El abrazo de la comunidad internacional que busca Petro ante la agitación interna
Su denuncia de un supuesto intento de saboteo a la primera administración de izquierda en Colombia se reforzó en el momento que llegan al país delegaciones de alto nivel de diferentes países. ¿Por qué?
El escenario internacional que comenzó a recorrer el presidente Gustavo Petro desde que llegó a la Casa de Nariño despierta esta semana un especial interés, debido al respaldo que está buscando el Gobierno fuera de las fronteras colombianas y que tiene como su más reciente eje la denuncia de un supuesto intento de socavar el mandato y la gobernabilidad de la primera administración de izquierda.
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El escenario internacional que comenzó a recorrer el presidente Gustavo Petro desde que llegó a la Casa de Nariño despierta esta semana un especial interés, debido al respaldo que está buscando el Gobierno fuera de las fronteras colombianas y que tiene como su más reciente eje la denuncia de un supuesto intento de socavar el mandato y la gobernabilidad de la primera administración de izquierda.
Todos los elementos confluyen. Por un lado, desde el pasado 2 de febrero el jefe de Estado arreció con fuerza su narrativa de que, según él, desde un sector de la institucionalidad judicial se le quiere sacar del cargo sin que termine el periodo para el que fue elegido y pidió respaldo popular, marchas callejeras, con el fin de que se defienda su gestión.
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Incluso, tradujo su mensaje a tres idiomas diferentes y desde Palacio salió un comunicado de prensa acotando que la prensa internacional recogió su denuncia. Pero, de acuerdo con algunas personas cercanas a cómo se gestó la estrategia, el movimiento tenía también otro propósito.
En efecto, las advertencias de Petro sobre lo que –de acuerdo con su relato– se gestaría desde la Fiscalía de Francisco Barbosa, quien en todo caso sí ha cargado políticamente con fuerza contra el mandatario, se reforzaron en el momento en que Colombia tiene delegaciones del más alto nivel en suelo nacional.
El lunes, en el despacho del mandatario en la Casa de Nariño –y de forma privada–, el presidente Petro recibió a una delegación de la Casa Blanca que vino a Bogotá a hablar de paz total, seguridad en el hemisferio, lucha contra el narcotráfico y, por supuesto, de la crisis que hay en Venezuela ante la negativa del régimen de Nicolás Maduro de respetar las garantías de la oposición para que haya elecciones libres en ese país.
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Entre la delegación estadounidense estuvieron Jonathan Finer, subdirector del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca; Juan González, director para el Hemisferio Occidental; y el embajador en Colombia, Francisco Palmieri. Y Petro los recibió junto a Carlos Ramón González, director del Departamento Administrativo de Presidencia (Dapre), aunque en otro encuentro también estuvo presente el suspendido canciller Álvaro Leyva.
Por supuesto, en una cita de ese nivel los asuntos de milimetría política local –como en gran medida se define la confrontación Petro versus Barbosa– no se tocan, pero las delegaciones internacionales siempre son informadas de las coyunturas de un país y esta vez no fue la excepción. Eso quiere decir que los delegados de la Casa Blanca sí fueron informados de lo que pasaba en la confrontación institucional más dura que vive Colombia desde hace varios años.
“Amplio despliegue en medios internacionales a denuncia del presidente Petro sobre plan de golpe de Estado”, se tituló el comunicado oficial de prensa de Palacio, que se divulgó el mismo día de la cita con los estadounidenses.
Y, por otro lado, para este 7 de febrero está previsto el arribo de los delegados del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, por supuesto, también tienen prevista una cita privada y directa con el presidente Petro. Si la agenda no cambia, ese encuentro sería el jueves 8, el mismo día en que Fecode y otras organizaciones progobierno –impulsadas por el Ejecutivo– convocaron a marchas callejeras frente al Palacio de Justicia para presionar que se elija Fiscal General.
Es claro, como dijeron fuentes diplomáticas y del entorno del propio Petro, que ahí tampoco se tocará el tema de la supuesta persecución contra el Gobierno, pues ni es el escenario ni las delegaciones internacionales tienen por qué inmiscuirse en asuntos internos. Pero, así suene obvio, quienes están detrás del movimiento de todos estos hilos confirmaron que la convulsión interna no puede pasar desapercibida.
Y aquí, con la ONU, está en juego otro asunto. La delegación del Consejo de Seguridad llega por tercera vez a Colombia por gestión directa, sin desconocer otros actores claves, del canciller Leyva, quien hace parte del relato de la supuesta persecución tras la suspensión que en su contra ordenó la Procuraduría de Margarita Cabello (de origen conservador en lo político) por la frustrada licitación de los pasaportes.
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No obstante, Leyva –por instrucción directa de Petro– viene moviendo ante la ONU y otras instancias la denuncia de que supuestamente la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez –antecesor de Barbosa– habría “entrampado” a los desertores del proceso de paz con las Farc que terminaron de nuevo alzados en armas y ligados al narcotráfico bajo la chapa de Segunda Marquetalia.
Lo que han dicho Petro y Leyva es que Martínez llevó a que alias Jesús Santrich, de quien se afirmó fue dado de baja por mercenarios extranjeros en suelo venezolano, junto a “Iván Márquez” –ambos traicionaron lo pactado en La Habana con la administración de Juan Manuel Santos–, terminaran enredados en líos judiciales. Para esto pidieron la figura del relator especial en la ONU y están a la espera de que ese veredicto se dé.
Si esa instancia de Naciones Unidas valida la tesis de Petro, es un hecho que podrá reforzar la narrativa de la posible persecución y de que, según él, desde la Fiscalía hay movimientos opacos para desestabilizar su Gobierno. Y aunque esto no se daría en el corto plazo, que el Consejo de Seguridad llegue en medio de la convulsión nacional y las marchas para presionar a la Corte Suprema sí deja un ambiente de posible apoyo popular a lo que dice el jefe de Estado; es casi un juego a tres bandas, sin desconocer la importancia de que estos delegados estén en el país por tercera vez y justo cuando hay expectativa por la llamada paz total.
Además, para completar el escenario, esta semana se le recordó a la Casa de Nariño un decreto expedido en noviembre pasado, con el cual se crearon nueve embajadas nuevas; lo que serviría para reforzar la postura internacional de la administración Petro, que incluyó el reencauche de Armando Benedetti en Italia a través de la delegación ante la FAO.
Esto sin dejar de lado que un grupo de congresistas del Pacto Histórico anunció que esta misma semana irá a Washington para denunciar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos esa posible persecución contra Petro; claro está que desde la oposición hicieron lo propio.
“Es evidente, y para lo que hay todos los soportes, el continuo autosaboteo del presidente Petro y de su Gobierno, que por acción u omisión producen un escándalo semanal y terminan culpando a los demás de su propia incapacidad para dar resultados después de año y medio de Gobierno”, dijo sobre todo el panorama de polarización la representante Catherine Juvinao.
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Y monseñor Luis José Rueda, presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Bogotá, pidió calmar los ánimos: “Este es un momento para que nosotros tengamos la capacidad del discernimiento y es un momento también para que tengamos la valentía del reencuentro, porque están en juego la democracia y el futuro del país”.
En todo caso, Petro quiere proyectarse con fuerza en lo internacional, por lo que lleva más de 25 viajes al exterior desde que asumió el poder el 7 de agosto de 2022. Este año lo comenzó viajando a Guatemala y Davos y, entre otros asuntos, está pendiente de cómo mover la crisis en Venezuela. Y esto sin contar que un político noruego lo nominó al Nobel de Paz.
Así las cosas, Petro se sacude para que su relato impacte en el exterior y, además, conseguir el oxígeno que a veces le falta en Colombia por la dura polarización que atraviesa el país. Además, como él mismo lo anticipó, ya se entró en una precampaña por las presidenciales del 2026 y cada sector, incluyendo a la oposición, busca potenciar su narrativa. La de la Casa de Nariño, más allá de la gestión, hasta ahora está centrada en el discurso de que, según sus voceros, no quieren dejar gobernar a quien se alzó con 11,2 millones de votos para ostentar el poder.
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