Petro estrecha lazos regionales y busca nuevo frente de debate con Trump
Los comentarios del electo mandatario de Estados Unidos sobre retomar el control del Canal de Panamá resultaron en un espaldarazo del presidente Gustavo Petro a su homólogo panameño, José Raúl Mulino, con quien ha tenido diferencias por el manejo de la crisis migratoria. Con la posesión de Maduro y el ascenso de Trump, Colombia tiene el objetivo de acercarse a sus vecinos y mejorar la relación con posibles aliados regionales.
Una declaración sobre retomar el control del Canal de Panamá por parte del mandatario electo de Estados Unidos, Donald Trump, hizo que el presidente Gustavo Petro volviera a dirigirse al republicano para enfrentar sus posiciones y cuestionarlo, tras la “bandera blanca” que había enarbolado con miras a mejorar la comunicación. Mientras Colombia trata de avanzar en construir lazos con una presidencia de corte derechista que se alista para ascender al poder y no ha dudado en implementar políticas migratorias sumamente restrictivas y reducir el monto enviado al país, también está mirando regionalmente para tratar de profundizar las relaciones con sus vecinos, incluso con aquellos con los que guarda ciertas distancias ideológicas.
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Una declaración sobre retomar el control del Canal de Panamá por parte del mandatario electo de Estados Unidos, Donald Trump, hizo que el presidente Gustavo Petro volviera a dirigirse al republicano para enfrentar sus posiciones y cuestionarlo, tras la “bandera blanca” que había enarbolado con miras a mejorar la comunicación. Mientras Colombia trata de avanzar en construir lazos con una presidencia de corte derechista que se alista para ascender al poder y no ha dudado en implementar políticas migratorias sumamente restrictivas y reducir el monto enviado al país, también está mirando regionalmente para tratar de profundizar las relaciones con sus vecinos, incluso con aquellos con los que guarda ciertas distancias ideológicas.
Los comentarios de Trump volvieron a agitar los temores de que su política exterior, como fue el caso cuando ocupó la Presidencia por primera vez, sea una de confrontación y bajo la consigna de “Estados Unidos primero” (America First). Petro, por su lado, rechazó las declaraciones. Y es que, si bien las reuniones entre el Gobierno colombiano y lo que sería el equipo de Trump que trabajará con Colombia han avanzado a paso firme —e incluso son vistas con buenos ojos por algunos temas en común, como lo supo este diario— en un plano más directo, como lo son las redes sociales, el presidente Petro no ha dudado en reclamarle a Trump, respeto por la soberanía de Panamá.
“Hasta las últimas consecuencias estaré al lado de Panamá y la defensa de su soberanía”, afirmó, diciendo que jamás “se negociará la dignidad” de los pueblos. Y agregó: “el presidente Trump se ha equivocado y contradicho. Si no quiere miríadas pasando el Darién, incrementadas por millones desde Panamá hasta México, debe entender que dependerá de la prosperidad y libertad de nuestros pueblos”.
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Ese respaldo llega además después de que Mulino y Petro tuvieran diferencias, específicamente por el manejo de la crisis migratoria y el endurecimiento de las medidas de paso en la frontera por parte del presidente panameño y que son una continuación de la promesa que había hecho en campaña sobre restringir la entrada por el Tapón del Darién. De acuerdo con las autoridades panameñas, 300.549 migrantes se movieron por ese paso, un 41 % menos que el año pasado, algo que resaltaron como el resultado del cambio de la política migratoria. En 2023, según la Defensoría del Pueblo colombiana, 520.085 personas pasaron por ahí.
Pero las relaciones, de todas formas, se mantienen por la vía diplomática e incluso a través del mecanismo tripartito entre Panamá, Estados Unidos y Colombia. Su última reunión ocurrió el pasado agosto en Cartagena, con la presencia del canciller Luis Gilberto Murillo, su homólogo panameño, Javier Martínez-Acha, y el secretario del Departamento de Seguridad de EE. UU., Alejandro Mayorkas. En ese entonces, de la discusión entre los tres gobiernos se concluyó que habría que implementar “un plan de trabajo con acciones concretas y realistas que fortalezcan la presencia estatal de Colombia y Panamá en su frontera común”.
La alerta se había encendido por los cuestionados resultados de las elecciones del pasado 28 de julio en Venezuela, que proclamaron a Nicolás Maduro como el ganador, ante la mirada escéptica de varios Estados, que rechazaron el resultado. Y parte de los temores tanto de Colombia como de Panamá —con advertencias incluso por parte de la líder de la oposición venezolana, María Corina Machado— es que la permanencia del actual jefe del Estado venezolano genere, una vez más, una crisis que deje a las entidades colombianas y panameñas paralizadas ante el número de personas que cruzarían la frontera. Según las autoridades panameñas, de esas más de 300 mil personas que llegaron al Darién, el 70 % (209.070) eran de origen venezolano, el 6 % eran colombianos (17.456) y el 5 %, ecuatorianos (16.466).
Sin embargo, desde ese momento, no ha habido otra instancia similar y, con el ascenso del republicano a la presidencia, así como de su restrictiva política migratoria, los gobiernos de Panamá y Colombia tendrán otra cosa para discutir. Además, las designaciones de Daniel J. Newlin, quien no tiene experiencia diplomática, como embajador de Estados Unidos en Colombia y de Mauricio Claver-Carone, destituido de su cargo como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo por sostener una relación con una persona que trabajaba bajo su dirigencia, como enviado especial para América Latina también podrían generar ruidos.
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Detrás de todo eso, la sombra de la posesión de Nicolás Maduro el próximo 10 de enero se alza. Mientras el presidente Petro ha tratado de distanciarse de su homólogo venezolano, después de criticar que las elecciones no fueron libres —ni de para la oposición por los obstáculos para su participación ni para el oficialismo por las sanciones impuestas al régimen—, también analizaba la posibilidad de asistir al evento.
La respuesta, de todas formas, ya habría llegado para el Palacio de Miraflores. Este lunes, el vicecanciller Jorge Rojas confirmó que, tal y como lo había anticipado El Espectador, el único representante de Colombia en la posesión sería Milton Rengifo, el actual embajador en Venezuela. Ni el jefe de Estado, al que le llegó la invitación, ni el canciller Murillo estarían, una decisión que compartió el Gobierno mexicano, en cabeza de Claudia Sheinbaum, y que también tomaría el Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva.
Justo con estos dos gobiernos es con los que el mandatario colombiano mantiene una estrecha relación, con visitas e invitaciones al G20 incluidas, pero esa política de integración regional está viendo para otros lados con el objetivo de expandir la influencia de Petro. Además del espaldarazo a Mulino, que secundaron expresidentes como Ernesto Samper y Andrés Pastrana —quien no suele tener mucho en común con su antecesor ni con el actual jefe de Estado—, las relaciones con Ecuador fueron otro punto clave en la agenda del presidente.
Hace algunos días, Petro viajó a las islas Galápagos para encontrarse con su homólogo ecuatoriano, Daniel Noboa, de corte derechista. Y es que, a pesar de las distancias ideológicas, la venta de energía por parte de Colombia a Ecuador permitió un acercamiento de los dos gobiernos, que se comprometieron a trabajar conjuntamente en estrategias para fortalecer la presencia en la frontera para combatir las estructuras criminales.
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“Colombia ha tomado, gracias a su liderazgo, presidente Petro, (…) la decisión de apoyarnos en los momentos más difíciles. Siempre estaremos agradecidos y es una lección de cómo debemos estar interconectados como región”, señaló Noboa en su intervención conjunta.
Mientras el Gobierno colombiano trata de estrechar estas relaciones, tampoco deja de lado algunas rencillas regionales que le han valido pullas de lado y lado. No solo con Dina Boluarte, la presidenta de Perú que le ha dicho a Petro que “se dedique a gobernar a Colombia”, sino también con Javier Milei, el mandatario argentino que ha sido calificado por el jefe del Estado colombiano como autoritario y dictatorial, y con la cabeza del Ejecutivo nicaragüense, Daniel Ortega, a quien criticó por irse en contra de su pueblo, pero con el que también se ha tratado de mejorar el diálogo, específicamente por la situación de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
Entre todo eso, el presidente no planea dejar de lado las instancias regionales de encuentro, que sumaron a Yamandú Orsi en Uruguay como un nuevo dirigente de izquierda para Latinoamérica, mirando de cerca la relación que tendrán que trabajar estrechamente con Estados Unidos, incluso a pesar de las diferencias y con la inminente salida del canciller Murillo, quien conoce a fondo estos lazos, de su cargo.
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