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La decisión del presidente Gustavo Petro de romper la coalición con los partidos tradicionales en el Congreso y recomponer al mismo tiempo su gabinete para quitarles cuotas de poder a los partidos que no respaldan su proyecto de reforma a la salud terminó por desatar una crisis política que tiene a todo el mundo sacando cuentas.
César Gaviria, el jefe del liberalismo; Efraín Cepeda, el del conservatismo, y Dilian Francisca Toro, la de la U, saben que ya estiraron bastante la cuerda y que no tienen el poder para llevar a sus partidos a la oposición. Esas decisiones se toman en colectivo y el Gobierno -ya lo demostró Petro- también está decidido a jugársela a fondo para evitar que los congresistas se vayan.
Pero los senadores y representantes de esos partidos, que por convicción o seducción (mermelada) estén dispuestos a apoyar a Petro, también piensan en cómo justificar su voltereta contra los partidos en nombre de los cuales se hicieron elegir hace apenas un año.
El propio Gobierno reflexiona sobre la mejor manera de convencer a los congresistas para que lo apoyen, así eso les signifique romper cobijas con Gaviria, Cepeda y Toro. Ya se sabe que lo hará a través de Luis Fernando Velasco, el ya veterano expresidente del Congreso, quien fuera el primer liberal que se sumó a la campaña presidencial del hoy mandatario y cuya experiencia le ha servido a Petro para apagar incendios en la consejería para las regiones, la Unidad Nacional para la Gestión de Riesgo y, ahora, en el Ministerio del Interior. De lo que no se tiene idea es de cómo lo hará, más allá de que desarrollará un abordaje individual para robarles votos a los sectores oficialistas de los partidos, especialmente del Liberal.
Una oportunidad soñada por Velasco, quien buscará ahora canalizar los inconformismos de un sector liberal en contra de las directrices de César Gaviria. Y como la política da tantas vueltas, Velasco, quien ya fue precandidato presidencial por el liberalismo, volverá entonces a dialogar con Gaviria, pero en condiciones muy distintas a aquellas en las que se fue del partido. Arranca con 15 congresistas liberales que esta semana protestaron contra Gaviria por la presión para que votaran en contra de la reforma a la salud. ¿Podrá convencer a los otros 30?
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Un dilema parecido al de los liberales se vive por los lados del Partido de la U, con la diferencia de que Gaviria ya fue presidente de la República, secretario de la OEA y está más bien en la fase final de su actividad política. Dilian Francisca Toro, en cambio, aspira a ser otra vez gobernadora del Valle y si bien la pelea con el Ejecutivo le puede ayudar a conseguir el publicitado respaldo de Germán Vargas Lleras (Cambio Radical), no es muy fácil competir contra el Gobierno en una elección como esa.
En ese tema específico de las elecciones los alfiles del Gobierno ya han comenzado a destapar un as que les sirve para neutralizar las presiones de los partidos a quienes contradigan las directrices de los jefes liberal, conservador y de la U. El mensaje es sencillo: no se preocupe si lo amenazan con sanciones o negación de avales. Para lo primero, el mismo Petro ya le dijo a Gaviria que está dispuesto a ir a tribunales internacionales para hacer valer los derechos políticos de los congresistas que pudiesen resultar castigados en los partidos por apoyar al Gobierno. Y para los tan codiciados avales, sin los cuales es imposible inscribir candidaturas, los partidos como Nueva Fuerza, el de Roy Barreras, ya están haciendo ofrecimientos por todo el país. Buscarán coaliciones en las regiones para hacer crecer la fuerza local del gobierno petrista.
Por ciento, el de Dilian no fue el único efecto del remezón ministerial y la ruptura de la coalición en las campañas políticas para las elecciones de alcaldes y gobernadores. Hubo una consecuencia directa en la puja por Bogotá, pues el candidato más cercano al presidente Petro ahora es ministro de Salud: Guillermo Alfonso Jaramillo. Médico, experto en salud pública, con mucho conocimiento sobre el funcionamiento del Congreso y con fama de buen componedor, será el socio de Velasco para mover el Congreso en busca de los votos para salvar los proyectos del progresismo y tendrá la responsabilidad directa de sacar adelante la reforma a la salud.
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La semana que comienza deben dar trámite al Plan Nacional de Desarrollo. Y ahí, pegaditos, vienen también la reforma a la salud, la adición presupuestal, el proyecto de reforma pensional, incluso el que busca hacer posible el sometido de las bandas criminales.
Los ministros encargados de dichos temas tienen instrucciones para no salir del Congreso. Y ad portas de que esos definitivos debates tengan lugar en el Legislativo, los grupos políticos más cercanos al presidente Petro están convocando al país a marchar el próximo 1° de mayo en una movilización que pretende hacer presión contra los políticos que no comulgan con el espíritu reformista del presidente. Petro no solo quiere dar la discusión en el Congreso, que es donde se tramitan las reformas, sino que quiere trasladarla a la plaza pública, en donde suele irle muy bien. El riesgo de dicha estrategia es el de llevar al país a un escenario de polarización política en el que el mandato se le vaya en discursos públicos y sin reformas. Por eso hasta destacados miembros de su bancada le recomiendan privilegiar el escenario de la concertación política en el Congreso.
Desde el empresariado y las calificadoras de riesgo, entretanto, no le perderán pista a Ricardo Bonilla, el nuevo ministro de Hacienda, cuyas primeras declaraciones invitaron a la calma y a no dejarse llevar por las especulaciones en torno al manejo económico del país. Su antecesor, José Antonio Ocampo, sacó adelante la reforma tributaria y gozaba de reputación como funcionario técnico, cauto y responsable. Bonilla, quien fue secretario de Hacienda de Bogotá, ha prometido que esa confianza en Colombia no será dilapidada.
¿Cuánto tiempo queda para salvar la agenda del Gobierno? Ocho semanas. El 20 de junio terminará la primera legislatura del actual Congreso, y a esas alturas ya habrá salido a relucir otra puja derivada de la actual crisis: la de la escogencia de las mesas directivas de Senado y Cámara. La coalición Verde Esperanza presidirá el Congreso, eso se va a respetar, pero la pregunta es si el cargo será para Inti Asprilla (más cercano al presidente Petro) o para la senadora Angélica Lozano.
Y en medio de los políticos que sacan cuentas y juegan sus cartas está el país, esperando que unos y otros tomen las mejores decisiones, que respeten las instituciones y que reconozcan el valor de buscar consensos.
Bancadas y mayorías después de la luna de miel
Si bien las rupturas de coaliciones de gobierno generan crisis, lo verdaderamente importante es el tipo de salida que el Ejecutivo y el Legislativo le buscan al tema. Durante el siglo XX, en épocas del bipartidismo liberal-conservador, Colombia tuvo ejemplos en los cuales el presidente de turno gobernaba sin dar participación a los sectores políticos de oposición. Así ocurrió, por ejemplo, durante el mandato de Virgilio Barco, entre 1986 y 1990, en donde los conservadores decidieron incluso hacer una especie de gobierno en la sombra.
Pero fueron más los casos en los cuales un sector disidente de un partido colaboraba con el gobierno de otro partido. Conservadores ayudándole a Ernesto Samper o liberales disidentes apoyando a Andrés Pastrana lo ejemplifican. Álvaro Uribe gozó de mayorías en el Congreso, pero tuvo problemas con la aprobación de la reforma constitucional que permitió su reelección presidencial, porque hasta legisladores que lo apoyaron en la primera elección advirtieron que la reelección no era buena para el país.
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