menos de una semana, dejó una declaración pública que no cayó bien en Caracas y que es una muestra más de ese difícil equilibrio que busca en la región. Y en el centro de su mensaje estaba el fallecido Hugo Chávez, quien gestó la crisis que atraviesa Venezuela y que le heredó a Maduro; en territorio nacional hay al menos 3 millones de ciudadanos del país vecino que han huido de ese régimen.
“Chávez no me lo entendió y mire lo que le pasa a Venezuela, que ya no sabe si es democracia o revolución. Ya el pueblo no los quiere”, aseguró Petro. Eso sí, matizó mostrando de nuevo su rechazo al bloqueo económico que desplegó Washington sobre ese país.
Otras apuestas
La otra arista de su relación con los regímenes de izquierda quedó en evidencia con la Nicaragua de Daniel Ortega. Sus palabras fueron: “Ortega fue revolucionario como yo (…). No vas a ser un revolucionario más de los muchos que ha habido, y algunos colombianos, que se pasa al otro bando y de libertador se convierte en dictador”.
En ese dardo está su apuesta por desmarcarse de administraciones que también ventilan el progresismo como su faro ideológico, pero que tienen hacia adentro políticas represivas con quienes se muestran contrarios a esos intereses. De hecho, en Managua sigue estando León Freddy Muñoz como embajador y las relaciones atravesadas por el pleito sobre las aguas del mar Caribe entre las que limitan Colombia y Nicaragua; pero tampoco se piensa en una ruptura total del diálogo.
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Y ahí mismo se empata con la Argentina de Javier Milei, país con el cual hubo hace unos meses una crisis que derivó en el llamado a consultas de los embajadores de ambas naciones y fracturó el diálogo binacional. Este diario supo que a nivel diplomático se logró un acuerdo de “hacerse pacito” en las declaraciones de ambos mandatarios, pero que ahora mismo parece estar quedando en el pasado.
Si bien Milei lleva ya varias semanas haciendo caso omiso a las constantes pullas de Petro, el mandatario colombiano no cesa en su intento de que el argentino le vuelva a salir al ring. El más reciente fue en una entrevista con el diario El Clarín, de Buenos Aires, en el cual dijo que el actual jefe de Estado de ese país también puede convertirse en dictador. Las diferencias ideológicas de los dos líderes políticos son regionalmente conocidas.
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Y aunque ese último dardo no ha merecido respuesta de la Casa Rosada, centro del poder argentino, se supo que a través de canales diplomáticos sí llegaron mensajes expresando su preocupación por ese tipo de declaraciones.
Por eso, en medio de esas confrontaciones, Petro quiere potenciar sus lazos con la Chile de Gabriel Boric, el México de Claudia Sheinbaum, el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva y el Uruguay de Yamandú Orsi, quien asume el poder en ese país desde marzo próximo. Son todos identificados como progresistas y, aunque tienen visiones diferentes sobre la transición energética o el trato que se debe tener con los regímenes de Maduro y Ortega, sí coinciden en la necesidad de que el Estado tenga más protagonismo interno en sus países y –entre otros varios asuntos– en la defensa de varios derechos adquiridos en la población más vulnerable.
“Bogotá necesita tener una política de amistad y no de imposición ni de imperio”, precisó recientemente Petro.
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Lo que aún no es muy claro es que en todo este ajedrez cómo se mantendrá el diálogo con Estados Unidos, pues el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca sacude la relación binacional y deja una expectativa de hasta qué punto el republicano tomará distancia del mandatario colombiano.
El embajador en ese país, Daniel García-Peña, le dijo hace poco a este diario que la relación debe mantenerse con un fuerte respaldo bipartidista en Washington, pero que también hay otra agenda internacional que puede generarle más inmediatez a las acciones del reelecto mandatario.
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De hecho, regresando a esta parte del continente, Petro tiene previsto verse el próximo fin de semana con Daniel Noboa, presidente de Ecuador, con quien tiene varias diferencias ideológicas, pero bajo los preceptos de “buena vecindad” y la venta de energía de Bogotá a Quito la relación se ha mantenido en un buen tono.
Y mientras todo este frágil equilibrio se mantiene y se trabaja desde los palacios de Nariño y de San Carlos para sostenerlo en el tiempo, el canciller Murillo refuerza la búsqueda de nuevos socios en Asia, África y otras regiones del globo.
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“Ningún problema doméstico tiene solución si no se dialoga, si no se decide, se alimenta, se retroalimenta de las discusiones globales”, precisó el ministro de Relaciones Exteriores durante un diálogo que sostuvo hace dos semanas con Asobancaria, ante cuya junta directiva agregó que “el mundo se está reconfigurando, queremos diversificar nuestros aliados estratégicos y también tácticos y en el avanzar los intereses nacionales de Colombia”.
Lo que sigue no será nada sencillo de delinear para la Casa de Nariño y menos con los ajustes que se tienen previstos para el gabinete, los cuales incluyen la salida de Murillo de la Cancillería –entre otros cambios ministeriales– y el ascenso de Rojas a ese cargo.
En todo caso, Petro sabe que la provocación –incluso a nivel diplomático– lo mantiene vigente entre sus adeptos, lo cual es clave en el propósito de reelegir al progresismo en el 2026. No obstante, falta ver hasta qué punto se tensionarán las relaciones binacionales con otros Estados que no son tan afines –como en Perú, a donde en todo caso se enviará embajador en los próximos días pese al nulo diálogo con la presidenta Dina Boluarte–, pero que sí son claves para el equilibrio democrático de la región.
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