Rescatan joyas precolombinas olvidadas por años en clósets de consulados
El Gobierno emprendió la misión de recuperar el patrimonio histórico regado por el mundo. De las 737 piezas que han estado hasta 15 años olvidadas y que espera repatriar, 274 volvieron con el presidente Petro desde Nueva York.
El pasado jueves, mientras Gustavo Petro respondía en la residencia de la embajada colombiana en Nueva York sobre el encuentro que no fue entre él y Joe Biden, el sargento viceprimero Jeyson Prieto se encargaba de subir un tesoro al avión presidencial. 58 cajas llegaron al aeropuerto internacional John F. Kennedy e iban marcadas con una calcomanía que decía “Fragile”, que las señalaba como material delicado. Nadie -salvo la comitiva oficial que acompañó al presidente en Estados Unidos- sabía del paquete especial. El avión aterrizó en el Comando Aéreo de Transporte Militar (Catam) y sobre la medianoche, cuando todos los pasajeros ya se habían ido y el segundo viaje internacional de Petro había terminado oficialmente, las cajas fueron trasladadas al Palacio San Carlos, sede de la Cancillería en Bogotá.
Mientras la impuntualidad del primer mandatario en su agenda internacional era discutida en las emisoras el viernes por la mañana, arqueólogas y curadoras del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) revisaban con guantes aquel tesoro: se trataba de 274 piezas que datan de antes de la colonización -o de la invasión, como la Comisión de la Verdad nombró la llegada de los españoles- que pertenecieron a los indígenas que habitaron siglos atrás el territorio colombiano. Muchas de las obras precolombinas que hoy reposan en la Cancillería fueron incautadas por el FBI por haber sido traficadas de forma ilícita o devueltas por coleccionistas. Así volvieron a manos del Estado. Sin embargo, duraron años aguantando polvo en los clósets de los consulados de Colombia en el mundo… hasta hace cuatro días.
El viaje de Petro a Nueva York no solo se trató de la Asamblea General de la ONU. Parte de la agenda privada del Gobierno durante los cinco días de trabajo en Estados Unidos fue materializar la repatriación de estas piezas que son originarias de siete regiones arqueológicas: Tumaco - La Tolita y Nariño (lo que sería hoy Nariño y el norte de Ecuador), Quimbaya (que en la actualidad se conoce como Cauca Medio), Calima (Valle del Cauca), Tayrona (Sierra Nevada de Santa Marta) y Sinú (en las llanuras del Caribe). Prácticamente representan el pasado de medio país. Laura Gil, viceministra de Asuntos Multilaterales, fue la cabeza encargada en Nueva York de poner en marcha esta misión. Según dijo, el presidente Petro ha insistido en múltiples reuniones en este tema, por lo que la recuperación del patrimonio histórico se constituye como una línea de su gobierno.
Si bien esta línea tiene varios proyectos de envergadura, como la devolución de la Colección Quimbaya por parte de España, dirimir la discusión sobre los hallazgos del Galeón San José y la recuperación de dos máscaras koguis ubicadas en Alemania, para Gil llegar al Viceministerio fue levantar tapetes y encontrar sorpresas. Entre esas cosas inesperadas encontró que en los consulados y embajadas de Colombia en Estados Unidos, Francia, Suiza, Reino Unido, Nueva Zelanda, Italia, Costa Rica, España y Países Bajos existían cajas embaladas y depósitos enteros de piezas precolombinas.
“Tenemos piezas precolombinas completamente olvidadas en los depósitos. Hay unas que fueron recibidas por los consulados en 2013, otras de 2016 y de 2018. Estas que trajimos a Colombia en el avión desde Nueva York llevaban desde 2019 en la embajada en Washington. Estuvieron olvidadas. Estoy realmente recogiendo patrimonio histórico de los clósets de los consulados”, dice con asombro. La embajada en Washington gestionó el envío de las 58 cajas a Nueva York y la empresa DHL apoyó con un descuento del 50 % en el trayecto.
“Presionamos en nuestra Dirección de Asuntos Culturales para producir este proyecto. Lo que vamos a hacer de aquí a diciembre es traer todas las piezas que encontramos y entregárselas al Icanh, a quien le pediremos que arme un plan de consulta y entrega de este material”, recuerda. Así las cosas, las 274 piezas que llegaron el jueves en la noche a Bogotá son solo una parte de un total de 737 que se encuentran regadas en oficinas oficiales en el extranjero. Algunas de ellas han estado “enclosetadas” hasta por 15 años. Según el inventario que maneja la Cancillería, 89 piezas que reposan aún en España llevan allí desde 1975/1978, es decir, en el período en el que Belisario Betancur fue embajador. “Están allá desde esa época, pero han sido exhibidas en la embajada. De un tiempo para acá se prefirió que no las exhiban en las embajadas para que estuvieran más seguras y ahí entraron a esa lista de repatriación”, explicó un funcionario del Ministerio, siendo de las que llevan más tiempo guardadas.
¿Por qué no se había hecho esta repatriación? Para Gil tiene que ver con negligencia, pero también con voluntad política. Mientras la compañía estadounidense Penske transportaba las 58 cajas desde la Misión Permanente de Colombia en Nueva York hasta el aeropuerto John F. Kennedy, la viceministra le contaba a El Espectador que a su oficina le tomó cerca de dos semanas concretar este primer envío. La idea de traerlas en el avión presidencial fue de la viceministra Laura Gil, que vio el avión presidencial como una oportunidad.
Dos fuentes de alto nivel de Cancillería le confirmaron a este diario que en marzo se le presentó al expresidente Iván Duque la opción de usar el avión presidencial para este traslado cultural, aprovechando un viaje que se avecinaba a Europa. No obstante, este respondió con un “no”, argumentando que era el Instituto Colombiano de Arqueología e Historia (Icanh) el responsable único de gestionar dicha tarea.
“Este año íbamos a usar el avión presidencial, pero la decisión del mandatario fue un no rotundo. Entonces, las cajas se quedaron en La Haya, a pesar de que nosotros teníamos el visto bueno del Icanh y si el Instituto dice que se puede, es porque sí se puede. Había otras formas de hacerlo. El expresidente Duque abogaba porque dos personas del Icanh viajaran hasta allá y acompañaran las piezas permanentemente. Eso podría pasar en un procedimiento perfecto, pero en este caso el uso del avión presidencial funcionó y fue ideal”, narró una fuente que supo del asunto de primera mano. El Espectador conoció también que, a juicio de algunos funcionarios, durante el cuatrienio del presidente Iván Duque no hubo grandes recuperaciones del patrimonio como la que ocurrió hace unos días.
“Lo que pasa es que el Icanh no tiene los recursos para pagar los seguros que requiere trasladar unas piezas de esta índole”, explicó otra fuente que pidió no ser nombrada. “También ha habido demora en traerlas porque entre diferentes departamentos se tiran la pelota y se preguntan de quién es la tarea: ¿del Ministerio de Cultura? ¿del de Relaciones Exteriores? Cuando llegó Laura Gil, la decisión fue contundente. La otra pregunta ha sido cómo hacerlo, también en términos económicos. En este caso se prestó el avión presidencial. El embalaje lo hicieron las embajadas. Creo que llegó alguien que dijo ‘hágale’, aprovechemos el momento. Fue una decisión política al más alto nivel”, agregó.
En esta primera entrega, el Gobierno y el Icanh encontraron piezas provenientes de dos casos: 233 piezas fueron entregadas al Estado por la ciudadana estadounidense Patricia Daly, que tenía en su poder estas obras porque era una colección de su esposo (un colombiano) que las compilaba. Las otras 41 corresponden al caso Don Miller: un hombre de 90 años al que el FBI en 2015 le allanó su casa pues en ella contenía más de siete mil reliquias culturales que había adquirido ilegalmente. Se llamaba a sí mismo como un “arqueólogo aficionado”. Las obras de ese caso volvieron a Colombia gracias a un acuerdo bilateral con el FBI, firmado en 2005, que se renovó en 2021 por cinco años más. “Para el Departamento de Estado este convenio es importante, porque es fundamental volver estas piezas tan valiosas a su casa, a su hogar. Estoy satisfecha con ver este paso después de tantos años”, expresó Carolyn Turpin, consejera de Asuntos Públicos de la embajada de Estados Unidos en Colombia.
Un patrimonio impresionante
Luis Armando Soto es director de Asuntos Culturales del Viceministerio que dirige Laura Gil. Va a completar 16 años trabajando en la Cancillería, es decir, ha pasado por varios gobiernos trabajando en asuntos diplomáticos. Este punto de su carrera debe encargarse de que en diciembre lleguen las 463 piezas restantes. Sobre el rescate de las joyas precolombinas, Soto contó cómo el FBI tuvo que aprender de patrimonio arqueológico cuando se enfrentó en 2014 con el caso Don Miller, uno de los más gruesos en términos de tráfico ilegal de piezas de culturas hispanas.
“Ellos cuentan que cuando hicieron esa incautación les tocó aprender a hacer museo porque tenían que conservar las piezas mientras las retornaban a los gobiernos. Cuando nos mandan estos casos nosotros tenemos que verificar si sí son patrimonio, si no son réplicas, y eso lo hace el Icanh. Cuando la entidad nos dijo que efectivamente había patrimonio colombiano en la incautación de Don Miller, hicimos la solicitud”, recordó.
El tráfico ilícito de bienes culturales hace parte de la lista de los crímenes transnacionales que más se cometen, después de la trata de personas, el lavado de activos y el tráfico de armas. De hecho, es un delito que convive con los otros nombrados y por ello ocurre en paralelo. Luis Armando Soto enfatizó en que si bien estos crímenes “están a la orden del día”, también hay más conciencia de que las obras arqueológicas pertenecen a un pueblo, a un Estado. Eso, por ejemplo, fue lo que pasó con Patricia Daly, que decidió devolver la colección que su pareja había recolectado a lo largo de su vida y que sumaba 233 piezas precolombinas. “Hay muchas personas que cuando mueren familiares que coleccionaron piezas arqueológicas pues buscan a los gobiernos para devolverlas”, explicó el diplomático.
Devolver las piezas que durante tantas décadas estuvieron perdidas en el mundo (y también en los armarios de los consulados) es un paso para la reconstrucción del pasado de las culturas que habitaron Colombia. Por ejemplo, en esta primera entrega se encontró una amplia representación de la región arqueológica Tumaco- La Tolita que, como contó Ángela Escobar, arqueóloga del Icanh, tiene una tradición en cerámica desde el año 500 antes de Cristo. En las 58 cajas llegaron vasijas, collares, volantes de uso, rodillos. También llegaron esculturas antropomorfas.
“La diversidad de piezas que hay aquí es altísima. La región arqueológica Tumaco- La Tolita desde el Ecuador y buena parte de la región Pacífico de Colombia. Encontramos varias cabezas porque los tumacos eran como los retratistas de la época prehispánica. Se puede ver que cada cabeza cuenta con un rostro diferente. Son piezas que seguramente hacían parte de una figura mucho más grande, pero se encontraron fracturadas. Por su tamaño son muy apetecidas por los coleccionistas, muy traficadas. Lo triste de esto es que son piezas muy bellas, pero se perdió la información del contexto arqueológica de donde se encontraban. Sin esto, hacemos interpretación de dónde pudieron estar.”, agregó Escobar.
Aunque la falta de contexto impide conocer la historia completa de los bienes culturales que llegaron en el avión presidencial, lo cierto es que el buen estado de conservación es un aspecto positivo que permite indagar más a fondo sobre el mundo que rodeó estos elementos. “Las piezas en su mayoría están en un muy buen estado de conservación, lo cual es algo bueno. Si bien el contexto se ha perdido, esto que tenemos acá nos cuenta también la vida social que han tenido los objetos. Es decir, en algún momento fueron usados, en tiempos prehispánicos. Luego, de alguna manera se fueron, llegan hasta otro país, vuelven y nos cuentan también esta historia del trafico y la comercialización ilícita”, añadió Natalia Angarita, curadora del Instituto de Antropología e Historia. Angarita además aclaró que por la condición de los objetos se puede interpretar que no fueron de uso doméstico, sino más bien ritual.
Para ambas, recuperarlos permite continuar con la tarea de reconstruir el pasado del país, y de ponerlos a disposición de diversas entidades que deseen exponerlos “Este material queda disponible para exposiciones a cargo del Instituto y al servicio de las instituciones educativas o museos en Colombia que cumplan con las condiciones que exige el Icanh, para que puedan tenerlas para divulgación e investigación. Muchas veces, cuando salen este tipo de noticias, llegan al Icanh comunicaciones de museos o entidades educativas interesadas en llevar las colecciones a sus instalaciones”, expresó la arqueóloga Escobar.
El rescate de las joyas precolombinas es apenas una primera parte del trabajo que la Cancillería debe adelantar con respecto al patrimonio cultural. El siguiente es la repatriación de la Colección Quimbaya, que está en manos de España, y el regreso al pueblo Kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta las dos máscaras que reposan en Alemania. Mientras la referente a España aún está congelada, la segunda ya sopla buenos vientos para que Alemania las retorne, con el compromiso de que habrá un protocolo de conservación por parte de Colombia.
Para la viceministra Laura Gil, los gobiernos colombianos no se han dado a la tarea de adelantar estas labores porque son una conversación difícil que puede tener costos políticos. Sin embargo, cree que más que declarar peleas con los otros países que conservan bienes culturales de Colombia, es abrir la conversación.
“Nosotros creemos que tenemos toda la autoridad moral para hacerlo. Estamos teniendo conversaciones súper tranquilas, amistosas. No queremos atropellar a nadie, pero queremos recuperar lo nuestro. La cara del presidente de España, Pedro Sánchez, fue de asombro cuando le comentamos de nuestro interés sobre la Colección Quimbaya. Esto toma por sorpresa a los aliados de Colombia y a los países amigos. La cultura siempre ha sido la cenicienta de las políticas públicas, pero en este gobierno no”, indicó.
Además, hizo un guiño sobre la línea que manejara la administración Petro: “Este es un presidente sin miedos. Por si no se dieron cuenta con el discurso en la Asamblea General de la ONU, Petro no tiene miedos. Entonces, él va a plantear lo que le parece correcto, de manera respetuosa. Es así como se manejan las relaciones internacionales”.
Por su lado, Luis Armando Soto, concluyó que si bien la Unesco es un organismo multilateral con mecanismos para dirimir disputas entre estados en este asunto, no cree que Colombia y España lleguen a ese punto por la Colección Quimbaya. “Existe un comité en la Unesco para mediar entre los estados y lograr la restitución y retorno de bienes culturales. No creo que lleguemos a esa instancia con España porque es un país hermano. Es una discusión dura, pero queremos agotarnos en la palabra. Creo que el presidente Petro con lo que ha dicho anteriormente ha puesto un antecedente: en las ultimas dos visitas del país europeo, Petro ha encarado el tema con el Rey Felipe y con el presidente Pedro Sánchez. Eso abre un diálogo franco, directo y al más alto nivel político”, recalcó Soto.
El pasado jueves, mientras Gustavo Petro respondía en la residencia de la embajada colombiana en Nueva York sobre el encuentro que no fue entre él y Joe Biden, el sargento viceprimero Jeyson Prieto se encargaba de subir un tesoro al avión presidencial. 58 cajas llegaron al aeropuerto internacional John F. Kennedy e iban marcadas con una calcomanía que decía “Fragile”, que las señalaba como material delicado. Nadie -salvo la comitiva oficial que acompañó al presidente en Estados Unidos- sabía del paquete especial. El avión aterrizó en el Comando Aéreo de Transporte Militar (Catam) y sobre la medianoche, cuando todos los pasajeros ya se habían ido y el segundo viaje internacional de Petro había terminado oficialmente, las cajas fueron trasladadas al Palacio San Carlos, sede de la Cancillería en Bogotá.
Mientras la impuntualidad del primer mandatario en su agenda internacional era discutida en las emisoras el viernes por la mañana, arqueólogas y curadoras del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) revisaban con guantes aquel tesoro: se trataba de 274 piezas que datan de antes de la colonización -o de la invasión, como la Comisión de la Verdad nombró la llegada de los españoles- que pertenecieron a los indígenas que habitaron siglos atrás el territorio colombiano. Muchas de las obras precolombinas que hoy reposan en la Cancillería fueron incautadas por el FBI por haber sido traficadas de forma ilícita o devueltas por coleccionistas. Así volvieron a manos del Estado. Sin embargo, duraron años aguantando polvo en los clósets de los consulados de Colombia en el mundo… hasta hace cuatro días.
El viaje de Petro a Nueva York no solo se trató de la Asamblea General de la ONU. Parte de la agenda privada del Gobierno durante los cinco días de trabajo en Estados Unidos fue materializar la repatriación de estas piezas que son originarias de siete regiones arqueológicas: Tumaco - La Tolita y Nariño (lo que sería hoy Nariño y el norte de Ecuador), Quimbaya (que en la actualidad se conoce como Cauca Medio), Calima (Valle del Cauca), Tayrona (Sierra Nevada de Santa Marta) y Sinú (en las llanuras del Caribe). Prácticamente representan el pasado de medio país. Laura Gil, viceministra de Asuntos Multilaterales, fue la cabeza encargada en Nueva York de poner en marcha esta misión. Según dijo, el presidente Petro ha insistido en múltiples reuniones en este tema, por lo que la recuperación del patrimonio histórico se constituye como una línea de su gobierno.
Si bien esta línea tiene varios proyectos de envergadura, como la devolución de la Colección Quimbaya por parte de España, dirimir la discusión sobre los hallazgos del Galeón San José y la recuperación de dos máscaras koguis ubicadas en Alemania, para Gil llegar al Viceministerio fue levantar tapetes y encontrar sorpresas. Entre esas cosas inesperadas encontró que en los consulados y embajadas de Colombia en Estados Unidos, Francia, Suiza, Reino Unido, Nueva Zelanda, Italia, Costa Rica, España y Países Bajos existían cajas embaladas y depósitos enteros de piezas precolombinas.
“Tenemos piezas precolombinas completamente olvidadas en los depósitos. Hay unas que fueron recibidas por los consulados en 2013, otras de 2016 y de 2018. Estas que trajimos a Colombia en el avión desde Nueva York llevaban desde 2019 en la embajada en Washington. Estuvieron olvidadas. Estoy realmente recogiendo patrimonio histórico de los clósets de los consulados”, dice con asombro. La embajada en Washington gestionó el envío de las 58 cajas a Nueva York y la empresa DHL apoyó con un descuento del 50 % en el trayecto.
“Presionamos en nuestra Dirección de Asuntos Culturales para producir este proyecto. Lo que vamos a hacer de aquí a diciembre es traer todas las piezas que encontramos y entregárselas al Icanh, a quien le pediremos que arme un plan de consulta y entrega de este material”, recuerda. Así las cosas, las 274 piezas que llegaron el jueves en la noche a Bogotá son solo una parte de un total de 737 que se encuentran regadas en oficinas oficiales en el extranjero. Algunas de ellas han estado “enclosetadas” hasta por 15 años. Según el inventario que maneja la Cancillería, 89 piezas que reposan aún en España llevan allí desde 1975/1978, es decir, en el período en el que Belisario Betancur fue embajador. “Están allá desde esa época, pero han sido exhibidas en la embajada. De un tiempo para acá se prefirió que no las exhiban en las embajadas para que estuvieran más seguras y ahí entraron a esa lista de repatriación”, explicó un funcionario del Ministerio, siendo de las que llevan más tiempo guardadas.
¿Por qué no se había hecho esta repatriación? Para Gil tiene que ver con negligencia, pero también con voluntad política. Mientras la compañía estadounidense Penske transportaba las 58 cajas desde la Misión Permanente de Colombia en Nueva York hasta el aeropuerto John F. Kennedy, la viceministra le contaba a El Espectador que a su oficina le tomó cerca de dos semanas concretar este primer envío. La idea de traerlas en el avión presidencial fue de la viceministra Laura Gil, que vio el avión presidencial como una oportunidad.
Dos fuentes de alto nivel de Cancillería le confirmaron a este diario que en marzo se le presentó al expresidente Iván Duque la opción de usar el avión presidencial para este traslado cultural, aprovechando un viaje que se avecinaba a Europa. No obstante, este respondió con un “no”, argumentando que era el Instituto Colombiano de Arqueología e Historia (Icanh) el responsable único de gestionar dicha tarea.
“Este año íbamos a usar el avión presidencial, pero la decisión del mandatario fue un no rotundo. Entonces, las cajas se quedaron en La Haya, a pesar de que nosotros teníamos el visto bueno del Icanh y si el Instituto dice que se puede, es porque sí se puede. Había otras formas de hacerlo. El expresidente Duque abogaba porque dos personas del Icanh viajaran hasta allá y acompañaran las piezas permanentemente. Eso podría pasar en un procedimiento perfecto, pero en este caso el uso del avión presidencial funcionó y fue ideal”, narró una fuente que supo del asunto de primera mano. El Espectador conoció también que, a juicio de algunos funcionarios, durante el cuatrienio del presidente Iván Duque no hubo grandes recuperaciones del patrimonio como la que ocurrió hace unos días.
“Lo que pasa es que el Icanh no tiene los recursos para pagar los seguros que requiere trasladar unas piezas de esta índole”, explicó otra fuente que pidió no ser nombrada. “También ha habido demora en traerlas porque entre diferentes departamentos se tiran la pelota y se preguntan de quién es la tarea: ¿del Ministerio de Cultura? ¿del de Relaciones Exteriores? Cuando llegó Laura Gil, la decisión fue contundente. La otra pregunta ha sido cómo hacerlo, también en términos económicos. En este caso se prestó el avión presidencial. El embalaje lo hicieron las embajadas. Creo que llegó alguien que dijo ‘hágale’, aprovechemos el momento. Fue una decisión política al más alto nivel”, agregó.
En esta primera entrega, el Gobierno y el Icanh encontraron piezas provenientes de dos casos: 233 piezas fueron entregadas al Estado por la ciudadana estadounidense Patricia Daly, que tenía en su poder estas obras porque era una colección de su esposo (un colombiano) que las compilaba. Las otras 41 corresponden al caso Don Miller: un hombre de 90 años al que el FBI en 2015 le allanó su casa pues en ella contenía más de siete mil reliquias culturales que había adquirido ilegalmente. Se llamaba a sí mismo como un “arqueólogo aficionado”. Las obras de ese caso volvieron a Colombia gracias a un acuerdo bilateral con el FBI, firmado en 2005, que se renovó en 2021 por cinco años más. “Para el Departamento de Estado este convenio es importante, porque es fundamental volver estas piezas tan valiosas a su casa, a su hogar. Estoy satisfecha con ver este paso después de tantos años”, expresó Carolyn Turpin, consejera de Asuntos Públicos de la embajada de Estados Unidos en Colombia.
Un patrimonio impresionante
Luis Armando Soto es director de Asuntos Culturales del Viceministerio que dirige Laura Gil. Va a completar 16 años trabajando en la Cancillería, es decir, ha pasado por varios gobiernos trabajando en asuntos diplomáticos. Este punto de su carrera debe encargarse de que en diciembre lleguen las 463 piezas restantes. Sobre el rescate de las joyas precolombinas, Soto contó cómo el FBI tuvo que aprender de patrimonio arqueológico cuando se enfrentó en 2014 con el caso Don Miller, uno de los más gruesos en términos de tráfico ilegal de piezas de culturas hispanas.
“Ellos cuentan que cuando hicieron esa incautación les tocó aprender a hacer museo porque tenían que conservar las piezas mientras las retornaban a los gobiernos. Cuando nos mandan estos casos nosotros tenemos que verificar si sí son patrimonio, si no son réplicas, y eso lo hace el Icanh. Cuando la entidad nos dijo que efectivamente había patrimonio colombiano en la incautación de Don Miller, hicimos la solicitud”, recordó.
El tráfico ilícito de bienes culturales hace parte de la lista de los crímenes transnacionales que más se cometen, después de la trata de personas, el lavado de activos y el tráfico de armas. De hecho, es un delito que convive con los otros nombrados y por ello ocurre en paralelo. Luis Armando Soto enfatizó en que si bien estos crímenes “están a la orden del día”, también hay más conciencia de que las obras arqueológicas pertenecen a un pueblo, a un Estado. Eso, por ejemplo, fue lo que pasó con Patricia Daly, que decidió devolver la colección que su pareja había recolectado a lo largo de su vida y que sumaba 233 piezas precolombinas. “Hay muchas personas que cuando mueren familiares que coleccionaron piezas arqueológicas pues buscan a los gobiernos para devolverlas”, explicó el diplomático.
Devolver las piezas que durante tantas décadas estuvieron perdidas en el mundo (y también en los armarios de los consulados) es un paso para la reconstrucción del pasado de las culturas que habitaron Colombia. Por ejemplo, en esta primera entrega se encontró una amplia representación de la región arqueológica Tumaco- La Tolita que, como contó Ángela Escobar, arqueóloga del Icanh, tiene una tradición en cerámica desde el año 500 antes de Cristo. En las 58 cajas llegaron vasijas, collares, volantes de uso, rodillos. También llegaron esculturas antropomorfas.
“La diversidad de piezas que hay aquí es altísima. La región arqueológica Tumaco- La Tolita desde el Ecuador y buena parte de la región Pacífico de Colombia. Encontramos varias cabezas porque los tumacos eran como los retratistas de la época prehispánica. Se puede ver que cada cabeza cuenta con un rostro diferente. Son piezas que seguramente hacían parte de una figura mucho más grande, pero se encontraron fracturadas. Por su tamaño son muy apetecidas por los coleccionistas, muy traficadas. Lo triste de esto es que son piezas muy bellas, pero se perdió la información del contexto arqueológica de donde se encontraban. Sin esto, hacemos interpretación de dónde pudieron estar.”, agregó Escobar.
Aunque la falta de contexto impide conocer la historia completa de los bienes culturales que llegaron en el avión presidencial, lo cierto es que el buen estado de conservación es un aspecto positivo que permite indagar más a fondo sobre el mundo que rodeó estos elementos. “Las piezas en su mayoría están en un muy buen estado de conservación, lo cual es algo bueno. Si bien el contexto se ha perdido, esto que tenemos acá nos cuenta también la vida social que han tenido los objetos. Es decir, en algún momento fueron usados, en tiempos prehispánicos. Luego, de alguna manera se fueron, llegan hasta otro país, vuelven y nos cuentan también esta historia del trafico y la comercialización ilícita”, añadió Natalia Angarita, curadora del Instituto de Antropología e Historia. Angarita además aclaró que por la condición de los objetos se puede interpretar que no fueron de uso doméstico, sino más bien ritual.
Para ambas, recuperarlos permite continuar con la tarea de reconstruir el pasado del país, y de ponerlos a disposición de diversas entidades que deseen exponerlos “Este material queda disponible para exposiciones a cargo del Instituto y al servicio de las instituciones educativas o museos en Colombia que cumplan con las condiciones que exige el Icanh, para que puedan tenerlas para divulgación e investigación. Muchas veces, cuando salen este tipo de noticias, llegan al Icanh comunicaciones de museos o entidades educativas interesadas en llevar las colecciones a sus instalaciones”, expresó la arqueóloga Escobar.
El rescate de las joyas precolombinas es apenas una primera parte del trabajo que la Cancillería debe adelantar con respecto al patrimonio cultural. El siguiente es la repatriación de la Colección Quimbaya, que está en manos de España, y el regreso al pueblo Kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta las dos máscaras que reposan en Alemania. Mientras la referente a España aún está congelada, la segunda ya sopla buenos vientos para que Alemania las retorne, con el compromiso de que habrá un protocolo de conservación por parte de Colombia.
Para la viceministra Laura Gil, los gobiernos colombianos no se han dado a la tarea de adelantar estas labores porque son una conversación difícil que puede tener costos políticos. Sin embargo, cree que más que declarar peleas con los otros países que conservan bienes culturales de Colombia, es abrir la conversación.
“Nosotros creemos que tenemos toda la autoridad moral para hacerlo. Estamos teniendo conversaciones súper tranquilas, amistosas. No queremos atropellar a nadie, pero queremos recuperar lo nuestro. La cara del presidente de España, Pedro Sánchez, fue de asombro cuando le comentamos de nuestro interés sobre la Colección Quimbaya. Esto toma por sorpresa a los aliados de Colombia y a los países amigos. La cultura siempre ha sido la cenicienta de las políticas públicas, pero en este gobierno no”, indicó.
Además, hizo un guiño sobre la línea que manejara la administración Petro: “Este es un presidente sin miedos. Por si no se dieron cuenta con el discurso en la Asamblea General de la ONU, Petro no tiene miedos. Entonces, él va a plantear lo que le parece correcto, de manera respetuosa. Es así como se manejan las relaciones internacionales”.
Por su lado, Luis Armando Soto, concluyó que si bien la Unesco es un organismo multilateral con mecanismos para dirimir disputas entre estados en este asunto, no cree que Colombia y España lleguen a ese punto por la Colección Quimbaya. “Existe un comité en la Unesco para mediar entre los estados y lograr la restitución y retorno de bienes culturales. No creo que lleguemos a esa instancia con España porque es un país hermano. Es una discusión dura, pero queremos agotarnos en la palabra. Creo que el presidente Petro con lo que ha dicho anteriormente ha puesto un antecedente: en las ultimas dos visitas del país europeo, Petro ha encarado el tema con el Rey Felipe y con el presidente Pedro Sánchez. Eso abre un diálogo franco, directo y al más alto nivel político”, recalcó Soto.