Guiños al pasado: la estrategia simbólica del gobierno para fomentar en la calle
El presidente utiliza símbolos como el balcón, la bandera del M-19 y la espada de Bolívar para conectar la historia y con los ideales de su gobierno. Según la teoría, la simbología, cargada de emotividad, posibilita la integración y movilización de los seguidores.
Daniela Cristancho
El kilómetro que hay entre la Calle 19 y la Plaza de Bolívar, en el corazón de Bogotá, fue el tramo que escogió el presidente Gustavo Petro para “caminar con su pueblo”. Eligió hacerlo el 1 de mayo, la fecha en la que en el mundo se conmemoran las luchas de la clase trabajadora y el movimiento obrero. Ese día, marchó con los miles de trabajadores que salieron a las calles y, acompañado por su hija Antonella y la senadora María José Pizarro, llegó hasta la tarima ubicada en frente del Capitolio Nacional. La multitud que lo esperaba ondeaba dos banderas: unas con los colores nacionales, iguales a las que se ven en las marchas de sus opositores; y otras con franjas azules, blancas, y rojas, con letras negras que decían M-19.
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El kilómetro que hay entre la Calle 19 y la Plaza de Bolívar, en el corazón de Bogotá, fue el tramo que escogió el presidente Gustavo Petro para “caminar con su pueblo”. Eligió hacerlo el 1 de mayo, la fecha en la que en el mundo se conmemoran las luchas de la clase trabajadora y el movimiento obrero. Ese día, marchó con los miles de trabajadores que salieron a las calles y, acompañado por su hija Antonella y la senadora María José Pizarro, llegó hasta la tarima ubicada en frente del Capitolio Nacional. La multitud que lo esperaba ondeaba dos banderas: unas con los colores nacionales, iguales a las que se ven en las marchas de sus opositores; y otras con franjas azules, blancas, y rojas, con letras negras que decían M-19.
“Esa bandera que ahora dicen que está prohibida, que es un pecado”, les dijo el presidente a los miembros de los sindicatos que se congregaron en la plaza en esa fecha. Ellos, en respuesta y complicidad con el primer mandatario, alzaron más alto los emblemas. “Esa bandera que levantó el movimiento político después de que habían asesinado a Carlos Pizarro, de que había desaparecido a Jaime Bateman. Esa misma bandera volvió a ganar. Así que no, señores de la oligarquía, esa bandera no se guarda, se levanta y va a continuar levantada, porque hicimos algo que debe quedar escrito”.
Como sus palabras el pasado 1 de mayo, es una constante en los discursos de Gustavo Petro su regreso casi nostálgico a otros abriles: al 19 de abril de 1970 que dio origen al grupo insurgente que definiría buena parte de su vida o al 9 de abril de 1948 en el que asesinaron al caudillo Jorge Eliécer Gaitán. De esos abriles se desprenden algunos los símbolos que marcan su gobierno: el M-19, la espada de Simón Bolívar, la plaza pública. Son esas palabras, objetos y lugares de las que hecha mano para construir la narrativa de su gobierno y son, a partir, de estos, que la ciudadanía crea interpretaciones sobre quienes están en el poder.
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“Aquí ganamos las elecciones en las urnas, como una vez lo hicimos un 19 de abril de 1970. Decían que el presidente convocó un día cívico el 19 de abril porque es el día en que nació. No, es porque fue el día en que se le robaron las elecciones al pueblo de Colombia, el 19 de abril de 1970″, continuó el presidente en el día de los trabajadores. Fue la segunda gran marcha de este año a favor de su gobierno y tácitamente se medía si la fuerza de la convocatoria sería similar a la que había logrado solo 10 días antes la oposición.
En esa, la marcha más reciente de nueve que ha habido en favor de su gobierno, dijo que la bandera le recordó a los días en los que anduvo, con el grupo insurgente, por los páramos gritando “libertad y democracia”. Esos días parecen acompañarlo siempre o, por lo menos, desde que Petro asumió el cargo de elección popular más importante del país. Esas luchas del M-19 son las que han nutrido gran parte de su arsenal simbólico: la bandera, los personajes y la espada de Simón Bolívar, esa que, como dicen los exmilitantes de esa guerrilla, “vale más que 100 fusiles”.
En La espada de Bolívar, de Patricia Lara, Argemiro Plaza, quien fue integrante del grupo, contó que la espada logró desatar grandes pasiones al interior del grupo insurgente gracias a “la audacia de ‘El flaco’ [Jaime Bateman] y su creencia de la trascendencia en lo simbólico”. Para él, la espada era casi un sinónimo de ser invencible: “Tener la espada en las manos, empuñarla, verla, tocarla, de cierta forma nos hacía grandes”.
Ya había explicado también Álvaro Fayad, en el libro de la misma autora Siembra vientos y recogerás tempestades, que la revolución del Eme estuvo inspirada en Bolívar porque fue quien asumió la guerra de la independencia como una tarea del pueblo en armas: todas las clases sociales llamadas al combate. Ese repertorio simbólico que el M-19 armó con base en el libertador décadas después fue recogido por Petro para crear el suyo como presidente.
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Según escribió el autor Manuel García Pelayo, los símbolos políticos son aquellos elementos sobre los que se proyectan, representan y expresan las ideologías. Se componen de un objeto sensible o una imagen —como la espada de Bolívar—, y una significación —como el poder libertador que le atribuyó el M-19—. La referencia simbólica es la relación entre el primero y el segundo.
Dependiendo del contexto, los símbolos políticos pueden resultar muy útiles en términos de legitimidad. En un contexto de guerra, se pueden explotar, por ejemplo, para tratar de legitimar la experiencia bélica, creando héroes y mitos alrededor de ella. Para los mandatarios, los símbolos ayudan a construir identidad, construir lealtades, movilizar a la población y legitimar el poder que tienen.
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Como explica García Pelayo, los símbolos están “cargados fundamentalmente de emotividad, un rasgo que posibilita una de las principales funciones que tiene que cumplir: la integración y movilización de los adeptos”. En el caso de Gustavo Petro, como lo lee el escritor Ricardo Silva, hay un propósito de usar los símbolos para darle reivindicación y reconocimiento político a las comunidades que no lo han tenido y a los procesos del M-19.
Siendo así, no es gratuito que la espada ahora repose una urna de cristal en la entrada de la carrera octava de la Casa de Nariño, aquella por la que entran los ciudadanos, trabajadores y otros ciudadanos de a pie. Es un contraste marcado con los antecesores de Petro, quienes ubicaron otros símbolos dentro de Palacio, más propios de los mensajes que querían transmitir. Por ejemplo, durante el gobierno de Juan Manuel Santos la paloma de la paz de Fernando Botero reposaba en la entrada principal de la residencia presidencial, por la que entran los altos mandatarios de otros países.
Ni tampoco lo es el rol protagónico el 7 de agosto de 2022, cuando el recién posesionado presidente ordenó traer la espada a la Plaza de Bolívar y, como hizo después con la bandera del M-19, pidió no volverla a enterrar: “Esta espada representa demasiado para nosotros. Es la espada del pueblo y por eso la queríamos aquí, en este momento y en este lugar”.
Durante el primer día de los trabajadores en el que fue presidente, el 1 de mayo de 2023, Petro no marchó con los ciudadanos, como sí lo hizo y año después, pero sí invitó a las acciones comunales a escuchar las palabras que les dedicó desde el balcón de la casa presidencial, una costumbre que instauró cuando era alcalde de Bogotá en el Palacio Liévano.
Por ese entonces, de mayo del año pasado, el presidente del Senado, Roy Barreras, le había pedido al primer mandatario respetar el trabajo del Congreso y no mover las iniciativas del gobierno en las calles, pero él hizo caso omiso y ese día invitó al pueblo trabajador a respaldar las reformas pensional, laboral y a la salud. “Se necesita que el pueblo esté movilizado, como lo estuvo con Bolívar, Melo, López Pumarejo y Gaitán”, dijo en su discurso.
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La calle, la plaza y el balcón se han convertido en las plataformas predilectas para que el presidente trate de reivindicar sus símbolos. Desde la Grecia antigua el ágora o la plaza fue el corazón de la vida política de las ciudades-Estado. Para la teórica política Hannah Arendt, este espacio público es donde los individuos pueden aparecer ante los demás y ser vistos y oídos. “El espacio de aparición cobra existencia siempre que los hombres se agrupan por el discurso y la acción”, escribió la filósofa. “El hombre es un ser político precisamente porque quiere aparecer, porque quiere manifestarse a sí mismo”, agregó.
La plaza pública es el lugar por excelencia para la propaganda política. Los nombres de las calles reflejan políticas específicas de diferentes épocas históricas y, como explica el sociólogo Francisco Javier Gallego Dueñas, son nodos cruciales del espacio urbano. Así, las plazas son codiciadas por diversos grupos políticos, lo que resulta en una saturación de carteles y pancartas, y en su uso frecuente para actos públicos como mítines y manifestaciones.
Como explicó Armando Silva, doctor en Filosofía y Literatura de la Universidad de California, “todo es susceptible de aumentar o no la condición simbólica”. “La plaza o el balcón tienen residuos de una época política en la que el político gritaba a su gente en espacio físico compartido, propio del grito famoso ¡Mamola!, de Gaitan”, explicó Silva haciendo referencia a la expresión que usaba con frecuencia Jorge Eliécer Gaitán al cerrar sus discursos.
En 1948, Gaitán, en frente de los miles de personas que salieron en la Marcha del Silencio y que desbordaban la Plaza de Bolívar, pronunció unas palabras. Le pidió al entonces presidente Mariano Ospina que ejerciera su mandato en favor de la tranquilidad pública. “Todo depende de vos”, le dijo al dirigente mientras se ondeaban banderas negras y otras con el rostro de Gaitán plasmado.
Más de siete décadas después, Petro le hace guiños al pasado que encarnó Gaitán. Este 7 de junio, al hablar de recortes presupuestales, dijo: “Lo primero que dicen los técnicos, técnicos entre comillas, ‘bueno, hay que recortar el presupuesto de la Reforma Agraria’. ¡Mamola!”.
Asimismo, ha sacado a la luz las banderas de su gobierno en estos escenarios que comparte con los ciudadanos. En febrero de 2023, frente representantes del gremio médico vestidos con sus batas blancas, Petro radicó la reforma a la salud. En frente a la Casa de Nariño, en compañía de la vicepresidenta, Francia Márquez, su esposa, Verónica Alcocer y a los presidentes del Senado y la Cámara, le entregó el articulado, sellado con un lazo de la bandera de Colombia, a la entonces ministra de Salud, Carolina Corcho.
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Hace unos meses, el primer mandatario eligió Puerto Resistencia, el barrio en Cali que se convirtió en el fortín y símbolo de las marchas de 2021, como escenario para hablar por primera vez del poder constituyente para defender a su gobierno. Y es evidente que en muchas ocasiones la carga simbólica cumple su cometido de mover las emociones de quienes lo escuchan y, por lo tanto, apoyan.
Pero la reivindicación de los símbolos también ha tenido opositores. Algunas víctimas del M-19, por ejemplo Helena Urán Bidegain, hija del magistrado Carlos Horacio Urán asesinado durante la toma del Palacio de Justicia, le han pedido al presidente que no enarbole las banderas y otros símbolos de ese grupo. Para otros, la simbología asociada con el grupo insurgente se puede leer como un símbolo de un proceso de paz que fue exitoso, como explicó Patricia Lara. “Llevamos 34 años de paz y ellos han respetado los compromisos, no han vuelto a las armas y han hecho política legal”, afirmó la periodista.
Sacar un símbolo a la luz pública tiene resultados inciertos porque la construcción de la referencia está en manos de quien lo observa o lo escucha. “El simbolismo de la espada que a mí me parece que era acertado y oportuno falla porque termina pareciendo más confrontativo que una manera de pasar la página. El balcón, que es un acercamiento cara a cara con la gente, termina creándole miedos a no pocos colombianos”, opinó Ricardo Silva.
En teoría, el balcón debería representar un gesto de transparencia y diálogo abierto entre el líder y el pueblo. Sin embargo, en un contexto de polarización y desconfianza, puede ser percibido como intimidante, generando temor en lugar de confianza. Cada persona interpreta los símbolos desde su propia perspectiva, influenciada por el contexto cultural, histórico y emocional. Esto hace que el significado de un símbolo pueda variar drásticamente entre diferentes audiencias, algo que está mucho más allá de las manos del presidente.
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