Redes sociales: ¿Cuál será su incidencia en las próximas elecciones a la Presidencia?
El Espectador, en alianza con la Universidad Sergio Arboleda, inicia una serie de 12 entregas para entender cómo funciona el mundo de la política en las redes sociales.
Germán Gómez Polo - Twitter: @TresEnMil
La llamada “Ola Verde” de 2010 se puede calificar como la entrada en firme de las redes sociales en la política colombiana. Antanas Mockus y Sergio Fajardo fueron la fórmula presidencial que le hacía contrapeso, en ese entonces y con otra persona, a la continuidad del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en cabeza del actual presidente Juan Manuel Santos. Una explosión espontánea de creatividad y apoyo se generó en favor de los “profes”, expandiéndose por Facebook y, en menor medida, en Twitter. Las encuestas favorecían a los dos candidatos que, unidos, se convirtieron en la esperanza de una generación que apenas asimilaba y repudiaba de alguna forma la actividad política. Pero llegó el 30 de mayo de ese año y en las mesas de votación fue otra realidad. Santos se impuso con 6’802.043 votos, doblando a Mockus. La escena se repitió con mayor contundencia el 20 de junio siguiente, en segunda vuelta, cuando Santos resultó electo con el 69,12 % de los sufragios.
Lea: Campaña electoral en los tiempos de la posverdad
Los sabios del día después, como es común, explicaban y buscaban culpables. El castillo de naipes se vino abajo, luego de que el apoyo casi viral en redes sociales no se convirtiera en los votos que necesitaban para que Mockus llegara a la Casa de Nariño. La “Ola Verde” resultó ser un espejismo. Hoy, ocho años después y ad portas de una nueva e histórica elección, con el contexto del fin del conflicto con las Farc, muchos vaticinan que serán las primeras elecciones en las que las redes sociales podrían tener una incidencia importante, sobre todo porque su uso se ha masificado y porque los candidatos son activos en ellas, conscientes de que es un nicho que ayuda a su posicionamiento y su imagen.
Como explica Felipe Sánchez Iregui, director del Observatorio de Redes Sociales de la Universidad Sergio Arboleda, a los escenarios en los que antes se hacía la política (la plaza pública, los medios tradicionales o los foros) se les añaden las redes sociales, como Twitter o Facebook, en donde se mueven cierto tipo de masas y en las que motivan “a posibles electores a que sean una parte más activa políticamente, al ponerlos a votar u opinar en ese escenario”. “El empleo de las redes sociales cobra vital importancia para los candidatos, incluso desde antes que lo sea, y deben hacer uso juicioso porque a través de esta puede verse comprometido el nombre de la organización a la que pertenecen, su credibilidad y su posibilidad de ganar un escaño”, señala Sánchez Iregui.
Hay un ejemplo cercano y reciente sobre la incidencia de las redes sociales en la campaña electoral. En Estados Unidos, durante la disputa entre Hillary Clinton y Donald Trump, quedó demostrada, por ejemplo, la gran influencia de Facebook frente a los grandes medios, que se inclinaron abiertamente a favor de la candidata demócrata. Lo ocurrido es historia y Trump cumplió recientemente el primer año de mandato desde la Casa Blanca. No obstante, los conocedores del asunto en Colombia no dan por hecho que vaya a haber una réplica de esa situación en el país. “No estaría seguro si vamos a tener un resultado similar al de EE. UU., pero, sin duda, sí vamos a ver campañas muy afectadas por no saber enfrentar el mundo de las noticias falsas”, comenta Juan Fernando Giraldo, gerente de estrategia y cofundador de la agencia de medición y evaluación de comunicaciones Búho.
En las aguas de la falsa información
Sin embargo, y lo que puede ser una fortuna, muchos de los candidatos que hoy aspiran a llegar a un puesto de elección popular son conscientes de la necesidad tanto de conformar equipos que se dediquen al manejo de las redes sociales, como de enfrentar con altura la guerra de información falsa que se avecina. “Las noticias falsas, por ejemplo, pueden acabar con unas campañas más que con otras. Hay personalidades más preparadas para navegar en esas aguas, montar pequeños titulares con más efectividad y apalancar mentiras a medias para construir verdades parciales”, dice Giraldo.
Al respecto, José Carlos Álvarez, cofundador de la agencia de comunicación estratégica Yannus, y quien ha trabajado con la Presidencia de la República de Colombia, en la dirección del equipo asesor de comunicación digital y al equipo de pedagogía para la paz, considera que en esta campaña electoral las redes sociales van a mover más opinión que votos. “La opinión pone temas, crea percepciones sobre los candidatos, pero no determina el voto mayoritario. La ‘Ola Verde’ nos demostró que lo que se opine en redes no se convierte necesariamente en votos. Además, es una opinión principalmente urbana, de estratos socioeconómicos medio y alto, que va en contraposición a las estructuras políticas y las maquinarias”, puntualiza Álvarez, aunque revela que en algunas de las actuales campañas hay un presupuesto mayor para publicidad digital que para la tradicional. Para el experto, Sergio Fajardo, pero sobre todo Humberto de la Calle, han hecho intentos importantes para generar golpes de opinión a través de las redes sociales y llegar al público más joven, que, dice, es el que está más conectado.
El candidato tuitero ideal
Por el contrario, según Carlos Andrés Arias, gerente de la agencia Estrategia y Poder, el candidato Alejandro Ordóñez, a quien asesoró hasta hace poco, es uno de los mejores ejemplos sobre cómo se mueve la política moderna en el mundo digital: “No tiene estructura política como Vargas Lleras o De la Calle. Y tiene posiciones ideológicas que molestan a ese país de redes sociales, que es políticamente correcto, pero que le llegan a otro país más real, que es conservador y creyente. Él dice: soy de derecha ¿y qué?”. Pone el ejemplo de la supuesta ideología de género en el acuerdo de paz durante la campaña del plebiscito, en 2016, que caló en muchas personas y, con seguridad, fue la determinante de muchos de los votos por el No. Según Arias, aunque al principio la actividad de Ordóñez en redes sociales lo puede estigmatizar, termina por beneficiarlo al generar una discusión que tiene un impacto persuasivo y motiva el voto.
Esa es una apuesta bastante grande y arriesgada porque, de hecho, el uso, de alguna manera erróneo, de las redes sociales puede traer consecuencias nefastas para un candidato y para las colectividades a las que pertenece. Según ilustra Sánchez Iregui, de la Universidad Sergio Arboleda, “The Canadian Press, en su edición del 12 de marzo de 2016, informó que los nuevos demócratas en la provincia Saskatchewan decidieron eliminar a Mark Jeworski y Clayton Wilson como candidatos vinculados, debido a los mensajes en las redes sociales que habían publicado, a juicio del líder del partido, eran inapropiados”.
Explica, además, que no solo cuenta la actividad reciente, sino que, en un debate electoral descarnado, podrían salir a relucir antiguas fotografías, es decir, las cuentas personales de los candidatos, tuits y las imágenes que estas albergan podrían convertirse en ese baúl de “ases bajo la manga” que usarían los contrincantes. “Habrá trampas o estratagemas para que, mediante actos non santos, por no decir, no éticos, se busque perjudicar a un candidato. Pueden ser creadas en las redes no solo por los partidos opositores, sino también por quienes no comulgan con su ideología política”, explica Sánchez Iregui. Por supuesto, no es nuevo. Muchos recordarán las estrategias, conocidas como campaña negra, que se desplegaron en el debate político de 2010, con videos en los que comprometían a Antanas Mockus por frases fuera de contexto o piezas en los que cuestionaban su creencia en Dios.
¿Cómo hacer que el mensaje llegue a las bases?
Uno de los principales retos que tendrán los candidatos será el de llevar esas discusiones y debates que se dan en las redes sociales, como Twitter y Facebook, a las bases sociales. “Las redes construyen una imagen, pero también buscan activar el “voz a voz”, que es importante en la política. Por ejemplo, en Twitter, aunque es reducido, están los líderes de opinión, los periodistas, la gente influyente. Twitter puede ser el detonante de ese “voz a voz””, comenta Álvarez.
Ahí cobra relevancia una plataforma, que también puede ser catalogada como red social: WhatsApp. Esta se constituye en una de las más masivas, tanto por la penetración de internet como por la ventaja que tienen muchas personas cuando los operadores, en su mayoría, proveen el servicio así se haya consumido la totalidad del plan de datos. Como explica Giraldo, a veces WhatsApp se queda por fuera del mapa de las redes sociales, pero considera que la campaña que se avecina “va a estar marcada por el uso de esta red social privada y va a tener un efecto muy poderoso en la opinión de las personas a la hora de inclinar su posición hacia uno u otro candidato. En desventaja de esta plataforma, Álvarez dice que el hecho de que sea privada hace muy complicado medir su impacto, cuánta gente vio un mensaje o cuánta gente se movilizó a raíz de dicho mensaje.
Arias añade otro elemento importante como consecuencia de la incursión de las redes sociales en la sociedad. Y que han sido un elemento fundamental para bloquear en la dinámica electoral lo que denomina el “TLC”: la teja, la lechona y la cerveza. “Hay un 77 % de penetración de internet y ha hecho que esas prácticas de la política más tradicional pierdan fuerza”, explica Arias, quien sí considera que, al menos en las presidenciales, hay un porcentaje importante del voto de opinión.
Por el momento, lo que se ve es una campaña apenas incipiente, en la que los candidatos usan las redes sociales para divulgar propuestas, pronunciarse sobre los temas de la agenda pública y hacer una que otra conversación con los candidatos adversarios. La previsión es que después del 11 de marzo, cuando se surtan las elecciones de Congreso, se vengan en firme los ataques desde todos los sectores. Eso está cantado.
La llamada “Ola Verde” de 2010 se puede calificar como la entrada en firme de las redes sociales en la política colombiana. Antanas Mockus y Sergio Fajardo fueron la fórmula presidencial que le hacía contrapeso, en ese entonces y con otra persona, a la continuidad del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, en cabeza del actual presidente Juan Manuel Santos. Una explosión espontánea de creatividad y apoyo se generó en favor de los “profes”, expandiéndose por Facebook y, en menor medida, en Twitter. Las encuestas favorecían a los dos candidatos que, unidos, se convirtieron en la esperanza de una generación que apenas asimilaba y repudiaba de alguna forma la actividad política. Pero llegó el 30 de mayo de ese año y en las mesas de votación fue otra realidad. Santos se impuso con 6’802.043 votos, doblando a Mockus. La escena se repitió con mayor contundencia el 20 de junio siguiente, en segunda vuelta, cuando Santos resultó electo con el 69,12 % de los sufragios.
Lea: Campaña electoral en los tiempos de la posverdad
Los sabios del día después, como es común, explicaban y buscaban culpables. El castillo de naipes se vino abajo, luego de que el apoyo casi viral en redes sociales no se convirtiera en los votos que necesitaban para que Mockus llegara a la Casa de Nariño. La “Ola Verde” resultó ser un espejismo. Hoy, ocho años después y ad portas de una nueva e histórica elección, con el contexto del fin del conflicto con las Farc, muchos vaticinan que serán las primeras elecciones en las que las redes sociales podrían tener una incidencia importante, sobre todo porque su uso se ha masificado y porque los candidatos son activos en ellas, conscientes de que es un nicho que ayuda a su posicionamiento y su imagen.
Como explica Felipe Sánchez Iregui, director del Observatorio de Redes Sociales de la Universidad Sergio Arboleda, a los escenarios en los que antes se hacía la política (la plaza pública, los medios tradicionales o los foros) se les añaden las redes sociales, como Twitter o Facebook, en donde se mueven cierto tipo de masas y en las que motivan “a posibles electores a que sean una parte más activa políticamente, al ponerlos a votar u opinar en ese escenario”. “El empleo de las redes sociales cobra vital importancia para los candidatos, incluso desde antes que lo sea, y deben hacer uso juicioso porque a través de esta puede verse comprometido el nombre de la organización a la que pertenecen, su credibilidad y su posibilidad de ganar un escaño”, señala Sánchez Iregui.
Hay un ejemplo cercano y reciente sobre la incidencia de las redes sociales en la campaña electoral. En Estados Unidos, durante la disputa entre Hillary Clinton y Donald Trump, quedó demostrada, por ejemplo, la gran influencia de Facebook frente a los grandes medios, que se inclinaron abiertamente a favor de la candidata demócrata. Lo ocurrido es historia y Trump cumplió recientemente el primer año de mandato desde la Casa Blanca. No obstante, los conocedores del asunto en Colombia no dan por hecho que vaya a haber una réplica de esa situación en el país. “No estaría seguro si vamos a tener un resultado similar al de EE. UU., pero, sin duda, sí vamos a ver campañas muy afectadas por no saber enfrentar el mundo de las noticias falsas”, comenta Juan Fernando Giraldo, gerente de estrategia y cofundador de la agencia de medición y evaluación de comunicaciones Búho.
En las aguas de la falsa información
Sin embargo, y lo que puede ser una fortuna, muchos de los candidatos que hoy aspiran a llegar a un puesto de elección popular son conscientes de la necesidad tanto de conformar equipos que se dediquen al manejo de las redes sociales, como de enfrentar con altura la guerra de información falsa que se avecina. “Las noticias falsas, por ejemplo, pueden acabar con unas campañas más que con otras. Hay personalidades más preparadas para navegar en esas aguas, montar pequeños titulares con más efectividad y apalancar mentiras a medias para construir verdades parciales”, dice Giraldo.
Al respecto, José Carlos Álvarez, cofundador de la agencia de comunicación estratégica Yannus, y quien ha trabajado con la Presidencia de la República de Colombia, en la dirección del equipo asesor de comunicación digital y al equipo de pedagogía para la paz, considera que en esta campaña electoral las redes sociales van a mover más opinión que votos. “La opinión pone temas, crea percepciones sobre los candidatos, pero no determina el voto mayoritario. La ‘Ola Verde’ nos demostró que lo que se opine en redes no se convierte necesariamente en votos. Además, es una opinión principalmente urbana, de estratos socioeconómicos medio y alto, que va en contraposición a las estructuras políticas y las maquinarias”, puntualiza Álvarez, aunque revela que en algunas de las actuales campañas hay un presupuesto mayor para publicidad digital que para la tradicional. Para el experto, Sergio Fajardo, pero sobre todo Humberto de la Calle, han hecho intentos importantes para generar golpes de opinión a través de las redes sociales y llegar al público más joven, que, dice, es el que está más conectado.
El candidato tuitero ideal
Por el contrario, según Carlos Andrés Arias, gerente de la agencia Estrategia y Poder, el candidato Alejandro Ordóñez, a quien asesoró hasta hace poco, es uno de los mejores ejemplos sobre cómo se mueve la política moderna en el mundo digital: “No tiene estructura política como Vargas Lleras o De la Calle. Y tiene posiciones ideológicas que molestan a ese país de redes sociales, que es políticamente correcto, pero que le llegan a otro país más real, que es conservador y creyente. Él dice: soy de derecha ¿y qué?”. Pone el ejemplo de la supuesta ideología de género en el acuerdo de paz durante la campaña del plebiscito, en 2016, que caló en muchas personas y, con seguridad, fue la determinante de muchos de los votos por el No. Según Arias, aunque al principio la actividad de Ordóñez en redes sociales lo puede estigmatizar, termina por beneficiarlo al generar una discusión que tiene un impacto persuasivo y motiva el voto.
Esa es una apuesta bastante grande y arriesgada porque, de hecho, el uso, de alguna manera erróneo, de las redes sociales puede traer consecuencias nefastas para un candidato y para las colectividades a las que pertenece. Según ilustra Sánchez Iregui, de la Universidad Sergio Arboleda, “The Canadian Press, en su edición del 12 de marzo de 2016, informó que los nuevos demócratas en la provincia Saskatchewan decidieron eliminar a Mark Jeworski y Clayton Wilson como candidatos vinculados, debido a los mensajes en las redes sociales que habían publicado, a juicio del líder del partido, eran inapropiados”.
Explica, además, que no solo cuenta la actividad reciente, sino que, en un debate electoral descarnado, podrían salir a relucir antiguas fotografías, es decir, las cuentas personales de los candidatos, tuits y las imágenes que estas albergan podrían convertirse en ese baúl de “ases bajo la manga” que usarían los contrincantes. “Habrá trampas o estratagemas para que, mediante actos non santos, por no decir, no éticos, se busque perjudicar a un candidato. Pueden ser creadas en las redes no solo por los partidos opositores, sino también por quienes no comulgan con su ideología política”, explica Sánchez Iregui. Por supuesto, no es nuevo. Muchos recordarán las estrategias, conocidas como campaña negra, que se desplegaron en el debate político de 2010, con videos en los que comprometían a Antanas Mockus por frases fuera de contexto o piezas en los que cuestionaban su creencia en Dios.
¿Cómo hacer que el mensaje llegue a las bases?
Uno de los principales retos que tendrán los candidatos será el de llevar esas discusiones y debates que se dan en las redes sociales, como Twitter y Facebook, a las bases sociales. “Las redes construyen una imagen, pero también buscan activar el “voz a voz”, que es importante en la política. Por ejemplo, en Twitter, aunque es reducido, están los líderes de opinión, los periodistas, la gente influyente. Twitter puede ser el detonante de ese “voz a voz””, comenta Álvarez.
Ahí cobra relevancia una plataforma, que también puede ser catalogada como red social: WhatsApp. Esta se constituye en una de las más masivas, tanto por la penetración de internet como por la ventaja que tienen muchas personas cuando los operadores, en su mayoría, proveen el servicio así se haya consumido la totalidad del plan de datos. Como explica Giraldo, a veces WhatsApp se queda por fuera del mapa de las redes sociales, pero considera que la campaña que se avecina “va a estar marcada por el uso de esta red social privada y va a tener un efecto muy poderoso en la opinión de las personas a la hora de inclinar su posición hacia uno u otro candidato. En desventaja de esta plataforma, Álvarez dice que el hecho de que sea privada hace muy complicado medir su impacto, cuánta gente vio un mensaje o cuánta gente se movilizó a raíz de dicho mensaje.
Arias añade otro elemento importante como consecuencia de la incursión de las redes sociales en la sociedad. Y que han sido un elemento fundamental para bloquear en la dinámica electoral lo que denomina el “TLC”: la teja, la lechona y la cerveza. “Hay un 77 % de penetración de internet y ha hecho que esas prácticas de la política más tradicional pierdan fuerza”, explica Arias, quien sí considera que, al menos en las presidenciales, hay un porcentaje importante del voto de opinión.
Por el momento, lo que se ve es una campaña apenas incipiente, en la que los candidatos usan las redes sociales para divulgar propuestas, pronunciarse sobre los temas de la agenda pública y hacer una que otra conversación con los candidatos adversarios. La previsión es que después del 11 de marzo, cuando se surtan las elecciones de Congreso, se vengan en firme los ataques desde todos los sectores. Eso está cantado.