“Es la primera vez que en un acuerdo de paz se incluye así el tema ambiental”
Rodrigo Botero, reconocido ambientalista y miembro del equipo negociador del Gobierno con el ELN, habla de la agenda que lograron con esa guerrilla en México. Defiende que el documento incluya temas que históricamente se habían dejado por fuera en negociaciones de pactos de paz.
Sebastián Forero Rueda
Rodrigo Botero asistía a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ‘COP27′ en Egipto, en noviembre de 2022, cuando Danilo Rueda, Alto Comisionado para la Paz, lo llamó para invitarlo a integrar la delegación de diálogos del Gobierno Petro con la guerrilla del ELN. Botero, quien durante la última década ha dirigido la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, lleva 30 años trabajando en la Amazonia y fue director territorial de Parques Nacionales para la Amazonia y la Orinoquía.
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Rodrigo Botero asistía a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ‘COP27′ en Egipto, en noviembre de 2022, cuando Danilo Rueda, Alto Comisionado para la Paz, lo llamó para invitarlo a integrar la delegación de diálogos del Gobierno Petro con la guerrilla del ELN. Botero, quien durante la última década ha dirigido la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible, lleva 30 años trabajando en la Amazonia y fue director territorial de Parques Nacionales para la Amazonia y la Orinoquía.
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En la diversa delegación del Gobierno su papel ha sido ubicar el tema ambiental en primer plano. En entrevista con El Espectador, afirma que la agenda de seis puntos que lograron en México al cierre del segundo ciclo de conversaciones es inédita, al abordar temas que históricamente se habían dejado por fuera al negociar pactos de paz. Los tres primeros puntos de la agenda abordan la participación de la sociedad en la construcción de la paz, la democracia para la paz y las transformaciones para la paz. Según las críticas que ha recibido el documento tras hacerse público, precisamente esa amplia gama de temas que quiere abordar la agenda será su principal obstáculo.
¿Qué balance hace de la agenda que lograron en México?
Es muy fácil criticar cuando uno pasa cuatro años con una agenda rota y otros cuantos en los que no se había llegado ni a la cuarta parte de lo que se ha llegado en dos ciclos en este nuevo proceso. Esas críticas me parecen, por un lado, un ejercicio académico importante por parte de algunas personas, lo cual recibo con cariño; y, por otro, me parece un ejercicio político respetable, pero que no comparto, porque no ven la profundidad con la que se ha visto este proceso.
Es la primera vez que un componente ambiental se pone estructuralmente en un acuerdo, en una agenda de negociación con un grupo armado, en el mundo. Eso es inédito. En la narrativa de la agenda está explícitamente que vamos a hablar de manera transversal, como dimensión del acuerdo, del tema ambiental. En el acuerdo con las FARC tristemente el componente ambiental se pierde, se diluye en el punto uno, está mencionado tangencialmente cuando habla de la definición de la frontera agropecuaria y de la zonificación ambiental. Aquí lo estamos trabajando de manera estructural, en donde estamos hablando de procesos de ordenamiento ambiental: abordar el tema de la discusión sobre el ordenamiento ambiental del territorio, el ordenamiento territorial y productivo. Y esto en clave además de transformaciones para la paz.
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¿Y ese tema ambiental quién lo puso? ¿Ustedes o el ELN?
Debemos decir que es algo que hemos puesto de manera consensuada cada uno con sus énfasis. El énfasis del ELN está en la concepción de lo que ellos llaman la Madre Tierra, que me parece interesante porque eso nos pone en una perspectiva ecocéntrica y en un sentido de interdependencia, que me parece supremamente valioso. Y en el caso nuestro le damos unos énfasis importantes a varios elementos: revisar el ordenamiento ambiental del territorio, es decir aquí hay una visión de país que se ha reflejado en ese ordenamiento ambiental y que queremos poner en discusión pero también para fortalecerlo. Lo segundo, que eso está directamente ligado a las formas de producción y desarrollo del territorio, por eso hablamos del ordenamiento territorial y productivo y nos ponemos en clave también de entender que sin un ambiente sano no hay futuro para nadie. No es que el ELN tenga un futuro y el Gobierno tenga otro, cuando el territorio lo que nos está diciendo es que hay unas señales de crisis ambiental que hará inviable que como colombianos, como un todo, esos territorios no tienen viabilidad como están actualmente. Por eso utilizamos una palabra que es restauración.
¿Qué implica que en la agenda haya quedado asumir “el medio ambiente como víctima”?
Estamos recogiendo ahí una de las cosas más importantes del Estado colombiano como son las jurisprudencias alrededor del reconocimiento del ambiente como un derecho fundamental y de la naturaleza como sujeto de derechos. Colombia es una de las democracias en el mundo que tiene más desarrollada la jurisprudencia alrededor del reconocimiento de elementos naturales como sujeto de derechos y eso es precisamente lo que se hace al reconocer el ambiente como víctima. El otro elemento: Colombia ya es firmante el Acuerdo de Escazú, pero tiene una de las tasas tristemente más altas en el mundo de ataques, muertes y vulneración de derechos sobre defensores del medio ambiente y derechos humanos. Lo que también estamos poniendo allí es la necesidad de, en virtud del ambiente como víctima, poner en el centro la protección y la defensa de esos defensores ambientales como defensores de lo público y defensores del interés común.
Y por el otro lado, es poner a las áreas protegidas y los territorios de los indígenas y negros en el primer lugar de la agenda de negociación. El porcentaje de tierra que tiene hoy Colombia entre áreas protegidas y territorios étnicos es casi el 50% del territorio nacional: 33 millones de hectáreas en territorios indígenas y 18 millones de hectáreas en áreas protegidas; súmele lo que traslape con comunidades negras. Es allí donde se nos abre una discusión sobre la mitad del país que está hoy sometida a los mayores impactos ambientales y sociales.
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La agenda tiene puntos que pueden resultar demasiado ambiciosos e incluso gaseosos, porque es prácticamente discutir todos los problemas fundamentales del país ¿Qué consideración tuvieron para que quedara de esa manera?
Podríamos – como les gusta a algunos – hablar de Desarme, Desmovilización y Reintegración (DDR) y seguramente aquí no habría ningún tipo de conversación. Eso también me parece ingenuo. El ELN ha sido consistente en buscar la participación como un tema estructural, el tema núcleo en su agenda de negociación. Y me parece que es necesario recogerla y es “hagámosle a la participación con todos”. No es solamente la visión local, territorial o las organizaciones civiles que estamos acostumbrados a ver, sino efectivamente incluir a todos los sectores académicos, públicos, privados, gremiales, internacionales, jurídicos, que pueden y deben hablar en este proceso. Es importante mostrar que la participación es diversa, es plural y que hacia donde vamos, que es el planteamiento del gran acuerdo nacional, que va más allá simplemente de un acuerdo entre dos partes, es necesario reconocer que hay una participación plural y diversa y de eso damos fe en la misma composición de la delegación del Gobierno Nacional.
Y sobre el tema sectorial y temático, me parece importante también que esto vaya más allá de donde históricamente hemos querido reducir los elementos de participación sobre temas de necesidades básicas insatisfechas en áreas rurales, y no de pronto entrar también en otras variables que nos llevan a revisar los temas, por ejemplo, de ordenamiento territorial, ambiental, productivo. Es un cruce sectorial, temático y de escalas. Eso es innovador.
Una cosa es limitarse solo al DDR, pero otra es tratar de meter todos los problemas del país en esta agenda de negociación…
Puede ser que sí. Es mejor atajar, que arriar. Si es necesario atajamos, pero no arranquemos desde una visión reducida, simplista, cuando aquí lo que tenemos es un escenario que una y otra vez nos ha mostrado que la complejidad es lo que nos hace abordar esa agenda con esa perspectiva. Claro que eso hay que volverlo una cosa operativa, funcional. Pero la oportunidad política no es solamente para una de las dos partes, es para las dos. Yo sí aspiro claramente a que no haya un desgaste de ese capital político de un país que nos está dando la oportunidad de tener esto en el primer nivel de prioridad política y jurídica. Si no somos capaces no es que haya perdido el Gobierno, perdemos los dos, y gravemente.
Ahora, si uno se enreda y lo volvemos una cosa gaseosa, pues estaremos asistiendo a una crónica de una muerte anunciada. Pero yo creo que somos capaces de coger un marco que nos permite ver con la complejidad suficiente la heterogeneidad de los conflictos territoriales que hay en Colombia y volverlos un mecanismo que nos permita pasar a otro elemento, más metodológico que de la misma agenda, y es la posibilidad de hacer implementación. El desgaste que sufrimos con el anterior proceso ante la falta de implementación fue brutal, eso casi que mató el proceso mismo. Entonces sí hay una potencia enorme porque es darle vida y sacarlo simplemente de un diálogo de élites políticas de parte y parte, para ponerlo a hablar con todos los actores.
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¿Cuál fue la consideración para incluir que se va a examinar el modelo económico del país, que antes había sido una línea roja del Estado?
Lo que dice es examinarlo en el marco democrático. Obviamente que uno examina y mira qué es lo que está pasando. Un ejemplo concreto: hay un modelo económico de agricultura intensiva, de altísimo impacto, en algunas zonas del territorio nacional, que coincide con la presencia de diferentes grupos armados, entre ellos el ELN. Son modelos agroindustriales insostenibles y que están generando grandísimos conflictos. Es el caso por ejemplo de las explotaciones de arroz industrial que hay en Arauca y Casanare, que tragan más agua que las mismas concesiones de hidrocarburos. ¿Entonces como son legales y es parte del modelo económico no lo vamos a examinar? ¿No vamos a revisar si eso es lo que necesitamos? O si necesitamos es hacer un modelo agroecológico de producción de alimentos que permita trabajar con franjas, con mantenimiento de servicios ambientales, y de intensificación, pero reduciendo las áreas. No podemos condenarnos al Precámbrico que porque el modelo económico es ese.
¿Por qué el tema de la dejación de armas del ELN quedó tan abstracto, tan en el aire?
Porque apenas estamos en el arranque. Estamos en un proceso en el cual el tema de las armas lo tenemos que abordar con todas las posibilidades, que nos permita que efectivamente ese tema sea un asunto que se cierre definitivamente como parte de la participación en política en Colombia. Y en ese sentido, el punto esencial es ese, cómo hacemos para que esas armas se dejen. El destino que corran, que si se van a fundir, si se van a poner en una estatua, si se van a guardar, si se ponen bajo tierra, si se mandan en una nave espacial, eso es un asunto que ya es procedimental. El asunto es cómo llegar a una decisión política de la dejación de las armas en el marco de la acción política. Y eso no es gaseoso, así arranca la agenda, por el reconocimiento de que vamos es hacia la dejación de armas en la política. Me parece que por primera vez se puso de presente que todo este proceso está dirigido hacia allá y que adicionalmente a dejar las armas, vamos hacia un gran acuerdo nacional que va más allá de la agenda.
Pero le reitero, al ser esto tan ambicioso ¿Qué tiempos tienen proyectados? Mientras se resuelve todo lo que hay que resolver, esto puede ser un tiempo indefinido...
Lo que yo sí sé es que este Gobierno se está tomando absolutamente en serio la necesidad de avanzar en la mayor cantidad de transformaciones estructurales que ellos consideran dentro de su agenda política. Y obviamente una estructural y central es la de, ojalá, no solamente llegar a una un acuerdo, sino hacer transformaciones hacia la paz. Porque es que ya la lección con el tema de las FARC nos mostró. ¿Uno qué hace con un acuerdo si no hay transformación en los territorios? El tiempo es como un reloj de arena. Llegamos a quedarnos hablando paja y esto se murió.