Estos son los ejes determinantes que moverán al país político en un polarizado 2025
La anticipada campaña electoral, las coaliciones partidistas, la maltrecha paz total y los diálogos entre las ramas del poder marcarán la parada. ¿Qué más está en juego?
Daniel Valero
Si en algo coinciden petrismo y oposición es que de la forma en que jueguen sus cartas durante este 2025 dependerá que sus corrientes ideológicas sean absorbidas por la polarización creciente que se avecina o que –por el contrario– tengan la oportunidad para desmarcarse de sus contrarios y mantenerse en el ajedrez político como una opción real de poder.
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Si en algo coinciden petrismo y oposición es que de la forma en que jueguen sus cartas durante este 2025 dependerá que sus corrientes ideológicas sean absorbidas por la polarización creciente que se avecina o que –por el contrario– tengan la oportunidad para desmarcarse de sus contrarios y mantenerse en el ajedrez político como una opción real de poder.
Por un lado, como él mismo lo ha dicho públicamente en diferentes escenarios, el presidente Gustavo Petro quiere que la izquierda que lidera bajo la chapa del progresismo comience a mostrar resultados de gestión administrativa del Estado para abrir una puerta real a la reelección del proyecto.
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Es por eso que, según supo El Espectador, el jefe de Estado viene remarcando en los más recientes consejos de ministros la necesidad de ejecutar recursos y dar por superada la batalla por el Presupuesto General de 2025, que en todo caso se sacó vía decreto, y su desfinanciación ($12 billones) si se tiene en cuenta el nivel de gasto e inversión que proyectó la Casa de Nariño. Y ahí serán claves las rendiciones de cuentas regionales que arrancará la Casa de Nariño en enero desde el Caribe.
Y, por el otro, la oposición –en especial la que representa el expresidente Álvaro Uribe y quienes rodean sus posturas electorales– está remarcando sus duras críticas a lo que considera es la falta de gestión de la primera administración de izquierda pura.
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De hecho, ya hay alianzas con Cambio Radical, del exvicepresidente Germán Vargas Lleras, y con otros sectores que consideran que los planteamientos de la actual Presidencia solo tienen carga ideológica y poco de ejecutabilidad; eso motivó a que también cerrarán filas para intentar frenar la agenda reformista que el oficialismo llevó al Capitolio.
Si bien no son las dos únicas agrupaciones que están jugando en el ajedrez electoral que se sacudirá con fuerza en 2025, sí son el reflejo de la pugnacidad que se tomará cada vez con más fuerza el escenario político y que hará que el país asista a una de las precampañas más polarizadas de las últimas dos décadas. De hecho, los escándalos de corrupción que cada tanto estallan, como el del saqueo a la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (UNGRD), serán usados en este tire y afloje.
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Y no se puede dejar de lado que hay bodegas activas en redes de ambos sectores, por lo que en 2025 habrá fuertes señalamientos contra el presidente Petro y sus adeptos, así como contra todo aquel que se muestre contrario a los preceptos de la Casa de Nariño.
“Usaré la Constitución si el Congreso se deja llevar de quienes extorsionan y buscan el golpe inconstitucional, porque mi deber es ayudar con todo a la gente que trabaja y estudia, y no arrodillarme ante quienes sirven a los más poderosos intereses de la codicia y la insensibilidad con los humildes”, notificó Petro en diciembre.
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“Invito a rechazar al Estado politiquero, a que nos preparemos para un gobierno de eliminación burocrática, de estímulo al Estado Social que promueva el emprendimiento privado, que es el camino de los jóvenes. El Gobierno neocomunista niega a las nuevas generaciones la posibilidad de construir ahorro y una pensión decente”, precisó también Uribe en el último mes del año.
Dos frases que reflejan lo que viene para el país en los próximos meses con una anticipada campaña electoral –en la cual se incluye otro inminente ajuste ministerial y el abandono de redes del jefe de la cartera de Interior, Juan Fernando Cristo, y de la directora del Dapre, Laura Sarabia, por el punzante debate existente– y que poco a poco va sacando a flote las trincheras discursivas en las que ambos espectros se quieren parapetar con el fin de buscar votos en marzo (Congreso) y mayo (Presidencia) de 2026. Pero, y con este contexto que al final atraviesa el grueso de los escenarios públicos y privados, ¿qué más está en juego?
Las múltiples campañas
Aunque petrismo y uribismo llevan marcando en los tiempos recientes –con sus respectivos bemoles– el devenir político y electoral del país, generalmente aupados con las narrativas de seguridad y derechos sociales, en este 2025 se decantarán alianzas que quieren superar esas dos tendencias.
Los partidos de La U, Liberal, Conservador, Nuevo Liberalismo, Alianza Verde y otros han entablado puentes para determinar hasta qué punto se pueden realizar pactos programáticos que permitan que se le dé impulso a un candidato único que promueva a este sector. Y en una tarea similar están al menos 24 exgobernadores –como Anibal Gaviria (Antioquia) y Juan Guillermo Zuluaga (Meta)–, que con una narrativa regional y de descentralización quieren mostrarse como alternativa de poder.
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Y la izquierda, pese a los llamados de Petro a unirse en un solo partido único con la insignia del Pacto Histórico, analiza si ese camino es el más viable teniendo en cuenta la desaprobación del presidente por encima del 60 % (Invamer) y la eventual pérdida de personerías jurídicas; por eso, se le dio vida a una alianza llamada Unitarios que, al igual que toda nueva fracción política, quiere mostrar viabilidad electoral.
Todas estas alianzas se jugarán su futuro en este 2025, porque de qué tanto cuajen se sabrá si para el siguiente año tendrán un verdadero espacio en el ring electoral o solo serán una especie de pantalla para que sus cabezas intenten ganar reconocimiento.
La estancada paz total
La apuesta del presidente Petro de hacer mesas paralelas de negociación, tanto políticas como de búsquedas jurídicas de desarme, tiene un alto componente de alivio temporal humanitario en ciertas regiones, pero en estos dos años largos de mandato no ha alcanzado definiciones concretas que permitan vislumbrar una salida cierta a la confrontación armada.
Eso se refleja en los frágiles diálogos con el ELN y con reductos de las disidencias de las FARC, cuyos voceros ya le notificaron a la Casa de Nariño y al país que en lo que resta de la actual administración no se concretará la firma de ninguna paz. Y aunque el aún ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, está jugado por implementar lo que se pactó en La Habana en 2016, la oficina del comisionado de Paz, Otty Patiño, no es la más abierta a las concertaciones.
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En todo caso, en este 2025 se sabrá hasta dónde se puede avanzar en este aspecto, en el cual también están las mesas con narcobandas urbanas en Medellín, Buenaventura y Quibdó, y con reductos paramilitares como Los Pachenca y un sector del Clan del Golfo. Eso sí, el primer presidente de izquierda y exmilitante de una guerrilla (M-19) quiere que al menos una dé resultados concretos que le sirva para mostrar gestión, y por eso apostó por el diálogo regional con la disidencia elena que se autodenominó Comuneros del Sur, que actúa en Nariño. En todo esto hay un grupo importante de congresistas dándole impulso.
Los vecinos y el globo
Si bien lo político y la paz pueden ser ejes centrales del año que se viene, no se pueden dejar de lado aspectos como las relaciones internacionales. En efecto, a lo largo de este 2025 se sabrá cómo será la relación del presidente Petro con Donald Trump, el multimillonario republicano que se reeligió como mandatario estadounidense –quien toma posesión el próximo 20 de enero–, ya que sus posturas sobre asuntos como la migración y la generación de equidad son diametralmente opuestas.
Justo en este cierre de 2024 fue Petro una de las voces que con más fuerza se opuso al mensaje de Trump en el sentido, sin sustento, de querer recuperar el Canal de Panamá si no se reducían ciertos gravámenes.
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Pero tal vez el asunto más caliente es con el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, un vecino complejo con el que se comparten 2.200 kilómetros de frontera. El 10 de enero próximo se posesiona y ya se confirmó lo anticipado por El Espectador en cuanto a que el embajador Milton Rengifo hará presencia en ese evento, lo cual ya está siendo criticado porque es leído como una validación de un régimen que –según varias pruebas– se habría “robado” las elecciones enviando al exilio a Edmundo Gonzáles y a la clandestinidad a María Corina Machado.
A esto se le debe sumar la expectativa por los diálogos con la Argentina de Javier Milei, polo opuesto de Petro, y el potenciamiento de los lazos con el Brasil de Luis Inácio Lula da Silva o –entre otros– el México de Claudia Sheinbaum. Y a eso no se le puede quitar lo que implica tener a Daniel Ortega en Nicaragua, un vecino al que desde la Casa de Nariño se calificó de “dictador”, pero con quien es necesario tener diálogos por la situación de San Andrés y sus pescadores.
El Congreso y las cortes
Y un punto no menor es la relación con las otras ramas del poder público, pues para nadie es un secreto que el diálogo con las altas cortes está resquebrajado por dardos desde ambas orillas y el que se tiene con el Capitolio depende mucho de los acuerdos burocráticos que se logren con las bancadas.
Si bien la ministra de Justicia, Ángela María Buitrago, está buscando suavizar las relaciones con la ayuda de la fiscal General, Luz Adriana Camargo, aún es complejo que se den diálogos institucionales más fluidos. Los dardos constantes a todas las cortes, y un mensaje que no se olvida que tuvo titanes racistas contra el presidente de la Suprema, Gerson Chaverra, tiene en vilo los acercamientos.
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Con el Congreso pasa lo mismo. Aunque la Cámara, liderada por Jaime Raúl Salamanca (Alianza Verde), le viene caminando a lo que busca la Casa de Nariño –y el aún ministro Cristo se siente cómodo en este escenario–, en el Senado la situación es distinta. El presidente de esa corporación, Efraín Cepeda (Partido Conservador), está siendo atacado directamente por Petro y él, en sus respuestas, no guarda adjetivos para defenderse; eso hará que la relación en este 2025 se complique y ponga en riesgo el futuro, entre otros temas, de las reformas a la salud, laboral, a la justicia y de la jurisdicción agraria.
Pero de cómo se manejen dependerá la gobernabilidad y margen de maniobra que tenga Petro en el ocaso de su administración, pues la dinámica electoral hará que el foco del grueso del país esté puesto en las urnas y en si se dará o no un relevo de poder en 2026.
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